Holodomor, la gran hambruna de Ucrania

Se conoce como Holodomor a una gran hambruna que afectó gravemente a la República Socialista de Ucrania y a otras regiones de la antigua URSS en la década de los 30 del siglo XX. Las trágicas consecuencias de este evento, el número de víctimas totales (en torno a los 6 millones según algunas fuentes) así como la implicación directa o indirecta del régimen de Stalin, siguen generando una fuerte polémica hasta los tiempos actuales.

Víctimas del Holodomor. Fuente: Elcorreo

Antecedentes: colectivización forzosa y ‘deskulakización’

Tras el triunfo de la Revolución bolchevique de 1917 en los territorios del antiguo Imperio ruso, se instauró un régimen de corte totalitario bajo el mando de Vladimir Lenin. Sin embargo, algunos territorios como Ucrania no aceptaron las injerencias de Moscú, luchando por su independencia de 1917 a 1921. A su vez, los partidarios zaristas que habían sobrevivido a la revolución conformaron el Ejército Blanco contra el gobierno bolchevique, dando lugar a la guerra civil rusa (1917-1923). Después de un largo enfrentamiento, finalmente fueron desmanteladas las últimas resistencias en 1923. Un año antes, se había proclamado la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), un régimen caracterizado por la supresión de las libertades individuales y el establecimiento de una economía planificada. Ucrania fue uno de sus miembros fundadores al fracasar su lucha. Lenin falleció en 1924 y Iósif Stalin ocupó su puesto en la más alta jerarquía del aparato soviético. Bajo su mando, se intensificó el control sobre la población civil así como la colectivización de todos los medios de producción. Algunos territorios de la URSS trataron de escapar de esta política, como la República Socialista de Ucrania. Sin embargo, el proyecto de Stalin no iba a hacer excepciones.

Retrato de Iósif Stalin. Su papel durante la hambruna ucraniana sigue siendo objeto de intenso debate entre los expertos

La población campesina consideraba que se le había tratado como a ciudadanos de segunda frente a los habitantes de las ciudades y la clase obrera en el nuevo orden revolucionario. Después de la catástrofe ocurrida entre los años 1918-1922, el control del Estado soviético se hizo mucho más efectivo según iba avanzando la década de los 20. La llamada ‘crisis de las cosechas‘ ocurrida a finales de 1927, dio la oportunidad perfecta a Stalin para intervenir en el mundo rural. Durante este período, se produjo una caída espectacular de la cuotas procedentes de las cosechas que se debían entregar anualmente a las autoridades. El campesinado se mostraba descontento con las medidas tomadas por el Estado como la bajada de precios de los productos agrícolas y el encarecimiento de los productos manufacturados. Stalin no dudó en calificar este contratiempo como una ‘huelga de los kulaks‘ (campesinos que poseían tierras y contrataban a trabajadores). Se recurrió entonces a métodos represivos utilizados anteriormente en los tiempos de la guerra civil. En 1928, se ordenó a las autoridades locales a detener a los especuladores en las zonas productoras de cereales como Ucrania, las tierras negras y el norte del Cáucaso.

A su vez, las propios dirigentes del partido en estas zonas fueron acusados de colaboracionistas con los kulaks, considerados como saboteadores a ojos del régimen por ocultar parte de su producción. Todas estas acciones no hicieron sino agravar todavía más la crisis existente en el campo. Stalin consideró oportuno llevar a cabo la colectivización de la producción agrícola para acabar de una vez por todas con el problema de los kulaks y destruirlos como clase social. Por otro lado, un decreto del 27 de junio de 1929 preveía el traslado de elementos antirrevolucionarios a campos de trabajo forzados situados en las regiones más orientales y septentrionales del país. La elaboración del Primer Plan Quinquenal (1928-1932) había puesto de manifiesto la explotación económica de estas regiones, por otro lado muy ricas en recursos naturales. Fue en este contexto cuando surgió la idea de la ‘deskulakización‘, que significaba la deportación masiva de todos los campesinos considerados acomodados y opuestos a la colectivización.

