Actualmente es un reto acercar la asignatura de Historia a los alumnos, pero con las claves adecuadas, conseguiremos que sea una asignatura amena, pero lo más importante: útil para sus vidas y para la sociedad.
“El revisionismo promovido por el nacionalismo vasco radical no resiste el análisis crítico, pero la verdad, a su modo de ver, no tiene que ver con la ciencia sino con la fe en la causa. A fin de cuentas, no les guía el impulso de hacer historia, sino el de hacer patria” (Fernández Soldevill, G., 2016)
Una de las asignaturas que son inamovibles en el currículo escolar desde el inicio de la regulación legislativa (allá por el siglo XIX) es la de Historia. Que desde entonces hasta nuestros días esta asignatura haya permanecido tiene una connotación muy interesante. Si lo miramos desde una perspectiva analítica es lógico que la burguesía a través de la historiografía liberal pretendiese, en el siglo XIX, legitimarse en el poder (y más con lo turbulenta que era la escena política española del momento), pero en la actualidad también tiene un carácter integrador, social y creador de identidades para nuestro devenir. Pese a que en la actualidad es utilizada de forma partidista por sectores políticos.
Sí, todos los que nos apasiona e incluso nos dedicamos profesionalmente a la Historia sabemos la importancia de esta disciplina en la escuela, pero ¿realmente a nivel social se tiene esa percepción? ¿realmente se está impartiendo y enseñando bien? Estas preguntas se las podría hacer cualquier docente de cualquier materia, pero vamos a ver cómo se adapta a la Historia.
Solo hace falta acudir a un instituto para comprobar que, por lo general, la Historia es una asignatura marginal en cuanto a los gustos del alumnado, pero es marginal más por falta de progreso en la didáctica y el desarrollo de las clases que por contenidos.
Mientras que la historiografía del siglo XXI es muy rica y diversa, el currículo escolar y la metodología docente (por lo general, insisto) están todavía ancladas al positivismo y al historicismo del siglo XIX. En clase se enseñan muchas fechas, muchos datos, muchos reyes y batallas y, por supuesto, sin dejar al alumnado crear su propio discurso histórico. Es de necesidad que el profesorado sea capaz de ser un conector entre la academia y el avance historiográfico y la escuela. Primer objetivo del profe de historia: estar al día en los avances historiográficos y adaptarlos al contexto educativo.
Bueno, el profesor debe estar al día de los avances en la materia, pero ahora viene lo verdaderamente importante dentro del aula: la didáctica. A nivel pedagógico está consolidado el constructivismo como teoría clave para el desarrollo de la enseñanza-aprendizaje. Bien, si el alumno debe formar su propio discurso, lo lógico es que el profesorado le otorgue unas buenas herramientas para que sean capaces de analizar la historia desde una posición crítica. No hace falta saber todas las fechas ni todos los reyes ni todas las batallas, el alumno cuando salga del instituto lo que debe tener es capacidad crítica para leer algo (histórico) y que sepa si le están mintiendo o no.
Es fácil decirlo, sí; así que vamos a hablar de cómo lo podemos hacer poco a poco. Primero vamos a ver cómo llevar la historia al aula y para ello vamos a usar a uno de los historiadores más importantes del siglo XX, Eric Hobsbawm, en sus propias palabras: “no podemos dejar de situarnos dentro del continuo de nuestras vidas, de la familia y del grupo al que pertenecemos. No podemos evitar comparar el pasado y el presente” (Hobsbawm, 1997).
Enseñar muchas fechas está bien, pero ¿y si enseñásemos qué relación tiene la historia con nuestra vida? O ¿cómo ha podido afectar algo del pasado en nuestro presente? Efectivamente, la Historia no hay que verla como algo lejano, hay que verla como algo más cercano a nosotros y si queremos llamar la atención a un grupo de adolescentes en un aula (que prácticamente están obligados a ir) lo mejor es que vean cómo afecta esta asignatura en su vida.
Aquí entramos en un terreno muy interesante para la enseñanza de la Historia. La Historia, aparte de mostrar lo que sucedió en el pasado, nos sirve en el presente para construir identidades. Debemos contextualizar para qué necesitaríamos esta función social. La sociedad actual está formando unos ciudadanos que se convierten en instrumentos de mercantilismo y consumo, perdiendo así sus propias identidades como puede ser la urbana. En pleno siglo XXI una de las características más importantes de nuestra sociedad es la pérdida de identidad colectiva, la globalización ha arrasado con toda concepción que teníamos de “nosotros” como agente aglutinador y prácticamente todas las culturas se asemejan cada vez más. Ahora está de moda el mirarnos al ombligo y decir “yo soy”, las identidades colectivas y el decir “nosotros somos” se diluyeron poco a poco en el siglo pasado.
La Historia debe ser utilizada en el aula para enseñar al alumnado que no fue hecha por personas concretas o sucesos aislados. Es el desarrollo de las sociedades, compuestas por personas, como ellos mismos. La Historia del pasado y el patrimonio es lo que nos han heredado esas personas pasadas y nosotros, a su vez, vamos a dejar en herencia un trocito nuestro.
Pues ya tenemos una forma para que la Historia sea más llamativa: usémosla como creadora de identidades, hagamos que el alumnado la necesite y vea su necesidad. No podemos hablar de la España del siglo XXI sin hablar de cómo se levantaron los madrileños el 2 de mayo de 1808, por ejemplo. Aquí podemos ayudarnos mucho de la arqueología, de los recorridos didácticos o de talleres para acercar el pasado al alumnado.
Por otro lado, más herramientas las podemos usar haciendo uso de recursos menos ortodoxos; como es la historia conjetural. Imaginar qué hubiera pasado en un contexto concreto es uno de los retos que más pone el alumnado en las aulas. Pues dejemos que se imaginen realidades paralelas, siempre y cuando sean capaces de argumentarlo. Así conseguiremos que esos adolescentes desencantados con la historia sean capaces de consolidar la idea de cómo eran las sociedades del pasado.
Por último, una buena herramienta es la desmitificación de la Historia, y es que la Historia está en todos los lados: desde la elección del día nacional de España hasta el uso de otra fecha para la festividad autonómica de Cataluña. La Historia la tenemos en el día a día y la función de un buen profesor de Historia es ver todas estas fechas y llevarlas al aula, debatirlas y desmitificarlas.
Bibliografía
Fernández Soldevill, G. (2016), La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA, Madrid: Tecnos
Hobsbawm, E. (1997), Sobre la historia, Barcelona: Crítica
Prats, J. y Santacana, J. (2009), “Ciudad, educación y valores patrimoniales. La ciudad educadora, un espacio para aprender a ser ciudadanos”, Iber. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, 59, pp. 8-21.
Ramírez Moreno y Bocanegra Acosta (2005), “El problema de los marcos teóricos y las perspectivas en la investigación para la enseñanza de las ciencias sociales”, Diálogos de saberes: Investigación y Ciencias Sociales, 22, pp. 33-56