El concepto de librepensamiento ha sido interpretado de diversas formas y, a su vez, su significación ha tenido un desarrollo histórico relacionado con las distintas exégesis con las que se lo ha comprendido. Se han distinguido dos grandes modos de comprensión del término librepensamiento (Ferrater Mora 2004, p. 57): se puede diferenciar un sentido amplio y un sentido estricto.
En virtud del primer sentido, librepensador no significaría más que aquella persona que optan por no adherirse a un dogma establecido. Este concepto amplio puede ser completado con la apelación al uso de la razón, es decir, que por medio de ésta, se rechaza la aceptación de los dogmas dados por el mero hecho de ser tales. No obstante, es menester remarcar que las definiciones de este carácter acarrean la dificultad de la excesiva extensión del significado, lo cual obstaculiza la capacidad explicativa de la noción que se pretende precisar. Bajo tal concepto caerían figuras muy dispares y alejadas entre sí. De este modo, se suelen mencionar personajes de formas de pensamiento tan heterogéneas como Siddharta Gautama, Voltaire, los sofistas o Giordano Bruno. Además, es frecuente que el empleo de la concepción amplia de librepensador esté orientado a hacer apologías simplistas y parciales con finalidades más bien propagandísticas. En definitiva, resulta absurdo atisbar el germen del librepensamiento en los inicios mismos de la humanidad.
Es importante la matización por la cual el concepto de librepensamiento supone circunstancias históricas determinadas sin las que los librepensadores quedarían descontextualizados y carecerían de sentido. De este motivo procede la relevancia del concepto estricto.
El término «librepensadores» (Freethinkers) se utiliza particularmente en relación a un grupo de pensadores ingleses de los siglos XVII y XVIII. Los rasgos más característicos y sobresalientes de dichos autores son la defensa de la tolerancia religiosa, la adopción del racionalismo, cierto materialismo, el deísmo y la religión natural y racional. En algunos casos hubo quienes predicaban el ateísmo ya sea de forma explícita o tácita. La cuestión religiosa era central en la discusión y, a este respecto, lo frecuente era el rechazo de los misterios sobrenaturales, las liturgias y los dogmas “oficiales”. Las notas más señaladas son el racionalismo gnoseológico (no necesariamente metafísico ni psicológico), por el cual todo conocimiento verdadero exige la intervención de la razón como facultad, y la impugnación de los dogmas religiosos.
Cabe destacar al discípulo de John Locke, John Toland, quien fue el primero (o uno de los primeros) en ser llamado freethinker. Criticó duramente a las instituciones estatales y a las jerarquías eclesiásticas en célebres obras como Christianity Not Mysterious. Toland fue uno de los deístas más notables y defendió las características racionales de la religión natural frente a la ininteligibilidad de los misterios sobrenaturales. Dicha síntesis racional de la religión, según él, podría ser asumida por cualquier persona de cualquier confesión en virtud de su universalidad. Su racionalismo naturalista desembocó en cierto materialismo panteísta que culminó en un culto a lo natural ligado a la fraternidad.
Otra obra pionera fue el Discurso sobre el librepensamiento (Discourse of Freethinking Occasioned by the Rise and Growth of a Sect Callea Freethinkers) de Anthony Collins. Este librepensador mantuvo la exigencia del ajuste entre la revelación y las ideas naturales y racionales sobre Dios. Collins también estuvo relacionado con Locke y recibió la influencia de Bayle, especialmente patente en su obra Discurso sobre los fundamentos y razones de la religión cristiana. Por otro lado, es destacable que Thomas Woolston llegó a ser declarado culpable de blasfemia y fue sentenciado a prisión debido a las polémicas provocadas por sus escritos. Otros nombres que merecen ser mencionados son Matthew Tindal, Thomas Morgan o Thomas Chubb.
Queda puesto de relieve que, en relación con estos autores, el librepensamiento se encuentra relacionado –en general– con una perspectiva deísta y racional en lo concerniente a la problemática religiosa, particularmente cristiana, y la influencia de Locke.
