Después del desastre español de la Gran Armada en 1588 y de su homóloga inglesa, la Contraarmada en 1589, la guerra entre España e Inglaterra continúa. Y es que tradicionalmente no se ha contado demasiado de más allá de la fecha de 1588, cayendo la mayor parte de la contienda en el olvido.
Después de la destitución de Francis Drake como almirante de la marina inglesa por el descalabro ante La Coruña y Lisboa en 1589, la Armada española se repuso y pasó a la ofensiva, esta vez de la mano de nuevos oficiales que se encargaron en las campañas en el mar: Pedro de Zubiaur, Diego Brochero o Martín de Padilla fueron algunos de estos marinos. Baste decir que el gran Pedro de Zubiaur, con tan solo tres buques de guerra, apresó a catorce naves holandesas en las islas de Bayona en 1590, y dos años más tarde se lanzará al ataque de un convoy inglés de cuarenta y seis barcos con tan sólo cinco naves españolas, en aguas del golfo de Vizcaya, concluyendo el encuentro con otra victoria española, logrando apresar varios barcos enemigos. Sin embargo, los ingleses conseguirían sus victorias sobre los españoles.
En 1591 la reina Isabel de Inglaterra envió contra la Azores una flota de 22 buques de guerra liderados por el Revenge, uno de los principales navíos de la Royal Navy, que sería capturado por los españoles en los alrededores de la Isla de Flores, donde se desarrolló el combate, que acabó con la derrota de la expedición inglesa. Con todo, los ingleses también tuvieron sus éxitos por estas mismas fechas, de la mano de marinos como George Clyfford (duque de Cumberland) o el celebérrimo corsario Walter Raleigh (“Guatarral” para los españoles). Así, por ejemplo, el duque de Cumberland atacaría con éxito las Azores en 1589, donde hundiría una flota española, apresaría en 1592 la carraca española Madre de Deus, cargada con oro americano, para más tarde abordar y tomar un galeón español cerca de la Isla Faial (Azores).
Los éxitos de Cumberland sólo serían interrumpidos por su derrota en la batalla de las islas Berlengas en 1595. Con todo, llegaría a tener un último éxito en 1598, con un exitoso ataque sobre San Juan de Puerto Rico. Mientras los combates entre las armadas española e inglesa se recrudecían en todo el Atlántico, los Tercios españoles invadían Francia, que se encontraba inmersa en guerra civil (la última de las “Guerras de Religión”), para dar apoyo al bando católico que se enfrentaba al protestante Enrique IV de Francia. Los Tercios, por supuesto, contaron con el apoyo de la Armada española, que comenzó a actuar en el golfo de Vizcaya y el Canal de la Mancha cuando Inglaterra y las Provincias Unidas dieron su apoyo a los protestantes franceses.
La intervención de la Armada española permitió que los Tercios desembarcaran y tomaran la Bretaña francesa en 1593, a la vez que Don Pedro de Zubiaur derrotaba a la marina inglesa en la batalla de Blaye y que incluso desembarcaran en la propia Inglaterra en 1595, en Cornualles, donde 400 soldados españoles llevaron acabo una razzia. Esto demostraba el enorme control que los españoles poseían aún sobre las aguas, muy alejado del mito del fin del dominio español en 1588. Precisamente en ese mismo año de 1595, la reina Isabel I de Inglaterra rehabilitó a Sir Francis Drake en su rango de almirante seis años después de su desastre. El corsario-almirante tenía ahora una nueva labor: dirigir una expedición contra el Caribe español, exactamente igual que como había hecho años atrás en sus exitosos ataques a Santo Domingo y Cartagena de Indias.
Sin embargo, para el año de 1595 las cosas habían cambiado mucho: las defensas españolas en América se habían reforzado y las guarniciones estaban mucho mejor preparadas, para prevenir ataques como estos. Así, la expedición de Drake se estrelló contra las defensas españolas y contra los buques de guerra españoles que perseguían a la flota inglesa: el desastre comenzó con un fallido ataque a Canarias, para más tarde volver a ser batidos por los hispanos en Guadalupe y Puerto Rico (donde murió el corsario John Hawkings, compañero de Drake en todas sus aventuras). La culminación del desastre inglés llegaría frente a las costas de Panamá, donde una pequeña guarnición española de apenas cuatrocientos hombres resistió el desembarco inglés. No sólo eso, sino que para esos días Francis Drake moría de disentería en su buque insignia. Los restos de la expedición inglesa serían batidos una vez más por los españoles en las costas de Cuba antes de volver a Inglaterra.
