En este año de 2021 se cumple el 500 aniversario de la derrota de los Comuneros de Castilla a manos de las tropas realistas fieles al entonces recién coronado Carlos I de España y V de Alemania. La rebelión, convertida desde el siglo XIX en un hito de la historia de España, ha sido objeto de muchas interpretaciones y aún en el día de hoy, despierta cierta nostalgia entre algunos castellanos que evocan cada mes de abril la derrota de los héroes en la batalla de Villalar, liderados por Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado.
Asimismo, aunque olvidados a nivel popular, tuvieron un importante papel los eclesiásticos, quienes aportaron al movimiento comunero cohesión interna. Fueron muchos los miembros del clero, y especialmente los dominicos, quienes azuzaron al pueblo castellano contra el rey y su corte extranjera, pasando por los pueblos de Castilla a modo de heraldos incendiarios lanzando sus proclamas, un escenario que recuerda al de la España de 1808, cuando los frailes y sacerdotes españoles tuvieron el mismo papel contra el invasor francés. Esto nos da una importante pista de la solidez de la red parroquial y su influencia sobre las distintas capas populares, y de la perpetuación de las mismas a lo largo de los siglos.
¿Quiénes fueron los comuneros?
Mucho se ha discutido sobre el carácter de las Comunidades: ¿Eran revolucionarios, reaccionarios al avance o nobles deseosos de mantener sus privilegios? ¿Cuál era su verdadero carácter? Varias han sido las interpretaciones, siendo famosa la de que hizo el doctor Gregorio Marañón, por la cual describía a los comuneros reaccionarios al avance que suponía la apertura a Europa gracias a la coronación de Carlos I como rey de España, una opinión que ya había expresado Ángel Ganivet años antes, al describir a los comuneros como un obstáculo en el camino a recorrer por España. Si seguimos a Marañón podemos extraer de sus palabras que los cabecillas comuneros no pretendían otra que volver al feudalismo. Dejando a un lado los complejos que arrastraron los intelectuales españoles de la generación de Marañón, sí es cierto que los líderes de la rebelión eran hidalgos y que peleaban por sus intereses como clase social, pero debemos recordar también que, como dijo Chesterton, toda revolución mira hacia el pasado: la Revolución francesa miró hacia la república romana; la Reforma protestante, hacia el Antiguo Testamento, y el Renacimiento, hacia la cultura clásica.
Causas de la rebelión comunera
Todo movimiento renovador debe mirar hacia el pasado para encontrar referentes en los que inspirarse, y el movimiento comunero no fue una excepción. Como revolución que fue, se inspiró en el inmediato pasado, antes de la llegada del rey emperador, y lo que es más importante, a la época bajo medieval anterior al choque de la nobleza con la monarquía, al querer esta última centralizar los poderes y acumular las competencias en detrimento de los estamentos privilegiados. Por ello, la rebelión es el resultado de un largo proceso de tensiones sociales, que naufraga en violencia al igual que el reino de Aragón, también gobernado por los Trastámara y sacudido por la rebelión de las Germanías, desatada por causas semejantes a las que encontramos en Castilla: descontento con la oligarquía urbana, dejadez de funciones por el monarca y pérdida de industria. Las interpretaciones monolíticas impidieron evaluar a las Comunidades con toda su complejidad hasta hace unas pocas décadas: aún encabezada por hidalgos y apoyada por eclesiásticos, se trató de la primera revolución moderna.
Bien lo indicó en su día Joseph Pérez en su célebre tesis doctoral, y es que lo comuneros se adelantaron casi trescientos años a la Revolución francesa en la reclamación de la soberanía popular. Y esto mismo, lo vemos plasmada en la temprana carta de los frailes de Salamanca, cuya reivindicación principal fue la defensa de la ley castellana y la subordinación del rey a esta, y no al revés. Que fuese en Salamanca donde se redactase esta carta y que buena parte de los frailes fueran dominicos no son casualidades: encontramos un hilo conductor con la Escuela de Salamanca. Décadas después de la derrota de los comuneros, será el padre Juan de Mariana quien, adscrito al círculo de Salamanca, defenderá la legitimidad del tiranicidio, basándose en muchas reflexiones anteriores. Y es que precisamente, los comuneros condenaban a su monarca por su carácter tiránico y despótico, al no someterse a la ley.
Si bien nunca quisieron acabar con la monarquía ni el orden feudal (como en su día se creyó, por parte de los liberales), su victoria hubiese supuesto un cambio institucional y económico de arriba a abajo. En este último ámbito por haber defendido a los productores textiles locales, afincados en ciudades como Segovia, afectados por las imposiciones de los mercaderes de lana de Burgos (que si bien en un primer momento se subleva, acaba por pasarse a los realistas) y los comerciantes flamencos que importaban paño; aquí encontramos la causa de la inmediata sublevación de Segovia. Tras la derrota comunera, nadie más defenderá a la industria local de los paños, que sufrirá un lento declive a lo largo de todo el siglo XVI. Solamente en el siglo XVII, y en plena crisis de la Monarquía, los arbitristas recomendarán en muchas ocasiones la necesidad de renovar e impulsar una industria nacional para no depender del exterior, esfuerzos casi siempre en valde.