Por aquel entonces, la URSS estaba iniciando un proceso de industrialización a pasos agigantados para poder competir contra los países capitalistas. Para abril de 1929, se aplastaron las escasas opiniones discrepantes dentro del partido en torno a la cuestión de la colectivización forzosa. Mientras tanto, los resultados agrícolas iban de mal en peor entre 1928-1929. La tensión social en el campo era cada vez mayor. Para Stalin la culpa de esta crisis recaía en los kulaks y en otras fuerzas hostiles a su proyecto nacional. En junio de 1929, se anunció la colectivización en masa. Había comenzado una nueva fase del terror soviético. Entre 1930-1931, cerca de dos millones de campesinos fueron deportados a Siberia, los Urales y otros territorios. De ellos, unos 300.000 murieron durante su traslado. En otoño de 1930, se ordenó la colectivización del curso medio y bajo del Volga así como del Cáucaso norte. Un año más tarde, esta medida se extendió a otras zonas productoras de cereales. La situación económica para los kulaks había ido empeorando con el paso del tiempo, con impuestos cada vez más gravosos e inasumibles. Además el pillaje efectuado por parte de las autoridades estatales como consecuencia de la colectivización fue dantesco. Sin embargo, el campesinado no se dio por vencido, organizando su propia resistencia. La represión no se hizo esperar.

En color negro los territorios soviéticos afectados por la gran hambruna

La gran hambruna

Uno de los episodios más negros de la historia soviética fue la gran hambruna que ocurrió en Ucrania y otras regiones entre 1932-1933 como resultado de la colectivización forzosa de la propiedad agrícola y de las nuevas relaciones entre el Estado bolchevique y el campesinado. La antigua propiedad basada en latifundios se sustituyó por koljoses, una especie de granjas colectivas destinadas a asegurar una parte de la producción para el estado soviético. Cada koljoz debía entregar una cuota fija de productos agrícolas, que cada vez era mayor sobre el porcentaje total de la cosecha colectiva. Cada otoño, la recogida de la cosecha se convertía en un pulso constante entre las autoridades estatales y el campesinado, que tratada de guardar desesperadamente una parte de la cosecha para su propia supervivencia. Por otro lado, cuanto más productiva era una región, más se intentaba extraer de ella.

En 1930, el Estado requisó el 30% de la producción de Ucrania, el 38% en las llanuras de Kubán (Cáucaso norte) y el 33% en Kazajistán. Para el año 1931, ante una cosecha muy inferior se aumentaron los números al 41’5%, al 47% y al 39’5% respectivamente. Como resultado de esta expropiación estatal, los campesinos utilizaron todas las artimañas posibles para ocultar su producción. Así mismo, las autoridades elevaron el plan de recogida de la cosecha: un 32% superior en 1932 respecto del año anterior. Debido a la resistencia pasiva de los campesinos se enviaron ‘brigadas de choque‘ con el objetivo de apoderarse del cereal. Un verdadero clima de guerra se estaba gestando. El 7 de agosto de 1932, se promulgó una ley por la que se condenaba con hasta diez años de internamiento en un campo de concentración o la pena de muerte por cualquier intento de robo de la ‘propiedad socialista’. Fue conocida popularmente como la ‘ley de las espigas‘. Como resultado, desde agosto de 1932 hasta diciembre de 1933 fueron condenadas más de 125.000 personas, de las que 5.400 recibieron la pena capital.

A pesar de todas estas medidas, no se lograba cumplir con la cuota establecida pues para octubre de 1932 ‘sólo’ se había logrado requisar entre el 15 y el 20 % de la producción. Por ello, el Politburó estimó oportuno enviar a Ucrania y al Cáucaso norte dos comisiones extraordinarias, dirigidas por Vyacheslav Molotov y Lazar Kaganovich. Algunos puntos considerados fueron ‘acabar con al sabotaje de los kulaks contrarrevolucionarios y la resistencia de los comunistas locales’. Se llevaron a cabo acciones tan contundentes como la retirada de todos los productos de los almacenes, la supresión del comercio, el reembolso de los créditos así como el arresto de los ‘saboteadores’ y de los elementos contrarrevolucionarios. En el mes de diciembre de 1932, comenzaron las deportaciones de poblaciones enteras, no solo de kulaks. En Ucrania, la comisión Molotov se encargó de elaborar una lista negra de los distritos que no habían cumplido con sus cuotas de cosecha derivando en la purga de los cuadros locales y en arrestos masivos de cualquier persona sospechosa de ocultar parte de la producción. Muy pronto el terror se extendió a otras zonas productoras de cereales.

