¿Existían las profecías en Europa durante la Edad Moderna? ¿Qué grado de influencia llegaron a tener en la sociedad del siglo XVI? Vamos a acercarnos a la figura de Lucrecia de León, quien protagonizó la serie de profecías más documentada de la historia de España.
¿Quién fue Lucrecia de León?
Lucrecia de León nació en Madrid (no se sabe si en 1567 o en 1568) en una familia medianamente acomodada. Tuvo escaso acceso a la educación, lo cual era algo normal para las mujeres de aquella época.
Pronto comenzó a mostrar una capacidad extraña que le permitía recordar todo lo que soñaba haciendo así que, a pesar de la oposición de su padre, contara a todo aquel dispuesto a pagarla, cualquier cosa sobre sus sueños. Poco después ingresó en la corte de Felipe II, en el servicio de la reina. Sin embargo, esas mismas profecías y sueños provocaron su caída al ser juzgada por la Inquisición.
Los sueños de Lucrecia
Los sueños de Lucrecia tienen un fuerte elemento autobiográfico, así, en ellos se muestra una visión de forma breve de sus actividades diarias. La importancia de estos sueños se encontraba, básicamente, en la crítica social y política a la España de Felipe II, apareciendo este monarca en los sueños de Lucrecia como el origen de todos los males que existían en el país: la corrupción de la Iglesia, la enorme cantidad de impuestos que el pueblo pagaba, la falta de justicia para los pobres o la escasa defensa nacional. La crítica era muy importante, ya que Felipe II, de acuerdo con la filosofía práctica que regulaba las relaciones de poder en la Edad Moderna, se debía de comportar como un buen padre de familia. Así, el rey debía de gobernar de forma prudente su casa, es decir, su reino.
Lucrecia presagia la derrota de la Armada Invencible antes de que partiera, diciendo que esto supondría la pérdida y la destrucción del reino. Llega, incluso, a predecir la muerte de Felipe II, la sucesión de su hijo Felipe III y su posterior muerte, además de la extinción de la rama de los Austrias y la llegada de una nueva monarquía.
Los sueños coinciden con ciertos desacuerdos que en el seno de la familia de Lucrecia se tenía sobre el rumbo político que estaba tomando la Monarquía. Era común que en su casa se hablara mal del rey criticando, sobre todo, el enorme gasto de dinero que suponían las guerras inútiles en las cuales se participaba. También era objeto de crítica la forma en la que Felipe II malgastaba ese mismo dinero dentro de sus jardines y lujos mientras que la población se moría de hambre. Por ello, Lucrecia creció teniendo un sentimiento de indignación hacia el monarca lo que, sin duda, influyó en sus visiones.
¿Cuándo se produjeron estos sueños?
De acuerdo con lo que señaló Ana Ordoñez (la madre de Lucrecia), los sueños comenzaron a los siete años. Esto lo corroboraría una vecina que indicó que estos empezarían cuando Lucrecia tuvo uso de razón. Sin embargo, la misma Lucrecia declaró que comenzaron cuando ella ya tenía dieciséis años de edad. Su padre, por el contrario, afirmó que su primer sueño profético fue a los 12 años.
Por tanto, no está claro el momento exacto de la vida de Lucrecia en el que comenzaron estos sueños. Sin embargo sí se sabe que, entre sus primeros sueños, destacó uno en el que, a pesar de no estar relacionado con el rey, hizo saltar todas las alarmas sobre sus poderes. Fue capaz de predecir la muerte de su vecina.
Este sueño le costó una buena reprimenda a Lucrecia por parte de su padre. Este temía que estos sueños pudieran poner en un gran peligro a toda la familia ante el Santo Oficio.
Lo que sí se sabe es que, conforme Lucrecia crecía, los sueños aumentaban y su deseo de comunicárselos a otros también. Gracias a esto, se produjo el comienzo de su carrera profética.
