Idus, Fastos y Calendarios

Entre idus y calendas, todo se pasa en ofrendas.

Refrán, Anónimo.

A pesar de las facilidades con las que hoy contamos a la hora de medir el transcurrir del tiempo, existieron eras de la humanidad donde los quehaceres cotidianos, la recolección, la caza o la guerra se regulaban por las influencias de la luna o el sol.

Calendario romano

El calendario y la inquietud por la medición del paso del tiempo vienen asociadas al hombre moderno desde tiempos inmemoriales, pues el calendario más antiguo encontrado hasta el momento data del 8.000 a.C. Estas herramientas, utilizadas para marcar el paso de las estaciones, se desperdigaban por toda la geografía terráquea siendo cada uno diferente al anterior. Sin embargo, como casi todo lo que nos rodea, el calendario que utilizamos a día de hoy es herencia directa de la antigua Roma, empezando por su mismo nombre (Calendas o 1º día del mes).

El primero de todos, instaurado por Rómulo según la tradición, enumeraba tan solo 10 meses lunares, siendo el primer mes del año Marzo (el inicio de la primavera y de la vida) y el último Diciembre. Que contase tan solo con 304 días producía un desvío significativo de las estaciones cada año, lo que empujaría a Numa Pompilio, segundo rey de Roma (715-672 a.C.) a añadir los 2 meses restantes detrás de diciembre y sumar 355 días, siendo estos:

El problema de Numa Pompili
  • Martius: en honor a Marte, dios de la Guerra y padre de los fundadores de Roma.
  • Aprilis: dedicado a Apru (futura Venus), diosa etrusca. Otra hipótesis más romántica es que venga derivado de aperire (“abrir”), ya que es ahora cuando empiezan a abrirse las flores.
  • Maius: llamada así por Maya, madre de Hermes, diosa de la fertilidad.
  • Lunius: en nombre de la diosa Juno, hermana y esposa de Júpiter, a quien se le hacían ofrendas.
  • Quintilis: de quinque, el mes 5.
  • Sextilis: de sex, el mes 6.
  • Septembris: de septem, el mes 7.
  • Octobris: de octo, el mes 8.
  • Novembris: de novem, el mes 9.
  • Decembris: de decem, el mes 10.
  • Ianuarius: gracias al dios Jano.
  • Februarius: por Februs, o Plutón, dios de la purificación, para acabar bien el año.

Una mejoría, sin duda, pero tampoco tanta pues los problemas, aunque paliados, persistían con fuerza debido al desajuste de días. Por esta razón se inventaron meses nuevos, conocido como Mercedonios o Intercalares, que se añadían cada 2 o 3 años para solventar el desbarajuste y mantener de esta manera a las 4 estaciones (Hiems, Ver, Aestus y Autumnus) en su lugar asignado.

A pesar de su ligamen científico, mucho del actual anuario poco tiene que ver con la ciencia y la razón. Una de las razones por las que el 10º mes (Decembris) sea nuestro antiintuitivo 12º y que el año de comienzo en Enero sería gracias a una tarea tan mundana y cruenta como la guerra. Por el año 153 a.C. la beligerancia y resistencia de la ciudad celtíbera de Numancia provocó que Roma se viera necesitada de nombrar a Quinto Fulvio Nobilior cónsul a principios de enero, a fin de que tuviese tiempo suficiente para prepararse para la campaña, que comenzaría en Marzo.

Este apuro coyuntural acabaría perdurando por pragmatismo, pues los nuevos cónsules disponían así de más tiempo para organizarse antes de partir a la batalla. Y con este nimio cambio, la guerra tomaba la primacía en la Ciudad Eterna frente a las fechas de la siembra, manteniéndose el 1 de Enero como primer día del año en los milenios venideros hasta la actualidad. Tal vez la mayor contribución hispana, a su pesar, a la historia universal.

Pero la guerra no sería la única fuerza. El cónsul más universal de la República romana, Julio Cesar, obsesionado con su figura y la permanencia de su nombre, encargaría en el año 46 a.C. al astrónomo griego Sosígenes la modernización del calendario para solucionar, de una vez por todas, el desfase de fechas con las estaciones. Personaje fundamental el griego en nuestra manera de medir el tiempo y totalmente desconocido pues, como suele ocurrir, esta nueva invención no recibiría el nombre de su hacedor.

