Juana I, loca o víctima de la ambición de poder

La soberana más poderosa de la cristiandad, Juana de Trastámara y Trastámara, fue reina pero no reinó. Dicen que estaba loca pero ¿lo estaba? ¿Fue víctima de la ambición de poder de los hombres que controlaron su vida? Puede.

A la primera reina de España se la conoce como Juana La Loca. Vivió cuarenta y seis años encerrada, maltratada y sin apenas compañía; tiempo suficiente para enloquecer de verdad. Permaneció casi medio siglo incomunicada, sin relación con el mundo exterior, salvo pequeñas excepciones. Murió a los 76 años completamente sola, sin nadie de su familia que le acompañase en aquel trance. Sus últimos sueños fueron «visiones malignas» que le atormentaron en los últimos suspiros de vida. El trato inhumano y la falta de afecto que sufrió Juana desde su depresiva juventud fueron la causa de su grave demencia al final de sus días, según su confesor Francisco de Borja, a quien Juana le negó los sacramentos en su lecho de muerte. Muy pía nunca fue y en el final se comportó ¿coherente a como vivió su fe?  Juana I falleció un 12 de abril de 1555. Su cuerpo descansa en Granada junto al de su amado Felipe de Austria, culpable, o no, de su locura.

Juana de Trastámara y Trastámara, reina legítima de España.

Una relación enfermiza de pasión y celos con su marido le sume «en el abismo de la depresión y la demencia. La ambición de poder de los hombres que controlan su vida, padre, esposo e hijo, la convierten en su estorbo. Juana es la reina legítima; de ella emana el poder. Su estado mental, no obstante, le incapacita para toda responsabilidad de Estado. Por desgracia, será más útil a la dinastía y al reino evidenciar su demencia y encerrarla que ocuparse de su curación. A pesar de su cautiverio, el pueblo no olvida a Juana. Su historia conmueve sentimientos y la rodea de leyenda. Sólo aquellos que la tratan en la intimidad reconocen con asombro y tristeza su locura» (Reinas de España. Las Austrias. María José Rubio)

Inteligente, culta, encantadora, nerviosa, inquieta. A los cinco años Juana domina el latín y lee a autores clásicos como Virgilio y Séneca. El humanista Juan Luis Vives, que la conoció personalmente, elogió sus dotes, sus capacidades y su cultura. De pelo claro, ojos oscuros y mirada enigmática, fue la hija más bella de los Reyes Católicos, pero también la menos dócil. Quizás por ello nunca fue la favorita de su madre, Isabel, quien educó a sus hijos en una estricta obediencia a sus progenitores, y Juana se la saltó a la torera. La Católica nunca entendió el carácter complejo de aquella niña que se crió con normalidad, sin sufrir ningún tipo de trastorno mental. La ‘locura’ aparecerá después, cuando se enamora con 16 años de ‘el hermoso’ Felipe de Austria, uno de los príncipes europeos más codiciados de su época: guapo, galante y culto. ¿Quién no se habría obsesionado? Juana lo hizo. Y de qué manera. «La obsesión posesiva por el marido parece ser el rasgo común de las mujeres de esta dinastía», asegura la escritora María José Rubio. «Isabel la Católica sufrió mucho ante las continuas infidelidades de Fernando. Los arrebatos pasionales de la reina son bien sabidos en la Corte. Juana es testigo de la mortificación de su madre. Los celos también marcan su carácter; se convierten en el fatal propulsor de su desgarro personal y su deriva hacia la paranoia». Y no olvidemos a su abuela, Isabel de Portugal, encerrada en el castillo de Arévalo con el juicio perdido tras la muerte de su esposo. ¿Coincidencia?

