Desde la prehistoria, el ser humano ha tenido afán por coleccionar objetos. Algunos investigadores sitúan el primer indicio de colección junto a los restos de un neandertal encontrados en una cueva de Montpellier, al lado del cual se encontraron una serie de minerales. Tras él, pocos han sido los hombres que no se han maravillado por las singularidades de la naturaleza.
Mecenas y reyes se han asombrado durante años por el exotismo de los animales, las plantas y las piedras que representaban, para ellos, la riqueza del mundo y eran un símbolo de poder. Ejemplo de ello es el rinoceronte que le regalaron al rey D. Manuel I (que acabó siendo pintado por Durero), o el elefante de Luis XIV. Asimismo, Ptolomeo I, general al servicio de Alejandro Magno, fundó en Alejandría el Museion, que se convirtió en cuna cultural:
…Se trataba de un lugar privilegiado, en el que se reunía todo lo concerniente al saber y la investigación, pero donde había al tiempo un parque zoológico, salas de disección, múltiples jardines, pórticos, exedras, estatuas…es decir, todo lo que se necesitaba para el estudio o discusión en un ambiente selecto y agradable…
Calvo Serraller (1996)
El origen del concepto de colección puede relacionarse con la idea de sacrificio: la renuncia al valor útil de las cosas y de los seres, que se presentaban como un ofrecimiento al más allá. Los tributos entraban en una esfera de lo trascendente, que se presentaba en un contexto ritual a la vista del pueblo.
Así, en el medievo surgen los denominados tesoros medievales, protomuseos que se formaban de bienes, reliquias o trofeos; objetos que se consideraban singulares, que se habían acumulado a lo largo del tiempo y que se presentaban como inaccesibles. No respondían a una intención clasificadora, ni tampoco a un principio estético, sino que se almacenaban por su significado espiritual, simbólico y mágico, amén de servir como depósitos de riqueza y poder. Una trascendencia elevada les vinculaba al poder creador divino; eran, según María Bolaños, la “compensación metafísica de las inseguridades de la vida material”.
Y en los tesoros ya se coleccionaban los exotica y los naturalia; objetos “exóticos” procedentes de la naturaleza a los que se les daba, en ocasiones, un origen fantástico, como las mandrágoras, los olifantes, los cuernos de unicornio, las lenguas de culebra, los huevos de avestruz e incluso restos de gigantes. No menos interesante es, a este respecto, el atractivo que en esta época existía por “lo monstruoso”: objetos paganos vinculados a la imaginería de Oriente que se integraban en el lenguaje cristiano. Así, lo grotesco se integra en la cultura eclesiástica y caballeresca. A este respecto, las famosas Etimologías de Isidoro de Sevilla inspirarán, junto a fuentes como el anónimo Physiologus, los bestiarios, y consagran al monstruo como prodigio cristiano y como interpretación alegórica del mundo.
La colección humanística del Renacimiento
El humanismo renacentista cambia la significación del coleccionismo. Una nueva concepción del yo, acompañada de una naciente necesidad de privacidad emerge en estas épocas. La estancia en el calor del hogar se concibe ahora como la representación de la individualidad y ésta promueve el goce estético, el gusto. Además, la aparición de la imprenta permite la lectura en silencio, gracias a la cual el hombre interior se cultiva.
En consecuencia, la idea de tesoro se transforma por la de colección. La acumulación indiscriminada de riquezas y bienes se torna ahora en un deseo por la apreciación estética, intelectual, hedonista y no trascendente. Se sustituye la posesión por la contemplación, en aras de responder a una nueva necesidad de intimidad personal.
Y es también en el siglo XVI cuando, gracias a los primeros viajes de exploración, nuevos objetos aparecieron en las colecciones europeas, tales como plumas de aves exóticas, adornos indígenas, semillas, frutos, plantas, orfebrerías, tejidos, animales, tapices, piedras, conchas, pieles, perfumes, mandíbulas de serpiente, cocos, ídolos, máscaras… Los viajes a nuevos mundos abrieron a los ojos renacentistas la puerta a un mundo infinito que ensanchaba los límites de la imaginación y el conocimiento.
Studioli: privacidad y refugio intelectual
En la Italia del Renacimiento los palacios de la alta alcurnia incluían, a veces, una pequeña habitación que albergaba una colección y se concebía como el refugio intelectual de su dueño. Estaba ligado a la vita contemplativa y era un lugar de privilegiada privacidad; una cámara de retiro destinada a la actividad intelectual, a la reflexión. Su origen se sitúa en los estudios de la Antigüedad y en el oratorio del santo o clérigo en sus celdas y, como explica María Bolaños, solían estar decorados y amueblados con emblemas, blasones, iniciales, escribanías, nichos, pupitres, cofres… En ellos, el lugar destinado al príncipe representaba su dominio sobre el universo. Mauriès, por su parte, explicaba que el studiolo buscaba la armonía universal sobre una serie de relaciones entre Dios, el hombre y la naturaleza.
En España, las colecciones de Carlos V se podían inscribir en el concepto del Studiolo. Poseía un sinfín de objetos en varios lugares. Gustaba de cultivar la rareza y los exotismos americanos (como el tesoro de Moctezuma que le regaló Hernán Cortés en 1519). Cuando abdica y se retira al monasterio de Yuste, se lleva consigo sus bienes más preciados y le da a su colección una dimensión apartada y reflexiva que responde a la conceptualización de la “vida quieta”.
