La falacia de las «dos Españas»

Es común en el ideario popular pensar en la existencia de «dos Españas«, enfrentadas permanentemente una contra la otra. A lo largo de la historia del país ibérico, no han sido pocos los enfrentamientos entre españoles de uno u otro bando, religión o ideología. Pero, ¿realmente existen esas dos Españas o se trata más bien de una falacia?

Duelo a garrotazos, por Francisco de Goya. Este cuadro es utilizado frecuentemente como una metáfora de las supuestas «dos Españas»

Las «dos Españas«, ¿realidad o ficción?

Es muy frecuente entre determinados círculos y el público generalizado aludir al concepto de las «dos Españas» como una eterna lucha entre dos realidades sociopolíticas distintas y sin posibilidad de entenderse. Desde sus orígenes remotos hasta el siglo XX, han sido casi constantes los enfrentamientos entre los habitantes de la península por muy variados motivos. La pintura Duelo a garrotazos de Goya bien podría constituir una metáfora de los constantes envites entre españoles. No obstante, cabe destacar que dichos enfrentamientos internos no han sido exclusivos de la «piel de toro» (nombre atribuido a España), sino que han ocurrido de forma más o menos intermitente en otros países. En toda Europa, durante determinados acontecimientos históricos, hubo resistencia por parte de los grupos conservadores frente a los que exigían mayores cuotas de libertad. En ocasiones, estas dos posturas enfrentadas acababan por imponer sus puntos de vista a través del uso de la violencia. Veamos algunos ejemplos de como han impactado ciertos sucesos en la trayectoria de un país.

Es reiterativo acudir al episodio de la expulsión de los judíos de 1492 como muestra de la salida de una minoría religiosa del territorio peninsular, si bien en Inglaterra o en Francia ya habían ocurrido estos hechos con anterioridad. Además es destacar que a los judíos españoles se les dio la oportunidad de convertirse al cristianismo para evitar su destierro. Pero, ¿que ocurrió en otros países en los siglos siguientes? ¿Acaso no presentaron enfrentamientos? En la Revolución Gloriosa ocurrida en Inglaterra en 1688 hubo un conflicto entre diferentes facciones políticas y religiosas. Otro ejemplo de esta diatriba la encontramos en la Revolución francesa (1789-1799), donde revolucionarios y contrarrevolucionarios se enfrentaron a lo largo de una década dando como resultado decenas de miles de ejecuciones, el exilio de ciertas clases sociales y un nuevo orden político. Por lo tanto, podemos afirmar que las luchas internas o los exilios forzosos de población no han sido hechos exclusivamente innatos de la historia de España, sino que han afectado a las diferentes naciones a lo largo de su extensa trayectoria.

Expulsión de los judíos de España, por Emilio Sala

Siglo XIX y llegada de la guerra civil

A comienzos del siglo XIX español, tuvo lugar la desastrosa Guerra de Independencia (1808-1814) como consecuencia de la llegada al trono de José Bonaparte, hermano del emperador francés. Los partidarios del usurpador fueron calificados como «afrancesados» y vistos en algunos sectores como traidores. Décadas después, ocurrieron hasta tres guerras carlistas (1833-40, 1846-49, 1872-76), que significaron la lucha entre las ideas liberales y las absolutistas. Además, un sinfín de pronunciamientos, cambios de gobierno y constituciones marcaron profundamente el convulso reinado de Isabel II (1833-68). Sin embargo, el derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868 no trajo consigo la ansiada estabilidad que tantos añoraban. Más bien todo lo contrario. La democracia no terminaba de asentarse.

El tremendo fracaso del Sexenio Democrático (1868-74) acabó con la esperanza que muchos habían depositado en aquel régimen de progreso. Ni la brevísima monarquía de Amadeo I de Saboya (1871-73) ni la efímera Primera República (1873-74) pudieron resolver los numerosos problemas que aquejaban al pueblo español. El posterior Régimen de la Restauración acabó por imponer un sistema caciquil y corrupto donde los dos principales partidos, el Conservador y el Liberal, se alternaron en el poder. Aunque este sistema logró mantenerse por un tiempo prolongado, habría que esperar hasta la llegada de la Segunda República (1931-1936) para volver a la senda democrática, si bien con dificultades añadidas. Pero la posterior guerra civil que aún sigue dando que hablar hoy en día, lo trastocaría todo.

Amadeo I de Saboya ante el cuerpo del general Prim

La Guerra civil española (1936-1939)

Posiblemente no exista un episodio en la historia de España que haya enfrentado tanto a los españoles entre sí como la Guerra civil acontecida entre 1936 y 1939. Es en este acontecimiento donde muchos quieren resucitar esa supuesta eterna lucha de las «dos Españas», una reaccionaria, tradicional y católica frente a otra liberal, revolucionaria y laica. Los argumentos esgrimidos para defender una u otra postura suelen ser motivo de encendidos debates entre las dos partes. A día de hoy y a pesar de haber transcurrido ocho décadas desde su finalización, este conflicto militar sigue generando ríos de tinta como consecuencia de las interpretaciones más o menos sesgadas de determinados autores.

Dos de los argumentos que se suelen plantear dentro de ciertas posturas revisionistas de algunos historiadores es el hecho que alude a que la guerra realmente comenzó en 1934 tras el estallido de la revolución de Asturias o que el triunfo del bando sublevado evitó el establecimiento de una dictadura comunista en España. Pero, ¿es esto cierto o es más bien un argumento interesado? Si aceptáramos por válidas estas apreciaciones, entonces el golpe de Estado de julio de 1936 gozaría de algún tipo de justificación al considerar que las hostilidades entre españoles habían empezado mucho antes y que se trataría, por tanto, de una acción de legítima defensa.

