Hitler era un mediocre

Hitler, el artista frustrado

Mediocre: que no tiene ningún talento especial o no tiene suficiente capacidad para la actividad que realiza.

Ilustración de Pino Amato.

El término mediocre parece exagerado y puede sonar un tanto provocador, pero lea el artículo hasta el final y no se quede con el titular.

Al margen de su ejercicio político y a diferencia de un Churchill o un Kennedy, el personaje de Hitler es un personaje de muy escaso interés. Esto queda reflejado en la obra de Ian Kershaw y de muchos otros autores. El historiador Ian Kershaw es probablemente el biógrafo de Hitler más conocido, y el que más ha escrito sobre su figura.

«Si quisiera hacer una biografía en sentido estricto de Hitler saldría un libro muy pequeño»

Ian Kershaw

La vida intelectual y artística de la Viena de principios del siglo XX fue uno de los momentos más esplendorosos de la historia cultural europea. A dicho período y contexto cultural pertenecieron eximias figuras como Ludwig Wittgenstein, Kurt Gödel, Stefan Zweig, Arnold Schönberg, Alban Berg, Gustav Klimt, Erwin Schrödinger o Karl Popper; también ilustres grupos como el círculo de Viena, la escuela austríaca de economía o los austromarxistas. La lista de personas destacadas (no sólo nacidas en Viena, sino que formaron parte de ese entorno) podría ser interminable. Sin embargo, todo tiene su no tan virtuoso reverso. De este notable ambiente también emergió uno de los personajes más siniestros que ha conocido la historia reciente: Adolf Hitler.

Hay que tener cuidado con no reducir el fenómeno político del nacionalsocialismo, cuyo proceso histórico y dimensiones teórico-políticas son complejas y extensas, a los extravíos y ocurrencias de un “loco homicida” con fanáticos seguidores. El nazismo es uno de los puntos fundamentales que determinaron la historia del siglo XX y, como tal, se han llevado a cabo numerosísimos trabajos analíticos del fenómeno, algunos de ellos de gran complejidad teórica y con una abundante cuota de datos recogidos. Dicho proceso político no es reductible a los matices individuales de su líder. Sin embargo, también es relevante tener en cuenta algunos aspectos de la vida y la personalidad del celebérrimo Führer.

Hitler llegó a Viena por vez primera en una visita de dos semanas de duración en la que se informó sobre las condiciones para entrar en la Academia de Bellas Artes. Su aspiración era la de llegar a ser pintor formándose en la ciudad que era un centro cultural de la época. Posteriormente, volvió a la capital austríaca para cumplir sus planes, pero no consiguió pasar las pruebas de admisión. Hitler quedó en la difícil situación de artista frustrado. Tras la muerte de su madre se quedó en Viena viviendo de trabajos como barrendero de nieve o cargador de maletas en estaciones de trenes.

Es conocida la mediocridad personal de Adolf Hitler. Al abandonar el bachillerato, se dedicó a holgazanear durante nada menos que seis años. ¡El fulgurante dictador era un “ni-ni” de la época! Vivió una situación de humillante fracaso personal motivado por sus pocas dotes laborales, artísticas e intelectuales. Hay quien considera que el resultado de la inadaptación fue la creación en su interior de un fuerte resentimiento social.

Malvivió en Viena a costa del no muy pudiente patrimonio materno. En ocasiones, tuvo que pernoctar en residencias de acogida y acudir a comedores sociales. El único trabajo estable que obtuvo fue el de soldado en la Primera Guerra Mundial. Pero incluso en el ejército, a pesar de ascender a cabo, no obtuvo gran reconocimiento. Uno de sus superiores dijo de él que era “incompetente para el mando”. Además, el médico militar lo calificó de “peligrosamente psicótico”. No obstante, el Führer en ciernes recibió dos condecoraciones: la Cruz de Hierro de segunda clase y la Cruz de Hierro de primera clase. Durante el conflicto bélico fue herido en la pierna, además de sufrir los efectos de una de las innovaciones militares de la Gran Guerra: los gases venenosos.

Tras la guerra, Hitler se encontraba sin estudios, sin dinero, ninguna conexión, sin experiencia laboral, en definitiva, sin algún soporte estable para su vida. Por este motivo permaneció en el ejército todo lo que pudo. Pero la desmovilización militar dificultó su intención y acabó saliendo en 1920. Desde 1919 Hitler se convirtió en Verbindungsmann, que en alemán quiere decir enlace o intermediario, o sea, espía o informador de la policía. Esta fue su primera actividad vinculada a la política, puesto que se le encargó investigar a su propia unidad para averiguar quién había cooperado con el gobierno soviético de Baviera recientemente derrocado. El éxito profesional lo ganó Hitler en ser un chivato, un soplón, ya que sus acciones fueron recompensadas con un empleo a tiempo completo destinado a investigar a grupos socialistas que estaban apareciendo en Alemania. Asimismo, impartió cursos para educar en el “pensamiento nacional”, los cuales se llevaron a cabo por el Departamento de Educación y Propaganda de las fuerzas armadas alemanas denominadas Reichswehr.