Ahora bien, los límites del concepto estricto no pueden ser tomados de forma absolutamente rígida, puesto que no se trata de la asunción de un programa intelectual unívoco y no se tenían por qué compartir todas las posiciones. Además, otras figuras afines a tales ideales también podrían ser incluidas en el librepensamiento, a pesar de que el término no se haya usado explícitamente en relación con ellos. En Francia se usaron epítetos tales como “racionales” (en contraposición a los “religionarios”) o esprits forts. Sin embargo, no se puede dejar al margen a los llamados “libertinos” que entendieron el libertinaje como el rechazo precisamente a cualquier coacción religiosa o moral. El término tenía una connotación peyorativa, por lo que, tratándose de un libertinaje intelectual, empezaron a adoptar denominaciones como “libertinos teóricos” o, entre los siglos XVII y XVIII, “filósofos” (philosophes) y directamente librepensadores. Esta tradición de libertinaje filosófico es de origen francés y se suele restringir (asumiendo, claro está, muchos antecedentes) a ciertos grupos y épocas como aquellos autores franceses cuya herencia intelectual se encontraba principalmente en Montaigne, en Charron y en el pensamiento escéptico neopirrónico. Estos libertinos eruditos eran contrarios a las imposiciones autoritarias (particularmente las eclesiásticas). Destacan nombres como François de La Mothe Le Vayer, Pierre Gassendi, Gabriel Naudé o Élie Diodati. Muy cercanos a estos eruditos franceses fueron los déniaisés de Italia.
Es menester subrayar la evolución histórica del concepto de librepensamiento y del uso de términos afines. En esta trayectoria, hay que decir que el empleo de la expresión “libre examen” tiene su origen con los padres de la Reforma protestante (Álvarez Lázaro 1986), es decir, que se fragua en relación con la temática religiosa. El examen individual de las Sagradas Escrituras propio del protestantismo implica un fundamento subjetivista que empieza a alejarse de la libertad de las conciencias dirigida a reflejar la ley moral. Para el catolicismo, el libre examen supone una desviación que lleva a un distanciamiento del realismo de la tradicional Adaequatio rei et intellectus, que en el ámbito moral implicaría un abandono de la ley natural. Se trataría de una inversión de la cristiana sentencia “la verdad os hará libres”.
El libre examen, aun siendo un precedente, no se identifica propiamente con el librepensamiento. Sin embargo, fue un elemento fundamental en el caldo de cultivo de la discusión sobre la religión y para las formas de pensamiento modernas. Otros factores determinantes fueron la revolución científica, las guerras de religión o las relaciones Iglesia-Estado. Las consignas antidogmáticas vinieron acompañadas del ideal de la razón como única fuente de emancipación.
Es frecuente considerar que el librepensamiento se consolidó en la Ilustración. En esta línea, es común entender a los mencionados autores como precedentes de dicho movimiento intelectual y cultural, que en muchos casos se solapan. El siglo XVIII es llamado el “Siglo de las Luces”, en él despuntaron intelectuales como los mencionados philosophes franceses que defendieron los ideales ilustrados como el progreso asentado en la razón. En la Ilustración francesa sobresalieron pensadores como Denis Diderot, Jean le Rond d’Alembert, Voltaire, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, Nicolas de Condorcet, Étienne Bonnot de Condillac, Turgot, Helvétius, etc. La Enciclopedia dirigida por Diderot y d’Alembert fue un ambicioso proyecto que se convirtió en un símbolo de la Ilustración. L’Encyclopédie era un “diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios” que aglutinaba el conocimiento y divulgaba su contenido. La Ilustración se desarrolló principalmente en Europa y particularmente en Reino Unido, Alemania y Francia, aunque no exclusivamente. Existen numerosas personalidades ligadas a este movimiento cultural de los que, entre otros muchos, destacamos a David Hume, Immanuel Kant o Thomas Jefferson. En Francia Pierre Bayle fue una de la principales figuras precursoras y en Inglaterra John Locke.
A pesar de no ser un concepto unívoco, tomamos la respuesta kantiana como explicación paradigmática de lo que se comprende bajo el rótulo “Ilustración”. El filósofo alemán escribió un breve ensayo en 1784 titulado Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?, contestando a la petición de una revista. La respuesta es contundente en sus primeras líneas: “La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad es la incapacidad de usar su intelecto sin la guía de otro. Esta minoría de edad es autoculpable porque su causa no se debe a la falta de razón, sino al valor y el coraje de servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! Es el lema de la Ilustración.”
Es claro que lo que se destaca es el uso de la razón para conseguir la autonomía que se encuentra inhibida por la aceptación de una autoridad externa. La razón adquiere, así, un carácter emancipador en el ámbito práctico de sentido de la realidad. La Ilustración, según la respuesta de Kant, quedaría definida por una alteración en la relación que existe entre la autoridad, la voluntad y el uso de la razón. De este modo, para que la libertad pueda ser efectiva, el fundamento de determinación de la voluntad no pueden ser las determinaciones empíricas. Es decir, la libertad se entiende como autonomía y la incapacidad de la que habla es propia de la heteronomía. La salida de la “minoría de edad” es un proceso en desarrollo, pero también un mandato, una obligación. Las condiciones de esta salida son a la vez éticas y políticas, esto es, que la primacía del uso de la razón frente a la mera obediencia involucra no sólo a un ethos particular, sino transformaciones institucionales. No se trata, entonces, de una libertad individual de pensamiento (afín a la libertad de conciencia), antes bien, consiste en el uso universal, público y libre de la razón autónoma.