La reina había perdido a dos de sus mejores “perros” en esta empresa, un golpe muy duro que no impidió que lanzase otra expedición contra el puerto español de Cádiz al año siguiente, 1596. Se puede decir que ese año hubo un intercambio de expediciones, pues mientras los ingleses atacaban Cádiz, Felipe II envió otra “Gran Armada” para invadir Inglaterra, que acabó en otro desastre por los temporales. Con todo, la expedición inglesa a Cádiz de 1596 se ha ganado su puesto en la Historia, pues la gigantesca flota inglesa de 150 buques (más grande que la Armada española de 1588) comandada por Lord Howard, después de ser rechazada en Lisboa por los 18 buques del almirante Diego Brochero, cayó con furia sobre el puerto que comunicaba España con América, devastando todo a su paso y hundiendo todos los buques que se encontraban en la bahía, aunque es cierto que entonces el puerto no contaba con defensas, el mismo defecto que había permitido a Drake saquear Cádiz en 1587. Un año después de este éxito inglés, las dos naciones volverían a lanzar expediciones navales la una contra la otra: Felipe II volvería a lanzar por tercera vez una armada contra las costas inglesas, que nuevamente sería disuelta por los temporales, a la vez que la reina Isabel I enviaba una colosal flota de 150 naves contra las Azores, con el objetivo de capturar la Flota de Indias.
Lo cierto es que la estrategia tenía fundamento pues España se encontraba en un momento muy delicado en cuanto a sus finanzas, más aún si tenemos en cuenta que el rey Felipe II había cancelado cuatro envíos de oro americanos por la fuerte actividad naval inglesa y holandesa en el Atlántico. Así, en la Flota de Indias de 1597, los galeones iban atiborrados de oro y plata, pues este envío era muy necesario para sanear las cuentas hispánicas. Si la monumental flota inglesa capturaba la flota de galeones, España se declararía en bancarrota. Sin embargo, los 43 galeones de la Flota de Indias (que no tenían noticia de la expedición inglesa) estaban comandados por el experto marino Juan Gutiérrez de Garibay, quien había sido capitán de uno de los buques de la Gran Armada de 1588 y había peleado contra la última expedición de Drake. Ascendido a almirante y encargado de la Flota de Indias, es probablemente uno de los mejores marinos que dio la Armada española en toda su Historia.
Llegados a las Azores, la flota del tesoro española conseguirá zafarse de los buques ingleses dentro del archipiélago durante meses, hasta conseguir romper la formación de los navíos enemigos con un ataque en cuña. La flota española escapó y consiguió llegar a puerto, mientras que la flota inglesa regresó con las manos vacías a Inglaterra después de perder varios barcos y muchos hombres. Concluían así los ataques con flotas gigantes que se habían sucedido por años. En el año de 1598 moría Felipe II, quien no acabaría la guerra contra Inglaterra. Será su hijo, Felipe III, quien se proponga asestar un golpe definitivo a la reina inglesa, desembarcando a los Tercios españoles en Irlanda, en el contexto de una rebelión de los nobles católicos en la isla. Las tropas españolas e irlandesas, que consiguen varios éxitos contra el ejército inglés, serán derrotadas en Kinsale en 1602. Sin embargo, y a pesar de no poder arrebatar la isla de Irlanda a la corona inglesa, la suerte de la guerra estaba echada: los españoles habían demostrado que su dominio en tierra y mar podía llevarles hasta las propias Islas Británicas, por lo que a la muerte de la reina Isabel I en 1604, el nuevo rey Jacobo I firmó la Paz de Londres con Felipe III, que venía a ratificar que España era la clara vencedora, aunque fuese un triunfo pírrico por la cantidad de desastres españoles que se sucedieron.
BIBLIOGRAFÍA
- Martínez Laínez, F. (2012): Pisando fuerte: los Tercios de España y el Camino Español. Madrid: Editorial Edaf S.A.
- Rodríguez González, A. R. (2006): Victorias por mar de los españoles. Madrid: Sekotia.
- Rodríguez González, A. R. (2013): Otras victorias por mar de los españoles. Madrid: Sekotia.