Entre todos la mataron

La atracción física de la pareja fue evidente desde el mismo instante en que se encontraron cara a cara. Fue tan rápida como rápidos fueron los celos. La frialdad que recibió por parte de la corte borgoñona, las continuas infidelidades de su marido y su obsesión por él provocaron los primeros cambios en su carácter: melancólica, depresiva, solitaria, irascible, poco aseada. ¿Loca? El embajador español Gutierre Gómez de Fuensalida en correspondencia con el padre de Juana, Fernando el Católico, habla de disputas entre la pareja, de desaires, de discusiones acaloradas, incluso llegando a las manos, pero justifica ese comportamiento debido al maltrato que había sufrido ‘la terrible’ como se la conocía en la corte flamenca. Pero, ¿sabía Juana lo que hacía? Según uno de los médicos de Felipe el Hermoso, no. Y esto era un problema porque tras la muerte de Isabel la Católica, la corona de Castilla recayó en ella, siempre que Juana pudiera o quisiera gobernarla, tal y como había dispuesto su madre en el testamento. En caso contrario la regencia recaería en manos de su padre que ya había hecho circular «el mal de la cabeza» que padecía su hija y que, según él, le impedía gobernar por lo que había que encerrarla. Juana no gritó ante aquello pero sí su esposo, y donde dijo digo, dijo Diego. La futura reina de España no podía estar loca porque si lo admitía se quedaba sin trono; él, claro. Y fue así como el hermoso señor llegó a decir: «de su retraimiento y algún siniestro que ha tomado después de que vino a España, a mí me pesa más que a nadie, y esto es celos, como parece y es verdad». La jugada de poder no fue más allá porque el joven príncipe falleció poco después. Y entonces sí, Juana perdió la razón, la razón de vivir.

Representación de los Reyes Católicos, progenitores de Juana La Loca.

Tras la muerte de Felipe el Hermoso a Juana no le importaría ya nadie, ni reino, ni hijos, ni familia, ni ella misma. Ni siente ni padece. Ni siquiera el frío que tuvo que soportar ella y su séquito en el traslado, en pleno mes de diciembre, del féretro de su marido por las tierras de Castilla. De noche, bajo el terrible frío castellano, abriendo el ataúd para ver a su marido cada vez que paraba la comitiva… Juana se mostraba «completamente demente». Su duelo debió de ser insoportable. En 1509 Fernando el Católico la recluyó en Tordesillas y ahí fue encerrada y maltratada más de media vida.

Tras el duelo por su marido ¿perdió el juicio? Durante esos años siempre supo quién era, la reina. Nunca lo olvidó. En las escasas ocasiones en las que su hijo, Carlos I, la visitó en Tordesillas (pasó nueve años sin ir a verla) siempre le aludía como ‘el príncipe’ porque «yo solo soy la reyna» ( La reina doña Juana la Loca. Antonio Rodríguez Villa). Durante la revuelta comunera de 1520, parece ser que Juana se mostró lúcida e inteligente. Nada que ver con la mujer demente que creían los comuneros que se iban a encontrar, visión que tanto Fernando el Católico como Carlos I, padre e hijo, difundieron por toda España. No son pocos los historiadores que basándose en las descripciones de los comuneros sobre la reina hayan puesto en evidencia su hipotética locura y hayan llegado a la conclusión de que ésta fue transitoria y motivada por la muerte de su marido, de su madre, de su hermana… todas ellas acontecidas en un breve espacio de tiempo. Tras la muerte de Isabel la Católica, según el historiador Joseph Pérez, ciertos sectores de la sociedad castellana «estaban convencidos de que tanto Felipe el Hermoso como Fernando el Católico apartaron a la reina para quedarse solos en el poder». En el siglo XIX, el erudito alemán Bergenroth afirmó que Juana no estaba loca, aunque sí creía que era un poco rara de carácter. El historiador español, Antonio Rodríguez Villa, opinaba también que no estaba demente sino que padecía «abulia, falta de voluntad y cierta debilidad mental». Sin embargo ante estas tesis de negación de la locura de Juana aparecieron sus detractores. La locura de Juana la justifican aludiendo a su carácter esquizofrénico, que empeoró debido a su reclusión y aislamiento. El historiador Manuel Fernández Álvarez asegura que «más que loca, Juana fue una mujer desventurada, acorralada y prisionera del Estado, víctima de las circunstancias y de la ambición de poder de su marido primero, de su padre después y, por fin, de su propio hijo».

Juana I fue considerada reina de Castilla desde 1504 hasta 1555. Los documentos oficiales llevan su nombre hasta 1516 en los que aparece también la firma de su hijo Carlos I. En 1506 gobernó en nombre de Juana su marido, después su padre, luego el Cardenal Cisneros y finalmente, su hijo. ¿Qué destino hubiera tenido España y Europa si Juana I hubiera reinado? ¿Por qué la controvertida locura de Juana fue un impedimento para que gobernara y no lo fue la locura clara y manifiesta de otros reyes españoles a lo largo de la historia? ¿Por ser mujer? ¡Qué locura!

Referencias:

  • Enfermedad de los Reyes de España. Los Austrias. Pedro Gargantilla.
  • Reinas de España. Las Austrias. María José Rubio.
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