Sin centrar la atención sobre la cuestionable concordancia efectiva entre la definición teórica (kantiana) de la Ilustración y las transformaciones sociopolíticas y culturales del mismo período histórico, lo que destacamos es la actitud antidogmática que también es característica del librepensamiento.
Tras la Revolución francesa, el curso de los acontecimientos y la herencia ilustrada provocaron que el término adquiera una dimensión diferente. Entre los años 1815 y 1830 la palabra es despojada de su vínculo religioso y empleada por pensadores de corte liberal como Benjamin Constant o François Guizot. En este contexto, términos como “libre examen” se laicizan y vulgarizan, y se divulgan en ámbitos como la prensa. Posteriormente, se empieza a imponer la idea del primado del librepensamiento en relación al establecimiento de una permanente hostilidad a cualquier dogma incluso si éste es secular. Alrededor de 1850 y 1870 floreció el ateísmo y se multiplicó la cantidad de ateos que, hasta ese momento, constituían fenómenos muy minoritarios. Asimismo, en el siglo XIX adquieren fuerza tanto el materialismo como el positivismo, además del surgimiento de la ciencia social y de avances de otras ciencias positivas como la psicología experimental, la biología, la medicina, la química, etc. La crítica a la religión se hizo más perspicaz y penetrante a la luz de corrientes como el marxismo o el positivismo. Este último, en su reclamo del conocimiento científico y de hechos, relega a la religión a la fase teológica o mágica de la historia de la humanidad. En estas circunstancias, grupos de intelectuales y proletarios se enfrentaron frontalmente al cristianismo, pero hay que decir que el vigor de tales agrupaciones era mayor que el número de sus participantes en relación con la mayoría confesional.
Se fue conformando una actitud de “militante racionalista” y se crearon diversas organizaciones destinadas a figurar explícitamente en una colectividad y a unificar criterios. Debido a esta tendencia, se fundaron federaciones, ligas y círculos, y se celebraron multitud de congresos. En España destacaron la Liga Universal Anticlerical de Librepensadores y el semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento. Surgieron polémicas en torno al significado de librepensamiento y a los ideales y criterios que auténticamente le corresponden, por lo que se establecieron congresos internacionales orientados a llegar a consensos respecto al maremágnum de concepciones y perspectivas existentes. La proliferación de asociaciones llevó a que algunas se vincularan a instituciones sectarias y esotéricas como la masonería, lo cual es patentemente contrario a los principios universalistas y a la publicidad de la razón.
En definitiva, como se ha puesto de manifiesto, se han ido asociando históricamente diversas características y rasgos al concepto de librepensamiento, tales como el racionalismo, el empirismo, el laicismo, el ateísmo, el deísmo, el materialismo, el escepticismo, el libertarismo, etc. No obstante, cabe insistir en que no se trata de un programa exclusivo y, por tanto, no tenían que darse necesariamente todas las notas a la vez. El término librepensamiento se ha asociado a diversos movimientos e ideales, y muchos personajes y grupos han reclamado esta denominación. En consecuencia, lo característico del librepensamiento es la forma en la que justifica y sostiene las ideas que se tienen, y no tanto cuáles sean tales ideas. La condición mínima de la forma de pensamiento libre es que las creencias no se mantengan por la autoridad, la tradición o las pasiones. Esto nos lleva a concluir que el sentido amplio de librepensamiento, la oposición a cualquier dogmatismo, se ha ido complementando con distintos rasgos en los distintos contextos históricos, tanto en lo que respecta a su circunstancia social como en lo relativo a las sucesivas corrientes de pensamiento. Sin embargo, el concepto estricto es el que se corresponde con el mencionado grupo de pensadores ingleses como Toland o Collins. Por último, hay que remarcar que se pueden encontrar multitud de antecedentes.
Bibliografía
Álvarez Lázaro, P. (1986). Conceptos de Librepensamiento: Aproximación histórica. Areas: Revista internacional de ciencias sociales. Nº 6, pp. 75-83.
Bristow, William, «Enlightenment«, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2017 Edition), Edward N. Zalta (ed.).
Bury, J. B. (2007). Freedom of thought: a history. Nueva York: Prometheus Books.
Ferrater Mora, J. (2004). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.
Foucault, M. (2007). Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos.
Kant, I. (2013). ¿Qué es la Ilustración?, y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia. Madrid: Alianza.
Russell, B. (1944). The value of free thought. How to become a truth-seeker and break the chains of mental slavery. Kansas: Haldeman-Jul ius publications.