Con la extraordinaria expedición de Amundsen llegaron las primeras personas a pisar el polo sur. Fue un rotundo éxito sin precedentes para el explorador noruego, conseguido en una trepidante carrera en la que logró adelantarse al capitán Scott.
¿Quién se acuerda del Capitán Scott?
Mecano
Noruega es tierra de exploradores. Desde los osados vikingos hasta el aventurero Thor Heyerdahl que navegó con sus celebérrimas barcas Kon-Tiki y Ra, no han dejado de sorprender al mundo. El caso de Roald Amundsen no fue menor. Sin duda consiguió realizar una hazaña que ha dejado huella en la historia de la humanidad. Amundsen consiguió la ilustre gesta de conquistar el polo sur por primera vez, dominando las adversas condiciones con una mezcla perfecta de arrojo y metódica caución.
Roald Amundsen fue un explorador noruego de prodigiosa condición. No sólo dirigió la expedición a la Antártida, sino que también estrenó en 1906 la ruta marítima del Paso del Noroeste que une los océanos Atlántico y el Pacífico, con el pequeño barco Gjøa. Asimismo, perteneció a la expedición aérea que por vez primera logró sobrevolar el polo norte. Su formación marinera y su manejo de las técnicas de supervivencia no tenían parangón.
La pretensión de Amundsen residía en un principio en conquistar el polo norte con su presencia y llegó a preparar la expedición equipándose y consiguiendo financiación. No obstante, sus planes se truncaron cuando tuvo noticia de que los estadounidenses Robert Peary y Frederick Cook habían llegado antes. Actualmente, el logro de Peary es cuestionado y muy controvertido y el de Cook se ha demostrado fraudulento. Pero Amundsen no lo sabía. En tal situación, el noruego cambió sus planes y puso su mirada sobre el otro extremo del planeta. Mantuvo en el más estricto secreto su nuevo rumbo para no afectar a las opiniones de los patrocinadores y del público. Este hecho ha sido criticado, especialmente en relación a la expedición de Scott, quien tenía un ánimo cooperativo con Amundsen y la aparición de la expedición noruega obligó al inglés a asumir una carrera inesperada hacia el polo sur. Aunque no está recogido en los registros, se dice que el inglés enfureció al enterarse, y no era para menos. La opinión pública fue hostil, pues se consideró como una acto deshonesto hacia Scott.
En agosto del año 1910 Amundsen partió a bordo del resistente buque de madera Fram. Justo antes de hacerlo reveló su auténtico objetivo pero sin detallar el plan, ni siquiera a su propia tripulación, lo cual haría más tarde. Amundsen puso toda su confianza en su futuro logro para expiar la afrenta que supuso su engaño. Zarpó de Noruega, hizo escala en Madeira y, a continuación, puso rumbo al mar de Ross. Una vez ahí la embarcación accedió por una entrada de la Gran Barrera de hielo para llegar a la bahía de las Ballenas. Este era el punto meridional más extremo al que un barco podía llegar. La base de Scott en el estrecho de McMurdo estaba más lejos del polo.
Fue antes de salir de Madeira cuando Amundsen informó a Scott sobre su cambio de rumbo, pero sin detalles. El 11 de enero vieron la Gran Barrera de hielo de Ross y el 15 el Fram llegó a una entrada del extremo sureste de la bahía de las Ballenas. Aproximadamente a tres kilómetros y medio de distancia del barco, Amundsen estableció su base y le dio el nombre de “la casa del Fram” o Framheim.
Una expedición de exploración que Scott había mandado dio con el Fram, el barco rival. A pesar de la rivalidad, ambos bandos se comportaron con cortesía. Victor Campbell, el enviado de Scott, y sus oficiales fueron invitados a desayunar en el Fram. Inmediatamente Campbell retornó para informar a Scott. Amundsen no tardó en iniciar los viajes de disposición de almacenes el 10 de febrero. Con el esfuerzo de los perros que tiraban de los trineos consiguió establecer tres almacenes con suficientes suministros como carne de foca y aceite de parafina para el viaje.
El invierno los invadió el 21 de abril y el sol no volvió a mostrarse hasta cuatro meses después. Amundsen intentó mantener ocupados a sus hombres para que no decayese el ánimo. Cuando amaneció, el noruego preparó siete trineos pero no pudieron salir hasta dos semanas más tarde debido a las extremas temperaturas. El 8 de septiembre la temperatura subió considerablemente hasta -27 °C y Amundsen aprovechó para salir con siete personas más.