Por otro lado, la lucha contra el comunismo fue una de las principales enseñas del bando sublevado durante el desarrollo de todo el conflicto si bien es cierto que el gobierno del Frente Popular elegido en las urnas (algunos autores alegan sospechas de fraude) estaba integrado por distintas fuerzas políticas dentro de las cuales el Partido Comunista de España era tan solo una de ellas. De esta manera, se pretendía legitimar la deriva antidemocrática de los insurgentes frente a un enemigo mucho peor. Lo que es indudable es que hubo víctimas y verdugos en ambos bandos, y que al estudiar este conflicto sale a relucir con bastante frecuencia la ideología política.

División de España tras el golpe de Estado de 1936. En marrón claro se representa la zona sublevada y en color rosa la zona fiel a la Segunda República.

El historiador Enrique Moradiellos hace hincapié en la existencia de tres proyectos políticos diferentes durante la Segunda República española similares a los existentes en otras partes de Europa. Este intelectual alega que la Guerra Civil no fue producto de un enfrentamiento entre las «dos Españas» como consecuencia de una especie de maldición divina que pesa sobre el país ibérico y sus habitantes. Tampoco fue fruto de un supuesto carácter genuinamente español que le impedía vivir en democracia. Para llegar al fondo de la cuestión, es necesario analizar de forma exhaustiva el contexto previo al golpe de Estado de 1936. Lo que no debemos hacer es caer en explicaciones simplistas.

La ley de Amnistía de 1977

Tras la victoria del general Francisco Franco en la Guerra civil se estableció una dictadura de corte autoritario que se prolongó durante casi cuarenta años (1939-1975). Durante las primeras décadas, se vertebró un discurso contra el bando vencido acusándole de haber provocado la contienda y hacerle responsable injustamente de las consecuencias derivadas de la misma. Una visión que todavía algunos tratan de defender en la actualidad. Posteriormente, a partir de los años 60 se empezó a concebir la guerra como una «locura trágica» y un «fracaso de todos los españoles» en un intento por favorecer la reconciliación nacional.

En los últimos estertores de la dictadura, era mayoritario el sentimiento de los españoles de abrazar la democracia y evitar repetir los errores del pasado. En esta tesitura nació la llamada ley de Amnistía de 1977, con el consenso de la mayoría de las fuerzas políticas con representación en el Congreso en aquel entonces. A través de esta norma jurídica, se incluía la amnistía a los presos políticos y a delitos como sedición, rebelión o denegación de auxilio cometidos antes del 15 de diciembre de 1976. Aunque su redacción fue vista como un triunfo del nuevo régimen, otros han discrepado de su utilidad por diversas razones.

Durante el gobierno de Adolfo Suárez se aprobó la Ley de Amnistía de 1977

Según la opinión de Moradiellos, recordar la Guerra Civil española y a sus víctimas requiere de grandes dosis de prudencia y justicia. En tiempos más recientes se ha discutido la conveniencia o no de derogar la Ley de Amnistía de 1977 con el fin de reparar al bando vencido. En cambio, los detractores de esta opción consideran que esto ocasionaría la reapertura de viejas heridas entre españoles. Es cierto que con un número mínimo de responsables vivos, algunos expertos consideran que una revisión de esta ley iría más encaminada hacia reparar moral y materialmente a ciertos colectivos más que juzgar a los escasos supervivientes.

El estudio de la historia como disciplina

Una vez desmentido el mito de las «dos Españas», procederemos a analizar el papel que cumple la historia para tratar de arrojar luz sobre algunas cuestiones. Cuando se quiere estudiar un determinado hecho histórico, sobre todo si nos referimos a revoluciones o conflictos bélicos, con frecuencia se clasifica a los bandos enfrentados como «buenos» y «malos». Sin embargo, la historia entendida como disciplina para el estudio del pasado, se aleja de las simplificaciones o explicaciones monocausales, más propias de interpretaciones místicas de determinados acontecimientos que de un análisis pormenorizado. Aunque suelen tener gran calado entre la población, los mitos suelen dar explicaciones simples y rotundas a hechos sumamente complejos y difusos.

No obstante, cuando tratamos de acercarnos al pasado, existen numerosos matices así como una amplia escala cromática de grises y múltiples causalidades para explicar un hecho histórico en concreto. La historia significa ante todo la búsqueda de la verdad y ello conlleva desacralizar cualquier causa por muy noble o justa que pudiese parecer. Por definición, la historia es anti dogmática y crítica. A su vez, es necesario establecer una cierta distancia personal de los fenómenos estudiados para no caer en la emotividad que podría conducirnos a un callejón sin salida y a una incomprensión del porqué de los hechos. Como conclusión, al estudiar historia siempre debemos huir tanto de los triunfalismos como de los victimismos que algunos tratan de impregnar a propósito.

La historia siempre debe estudiarse sin revanchismos ni venganzas

Bibliografía:

Arjona, D. (2016). ‘Moradiellos: «Ni la guerra empezó en el 34 ni la República fue una dictadura comunista»‘. Elconfidencial. https://www.elconfidencial.com/cultura/2016-07-17/moradiellos-guerra-civil-18-de-julio-pio-moa_1233161/

Atard, P. V. (2005). De Hispania a España. Colegio Libre de Eméritos, Madrid.

Flores, J. «Mito de las dos Españas». https://javierflorescastillero.es/mito-de-las-dos-espanas/

Galán, E. J. (1995). Historia de España contada para escépticos. Editorial Planeta, Barcelona.

Ridao, J. M. (2010). VII: El mito de las dos Españas. Letras Libres.

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