Cuando Francisco Pizarro llegó a lo que hoy es Perú, se encontró con una sangrienta guerra entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, que se enfrentaban por suceder al Inca Huayna Cápac, quien había fallecido sin dejar una clara sucesión. Dos bandos se encontraban en guerra, los huascaristas y los atahualpistas. Ante tal cuadro de situación, Pizarro buscó alianzas, primero con Atahualpa, y tras ser ejecutado este, con el bando huascarista. Es en este sentido donde tiene razón el autor peruano Rafael Dumett cuando dice que «los incas cayeron por superioridad numérica».
¿Quiénes fueron los Incas hispanos?
Después de la derrota de los Incas Atahualpistas por los españoles y aliados, a los incas se les respetó su linaje, así es como surgieron los nuevos Incas hispanos. Los Incas hispanos se bautizaron y abrazaron la fe católica, llevaron el título de inca, hablaban español, mantuvieron cargos y posesiones, eran fieles aliados de la corona de Castilla y se consideraban súbditos del Rey de España, el primero de ellos fue Túpac Huallpa, nombrado por Francisco Pizarro en 1533.
Túpac Huallpa fue hermano de Atahualpa, hijo de Huayna Cápac, y tomó el nombre de Toparpa, este inca ordenó al pueblo que extrajeran metales para los españoles. Sin embargo, Toparpa murió a los tres meses de ser nombrado Inca. Luego le seguiría Manco Inca, también hijo de Huayna Cápac. Este gobernó desde 1533 a 1536, pero el elegido para consolidar esa alianza inca-hispana se rebeló, y se enfrentó a los españoles en la batalla de Sacsayhuamán en Cuzco.
Luego sitiaría Lima, pero en ambos sitios fue derrotado y tuvo que partir al exilio a Vilcabamba, en ese lugar organizó su reino. En su reemplazo nombraron a un tercer Inca, llamado Paullu Inca, hijo de Huayna Cápac. Este fue nombrado por Almagro y gobernó de 1537 a 1549. La alianza de Paullu Inca con los españoles fue acompañada de su conversión a la fe católica, este hecho marcaría un punto muy alto en el proceso de evangelización del Nuevo Mundo.
Paullu Inca solicitó voluntariamente su bautismo y fue convertido al cristianismo por Juan Pérez Arriscado, de la orden de San Juan. Este hecho provocó sorpresa en los demás españoles. La conversión de una autoridad llevaba necesariamente a la conversión de sus súbditos. El mismo camino tuvieron que seguir otros curacas y líderes de panacas, entre ellos García Cayo Topa, Felipe Caro Topa, Juan Paccac o Pascac, Juan Sona, entre muchos otros.
Para vivir como cristiano bajo los preceptos de la Iglesia, Paullu Inca tuvo que renunciar a sus consortes, casándose con una por el rito católico. Su mujer también se bautizó y cambió su nombre de Mama Tocto Ussita por Doña Catalina. Paullu Inca concurría a Misa y era transportado en su litera real por sus súbditos. Eligió el nombre de Cristóbal y erigió una iglesia llamada San Cristóbal de Licia, que se encuentra en Cuzco, iglesia en la que fue enterrado a su muerte.
Paullu Inca fue un jefe muy leal y el rey Carlos I de España le otorgó un escudo de armas. Dicho escudo estaba rematado por un águila rodeada de palmas sinopia, incluía un puma dorado y dos serpientes rojas, todo ello rodeado por una borla imperial con la inscripción «Ave María» y ocho cruces de Jerusalén.
Juan Pichota, descendiente del Inca Huiracocha, fue testigo de su sincera conversión y describió su proceso evangelizador. Pudo ver como Paullu fue catequizado, así como otros indios incas, sus deudos, caciques principales y comunes por unos clérigos, frailes y ermitaños que los catequizaron en una ermita que Paullu Inca hizo construir junto a sus casas, donde hoy se encuentra la parroquia de San Cristóbal.
También vio que en otros lugares a los que asistían los clérigos, frailes y ermitaños se enseñaba a leer y a escribir a quienes querían aprenderlo. Y después de que Paullu Topa Inca se cristianizara y se vistiera en hábito español, lo mismo hicieron algunos indios, sus deudos y caciques principales. Mientras tanto, la corte de los incas de Vilcabamba, agotados por la guerra iniciaron negociaciones para lograr la paz.