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El calendario Juliano establecía el año solar en 365 días y 6h, lo que añade más días a cada uno de los meses. A partir de entonces, estos dejarían de ser de 29 días, para contar con 30 los pares (febrero, abril, junio, agosto, octubre, diciembre) y 31 los impares (enero, marzo, mayo, julio, septiembre, noviembre). Siendo la suma de 366 días, a febrero se le quitaría uno, quedándose en 29.

Además de esto, para solventar el problema de las 6h de más, cada 4 años se le añadía un día a febrero. En vez de incorporarse al final, siguiendo el confuso método temporal romano se intercaló un día entre el 5 y el 6 día antes de las calendas (los actuales 23 y 24 de febrero). Bis sextus diez antes calendas martias, “segundo día sexto antes de las calendas de marzo”. Tiene tela el nombre, pero nos ha legado el apelativo de bisiestos a los años con un día de más.

Pero, ¿qué es todo eso de calendas y sextus? Poco que ver con nuestra forma de medir el tiempo pues, aunque los romanos traspasaron su calendario al ciclo solar, mantuvieron los meses en el lunar, lo que les permitía marcar tres fechas importantes para cada ciclo.

Las calendas coincidían con el primer día del mes y la luna nueva, mientras que los demás eran fechas variables dependiendo de la duración del mes. A los 5 días venían las nonas y en 13 los Idus (7 y 15 en los meses de marzo, mayo, julio y octubre), marcando la mitad del mes. Pero esa no era la única diferencia. Las semanas se llamaban Nundinae, de 8 días representados con letras entre la A y la H.

Tendríamos que esperar al siglo III d.C. para que, con el auge del cristianismo, se adoptase la Septimana, de 7 días (Solis, Lunae, Martis, Mercuri, Iovis, Veneris y Saturni). Además contaban con 220 días laborales conocidos como Fasti, siendo el resto días Nefasti, algo así como festivos. Días para sus famosos banquetes no les faltaban. Comparando con la actualidad en eso de festejar, desgraciadamente salimos muy mal parados con respecto a nuestros antepasados.

Fragmento del mes de abril mostrando sus letras nundinales

Los últimos cambios significativos en el calendario Julio vendrían por iniciativa directa o indirecta de Marco Antonio. Tras la muerte de Cesar a manos de Bruto y los suyos en el Senado, el general modificaría el nombre del mes Quintilis por Julius. No en vano este había sido su mes de nacimiento. El último cambio vendría poco después, tras su derrota y muerte junto a su amada Cleopatra. Augusto, vencedor de la contienda civil y primer emperador de Roma, no sería menos que su tío adoptivo, por lo que renombraría el mes de Sextilis como Augustus. Además de esto le robaría un día a Februarius, que se quedaría en 28, para no quedarse en inferioridad con los 31 días de Cesar.

Extendido en primer lugar por Roma, fue durante siglos el calendario oficial de Europa y buena parte del mundo. Todo gracias a las conquistas que españoles, ingleses y portugueses realizarían por América, África y Asia. Con la incorporación en el año 1582 del calendario Gregoriano, más exacto (fijaba el año en 365 días, 5h, 49 min y 12 segundos) en el mundo católico, se corregía en 11 min el calendario Juliano y marcaba el declive del mismo.

Sin embargo, éste se mantendría todavía vigente en países como Turquía, Grecia o Rusia hasta principios del Siglo XX. Incluso en algunas ramas del cristianismo ortodoxo sigue siendo válido a día de hoy. A fin de cuentas, la influencia de Roma es eterna.

Bibliografía

AcademiaPlay, El Origen de nuestro Calendario.

Richards, E.GMapping Time. Oxford: Oxford University Press. ISBN 0-19-850413-6.

Cliophilos , un paseo por la Historia, Podcast Nº16 «El Calendario Romano«

Notae http://penelope.uchicago.edu/~grout/encyclopaedia_romana/calendar/romancalendar.html

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