19 de septiembre de 1517, al amanecer. Cuarenta barcos, entre ellos uno majestuoso y fuertemente armado, de mil quinientas toneladas, treinta y cinco metros de eslora, trece de manga, tres puentes y cuatro palos, echan el ancla frente a la costa central de Asturias, España. El principal navío, se llama Engelen. Su más ilustre pasajero, Carlos de Habsburgo. Tras doce días de azarosa travesía por mar fondean y comienza el desembarco. Llegan a puerto, aunque equivocado. Un fuerte temporal atlántico ha modificado el rumbo de tan inmensa flota, pero no su misión, única en la Historia, el traslado del futuro emperador Carlos V a España para tomar posesión de su herencia y coronarse como Carlos I, y tras ello, forjar un Imperio.
La arribada de Carlos de Habsburgo en la costa de Asturias fue para el historiador Claudio Sánchez Albornoz, uno de los tres desembarcos que cambiaron la Historia de España. El de Tarik, en las costas de Cádiz en 711, y el de Cristóbal Colón, en las costas de América en 1492, los otros dos. El del futuro Carlos V cambió además el devenir de Europa. “La Europa común que ahora estamos levantando, hay que afianzarla sobre su común historia. Y en esa historia común de todos los europeos, la figura de Carlos V se alza como una referencia imprescindible” (Manuel Fernández Álvarez)
La villa de Tazones no estaba en el mapa
Cada 19 de septiembre, la villa asturiana de Tazones celebra el desembarco de Carlos I. Una gran fiesta para conmemorar la llegada, a su pequeño puerto pesquero, del sucesor de los Reyes Católicos. Aquel sábado de 1517 no hubo tal fiesta. Más bien todo lo contrario, al menos en los primeros instantes de aquel histórico desembarco. Aquellos asturianos de Tazones no daban crédito a lo que veían sus ojos. Cuarenta barcos les acechaban frente a sus casas. ¡Qué si no podían ser más que turcos o franceses! Había que defender la villa con lo que tuvieran a mano, poner a salvo a mujeres, niños y ancianos, y resistir el desembarco. El malentendido se disipó pronto, lo que tardaron los flamencos en gritar, “¡España, España! ¡Nuestro rey católico, nuestro rey!”, según algunas fuentes, y en reconocer las armas de Castilla en las banderas de la barcaza real, según otras. Aclarado el error, aquellas gentes depusieron sus rudimentarias armas y, de rodillas, se inclinaron ante su futuro Monarca.
Tras el susto, la pregunta que se hicieron fue: ¿qué diablos hacían allí aquellos enormes barcos? Tazones no estaba en el mapa de navegación de la armada flamenca sino más al oeste de su destino, Laredo, Santander. ¿Se habían equivocado? No. El tiempo y la mala mar les desvió de la ruta prevista. Aquel viaje real, que comenzó la madrugada del martes 8 de septiembre desde el puerto de Flesinga en los Países Bajos rumbo a Santander, y que debía hacerse sin contratiempos y en pocas jornadas de navegación, se demoró doce turbulentos días.
Un barco que hizo historia
Carlos V atravesó el Canal de la Mancha y se internó en el mar Cantábrico a bordo de uno de los navíos más poderosos de la época, el Engelen. Según las investigaciones de Javier López Martín, experto en artillería naval, aquel barco danés de mil quinientas toneladas fue un préstamo del rey Christian II de Dinamarca, casado con lsabel de Austria, hermana del Emperador. Una nave que lucía con sus mejores galas para tan histórico momento: un Cristo en la vela mayor, santos y las columnas de Hércules con el lema Plus Ultra.
La navegación comenzó mal, muy mal. El barco que albergaba las caballerizas se incendió la primera noche. Perecieron más de un centenar de personas. A los tres días, el viento cambió, y al cuarto, la flota tuvo que soportar “grandes acometidas y rudos encuentros de aguas”. El relato de Laurent Vital, ayudante de cámara de Carlos de Habsburgo y cronista del viaje, habla de olas “altas como montañas” cuyo ruido al chocar contra los navíos “parecían truenos”; de “negra y fría bruma”. Una tormenta “de catorce horas” seguida por una calma chicha, días sin viento. “No hay nada que los marineros teman más que las calmas que son de larga duración, causan gran retardo y, a menudo, significan tormentas por venir y más pronto de lo que se teme”. Al avistar tierra española enseguida se dieron cuenta del error de navegación, y de que aquellas costas no eran las de Santander sino las de Asturias. Había que tomar una decisión. Si continuar el viaje por mar o desembarcar allí mismo. La inseguridad “por la mutabilidad del viento, que lo mismo se puede cambiar en malo que en bueno” inclinó la decisión de Carlos I y sus consejeros en el desembarco, y por lo tanto, “determinóse arribar allí”.
Tras comprobar los asturianos que ni turcos ni franceses atacaban sus costas, Carlos de Habsburgo pudo desembarcar sin problema, y ahora sí, con rumbo correcto hacia su nuevo destino, ser Rey de España, para después poder ser, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Hotel completo
Tazones es hoy una villa turística con hoteles y casas rurales donde poder alojar a todo aquel que quiera pasar una noche en tan histórico lugar. Aquel 19 de septiembre de hace más de quinientos años, no había habitación para tan numeroso séquito. Hay que buscar aposento. Y lo encuentran al final de la ría, en Villaviciosa. Carlos I junto a su hermana Catalina y un pequeño número de personas son trasladados en falúas “por un río de agua dulce que entra en tierra, entre dos altas montañas que se perdían de vista, llegando este río hasta esa villita llamada Villaviciosa” (Laurent Vital). Aunque los sirvientes remaron sin cesar, cuando llegaron a la villa era ya de noche. Tras una cena improvisada, pues el baúl con todo lo concerniente a la cocina no había podido ser desembarcado aún, se retiró a sus aposentos en una de las casas más nobles de la época, el palacio de Rodrigo de Hevia, jefe del coro de la catedral de Oviedo.
Durante los cuatro días que permanecieron en Villaviciosa, Carlos I tuvo tiempo suficiente para descansar, presenciar su primera corrida de toros y sorprenderse con el paisaje que se abría ante él, muy diferente a su Flandes natal. “… Este país está lleno de altas montañas y valles y en muchos sitios es inhabitable por los desfiladeros que hay allí. En varios de estos valles hay también fructuosa y fértil tierra como por aquí, como praderas, huertas y tierras de labor… y también tienen buenos pastos para alimentar el ganado”. Así era la Asturias descrita por aquellos extranjeros a principios del siglo XVI. Tazones, Villaviciosa, Colunga, Ribadesella, Llanes, Colombres,… son algunas de las villas asturianas más importantes que recorrió Carlos I de España en aquellas primeras semanas. Aquel desembarco, devolvió a Asturias su protagonismo en la Historia, volvía a situarla en el mapa. A mal tiempo, buena cara.
Referencias:
La meteorología en el primer viaje de Carlos V a España www.aemetblog.es
El extraño naufragio del Engelen, el barco que trajo a España a Carlos V www.abc.es/cultura
La importancia de un centenario www.abcblogs.abc.es
Carlos V, el César y el Hombre (Manuel Fernández Álvarez)