Desarrollo y evolución de la rebelión comunera
Los acontecimientos desarrollados durante la rebelión son bien conocidos, aunque bien es cierto que de los tres años de lucha, únicamente se menciona a Villalar. Sin embargo, debemos señalar que para cuando tuvo lugar la batalla, el carácter del levantamiento había modulado: había pasado de ser un levantamiento contra los Grandes de España y para exigir reclamaciones al rey, para pasar a ser una revolución abierta contra el poder establecido, y el puente modulante que permitió llegar a este extremo fue la revuelta antiseñorial acontecida en el campo, diferente de la producida en las ciudades. Por ello, debemos diferenciar el levantamiento (los dos años de hostilidades) de la revolución, que fue una fase del levantamiento. Cuando los Grandes de España se aliaron definitivamente con Carlos I y el regente cardenal Adriano, los comuneros, no tuvieron otro remedio que aliarse con los campesinos revolucionarios.
Sería esta mezcolanza la que daría a la “Comunidad” su pleno significado, derivado del concepto ya existente en las ciudades medievales: un cuerpo de hombres hermanados que buscan la concordia dentro de su espacio, aunque cuando la agrupación no signifique igualdad. Y será precisamente un eclesiástico, el obispo Acuña, quien pasó de la ciudad al campo para liderar a la revolución campesina, que provocará que la aristocracia se alinee finalmente con el rey emperador, pues hasta entonces los Grandes no tuvieron ningún interés en apoyar al monarca: sólo lo hicieron cuando sus patrimonios pasaron a estar amenazados. Esto lo demuestran los dos comandantes realistas, el Almirante y el Condestable de Castilla, quienes durante más de un año facilitaron a los comuneros muchas victorias al no querer participar abiertamente contra ellos para no gastar de sus dineros y recursos (pues eran ellos y no el rey quienes alimentaban al ejército). El cambio unas semanas antes del encuentro de Villalar, cuando los rebeldes asaltaron y tomaron la fortaleza de Torrelobatón, la última de sus victorias, los dos comandantes realistas proyectarían toda su atención a una decisiva batalla final, y si pasaron a proceder así fue porque Torrelobatón era propiedad del Condestable de Castilla.
Y como no podía ser de otra manera, vemos, entre los nobles, la impronta de toda guerra civil: la lucha entre familiares. Este fue el caso del conde de Benavente, comandante de una de las alas del ejército realista, quien se vería las caras con su sobrino en el campo de batalla a pesar de su intercesión posterior, el conde no pudo hacer nada por su sobrino, que sería uno de los exceptuados del Perdón promulgado por Carlos I, y más tarde ejecutados en Simancas (al igual que el obispo Acuña). Como es bien sabido, en la agónica etapa final de la revolución encontramos a María Pacheco, viuda de Juan de Padilla, capitana de la última resistencia en Toledo. Sin embargo, tras la rendición no fue ejecutada, y es que la leona castellana era descendiente del Marqués de Santillana y sobrina nieta del cardenal Mendoza, una condición muchas veces olvidada que demuestra la división dentro de la nobleza con respecto a este levantamiento, y como una miembro de la aristocracia sí participó en el bando rebelde.
Consecuencias y legado de los comuneros
Un aspecto muy importante a tener en cuenta es que la revolución de los comuneros retrasó la construcción de la burocracia moderna en España. El origen extranjero de Carlos I y toda su corte forzaba al emperador a tener que hacer recopilaciones acerca de todas propiedades de la Corona y de sus derechos, que en buena medida desconocía. La rebelión, que como ya sabemos aconteció poco después de la llegada del rey, interrumpió este proceso burocrático que se preveía a gran escala, y no sería hasta 1540 que el rey emperador vería cumplido su sueño al recopilar toda su documentación y crear el Archivo de Simancas, cedida por su alcaide Francisco de los Cobos, a la sazón secretario del monarca. Precisamente, se creó esta institución en el mismo lugar donde habían sido encerrados los más importantes líderes comuneros derrotados, y no por mera casualidad. La labor burocrática no se completaría hasta los años de Felipe II, donde el aparato burocrático se desarrollaría todo su esplendor, cuando además de Simancas, con El Escorial como su segundo epicentro. Esto nos ayuda a vislumbrar cuanto tiempo se retrasó este proyecto.
La rebelión comunera es y seguirá siendo un hito en la historia de España, tatuada en el cerebro y corazón de la memoria colectiva especialmente de los castellanos, que aún a día de hoy celebran cada año homenajes en memoria a sus caídos. Pero ¿acaso la historia y la memoria no son dos elementos separados, fluyendo cada cual por su propio cauce?
Bibliografía:
- Pérez, J. (2001): Los comuneros. Madrid: La esfera de los libros.
- Ganivet, Á. (1996): Idearium español. Madrid: Biblioteca Nueva.
- VV.AA.: El levantamiento comunero quinientos años después. Revista de Occidente, Nº479