Entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943, tuvo lugar el enfrentamiento bélico entre la Unión Soviética y el III Reich alemán junto a sus aliados por el control de Stalingrado. La conquista de la ciudad del Volga se contempló dentro de la llamada ‘Operación Azul’, cuyo objetivo principal era el acceso a los pozos petrolíferos del Cáucaso. A pesar de llegar a controlar casi toda la ciudad, una gran contraofensiva soviética permitió el embolsamiento del 6º ejército alemán y su rendición final.
Antecedentes
A principios de 1941, tan solo Reino Unido resistía al III Reich. Al suspender de forma definitiva la ‘Operación León Marino’ contra Gran Bretaña, Adolf Hitler decidió cambiar de objetivo. Su proyecto personal pasaba por convertir el gigantesco territorio de la Unión Soviética en una colonia de poblamiento alemán según la ‘teoría del espacio vital’ o Lebensraum. Para ello, el führer lanzó la Operación Barbarroja contra la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 rompiendo definitivamente el Pacto de no agresión, firmado en agosto de 1939. El ejército alemán además estaba acompañado por tropas procedentes de una coalición de países alineados con el III Reich, bastante peor equipadas y entrenadas.
Plenamente convencido de la inferioridad racial de los pueblos eslavos, Hitler consideraba que la conquista de tan vasto territorio culminaría antes de la llegada del invierno. Sin embargo, para diciembre de 1941, los planes no se estaban desarrollando de acuerdo a lo previsto. Leningrado y Sebastopol seguían resistiendo y la ofensiva para capturar Moscú había fracasado en último término. El Alto Mando Soviético había conseguido desplegar suficientes unidades de reserva, comandadas por Georgi Zhúkov. Tras este fiasco, Hitler decidió entonces lanzar la llamada ‘Operación Azul‘. Dicha operación consistía en dirigirse hacia los pozos petrolíferos del Cáucaso, debido a la acuciante escasez de petróleo que aquejaba al III Reich.
Operación Azul: camino hacia Stalingrado
El 1 de junio de 1942, Hitler y el mariscal Fedor von Bock presentaron la llamada ‘Operación Azul’, bajo la dirección del Grupo de Ejércitos Sur. En un principio, solo se contemplaba avanzar hacia el Cáucaso. No obstante, durante el desarrollo de dicha operación se dividió el Grupo de Ejércitos Sur en dos: el grupo de Ejércitos A fue el encargado de dirigirse hasta Bakú en el Cáucaso, mientras que el Grupo de Ejércitos B conquistaría la ciudad de Stalingrado, a orillas del río Volga. Éste último grupo estaba a su vez formado por el 6º ejército alemán al mando de Friedrich Paulus, acompañado del 4º ejército alemán Panzer de Hermann Hoth. Esta peculiar estrategia de dividir objetivos sin refuerzos externos mientras tenía lugar la misma ofensiva militar, fue bastante frecuente en los planes del führer.
Se ha dicho reiteradamente que la ciudad de Stalingrado poseía una potente industria militar, un importante puerto fluvial a través del río Volga, además de ser el nudo ferroviario principal entre Moscú, el Mar Negro y el Cáucaso. No obstante, el verdadero valor para Hitler residía en su nombre, pues era la ‘ciudad de Stalin’. A pesar de que los soviéticos habían descubierto los planes de la Operación Azul, Stalin estaba convencido que el verdadero objetivo seguía siendo Moscú. El 28 de junio, se lanzó la ofensiva alemana sobre Vorónezh. Ante la creciente impaciencia de Hitler, se acordó desviar parte del 4º ejército Panzer hacia el sur para tratar de capturar al mismo tiempo Stalingrado y el Cáucaso. No obstante, esta táctica resultó ser un completo fiasco.
Ofensiva alemana sobre Stalingrado
Ante la caída de Rostov del Don el 24 de julio, Stalin ordenó que no se evacuara Stalingrado para que el Ejército Rojo resistiera con más ímpetu. Otra orden dictada por el líder soviético fue la prohibición de rendición a cualquier precio: la famosa orden nº 227 (‘Ni un paso atrás’). Un hecho fundamental para reforzar al ejército soviético fue la movilización de las mujeres en el frente, al contrario que en el ejército alemán. El 23 de agosto de 1942, empezaron los primeros bombardeos sobre la ciudad del Volga. Hitler repensó erróneamente sus objetivos y en vez de concentrar toda su fuerza en el Cáucaso, trató de convencerse a sí mismo de que una conquista de Stalingrado le granjearía una gran victoria simbólica contra su archienemigo Stalin. El 1 de septiembre empezaron a llegar las primeras unidades blindadas alemanas a la ciudad.