Mediante la oratoria persuasiva y la persecución política, Hitler combatía contra el pacifismo, el socialismo y el chivo expiatorio: el judaísmo. Si su anterior etapa vital estuvo marcada por la mediocridad, en este nuevo período desempeñó sus funciones retóricas, el único aspecto en el que destacó. La verbosidad hitleriana era capaz de exaltar y movilizar a las masas. La pésima situación sociopolítica alemana facilitó la acogida de sus ideas. La inflación, el desempleo y los efectos desfavorecedores del Tratado de Versalles auspiciaron sentimientos políticamente manejables. Es evidente que sus discursos causaban fascinación. También sabía manejar muy bien todo lo concerniente a su imagen y la del partido, dotando de simbolismo y parafernalia todo lo que rodeaba a su figura; quizá para disimular sus carencias.

«En reposo parecía fofo, anodino, torpe en el trato social, incapaz de hablar de nada que no fuese trivial, nervioso; pero cuando se ponía en marcha, los ojos llameantes, teatral, desplegando una elocuencia incontenible, un egocentrismo desaforado, creía ser un moderno Sigfrido»

Richard Overy

A Hitler se le encomendó la tarea de sondear al recientemente fundado DAP, acrónimo de Deutsche Arbeiterpartei (en español: Partido Obrero Alemán), por la sospecha de que fuera de orientación socialista. Sin embargo, este partido era de carácter popular nacionalista ligado al enaltecimiento de la raza y opuesto a cualquier manifestación marxista. Los escasos miembros del DAP celebraban sus reuniones políticas en cervecerías de Múnich. Hitler acudió a uno de sus mítines en la cervecería Sterneckerbräu debido a su investigación. En el momento del debate, la rutilante oratoria del joven Adolf deslumbró a los asistentes y a los dirigentes. El entonces presidente de la facción local del partido, Drexler, lo convidó a unirse al mismo. Poco después, Hitler ya contaba con el cargo de jefe de propaganda e impartió su primer mitin en la cervecería Hofbräukeller (1919). El DAP acabaría convirtiéndose en el conocido NSDAP, Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei (en español: Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), y entre Hitler y Drexler establecieron los 25 puntos de su programa político. Dicho programa contenía puntos como la unión de todos los alemanes en una gran Alemania, la abolición del Tratado de Versalles para la igualdad de derechos respecto a las demás naciones o detener la inmigración no alemana y expulsar a toda persona que no sea aria del territorio nacional alemán. Ideas que acabaría plasmando en Mein Kampf.

Hitler comenzó a escribir el Mein Kampf (mi lucha) en la prisión de Landsberg, en mayo de 1924, después de haber sido condenado a cinco años de prisión por haber planificado y ejecutado el fallido golpe de Múnich( Putsch de la Cervecería). Cualquiera que lo haya leído coincide en que el libro es de una paupérrima calidad literaria.

«La INEXPERIENCIA era uno de los rasgos dominantes de Hitler, nunca había aprendido una profesión y básicamente siempre había permanecido ajeno a cualquier campo de actividad profesional. Al igual que muchas personas autodidactas, no tenía idea de lo que significaba el conocimiento especializado real. Sin ningún sentido de las complejidades de una gran tarea, asumió con valentía una función tras otra. Sin la formación adecuada, su inteligencia rápida a veces concibió medidas inusuales cuando un especialista no habría llegado a nada. Las victorias de los primeros años de la guerra se pueden atribuir literalmente a la ignorancia de Hitler sobre las reglas del juego y en su profano deleite en la toma de decisiones. Dado que el bando contrario estaba entrenado para aplicar las reglas de una mente autocrática que Hitler no conocía y no usaba, logró resultados sorprendentes. Estas audacias, junto con la superioridad militar, fueron la base de sus primeros éxitos. Pero tan pronto como ocurrieron reveses, sufrió naufragios, como la mayoría de las personas sin entrenamiento. Entonces su ignorancia de las reglas del juego se revelaron de manera diferente; entonces sus defectos ya no eran fortalezas. Cuanto mayores se volvían los fracasos, más obstinadamente su incurable bisoñez se hacía patente. La tendencia a las decisiones salvajes fue durante mucho tiempo su fuerte; pero después se aceleró su caída.»

Albert Speer (ministro de Armamento y Guerra del Tercer Reich)

Uno de las principales factores que hicieron que Alemania perdiera la guerra fue el dominio del combustible. Basta hacer una comparación entre la producción de Estados Unidos y la producción alemana. La producción de las refinerías de Estados Unidos en 1943 era de 4.125.000 barriles diarios, bien abastecidas por el crudo barato sudamericano, o sea que lo que producía Estados Unidos en 15 días, era similar a la producción alemana durante todo un año, cuando todas las refinerías europeas estuvieron bajo control germano. Alemania nunca tuvo la Guerra ganada incluso con media Europa conquistada, y por entonces únicamente con un rival suficientemente correoso como los ingleses, haciéndoles frente. Si bien, la decisión de atacar la Unión Soviética (Operación Barbarroja) tenía que ver con el desagrado político contra el comunismo y los sueños de Hitler de extender sus fronteras desde el Rin hasta los Urales; el petróleo tenía mayor importancia para la guerra. La conquista de los pozos petroleros de Bakú y de la región del Cáucaso fueron el primer objetivo y, según un interrogatorio a Albert Speer, Ministro alemán de Armamento y Producción de Guerra, «la necesidad de petróleo fue el motivo principal detrás de la decisión de invadir la Unión Soviética».