Empezaron con buen pie, pues conseguían cubrir trayectos de 24 kilómetros diarios. Sin embargo, las noches eran tormentosas, ya que el frío se agravaba con la falta de movimiento. A los perros que tiraban de los trineos se les congelaban las patas. El 12 de septiembre la expedición tuvo que detenerse habiendo recorrido tan sólo seis kilómetros y medio ese día. El frío no tenía compasión con los aventureros y la temperatura descendió hasta -56 °C, por lo que tuvieron que construir iglús y regresar a la Framheim a la mañana siguiente. El primer intento de llegar al polo sur fue un fracaso y muchos perros murieron.
El viaje no pudo reanudarse hasta el 19 de octubre. Esta vez salieron cinco hombres en cuatro trineos tirados por cincuenta y dos perros. El 17 de noviembre llegaron, no sin dificultad, al final de la Barrera de hielo de Ross y vislumbraron las montañas Transantárticas. Amundsen tuvo que explorar la zona con largos recorridos por las montañas para encontrar la ruta óptima por la que transitar. Fue así como Amundsen encontró el glaciar al que llamó Axel Heiberg en honor a uno de sus patrocinadores. Scott siguió la ruta del glaciar Beardmore.
Antes de llegar a tierra, la expedición tuvo que cruzar una zona agrietada del glaciar a la que llamaron “glaciar del Diablo” y otra zona en la que las grietas se escondían bajo capas de hielo y nieve a la que llamaron “sala de baile del Diablo”. El día 14 de diciembre del año 1911 la expedición llegó a su anhelado y arriesgado destino. La expedición Terra Nova de su también admirable contrincante Robert Falcon Scott, oficial de la Marina Real Británica, arribó al polo sur el 17 de enero del siguiente año. Sin embargo, aunque el mero hecho de llegar ya es todo una proeza, Scott no sólo no llegó el primero sino que él y sus compañeros sufrieron la terrible consecuencia de morir en el viaje de regreso.
Siete perros del viaje de Amundsen habían muerto en la Barrera de hielo y los 45 restantes subieron el glaciar. Sólo 18 continuaron la expedición pero no por las condiciones, sino porque los aventureros mataron a la gran mayoría para obtener comida de la que alimentarse ellos mismos y los propios perros sobrevivientes. Al final de la expedición sólo volvieron once perros.
La tragedia del regreso de la expedición de Scott se hizo tan célebre como el éxito de Amundsen. El primero en morir fue Edgar Evans el 17 de febrero. Cuando alcanzaron la Barrera de hielo de Ross la meteorología azotó a los aventureros y se sumó al infortunio de la deshidratación y la mala nutrición. Lawrence Oates fue el siguiente en no poder continuar y el 17 de marzo se sacrificó para no retrasar a sus compañeros, por lo que salió de la tienda y no volvió. El 20 de marzo una nevasca extrema les impidió avanzar y quedaron bloqueados. El 12 de noviembre se encontró la tienda con los cuerpos congelados de los tres últimos miembros de la expedición: Henry “Birdy” Bowers, Edward Adrian Wilson y Robert Falcon Scott. El diario de Scott se recuperó y en la última nota fechada en el día 29 de marzo declara:
“Todos los días estamos dispuestos a partir hacia nuestro depósito a 11 millas, pero a la entrada de la tienda persiste un remolino de nieve. No pienso que podamos esperar nada mejor ahora. Perseveraremos hasta el final, pero nos estamos debilitando, por supuesto, y el final no puede estar lejos. Es una lástima, pero creo que no puedo escribir más. R. Scott. Por Dios cuida de nuestra gente.”
La actual Base Amundsen-Scott ubicada en el polo sur geográfico conmemora a ambos exploradores que consiguieron llegar a la meta en una formidable competencia que asombró a la humanidad. Además, el noruego es recordado con un glaciar y un mar en la Antártida que llevan su nombre, al igual que un golfo en Canadá y un cráter en el polo sur de la Luna.
Las hazañas de estos aventureros fue un punto álgido de la llamada edad heroica de la exploración de la Antártida. Por este motivo, la memorable historia de Amundsen y Scott ha sido objeto de numerosos estudios y también ha impregnado la cultura popular. Aunque actualmente la historia de los exploradores no tiene tanto impacto como antes, aunque quedan algunos homenajes como la canción de Mecano Héroes de la Antártida dedicada a la expedición de Scott.
Otro episodio de esta edad heroica fue la expedición Imperial Transantártica liderada por Ernest Shackleton en el año 1914 a bordo del Endurance. A este respecto es recomendable el documental el Endurance. Por otro lado (no relacionado con las expediciones de la Antártida), la serie The Terror es una dramatización de lo ocurrido a un equipo de expedición de la Marina Real británica en busca del Paso del Noroeste del Ártico en 1847.
Bibliografía
Amundsen, R. (2000). The South Pole: An Account of the Norwegian expedition in the Fram, 1910–1912. Cooper Square Press.
Cacho Gómez, J. (2011). Amundsen-Scott: duelo en la Antártida. Madrid: Fórcola.