El mariscal soviético Zhúkov llegó a la ciudad el 29 de agosto. El 12 de septiembre, Zhúkov destituyó a Anton Lopatin, comandante del 62º ejército soviético, por considerarlo demasiado cobarde. En su lugar, nombró a Vasili Chuikov, mucho más decidido y dispuesto a ‘defender Stalingrado o morir en el intento’. Una de sus medidas fue reforzar la defensa antiaérea, llevada a cabo por mujeres. También retiró la mayor parte de la artillería a la orilla oriental del Volga con el objetivo de destruir las comunicaciones alemanas en la retaguardia. Además utilizaría a los letales francotiradores, entre los que destacó Vasili Záitsev (en total se adjudicó 242 bajas, contando con 11 francotiradores). Friedrich Paulus estaba preocupado por los flancos de su ejército, pues estaban defendidos por unidades italianas, rumanas y húngaras, las cuales carecían de armamento pesado. Sin embargo, Hitler seguía confiado en el inminente colapso del ejército soviético.
En los primeros combates a principios de septiembre, cayó el teniente Rubén Ruiz Ibárruri, hijo de la Pasionaria. El 14 de septiembre tuvo lugar el primer asalto alemán a la ciudad. Stalin recurrió a la 13ª División de Fusileros de Guardia al mando de Alexander Rodimtsev, veterano de la batalla de Guadalajara, para evitar que los alemanes dominaran el Volga. Este cuerpo, junto con la 8ª Fuerza Aérea Soviética, fue clave para ayudar al 62º Ejército Soviético. En el campo de batalla, los soldados alemanes estaban sometidos a una presión constante debido a las frecuentes emboscadas y a los francotiradores. La lucha era barrio por barrio, casa por casa (‘Rattenkrieg’ o ‘guerra de ratas’). La atmósfera de Stalingrado se estaba cubriendo de podredumbre por la acumulación de cadáveres de ambos bandos. El 27 de septiembre tuvo lugar otra ofensiva alemana cerca de las míticas fábricas Octubre Rojo y Barricady, dejándolas inservibles. Para el mes de octubre, el ejército alemán había conseguido controlar el 80 % de la ciudad además de las mencionadas fábricas. A pesar de las múltiples bajas soviéticas, los alemanes se encontraban al borde de su capacidad ofensiva debido a la escasez en su línea de abastecimientos.
Operación Urano: contraataque soviético
En octubre de 1942, Hitler se dio cuenta de que no sería posible la toma de Stalingrado en otoño. El invierno se estaba acercando. Las condiciones meteorológicas para llevar a cabo la conquista de la ciudad empeoraban sin remedio. Por si fuera poco, epidemias como la disentería, el tifus, y la fiebre paratifoidea provocaban estragos entre los combatientes. A finales de octubre, a través del testimonio de prisioneros, el ejército alemán era consciente de una gran contraofensiva soviética para reconquistar Stalingrado, la llamada Operación Urano. El general Friedrich Paulus decidió proteger sus flancos mediante unidades rumanas, mucho peor equipadas que las alemanas. Stalin había movilizado más de 1.000.000 hombres para llevar a cabo su plan de reconquista. Dicho plan consistía en realizar una hábil maniobra de pinza para dejar completamente rodeado al 6º ejército alemán, atacándolo por sus flancos norte y sur donde sus unidades eran más débiles. El duro invierno dejó la ciudad sumida en un manto blanco y con temperaturas que rondaban los -18º C.
El 19 de noviembre de 1942, 3500 cañones soviéticos comenzaron a disparar sobre las líneas enemigas más débiles. El III y IV Cuerpos rumanos fueron arrasados por T-34 soviéticos, ya que no disponían de suficiente material antitanque. El 6º ejército alemán subestimó el ataque soviético hasta que fue demasiado tarde. Después de esta ofensiva, el ejército de Paulus quedó encerrado en Stalingrado con unos 250.000 hombres. El Alto Mando Alemán trató de retirar el grueso del 6º ejército por el sudoeste hacia el río Don para evitar el desastre. Sin embargo, Hitler exigió resistir en la ciudad conquistada a cualquier precio. Debido a las vagas promesas de Hermann Goering, Hitler pensaba erróneamente que el ejército alemán aún podría seguir resistiendo estableciendo un puente aéreo con la ayuda de la Luftwaffe.
