Habitualmente se cae en el clásico error de juzgar la historia con la mirada y el pensamiento actual. Raro es la persona que no lo haga. Este pensamiento es absolutamente equivocado y sobre todo simplista. Con esto no se quiere decir que cada persona no haga juicios de valor o etiquete los hechos históricos. Por supuesto que todo el mundo es absolutamente libre de pensar lo que quiera sobre un momento histórico o un acto determinado. Buscamos demostrar que juzgar a la ligera desde la altura de los tiempos hechos o actos producidos décadas, siglos o milenios atrás debe estar acompañado de una mirada crítica, aséptica y por encima de todo cercana al momento del que se pretende opinar.
Con los ejemplos que se van a poner a lo largo del artículo se busca argumentar y simplificar la lectura del mismo y por encima de todo no se justifica ninguno. Un ejemplo muy ilustrativo para comprender de lo que se está hablando es la esclavitud. Este ejemplo es el idóneo ya que el comercio de esclavos y todo lo que lo rodea ha sido y es una constante a lo largo de la historia de la humanidad. La pregunta tradicional respecto a este tema es ¿Por qué ha podido existir la esclavitud? ¿Es que no les daba pena tratar así a la gente? A lo que rápidamente surge la respuesta obvia y poco profunda respecto a su análisis. Vayamos a Roma para ilustrar mejor el ejemplo. Lo primero de todo es quitarse los ojos del siglo XXI e introducirse en el pensamiento de un romano o romana del momento. Debemos pensar que para Roma la esclavitud era necesaria e indispensable para sustentar la República y el Imperio, ahí por ejemplo tenemos una respuesta. Alguien tenía que trabajar y sustentar Roma y estos eran en gran medida los esclavos.
«Es un error grave mirar al pasado con los ojos del presente.»
Arturo Pérez-Reverte
Avancemos unos cuantos siglos hasta la Edad Media, concretamente hasta las cruzadas. Aquí aparece la pregunta ¿Cómo pudieron hacer la guerra en nombre de la religión? Volvemos al tema que antes nos ocupaba, olvidémonos de la respuesta fácil y tratemos de profundizar un poco más. Da lo mismo en quién pensemos, si un templario o un soldado musulmán, hay que tratar de introducirse en su pensamiento, en el contexto religioso y político que les rodeaba, en las guerras geopolíticas para poder entender su situación. Nos tenemos que empapar del mundo de esas personas, quitarnos el antifaz de la contemporaneidad y así podremos entender de una manera más profunda la cuestión.
Por desgracia, el análisis histórico está plagado de prejuicios, tanto negativos como positivos. Nuestra función como historiadores o aficionados a la historia es generar un pensamiento crítico sustentado y profusamente argumentado. La Historia al no ser una ciencia exacta genera diferentes puntos de vista, todos perfectamente válidos cuando estén correctamente argumentados. Se debe tratar de abandonar las pasiones internas y los sentimientos más primarios.
Una vez abandonados todos los clichés y juicios de valor podremos comprender verdaderamente la historia. Los argumentos vacuos y simplistas no conducen nada más que a respuestas sin ningún tipo de valor. Sólo el estudio pormenorizado y la comprensión del momento que se pretende analizar y juzgar nos conducen al verdadero análisis crítico y válido. Pretender comprender la historia a través de una mirada actual supone una enorme falla.