Con la salvedad de la archiconocida Das Boot, pocas películas han conseguido llevar con éxito a la gran pantalla cómo era el día a día de la dotación de los submarinos alemanes, los mitificados U-Boote. ¿Cada cuánto tiempo se cambiaban de ropa? ¿Cuál era su menú diario? A veces, y si se nos permite el juego de palabras inverso, una frase vale más que mil imágenes. Sirvan como ejemplo las conclusiones que Herbert A. Werner, oficial en cinco sumergibles germanos durante la guerra, escribió en su obra magna, Ataúdes de acero: «Llenaba el estrecho tambor de acero un hedor horrible, emanado de muchos cuerpos sudorosos, del combustible, de la grasa lubricante y de los rebosantes recipientes sanitarios».
Otro tanto ha pasado con el escaso espacio que los miembros de la dotación tenían para su disfrute. Poco se parecía a lo que nos ha mostrado Hollywood… El sumergible Tipo VII, el más popular de la Segunda Guerra Mundial, apenas contaba con un piso dividido en varias y minúsculas estancias, la mayor parte lo bastante angostas como para que los marineros se vieran obligados a caminar en fila india debido a las estrecheces. La palabra para definir aquel ambiente es «claustrofóbico». El espacio era tan escaso que, como explicó el mismo Werner en su libro, era habitual utilizar uno de los dos retretes de la nave como despensa y que los marineros se valieran del sistema de camas calientes, dormir en dos turnos en las literas, para ahorrar unos centímetros vitales.
Guión de Manuel P. Villatoro
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