Para el 24 de noviembre, Stalingrado se encontraba bajo asedio soviético. Fuertes tempestades de nieve impidieron a la Luftwaffe enviar los suministros prometidos a las tropas acorraladas por los soviéticos. Además, el aeródromo de Pitomnik bajo control alemán era atacado constantemente. A principios de diciembre, empezaron las primeras bajas por inanición. Stalingrado se había convertido en un caldero (‘Der Kessel’) para los alemanes. No disponían de agua o alimentos suficientes y sufrían epidemias con temperaturas polares. La orden de Hitler era clara: ni retroceder, ni rendirse. Una leve esperanza cundió en el cercado ejército cuando el general von Manstein acudió en su ayuda al mando del Grupo de Ejércitos del Don. Este rescate se conoció como ‘Operación Tormenta de Invierno’ y tuvo lugar el 12 de diciembre. Sin embargo, dicho contingente de refuerzo fue repelido por otro contraataque soviético, la Operación Pequeña Saturno. De esta manera, se impidió socorrer al ejército de Paulus.
Rendición final
El aeródromo de Pitomnik fue tomado por los soviéticos el 16 de enero. Tras este revés, el ejército alemán hubo de utilizar el improvisado aeródromo de Gumrak, mucho más pequeño y en pésimas condiciones, que acabaría cayendo el día 22. A partir de este punto, las provisiones caían en paracaídas pero rara vez conseguían llegar a su destino. Friedrich Paulus pronto se dio cuenta de que para Hitler la vida de sus soldados no tenía la menor importancia. El 30 de enero, fue ascendido a mariscal de campo. Para sorpresa de Paulus, dicho ascenso fue acompañado con una nota animándole a sacrificar hasta el último hombre. Hasta ese momento, ningún mariscal de campo alemán había sido capturado por el enemigo. Las tropas alemanas se encontraban exhaustas y desmoralizadas. El intenso frío, la escasez de víveres, las epidemias y las acometidas soviéticas diezmaban a las menguantes tropas de Paulus. Finalmente el 31 de enero, Paulus se rendía con un ejército de 91.000 hombres (de ellos solo 5.000 lograrían sobrevivir al final de la guerra), desobedeciendo a Hitler. La rendición se hizo oficial el día 2 de febrero. A pesar de ello, unos 11.000 soldados alemanes seguirían combatiendo por su cuenta. A principios de marzo los soviéticos acabarían con los últimos focos de resistencia.
Trascendencia de la batalla
La batalla de Stalingrado supuso un punto de inflexión en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Con unas bajas estimadas de más de dos millones de personas entre soldados de ambos bandos y civiles soviéticos, dicha batalla es considerada como la más sangrienta de la Historia de la humanidad. La derrota del 6º ejército alemán venía a confirmar lo que ya muchos altos mandos militares sospechaban, el hecho de la incapacidad logística para abastecer y mantener un frente extendido desde el Mar Negro hasta el Océano Ártico. Más tarde, tendría lugar la última ofensiva del III Reich en territorio soviético en la batalla de Kursk entre julio y agosto de 1943. Sin embargo, dicha ofensiva hubo de suspenderse por el reciente desembarco aliado en Sicilia. Tras estos fracasos, algunos oficiales tenían la opinión de que Hitler les estaba llevando al más absoluto desastre, conspirando contra él en el atentado fallido el 20 de julio de 1944, durante la Operación Valquiria.
Las consecuencias para el III Reich fueron devastadoras. Stalingrado fue el punto más oriental jamás alcanzado, además se había perdido al 6º ejército por completo y a parte del 4º. Las pérdidas fueron tan grandes para la Wehrmacht que ya no podría seguir avanzando en el Frente Oriental. Por otro lado, la total aniquilación de los ejércitos aliados del Eje provocó fricciones entre el III Reich y sus países satélites. Después de esta simbólica batalla, la ciudad de Stalingrado recibiría el título de Ciudad Heroica. La Unión Soviética quedaría engrandecida ante esta heroica victoria, que además inspiró al resto de los aliados. El rey Jorge VI de Inglaterra le regalaría a la ciudad una espada forjada en su honor. El verdadero artífice de la victoria fue Vasili Chuikov aunque Zhúkov también se la quiso adjudicar. El mariscal Paulus lograría sobrevivir a la guerra y una vez liberado de los soviéticos, regresó a la RDA. En 1957 fallecería después de padecer parálisis bulbar progresiva.
Daños estimados
El III Reich y sus aliados tuvieron unas 823.533 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. Alemania perdió 263.614 hombres, además alrededor de 91.545 fueron hechos prisioneros, Rumanía tuvo 158.854 bajas, Hungría 143.000 e Italia 114.520. También perdieron unos 900 aviones, 1.666 tanques y unas 6.000 piezas de artillería.
Por otra parte, la Unión Soviética tuvo 1.429.619 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos. Entre ellos, alrededor de 300.000 se debieron a civiles soviéticos. Además fueron destruidos 2.769 aviones, 4.341 tanques y 15.728 piezas de artillería.
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