Los Maya Meetings es un evento anual que se realiza en la Casa Herrera, Antigua Guatemala, una sede guatemalteca de la Universidad de Texas en Austin. En todas las ediciones del Maya meetings hay una reunión periódica donde al tiempo que se intercambia la información más novedosa sobre la arqueología maya, también se imparten diversos cursos para aficionados y también para buenos conocedores de ese mundo maya.
Uno de los talleres es sobre jeroglíficos, con diferentes niveles de dificultad. En el taller para principiantes en una edición pasada, el profesor, Guillermo Kantún, tuvo a bien aprovechar la presencia de estudiantes indígenas guatemaltecos, que hablaban alguna de los idiomas derivados de la lengua maya (quiché, achí, cakchiquel…), para poner en relación la gramática de los glifos con las de esos idiomas mayenses.
Las similitudes entre el viejo maya y los actuales quiché, achí, cakchiquel y demás llevó a reforzar a alguno de los presentes la idea de que ellos eran los herederos directos de los mayas, sino es que mayas ellos mismos.
Esta actitud de conservación inalterable del grupo maya hasta la actualidad, también lo he encontrado en algunos de mis colegas dedicados a la arqueología precolombina.
Como hispanoparlante, si realizo un taller sobre epigrafía romana, podré entender algunas de las palabras que aparezcan en los textos, desde el momento que el español deriva del latín. Pero eso no significa que yo sea un romano del Imperio.
Tampoco son más romanos los americanos que hablan español, portugués o francés, a pesar de ser denominados genéricamente en los Estados Unidos como latinos. Seguro que los habitantes del Lacio italiano de época clásica se habrían sorprendido de tener unos “primos” tan lejanos.
En realidad, tanto en el caso de las lenguas mayenses, como de las latinas, estamos ante un proceso de “aculturación del vencedor”. Frente a la obsesión de que el que triunfa impone su modelo, suele haber casos, como en la caída de Roma, que se produce el fenómeno contrario. Los germanos que ocuparon el imperio Romano de Occidente (pensemos en visigodos, ostrogodos o francos) llegaron hablando lenguas germánicas, con religiones paganas y derechos consuetudinarios. Al cabo de unas décadas, hablaban idiomas derivados del latín, practicaban el cristianismo y utilizaban el derecho romano.
Un fenómeno similar ocurrió en la ocupación de la actual Guatemala por las tribus quichés y otras, a comienzos del siglo XIII, con estos invasores absorbiendo la cultura maya preexistente, incluyendo su lengua. Algo sobre esto lo podemos leer en The Oxford Handbook of Mesoamerican Archaeology. Editado por Deborah L. Nicols y Christopher A. Pool. Oxford University Press. 2012.
Sin embargo, es fácil llevarse por una falsa interpretación de la historia y lo que comienza por ser un desarrollo lingüístico, explicable, se convierte en toda una apropiación del pasado encaminada a reclamar unos derechos que (pudiendo ser razonables) nada tienen que ver con ese pasado.
Hablando español, no soy romano (ni hablando quiché soy maya), ni puedo explicar mis defectos y carencias porque sobre la cultura latina, en ciertos momentos, se impusieran otras formas culturales no latinas (de los árabo-musulmanes del siglo VIII a la influencia gringa contemporánea). No soy dueño del pasado de mis ancestros. Pero sí soy quien puedo forjar el presente que deseo.
Antes de que te vayas…