Adolf Hitler posando para el fotógrafo Heinrich Hoffman mientras escuchaba la grabación de uno de sus discursos. Hitler ordeno al fotógrafo que destruyese los negativos, pero este nunca lo hizo.

Al momento de la toma del poder de Hitler en 1933, la economía se convirtió en un elemento crucial para la consolidación del poder nazi. La política económica antes de la guerra está marcada por un fuerte intervencionismo, una política de mejora de las obras públicas, de rearme y desarrollo del sector industrial militar. Gracias a esto la economía inicialmente se empezó a recuperar. Para 1938, el desempleo había desaparecido. A pesar del aparente éxito, el gasto acometido por Hitler fue mayor que el crecimiento económico, por lo que la deuda pública aumentó considerablemente. Si bien se promovió la autarquía, Alemania no poseía todas las materias primas que requerían para su desarrollo y expansión, por lo que mantuvo redes de alianzas económicas, que obviamente desaparecieron tras sus conquistas; motivadas por sus irrefrenables impulsos de megalomanía desquiciada. La Segunda Guerra Mundial y el inicio de una economía de guerra condujo a Alemania a un período de privaciones y de autodestrucción, a pesar de haber absorbido (por necesidad) las estructuras económicas e industriales de los territorios europeos ocupados y la explotación de la fuerza de trabajo de los judíos y de los deportados. El fin del Tercer Reich dejó a Alemania en una situación de colapso económico e hiperinflación, que pasó a estar bajo la dirección de las fuerzas de ocupación aliadas.

«Una línea recta une directamente la locura de la inflación en Alemania con la locura del Tercer Reich»

Thomas Mann (1942)

¿Cómo un mediocre pudo invadir media Europa?

Hitler ese tipo gris y frustrado que hemos descrito, aprovechó las circunstancias sociales de la Alemania derrotada tras la I Guerra Mundial para establecer en este país un demencial sistema político basado en la supremacía aria, el nacionalsocialismo y el culto a su propia personalidad. Y una enorme cantidad de alemanes se tiraron a sus brazos. Sin el apoyo de las élites y de los millones de alemanes no habría llegado nunca tan lejos. Los alemanes necesitaban oír las cosas que decía Hitler.

Brillante solo fue en oratoria. Sus delirios de megalomanía le llevaron a comenzar una guerra que sobre el papel era imposible ganar. Los aliados tenían el 90% de las reservas de petróleo. Sus tácticas militares fueron útiles durante 3 años (Blietzkrieg, la temible guerra relámpago), pero inútiles a la larga. Era cuestión de tiempo. Por lo tanto como político, militar y estratega tampoco brilló. «Mediocre» puede parecer un adjetivo un tanto provocador para una persona que conquistó media Europa y tuvo al mundo en jaque. Pero no es exagerado si nos atenemos a la vida anterior a su ascenso y en su descenso.

¿Acaso la gente más preparada es la que alcanza las más altas cotas políticas y militares? La respuesta parece clara.

Antes de concluir, queremos llamar la atención sobre la observación de ciertos autores que comprenden la ideología nazi como una vertiente política autoritaria de la exaltación identitaria del Romanticismo alemán. El nacionalismo romántico, opuesto al universalismo ilustrado, popularizó ideas como la del Volksgeist (espíritu del pueblo), que se combinaron con el belicismo y el totalitarismo. No obstante, también hay que tener en cuenta otras dimensiones del fenómeno del nacionalsocialismo presentes en otros estudios importantes. Además, es necesaria una comprensión más profunda del Romanticismo. Finalmente, insistimos en que el nazismo no puede reducirse al carácter del funesto personaje histórico.

Y para terminar, una cita de Churchill dos años después del ascenso de Hitler. Entiéndase la ironía que siempre caracterizaba al ingenioso Winston.

«Los que se han encontrado con el Señor Hitler cara a cara en asuntos públicos o en términos sociales han podido apreciar que se trata de un político altamente competente, ponderado, bien informado, de modales agradables y una desarmante sonrisa». Winston Churchill. 1935

Bibliografía

Hitler, A. Mi lucha. Ed. Ojeda. 2007: Barcelona.

Kershaw, I. El mito de Hitler: imagen y realidad en el Tercer Reich. Ed. Crítica. 2012: Barcelona.

Kershaw, I. Hitler, los alemanes y la solución final. Ed. La esfera de los libros. 2009: Madrid.

Eslava Galán, Juan. La Segunda Guerra mundial contada para escépticos. Ed. Planeta. 2015.

Overy, Richard. Dictadores: la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin. Ed. Tusquets editores. 2010

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