Entre otras cosas, solicitaron inmunidad para los incas rebeldes, y la concesión de unas posesiones para su soberano Sayri Túpac, hijo de Manco Inca, cercanas al Cuzco. Las peticiones fueron aceptadas y el propio Paullu Inca fue a encontrarse con su sobrino para acompañarlo a la capital. Durante ese viaje enfermó y tuvo que regresar al Cuzco, días después murió. Era el año de 1549.
Incas hispanos, la flor y nata del Virreinato del Perú
Las crónicas hablan que, el Inca hispano, tuvo al menos una treintena de hijos ilegítimos reconocidos y se sospecha que hubo muchos más. Sin embargo, Paullu Inca tuvo dos hijos legítimos, Carlos Inquill Topa y Felipe Inquill Topa, fruto de la unión con su legítima esposa Doña Catalina. Carlos Inquill Topa, llamado Carlos Inca, sería el heredero del mayorazgo de su padre.
Carlos Inca fue condiscípulo en la escuela, del autor de «Los Comentarios Reales de los Incas», el Inca Garcilaso de la Vega, y llegó a ser escribano, hombre de a caballo, diestro en las armas y buen músico. Carlos Inca fue el único descendiente real inca criado con los hijos de los más prominentes españoles de la ciudad, descendientes de los conquistadores. Tuvo dos preceptores españoles que le enseñaron los clásicos y la música europea, siendo criado como un gentilhombre castellano de la época, como sostiene Manfredi Merluzzi.
Carlos Inca encarnó a los dos mundos, fue educado al modo hispano y participó en la vida política del Cuzco, asumiendo cargos y honores. A la muerte de su padre Paullu Inca, fue considerado como la cabeza de la sociedad indígena, incluso por los españoles que lo tuvieron en gran respeto y estima. Lo llamaban «Príncipe«, mantuvo un lugar privilegiado en las fiestas y ceremonias públicas y formó parte de la administración de Cuzco, integrándose a la nueva economía virreinal.
Se casó con una española, María de Esquivel Amarilla, natural de Trujillo, la misma tierra de Francisco Pizarro. Con María tuvo un hijo llamado Melchor Carlos Inca. Melchor fundó la parroquia Virgen de Guadalupe en Cuzco y mantuvo la capilla de San Cristóbal fundado por su padre Paullu. Mantuvo todos los privilegios de un noble, viviendo en el Palacio de Colcampata junto a su corte de siervos, administrando comercios de coca y arrendando mano de obra indígena en las minas de Potosí.
Se involucró en las actividades comerciales, acrecentando considerablemente su riqueza. Se descubrió que estuvo involucrado en el levantamiento de los mestizos en 1567 y en 1572 fue arrestado y sus bienes confiscados, por orden del Virrey Francisco de Toledo. El Rey de España intercedió personalmente y en 1574 fue absuelto de todos los cargos y pudo regresar al Cuzco, donde murió en 1582.
Su hijo Melchor Carlos Inca siguió los pasos de su padre en cuanto a la hispanización, su vida estuvo llena de privilegios, teniendo bajo su propiedad «Muchos caballos y mulas y otros aderezos necesarios para su ornato» como dice Amado González. Destacaba en fiestas y reuniones como una persona muy bien vista y estimada en Cuzco, siendo regidor perpetuo de esta ciudad y alférez real de los Incas. Viajó a España para solicitar donaciones a la corona. Melchor Carlos Inca fue condecorado con la Orden de Santiago. Sin embargo, en pocas generaciones el linaje oficial de Paullu Inca se acabó en sus descendientes.
Esos privilegios de vivir como nobles en la sociedad virreinal, también alcanzó a los herederos de Sayri Túpac, hijo de Manco Inca. Manco Inca tuvo tres hijos, Sayri Túpac, Titu Cusi Yupanqui y Túpac Amaru. En 1560, Sayri fue a entrevistarse con el Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, se hizo hispano y abrazó el catolicismo, se bautizó con el nombre de Diego, obtuvo propiedades, riquezas, y la localidad de Yoncai en Cuzco. Moriría al año siguiente.
