La guerra no es agradable y exige del combatiente un esfuerzo en ocasiones sobrehumano. Por ello, a lo largo de los siglos los guerreros de todos los tiempos han acudido a las drogas para mantenerse alerta y aumentar su resistencia física y psicológica en el frente de batalla.
En 2017 el polaco Lukasz Kamienski publicó Las drogas en la guerra, un exhaustivo repaso a la presencia de estas sustancias en los ejércitos a lo largo de la historia, donde «encontramos continúas referencias a hongos y plantas mágicos y a todo tipo de sustancias tóxicas que ayudan a los guerreros para inspirarles en la lucha, hacerlos mejores combatientes o contribuir a paliar los efectos físicos o psicológicos del combate. También para hacerles soportable el aburrimiento que a menudo conlleva la guerra. No digo que todos los guerreros de todos los ejércitos hayan usado y usen asistencia farmacológica, pero la melodía principal de la historia militar sí que tiene ese tono farmacológico. El homo furens es un homo narcoticus”.
La más popular: el alcohol
En prácticamente todas las civilizaciones encontramos un tipo u otro de alcohol, bebidas que se consumían en ambientes festivos o para rituales de carácter religioso. También la guerra hizo uso de este elemento que levanta el ánimo y otorga valor a quien lo consume. En concreto tenemos testimonios de los aztecas o de los hoplitas griegos, quienes consumían grandes cantidades antes de entrar en batalla. Se multiplican los testimonios a lo largo del tiempo, muchos comandantes daban a sus tropas un buen trago de vino, ron o cualquier bebida con alcohol para animar a los soldados antes del combate. Sin embargo, es cierto que había que ser comedido, porque un abuso podía acarrear la pérdida de facultades del combatiente y, en consecuencia, una vergonzosa derrota.
Uno de los ejércitos que más alcohol ha consumido en la historia es el británico. Kamienski nos cuenta en su obra como los soldados británicos de las colonias americanas en el siglo XVIII consumían 87 litros de ron al año por hombre. Mientras que en la segunda mitad del siglo XIX, los efectivos asentados en Gran Bretaña consumían entre todos unos dos millones de litros de ron al año. También es muy notable tener en cuenta a los rusos y su relación con el vodka.
Narcóticos, luchar sin dolor ni miedo
Aunque no tan populares como el alcohol, los narcóticos también han acompañado a muchos guerreros en el campo de batalla para combatir el miedo, paliar el dolor de las heridas o superar los traumas que conlleva la dureza del combate. Los vikingos consumían, aparte de mucho alcohol, hongos alucinógenos; los zulúes plantas «mágicas»; los conocidos hashashins consumían hachís (y de ahí parece provenir su nombre); nos cuenta Homero como los hoplitas griegos consumían opio; la cocaína fue ampliamente utilizada en la Primera Guerra Mundial… una lista amplia de sustancias y guerreros de diferentes naciones y épocas echaban mano de narcóticos para que la euforia les acompañara durante la batalla. Y después de la lucha sustancias como el opio o la morfina mitigaban el dolor de las heridas sufridas y ayudaban a los moribundos a alcanzar sin pena el más allá.
Segunda Guerra Mundial, drogas sintéticas
Durante el conflicto bélico que asoló Europa entre 1939 y 1945 se pusieron de moda el uso de drogas sintéticas como las anfetaminas o las metanfetaminas. El ejército alemán aseguraba la producción de Pervitin, una metanfetamina también conocida como speed, para suministrársela a los soldados y disminuir así las horas de sueño, el cansancio y la sensación de miedo. En 1940 los alemanes recibieron más de 35 millones de pastillas de Pervitin, lo que con el tiempo llegó a ser un problema (excesiva violencia, indisciplina…) por lo que se limitó su acceso a las tropas de élite.
No solo los alemanes consumían estas sustancias, también los aliados lo hicieron. El ejército británico y el estadounidense también facilitaba a sus tropas el famoso speed. Se calcula que los británicos consumieron un total de 72 millones de pastillas de anfetaminas durante la guerra.
Las drogas modernas, combatir con superpoderes
Fue durante la Guerra Fría donde no solo se recurrió a las drogas como habitualmente se había hecho en la guerra, sino que también se comenzó a experimentar con ellas. Escribe Kamienski que fue Vietnam la primera guerra farmacológica, llegando a conocerse al ejército de los EEUU como el «ejército yonki».
Hoy en día todavía quedan tropas que recurren a las drogas para estimular a sus soldados, es el caso del ISIS que recurre a la fenitilina o captagón, una mezcla de anfetamina y cafeína que mitiga el miedo y quita el dolor. Muchos de los ejércitos revolucionarios de África y grupos terroristas de todas partes del mundo consumen drogas para crear ese estado de insensibilidad con el que poder lanzarse al ataque.
Los ejércitos modernos como el de EEUU siguen experimentando con drogas de una manera controlada. La idea es solucionar los traumas derivados de la guerra por un lado, y crear supersoldados por otro. Para el primer caso se utilizan sustancias como el propranolol, que permite que la memoria de aquellos afectados por un trauma desvincule situaciones concretas del miedo. Conseguir que los soldados duerman menos horas, que aumente su agudeza visual, mejore su atención y concentración etc. también son otros de los objetivos de las investigaciones actuales. Para ello ya se lleva un tiempo realizando experimentos con dextroanfetamina, modafinilo y otras conocidas como smart drugs. La mejora y el control cerebral está yendo mucho más allá de las drogas, llegando a plantear la neuroestimulación directa del cerebro.
Referencias
Kamienski, Lukasz, Las drogas en la guerra, Crítica 2017
Baños, Pedro, El dominio mental, Alianza, 2020