Geishas: ¿Prostitutas, artistas, guardianas de tradiciones?

Consideradas en Japón como un símbolo de la nación, las geishas han sobrevivido innumerables peripecias a lo largo de la historia. ¿Pero qué son en realidad estás enigmáticas mujeres?

El mundo entero siempre se ha intrigado por la riqueza de la cultura japonesa, y a pesar de que hoy por hoy Japón es un país símbolo de progreso y tecnología, su gente atesora muchas tradiciones milenarias.

Una de ellas es la de las Geishas; verdaderas mujeres artistas con años de preparación y una vida llena de sacrificios, estudio y eterno perfeccionamiento; estas mujeres suelen ser vistas como prostitutas en occidente, pero esto no es cierto.

Las geishas se originaron de las antiguas prostitutas japonesas llamadas Oiran; de hecho, las geishas no existían cuando las Oiran ya lo hacían hace siglos, pero con el tiempo, hacia el siglo XVII, las Oiran empezaron a ser más famosas y exitosas; se mudaron a sus propios barrios y con el tiempo, pocos clientes se podían dar el lujo de contratar a alguna. Las Orian daban principalmente placer sus clientes, pero también acompañaban reuniones privadas, danzaban y tocaban instrumentos para entretener. Para no perder la atención de sus clientes, paulatinamente empezaron a acompañarlas en sus presentaciones algún hombre que se denominaba geisha, es decir «persona que sabe de arte«; paulatinamente, estos geisha se convirtieron en mujeres.

Una Oiran usaba zapatos muy altos para no arrastrar su larguísimo kimono; usaban también muchos adornos en el cabello y una faja ancha para el kimono llamada Obi, que se ataba flojo por delante del cuerpo para ponerlo y sacarlo fácilmente. Eran mujeres realmente impresionantes que adquirieron mucha fama en Japón y vivían en barrios de placer, en casas especialmente para ellas; aunque entre las orian había diferentes categorías, hoy en Japón son inexistentes debido a la prohibición de la prostitución y en los festivales son representadas por geishas o actores.

Precisamente la perdición de las orian fueron las mismas geishas quienes se independizaron al conseguir clientes que querían espectáculos más refinados o simplemente una compañía que no fuera lo degradante de una simple prostituta en una sociedad sumamente moral. Esto acabó con la tradición de las orian y dió paso a la edad de oro de las geishas, entre los siglos XVIII y XIX, fundando estas mismas sus propios barrios y casas.

Entonces, ¿qué son y cómo es su vida?

Una geisha es en sentido estricto una artista, preparada y bien estudiada en la tradición del Japón y de su propio oficio, destinada a acompañar reuniones y distintos momentos de manifestaciones auténticas japonesas, sean estos públicos o privados. Convertidas además en símbolos de exquisitez y elegancia; una geisha era vista en el siglo XX, y aún hoy, como una persona sumamente respetable.

¿Cómo se hace una geisha?

Para empezar, las geishas entran muy jóvenes y solteras a una casa de geishas u okiya donde una «madre gueisha», okasan, se encarga de la educación y manutención de las «maiko» o aprendices. Las madres geisha se quedan con parte de las ganancias de sus hijas; ellas contraen una deuda de por vida con su madre geisha. Pocas se independizan al encontrar algún patrocinador vitalicio. La preparación de una maikho dura alrededor de 5 años hasta convertirse en geisha propiamente dicha; la madre se encarga además de suplir a sus hijas de costosos kimonos que son propiedad de la okiya. Un kimono modesto y de auténtica seda puede rondar actualmente los 6000 euros.

Estas madres fueron por mucho tiempo conocidas por su frivolidad e interés exclusivo por el dinero, pero actualmente eso ha cambiado a favor de las artistas que, también se lucran de su trabajo justamente.

La educación que reciben las geishas es extenuante e intensa. Sus jornadas inician temprano y, después de asearse, reciben clases de shamisen (instrumento tradicional japonés), danza, caminar, usar el kimono, maquillaje, literatura antigua, poesía y cultura general. Deben rehacer sus peinados con peluqueros especiales cada ocho días, y dormir con el cuello apoyado en una tabla para no dañar el cabello. Aprenden a andar en tradicionales zapatos japoneses (más bajos que los de las antiguas Oiran) dando pequeños y característicos pasos, que indican elegancia y dignidad.

Quizá lo más característico de las geishas sea su maquillaje; ellas llevan una especie de «máscara blanca» sobre su piel, cejas rojas, ojos delineados y un labial carmesí intenso que se aplica en la parte mas interna de los labios para simular una boca pequeña y sensual.

¿Es cierto que se vendía la virginidad de las jóvenes geishas?

Esta era una práctica más frecuente entre las Orian, pero también sucedió con las geishas y maikos hasta el siglo XX. Sin embargo, el vender la virginidad de una joven maiko no la desligaba de su trabajo o sus obligaciones, ella volvía a su casa de geishas y continuaba con su cotidianidad. Era poco común que las geishas abandonaran su vida para casarse.

Cotidianidad

La vida hermética y silenciosa a la que están consagradas les obliga a guardar silencio de todo lo que escuchan y charlan en los «banquetes» en los que son contratadas como acompañantes de hombres que pueden darse ese lujo; estos hombres pagan un servicio de compañía por hora en la que las geishas hacen espectáculos artísticos considerados de la más alta elegancia y dignidad en Japón; sirven té, comparten la comida, charlan sobre innumerables temas con los invitados y comensales. Estos grupos de invitados son reducidos y pueden contratar hasta a 4 geishas por vez. Estas reuniones rara vez pueden terminar en alguna situación sexual, dado que las geishas son más acompañantes propiamente dichas que cortesanas o trabajadoras sexuales.

Los ciudadanos que pagan por los servicios de las geishas son vistos, por la sociedad en general, cómo verdaderos patriotas que ayudan a conservar el legado de los siglos.

Es raro ver geishas en la calle, a menos que sea durante el festival de los cerezos en flor y otras fechas especiales, cuando todas las geishas salen a diferentes eventos del festival como símbolos del Japón. Muchas de las geishas que los turistas ven en las calles son «independientes» y una persona poco conocedora del tema no se percata a simple vista de las diferencias entre una auténtica geisha y una animadora disfrazada; ya que estas segundas carecen de la preparación que las auténticas tienen.

Durante la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, las geishas empezaron a ser frecuentadas por los extranjeros, especialmente norteamericanos, de los que muchas se enamoraron y dieron origen a muchas leyendas e historias de amor; pero antes de la guerra, cualquier manifestación o compañía extrajera era mal vista para cualquier japonés.

Diferencias entre maikos y geishas

Para los ojos inexpertos también es difícil diferenciar entre una geisha y una aprendiz o «maikho», pero en realidad en sencillo. Las maikos usan kimonos con mangas más largas y colores más vivos; las aprendices además usan el cuello rojo mientras que las geishas profesionales lo usan blanco. Y por último, las maikho usan el fajín u «obi» más largo y adornado que una geisha, pero esto no siempre aplica.

Actualmente el número de geishas ha disminuido drásticamente. El distrito de geishas de Kioto (el más célebre de Japón) se estima en unas 100 geishas auténticas.

La occidentalización de Japón ha influido en que caigan en el olvido y las geishas que no son auténticas hacen baratos espectáculos para los turistas, poniendo en peligro la tradición y subsistencia de las geishas tradicionales.

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