La historia de esta pequeña isla artificial creada a poco más de seis millas náuticas (11,5 km) de la costa italiana del Adriático parece un guion de película. Sin embargo, todo lo que os vamos a contar de la Isla de las Rosas es real y sucedió allá por los años 60 del siglo pasado.
Resulta que estuvimos viendo en casa una película italiana, de las típicas que hay en Netflix, titulada La increíble historia de la Isla de las Rosas. Es una entretenida película de cómo un ingeniero algo rarito se empeña en construir un país independiente junto a varios amigos. Para ello sitúa una plataforma de 400 metros fuera de las aguas jurisdiccionales de Italia, en el mar Adriático. El tipo viaja hasta Estrasburgo para que las Naciones Unidas le reconozcan su país. Bien, una película un poco excéntrica y divertida… pero resulta que al final aparecen las fotos reales del suceso. La Isla de las Rosas existió realmente.
El ingeniero rarito
El personaje principal de esta historia es el ingeniero boloñés Giorgio Rosa, quién en 1958 se le ocurrió la brillante idea de construir una isla artificial. Durante 10 años estuvo la isla en construcción hasta que el 1 de mayo de 1968 se proclamó su independencia y Rosa fue nombrado presidente del nuevo estado. Ya hacía un año que se había abierto la isla al público, muchos italianos y turistas curiosos se acercaban a la pequeña plataforma donde se habían construido habitaciones y se pretendía levantar hasta cinco pisos. El agua dulce se sustraía de una acuífero que encontraron mediante perforación a 280 metros desde la superficie de la isla.
Un estado independiente: Esperanta Respubliko de la Insulo de la Rozoj
El primer ciudadano de la isla fue Pietro Biernardini, un navegante que naufragó en el Adriático y después de 8 horas en el mar, encontró la isla y se refugió en ella. Además del nombramiento del presidente, se creó toda una estructura de gobierno dividida en cinco departamentos: Presidencia, Finanzas, Industria y Comercio… La República de la Isla de las Rosas tuvo su propia bandera, su himno, su lema particular (Far crescere le rose sul mare, Crecen las rosas en el mar), su propia moneda (el Mill) y su propio servicio postal. También contó con lengua oficial: el Esperanto.
Un sueño efímero
Al gobierno italiano no le hizo mucha gracia que le plantaran una isla independiente cerca de sus aguas y con un tráfico fluido de embarcaciones que se acercaban a curiosear. La reacción fue rápida: al día siguiente de que se hiciera pública la declaración de independencia (el 24 de junio de 1968) varias embarcaciones de la policía italiana tomó la isla y la desalojaron. En agosto de ese mismo año se ordenó su demolición.
El presidente y creador de la pequeña república, Giorgio Rosa, presentó un recurso ante los tribunales e incluso apeló al Consejo de Europa, en Estrasburgo. Todo fue en vano, la Marina Italiana demolió la plataforma en febrero de 1969.
Un símbolo
Mayo del 68 fue un mes convulso para Europa, su espíritu llegó hasta la pequeña Isla de las Rosas, que se convirtió en un símbolo de libertad para muchos italianos. En 2009 el «presidente» de la república demolida, Giorgio Rosa, escribió un libro sobre su aventura y al poco tiempo se lanzó un documental bajo el título Isola delle Rose. Insulo de la Rozoj. Libertad da miedo. Recientemente en 2020 se estrenó la película que hemos comentado al principio, producida por Netflix y dirigida por Sydney Sibilia.
Aunque es un caso muy particular, existen en otras partes del mundo situaciones parecidas a la de la Isla de las Rosas. A este fenómeno de un pequeño estado independiente se le denomina micronaciones. Estas minúsculas realidades no pasan de ser experimentos de carácter técnico, social, puros actos de protesta o de diversión e incluso a veces tapaderas para cometer acciones ilegales.