Sin embargo, todos estos planes parecían no funcionar ante la inmensidad del territorio a controlar y la hostilidad manifiesta del campesinado. Por ello, se decidió emplear una medida todavía más drástica: matar al enemigo de hambre. Para entonces, los informes que alertaban de una situación alimentaria crítica para el invierno de 1932-1933 eran más que notorios. Pese a ello, se continuó con el plan de cosecha al precio que fuera. Importantes figuras del aparato comunista tales como el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Kazajastán, el primer secretario del Partido Comunista de Ucrania o el primer secretario del partido en la región de Dniepropetrovsk solicitaron a las altas instancias del poder reducir las cuotas para evitar la tragedia. Sin embargo, la respuesta por parte de Molotov fue que esta actitud no era ‘bolchevique’, pues se debía anteponer ante todo las necesidades del Estado por encima de las del campesinado. Días más tarde, se ordenó requisar toda la producción a aquellos campesinos que no habían cumplido con su cuota, incluida la reserva destinada para simiente. Esto significaba prácticamente su sentencia de muerte.

Fue entonces cuando millones de personas se vieron abocadas al hambre, por lo que muchas de ellas intentaron huir a las ciudades como último recurso. Pero en diciembre de 1932, el gobierno soviético impuso un pasaporte interno con el fin de limitar el éxodo rural. De esta manera, se produjo la muerte sistemática de millones de personas en territorios como Ucrania y el Cáucaso norte. Se establecieron cordones policiales para evitar la fuga de campesinos a los distritos urbanos. La mortalidad alcanzó cifras récord en la primavera de 1933, exacerbada por una epidemia de tifus. Muchos padres abandonaron a sus hijos al no poder asegurarles su mantenimiento. Las condiciones fueron tan extremas para la población que se recurrió al canibalismo en algunas ocasiones. En el mes de abril, el escritor Mijaíl Shólojov durante una visita a Kubán expuso en dos cartas dirigidas a Stalin las atrocidades cometidas contra el campesinado, condenado a la muerte por inanición. El dirigente soviético no pudo ser más claro: los saboteadores solo habían recibido su justo merecido por haber llevado a cabo una ‘guerra a muerte’ frente al poder soviético. Irónicamente, mientras tenía lugar la muerte de millones de sus compatriotas, en 1933 la URSS exportaba al extranjero 18 millones de quintales de trigo por ‘necesidades de la industrialización’. Otra visión es la sostenida por el historiador Stephen Kotkin, quién asegura que Stalin envió de hecho ayuda alimentaria a regañadientes durante esos años, aunque no por ello le exime de su responsabilidad en los acontecimientos.

Una de las escasas fotografías que existen de la hambruna ucraniana, tomada por el austríaco Alexander Wienerberger en Járkov. El régimen soviético impuso una férrea censura en torno a este hecho

Consecuencias, legado y recuerdo

Algunos autores consideran al Holodomor como una extensión del sistema represivo político y social llevado a cabo por las autoridades soviéticas de una forma extraordinariamente precisa y eficaz. Las acciones de violencia inusitada, arrestos, sádicas torturas, deportaciones en masa y ejecuciones pusieron de manifiesto una represión a todos los niveles contra los grupos sociales considerados hostiles al régimen estalinista. Un grupo de funcionarios del partido estaba dispuesto a todo con tal de desposeer al campesinado de su sustento para sobrevivir. Las palabras ‘genocidio‘ u ‘holocausto‘ despiertan tanto las posturas más firmes como las más reaccionarias en torno a este hecho. El caso de Ucrania resulta especialmente llamativo pues el Holodomor significó un episodio más del enfrentamiento entre el Estado soviético y el campesinado que tuvo su inicio entre 1918-1922. Esta región constituía uno de los principales graneros de la URSS y albergaba ciertos sentimientos de independencia.

Las consecuencias del Holodomor han sido y siguen siendo motivo de fuerte polémica en la actualidad. Los archivos demográficos de 1937 a 1939 permiten hacernos una idea de la magnitud de esta tragedia, si bien se mantuvieron en secreto durante largas décadas. Las zonas más afectadas incluían el conjunto de Ucrania, una parte de las llamadas tierras negras, las llanuras del Don, del Kubán, del Cáucaso norte y gran parte del territorio de Kazajastán. Unos 40 millones de personas se vieron afectadas por el hambre en mayor o menor medida, de una forma más contundente en el mundo rural aunque importantes ciudades como Járkov, Krasnodar y Stavropol también sufrieron sus dramáticas consecuencias. Incluso en zonas mucho más distantes como las áreas rurales cercanas a Moscú, la mortalidad aumentó considerablemente en 1933.