La hija de Sayri Túpac, Beatriz Clara Coya, descendiente del Inca Huayna Cápac, se casó con Martín García de Loyola, familiar de San Ignacio de Loyola. De este matrimonio nació una única hija, Ana María Lorenza Sayri Túpac de Loyola, quien contrajo nupcias con Juan Enríquez de Borja, de la misma casa de San Francisco de Borja y por lo tanto, de la familia Borgia del papa Alejandro VI, y descendiente de los reyes de Castilla y Aragón.
Su hijo, Juan Enríquez de Borja Loyola Inca pertenecía a la línea de descendientes del rey Alfonso XI de Castilla, Juan II de Aragón, la casa de Borja, la casa Loyola y los Incas del Tahuantinsuyo. Sus títulos nobiliarios incluían el de Marqués de Oropesa, Marqués de Alcañices con grandeza de España (primera clase) y Señor de Loyola. Es decir, que la dinastía Hanan se emparentó en el tiempo con las familias del Papa Alejandro VI y San Ignacio de Loyola.
Su marquesado en Perú fue gobernado por la familia Chiguantopa Inga. La familia Chiguantopa Inga provenía de la panaca de Lloque Yupanqui. Cuando en el año 1812 murió Martina de la Paz Chiguantopa Coronilla Pumayalli Ñusta, cacica y gobernadora del pueblo de Colquepata y sus ayllus en el partido de Paucartambo, dejó en su testamento la descripción de «doce retratos de los Yngas de la familia que estuvieron en el Corredor».
Estos cuadros pasaron al Museo Inka de Cuzco, y entre ellos se encuentra el cuadro de Luis Chiguantopa, Alonso Chiguantopa Inga y Marcos Chiguantopa Inga. Estos dos últimos fueron caciques y principales de Guayllabamba y Colquepata. La vestimenta es una clara muestra del sincretismo entre las culturas andina y europea, en el que también destacan los elementos cristianos. En ellas se puede ver un cuadro de un andino portando su investidura de Inca y al mismo tiempo sosteniendo una cruz cristiana.
Reconocimiento de los Incas hispanos
Durante el periodo virreinal (mal llamado colonial), los nobles incas cooperaron con la administración española ocupando puestos políticos de relevancia, como alcaldías y alferazgos. Los caciques mantuvieron su posición de poder, sirviendo como nexo entre el Estado virreinal y el pueblo indígena; estos puestos eran hereditarios. A cambio, la corona española les reservó privilegios dignos de la alta nobleza europea.
El Rey mismo los llamaba «hermanos y altezas», a los descendientes directos del inca les concedió la condecoración del Toisón de Oro a perpetuidad, el derecho de presidir tribunales, concejos y cabildos en todos sus reinos, y a mantener una pequeña corte con sus consejeros. Los descendientes del inca podían hablar a nombre del Rey de España, tanto en América como en Europa.
Los Incas reconocieron a los reyes de España como sucesores del Inca, y España reconoció la autoridad del Inca. El rey Carlos V, al ser coronado tomó el título de XV Emperador del Perú, reconociendo a los XIV Incas anteriores (incluido Atahualpa) como reyes del Perú, y él su sucesor. España reconoció la nobleza Inca y a los hijos de los incas, los reconocieron a su vez como nobles.
Esta nobleza Inca fue la columna vertebral de los Andes, con autoridad, con riquezas, privilegios, con sus palacios, manejaron los principales negocios y vivieron como nobles. El rey de España los llamó hermanos y altezas, y estos reconocieron al Rey de España como un Inca. Por tanto, estos Incas, como sostienen algunos, no traicionaron a nadie ya que para ellos el rey de España era un Inca más.
Cuando Paullu Inca acudía a misa transportado en su litera, tanto los cusqueños como los españoles agachaban la cabeza a su paso, en reconocimiento de su autoridad. Su hijo Carlos era llamado y reconocido como Príncipe cuzqueño. Francisca Pizarro Yupanqui, hija de Francisco Pizarro y la princesa Inca, Inés Huaylas Yupanqui, vivió en España como parte de la nobleza y tenía su propio palacio en Trujillo.
Tras la muerte de Sayri Túpac, asumió como Inca de Vilcabamba, Titu Cusi Yupanqui. Titu hizo las paces con España, se bautizó y gobernó hasta su muerte en 1570. Le sucedería su hermano menor, Túpac Amaru, el que fuera el último Inca de Vilcabamba hasta 1572.
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