Corría el año 70 d.C., cuando el que sería el futuro emperador Tito destruyó la ciudad de Jerusalén junto con su templo sagrado en el marco de la primera guerra judeo-romana (66-73 d.C.). Este fatídico episodio quedaría registrado por siempre en los anales de la historia y cuyas consecuencias se sienten todavía a día de hoy. Pero, ¿qué ocurrió exactamente? ¿Acaso se volverá a construir algún día otro templo de similares características en la ciudad santa?
Antecedentes
La gran Jerusalén constituye una de las ciudades más importantes del mundo, desde el punto de vista histórico y religioso. Es considerada un lugar sagrado por las tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam). Debido a estos avatares, su trayectoria política y social ha pasado por todo tipo de acontecimientos y no siempre halagüeños. Cabe destacar la destrucción de la emblemática ciudad llevada a cabo por las tropas del rey babilonio Nabucodonosor II entre los años 587-586 a.C. El legendario Templo de Salomón erigido por el pueblo judío en torno a los siglos X-IX a.C., sufrió el mismo trágico destino. Algunas fuentes afirman que el Arca de la Alianza, custodiada en el citado templo, desapareció durante el ataque. Otras, que fue escrupulosamente escondida para no ser encontrada. Sea como fuere, su rastro se perdió en las penumbras de la historia.
El pueblo judío vivió bajo la sombra de otras grandes potencias como Persia, el Imperio de Alejandro Magno, el Imperio seleúcida, el Imperio ptolemaico o el Imperio romano. El Segundo Templo de Jerusalén fue edificado hacia finales del siglo VI a.C. coincidiendo con el dominio persa de la región. Los reyes seleúcidas trataron de saquearlo y en tiempos de Antíoco IV Epífanes (175 a.C.-164 a.C.) se llevó a cabo su profanación. Durante el reinado de Herodes I el Grande (37 a.C.- 4 a.C.), vasallo de Roma, se produjo una reconstrucción y ampliación del templo. Ya en el siglo I d.C., una vez convertida Judea en una provincia romana, surgió en esta zona una nueva religión monoteísta de la mano de Jesucristo, también conocido como Jesús de Nazaret (7/3 a.C.-27/34 d.C.). Con el paso de los siglos, el cristianismo se convertiría en la religión oficial del imperio.
Pero volvamos al siglo I d.C. La relación entre judíos y romanos distaba mucho de ser completamente pacífica. Desde la muerte del rey Herodes, había surgido un nuevo grupo en clara oposición al dominio de Roma y a otros grupos judíos menos problemáticos como los saduceos o los fariseos: los zelotes. Esta facción rebelde fundada por Judas el Galileo, propugnaba una Judea libre del dominio del Imperio romano, llegando incluso a la insurrección armada si era necesario. Dentro de los zelotes, se encontraban los llamados sicarios, cuyos postulados eran los más radicales. El estallido de un conflicto era solo cuestión de tiempo. La revuelta se inició en el año 66 d.C. en Cesarea. Había empezado la primera guerra judeo-romana (66-73 d.C.). Poco después, la guarnición romana de Masada fue expulsada por los rebeldes. Pero pronto llegaría el golpe definitivo.
Asedio a Jerusalén (70 d.C.)
Jerusalén había quedado bajo el control de los sublevados. En el año 69 d.C. el emperador Vespasiano accedió al trono y encargó a su hijo Tito la conquista de la ciudad santa. Es de destacar que los zelotes eran hábiles en la guerra de guerrillas y en el empleo de emboscadas contra Roma, pero estaban escasos de formación y disciplina para las batallas más importantes. Tito empleó hasta 4 legiones para lograr sus objetivos: V Macedonica, X Fretensis, XII Fulminata y XV Apollinaris. El asedio se prolongó desde el 14 de abril hasta el 8 de septiembre del año 70 d.C. y fue mucho más duro de lo esperado por Tito. Por otro lado, durante este episodio tuvo cierta participación como mediador el famoso historiador judío Flavio Josefo. Una de las consecuencias de la conquista romana fue el saqueo y destrucción del Templo sagrado, el cual ya no se volvería a reconstruir.
Consecuencias y trascendencia
La primera guerra judeo-romana concluyó en el año 73 d.C. con la conquista romana de la fortaleza de Masada. Aún así, todavía quedarían otros dos conflictos más: la guerra de Kitos (115-117 d.C.) y la rebelión de Bar Kojba (132-135 d.C.), ésta última acontecida en tiempos del emperador Adriano. Tras sofocar la tercera y última revuelta, Jerusalén pasó a denominarse «Aelia Capitolina«. Además, Judea y Samaria cambiaron su nombre por el de Siria-Palestina con el propósito de borrar la memoria de Judea del antiguo pueblo de Israel. A lo largo de estos episodios, muchísima población judía se vio obligada a desplazarse a otros lugares, en lo que se conoció como la Diáspora judía. La pérdida del principal recinto religioso de la comunidad judía es recordado, junto con otros hechos dramáticos, en la festividad de Tisha b’Av, el principal día de ayuno y de abstinencia del judaísmo rabínico. Esta fecha suele ser considerada a menudo como «el día más triste de la historia judía«.
Algunos teólogos atribuyeron la caída de Jerusalén y la destrucción de su templo como un «castigo divino» como consecuencia del fundamento del odio que habría invadido a la sociedad judía. Uno de los poquísimos vestigios que quedan actualmente del Segundo Templo es el llamado Muro de las Lamentaciones. Según ciertas corrientes teológicas judaicas, el Tercer Templo de Jerusalén será reconstruido con la llegada del Mesías, el cual todavía sigue esperando el pueblo judío a día de hoy, al contrario que los cristianos. No obstante, esto conllevaría muchas dificultades añadidas. En este lugar se hallan conjuntamente la Cúpula de la Roca y la Mezquita de al-Aqsa, de época omeya, por lo que resultaría imposible llevar a cabo ninguna nueva construcción sin afectarlas de lleno. Quedará por ver el futuro de la ciudad de Jerusalén y la convivencia pacífica de las tres grandes religiones monoteístas en uno de los lugares más disputados del mundo entero. Por nuestro bien.
Bibliografía
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Flavio Josefo. (75). La guerra de los judíos.
Gottheil, R.; Krauss, S. «Bar Giora, Simon». Jewish Encyclopedia
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Zeitlin, S. The Rise and Fall of the Judean State
Antes de que te vayas…