El balance total de víctimas también es objeto de intenso debate. Algunas aproximaciones hablan de unos 6 millones de muertos, siendo Ucrania la región más afectada con 4 millones de fallecimientos. Le siguen Kazajastán con 1 millón (donde su población fue obligada a sedentarizarse en contra de sus costumbres) y el Cáucaso norte y las tierras negras con otro millón aproximadamente. Resulta bastante descorazonador que un evento de semejantes proporciones haya pasado prácticamente desapercibido para la mayoría de la población de fuera de los territorios golpeados por el hambre. Durante mucho tiempo imperó el silencio informativo cuando no la negación en torno a este funesto acontecimiento, tanto por parte de las autoridades de la Unión Soviética como por el beneplácito de algunos medios occidentales:

«Se puede objetar a la vivisección de animales su carácter triste y horrible, y es verdad que la suerte de los kulaks y otros opositores al experimento soviético no ha sido afortunada. Pero en ambos casos el sufrimiento ha sido infligido con un noble propósito». 

Walter Duranty, corresponsal del New York Times

El diputado francés y dirigente del Partido Radical, Edouard Herriot viajó hasta Ucrania en verano de 1933 para afirmar que allí solo había huertos perfectamente gestionados y cultivados. Otros intelectuales que simpatizaban con la causa comunista como George Bernard Shaw, fueron convencidos por el aparato soviético de que se trataba tan solo de rumores mal infundados. Hubo que esperar hasta los años 80 para que la oscura verdad fuera aflorando poco a poco gracias al trabajo del historiador Robert Conquest y a las investigaciones del Instituto Ucraniano de Recuerdo Nacional. Tras la caída de la URSS en 1991 y la posterior apertura de los archivos oficiales, empezaron a conocerse datos más fiables acerca de la magnitud de la hambruna ucraniana aunque todavía quedan muchos interrogantes. Hoy en día, el pueblo ucraniano considera este hecho como uno de los crímenes fundacionales de su nación mientras que por lo general Rusia trata de restarle importancia.

No obstante, destacados autores como Ludo Martens, en su obra Otra mirada sobre Stalin de 1994, han puesto en tela de juicio los sucesos referentes a las colectivizaciones y al Holodomor. En su libro, afirma que las causas de este hecho se debieron a las acciones de los enemigos de la URSS y a las precarias condiciones del campesinado ucraniano. Otro autor que pone en entredicho el alcance de la hambruna de Ucrania es Mario Sousa en su obra Mentiras sobre la Unión Soviética. Según este pensador fue el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, ayudado por el magnate estadounidense William Hearst, el que se inventó este bulo mediático con el objetivo de desprestigiar a Stalin y a la Unión Soviética. Su objetivo era preparar al mundo para la ‘liberación’ nazi de Ucrania, que se habría de convertir en una colonia alemana de acuerdo a la teoría del espacio vital o Lebensraum. Según Sousa, la alta mortalidad fue provocada por una lucha de clases entre el campesinado pobre y los kulaks. Otro conocido autor que comparte esta visión alternativa es el profesor estadounidense Grover Furr. El debate está servido.

Monumento dedicado a las víctimas del Holodomor en Kiev (Ucrania). Fuente: Findinterestingplaces

Bibliografía:

Bartosek, K.; Courtois, S; Margolin, J. L.; Paczkowski, A.; Panné, J. L.; Werth, N. (2021). El libro negro del comunismo. Arzalia Ediciones, S. L.

http://blogdelviejotopo.blogspot.com/2015/07/desmontando-la-leyenda-negra-sobre-la.html

Martens, L. (2006). Otra mirada sobre Stalin. Editorial Zambon Ediciones.

Motos S., E. M. (2021). Historia del comunismo. Editorial Sekotia, S. L.

Sánchez, M. C. (2021). ‘El genocidio ordenado por Stalin’. Elcorreo. https://www.elcorreo.com/xlsemanal/historia/stalin-matanza-genocidio-ninos-hambre-holodomor-de-ucrania.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

Sousa, M. (1998). ‘Mentiras sobre la Unión Soviética’. https://www.eroj.org/comun/Sousa.pdf

Fotografía de portada de Elcorreo

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