Carrera Profética
El hecho ocurrió a principios del mes de septiembre de 1587, momento en el que Juan de Tebes, que era pariente de Ana Ordoñez, pasó por la casa con el fin de charlar. Este se interesó en gran medida por los sueños de Lucrecia. Tras oírlos se los contó a su señor, don Alonso de Mendoza, el cual comenzó a frecuentar su casa. En estas reuniones Lucrecia le trasmitió su miedo a ser condenada por el Santo Oficio, si bien, don Alonso la convenció de que los sueños eran incluso positivos para la Monarquía, ya que anticipaban situaciones.
Sin embargo, el 6 de diciembre de 1587, en el sueño de Lucrecia, ésta ve a un hombre encadenado que se cree que sería Piedrola (soldado-profeta con el que ya había soñado anteriormente y el cual había sido detenido por la Inquisición el día 18 de septiembre de ese mismo año). En este sueño, a Lucrecia le decían: “Mira cómo cuentas las cosas, ya ves que está Piedrola preso”. Sin embargo, Lucrecia no hizo caso a este consejo.
No obstante, con el paso del tiempo, los sueños fueron decayendo. Se cree que esto se debió a una enfermedad que Lucrecia tuvo en 1588. Esta enfermedad, aparte de ser física, también se basaba en una depresión provocada por la decisión del vicario de llevar a cabo su arresto domiciliario. Esto no mejoraría hasta el otoño de 1589, que es cuando los sueños se registran con un mayor aumento. Finalmente, en mayo de 1590 sería detenida.
Detención por la Santa Inquisición
El primer encuentro que tuvo Lucrecia con las autoridades fue en febrero de 1588 como causa de la publicidad que ella y sus sueños habían ya logrado. Así, esto llegó a oídos de los principales consejeros del rey y se cree que fue uno de ellos, Diego de Chaves, quien afirmaba que Lucrecia merecía ser castigada por lo que interrogó a familiares y amigos, llevando a cabo su retención el 13 de febrero. De esta averiguación se concluyó que los sueños no eran divinos y que se los había inventado con fines políticos. Sin embargo, finalmente, se liberó a Lucrecia debido a los múltiples esfuerzos de Mendoza por demostrar su inocencia.
No obstante, sus sueños se cumplían. Ante esto, Lucrecia comenzó a ganar un número mayor de seguidores que se reflejó en un culto creado en torno a ella.
Lucrecia no fue en ningún momento silenciada, por lo que sus sueños continuaron siendo públicos hasta que en 1590 los consejeros más cercanos al rey decidieron que era ya hora de callarla. El encargado de hacerlo fue Juan Ortiz de Salvatierra, que era uno de los comisarios de la Inquisición en Madrid. Ortiz de Salvatierra comenzó interrogando a los criados de la casa de Lucrecia consiguiendo una gran información.
Posteriormente, interrogó al propio Mendoza y, finalmente, a Lucrecia. El día 31 de mayo se encerró a todos los sospechosos en la cárcel de la Inquisición de Toledo. Con su detención finalizaba la carrera profética de Lucrecia y su fama, pero no sus sueños, debido a que éstos continuaron en la cárcel.
Lucrecia apareció, por vez primera, ante la Inquisición el 4 de junio de 1590. En su primera declaración pretendió mostrar la figura de una joven inocente que había sido víctima de dos teólogos. Sin embargo, el resto de los acusados mostraron versiones muy distintas de los hechos. Estos declararon que los sueños siempre fueron un conjunto de mentiras.
Finalmente, y tras la interrogación de todos los oficiales y prisioneros que habían estado en contacto con Lucrecia, el 7 de diciembre de 1591, se la condujo a la denominada “cámara de tormento”. No se sabe si aquí fue torturada o no, pero lo cierto es que, como cabía esperar, ella acabó declarando que los sueños se los inventaba. Sin embargo, esto no ayudó mucho porque volvieron a acusarla de mentir. Su último sueño registrado tuvo lugar el 18 de abril de 1590.
Bibliografía
Kagan, R. (1991). Los sueños de Lucrecia: Política y profecía en la España del siglo XVI, traducción Francisco Carpio, 2ª. Edición, San Sebastián, Nerea, 2005.
María V. Jordán Arroyo. (2007). Soñar la historia: riesgo, creatividad y religión en las profecías de Lucrecia de León: Siglo XXI.
Merino, J.M. (2010). Las visiones de Lucrecia. Barcelona: Alfaguara.