En la Sima de los Huesos de Atapuerca, en Burgos (España), ya en 1984, encontraron restos humanos que pueden datarse hace más de 400.000 años.
En 2013, se logró descifrar el ADN de algunos de esos restos y los primeros datos apuntan a que puede existir un vínculo entre los primitivísimos habitantes de Burgos y los denisovanos, prehistóricos pobladores del monte Altai, cordillera situada entre Rusia, Mongolia, China y Kazajastán.
La explicación para esta proximidad genética no está aún clara, pero una teoría razonable es que uno de los dos grupos se trasladó de un punto a otro (desde el Asia central a la península Ibérica o viceversa), quizás en un rápido viaje, quizás en una lenta e intermitente emigración que les llevó a ocupar los territorios intermedios, de forma sucesiva, durante largos periodos de tiempo (lo que explicaría las diferencias de ADN) hasta llegar a su destino final.
Generalmente, los estudios sobre el pasado distinguen la historia propiamente dicha (asociada a la documentación escrita) de la prehistoria, periodo de la humanidad previo a la escritura que, sin embargo, acoge la mayor parte de la existencia de los hombres.
Simplificando el debate paleontológico, si consideramos el origen del género homo en la transición entre los Australopithecus y los Homo habilis, podemos situar ese origen hace dos millones de años. Eso significa que la fase de historia escrita, unos 60 siglos, corresponde únicamente al 0,25% de todo el pasado de los seres humanos.
Ahora imaginemos las reclamaciones nacionalistas basadas en “derechos históricos”, por la apropiación no ya de ese 0,25%, si no de porcentajes mucho menores. Buena parte de las naciones europeas occidentales y balcánicas pueden reclamar sus orígenes en las invasiones germanas o eslavas posteriores a la caída del Imperio Romano. Quince siglos o 0,06% de la historia de la humanidad. En el caso de la mayor parte de los movimientos nacionalistas de la Península Ibérica, ese porcentaje se reduce aún más: unos diez siglos, lo que equivale a algo más del 0,04%.
Imaginemos por un momento que el tiempo transcurrido fuera un valor contable y alguien pudiera exigir ciertos derechos sobre un territorio basado en la cantidad de años que él y sus antecesores han ocupado esa región. ¿Entregaríamos una propiedad a alguien que sólo puede certificar un 0,04% de derechos sobre la misma?
Volvamos a los prehistóricos de Atapuerca, Burgos. Asumamos que salieron de Asia y llegaron al Occidente de Europa. En su camino, como señalábamos, pudieron pasar varios siglos en los diferentes territorios que fueron cruzando. Quizás puedan presentar credenciales de haber habitado la actual Francia durante 30 siglos, frente a los herederos de los francos, que son los franceses actuales, que sólo acreditan 15. ¿Tendrían más derecho los burgaleses actuales a reclamar Francia que los propios franceses?
Obviamente no. No tanto por el hecho de que los burgaleses de hoy que viven en Burgos quizás no quieran vivir en Francia (e igual situación para los franceses), como porque el pasado, como tiempo transcurrido, no se puede poseer y resulta incongruente pensar que puedo reclamar derechos en base a algo que ya se consumió.
Estos juegos de ADN hoy están aún más de moda cuando ya millones de personas se han hecho esas pruebas con los que desean conocer a sus ancestros o posibles parientes actuales de cuya existencia no sabían. Pero esas pruebas vienen a demostrar algo mucho más interesantes: la ausencia de genéticas puras. Aún no ha salido ningún cliente de estos test que tenga una genética homogénea al 100%.
Regresemos entonces a las entelequias nacionalistas. En ellas, se seleccionan algunos antepasados, quienes quizás pudieron vivir sobre el mismo territorio. A partir de ahí, se crea una identidad nacional atemporal y se reclaman derechos políticos.
Pero de nuevo, una reclamación basada en la selección consciente de solo una parte de nuestra genética (lo que no deja de tener un inquietante sabor racista) aplicada a un porcentaje mínimo del tiempo de historia de los seres humanos (ese 0,04% que mencionábamos antes), generando un absurdo, los supuestos derechos nacionalistas.
Absurdo porque si atendemos a estos breves cálculos matemáticos que hemos expuestos aquí, vemos como los sueños nacionalistas (verdaderas pesadillas) siempre se pelean contra la razón.
Antes de que te vayas…