Wunderkammer: las cámaras de maravillas
Los gabinetes y studioli son la matriz de las Kunst und Wunderkammern. Estas cámaras de arte y maravillas proliferaron durante el siglo XVI por toda Europa y fueron fruto de la cultura enciclopédica; símbolo y metáfora de la vida intelectual, del saber y del manierismo europeo y también del poder. Se conformaban en torno a las correspondencias entre objetos que, en ocasiones, distaban mucho unos de los otros, pero se regían por el discordia concors. John Locke comparaba estos espacios con la creación del intelecto humano: las ideas se introducían en un vacío mental, se nombraban, se caracterizaban y se estructuraban, dando lugar a un discurso.
En estas cámaras se encontraban todos aquellos objetos, plantas, animales y minerales raros que llegaban de las cuatro esquinas del mundo; especímenes desconocidos que ampliaban el conocimiento del mundo. El criterio de selección del objeto se basaba su capacidad de representar una parcela del conocimiento, pues se buscaba la universalidad, aunque, en su génesis, parten de la excepcionalidad. La colección se construye en la ambición, la variedad y el caos y busca maravillar a su espectador con los misterios de lo desconocido.
Así, las cámaras de maravillas eran una especie de microcosmos ecléctico, usado en ocasiones para el aprendizaje de los príncipes y nobles –vemos en ellas un especial protagonismo de los autómatas, juguetes, teatros móviles, entre otros objetos–, y repleto de objetos curiosos o exóticos del mundo del arte o del mundo de la naturaleza e, incluso, objetos híbridos a medio camino entre lo natural y lo artificial.
Uno de los primeros tratados sobre la organización ideal de las cámaras fue el Inscriptiones vel tituli Theatri amplissimi (1565), del médico flamenco Samuel Quiccheberg. Este tratado propone dividir el gabinete en 5 secciones y con él aparece la idea de sistematización que se escapa de la divinidad del tesoro:
- Una sección asociada a la identidad del fundador. En ella están representados árboles genealógicos, tablas históricas, retratos de familia y de personajes muy cercanos, mapas geográficos generales y especiales, en particular los relacionados con los dominios del fundador.
- Artificialia, donde había antigüedades, estatuas, medallas, orfebrería, marfiles y artesanías.
- Naturalia, donde se coleccionaban curiosidades de los tres reinos de la naturaleza: Animalia, Vegetalia y Mineralia.
- Ars mecchanicae, es decir, productos de artes mecánicas (instrumentos musicales, quirúrgicos, astronómicos, herramientas, máquinas…)
- Destinada a la pintura y disciplinas afines, como dibujos o grabados.
Otra categoría no incluida aquí era la de los Mirabilia, que englobaba todo lo extraño o digno de admiración.
Estas cámaras se convertían en auténticos rincones de lo maravilloso; estaban impregnadas de arte, ocultismo, alquimia y superstición, y en ellas se podía ver, incluso, fetos siameses conservados en formol o animales míticos como sirenas disecadas. Bolaños expresa su simbología así: “la monstruosidad del mundo natural legitima la creencia de que la naturaleza no produce solo formas ordenadas, y así la ambigüedad de las leyes naturales”. Por ello, algunos monarcas mostraban predilección por los animales pequeños y “repugnantes” (sierpes, sabandijas, culebras…). Un ejemplo de esto lo encontramos en Felipe II, que hizo de la cámara de El Escorial un theatrum totale, donde cristalizaban sus inquietudes en colecciones manieristas de carácter oculto y subjetivo que apaciguaban su enfermedad melancólica. Allí, el escenario privilegiado era la librería, refugio del misántropo que veía en ella un lugar para aislarse del mundo y, a su vez, un lugar que le otorgaba el poder del conocimiento, del pensamiento infinito, del tiempo y de la superioridad intelectual sobre la naturaleza.
En ocasiones las cámaras de las maravillas se ubicaban junto a las bibliotecas, o se creaban bibliotecas cerca de ellas, creándose, así, auténticos centros científicos (aunque en ocasiones algo sensacionalistas). Gracias a ellas, algunas disciplinas se desarrollaron mucho, puesto que resultaba mucho más fácil estudiarlas en un lugar en el que se compilaban tanto ejemplares como bibliografía.
De las colecciones de la segunda mitad del XVI, seguramente la más famosa sea la manierista cámara de Rodolfo II, en Praga, por su ambición y por su perfume español. También destacan cámaras como la de Margarita de Austria en Melchen, Jacob de Wilde, Levinus Vincent o Nicolas Chevalier en los Países Bajos, Ferdinando Cospi, Francesco Calzolari, Ferrante Imperanto, Athanasius Kircher o Ulisse Aldovandri en Italia, Tradescant y Elias Ashmole en Reino Unido o una de las más reconocidas del entorno español: la del oscense Vincencio Juan Lastanosa.
El modelo de las cámaras de las maravillas se fue sustituyendo progresivamente desde comienzos del siglo XIX, dado que muchas colecciones de contenido universal se reordenaron y dieron lugar a museos de carácter monográfico que respondían al concepto de museo moderno. Sin embargo, estos inicios son fundamentales para comprender el afán coleccionista de hombre moderno y sus extravagancias siguen hoy maravillando a cualquiera que se adentre en los relatos que las describen.
Referencias:
- Historia de los museos en España. María Bolaños, 2008. Ed. Trea
- Todo lo raro y hermoso. Las «cámaras de maravillas», pervivencia estética y museográfica del modelo. Alberto Castán y Delia Sagaste
- De los antiguos gabinetes de maravillas a los museos de ciencias naturales en vanguardia. El MNH de Tenerife, Fátima Hernández Martín. 2014
- Museos y colecciones de Historia Natural. Investigación, educación y difusión. Antonio González Bueno y Alfredo Baratas Díaz (Eds.) Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Segunda época, Tomo XI, año 2013
- Wunderkammer o sobre la posibilidad de un museo microcósmico. Candela Potente (UBA)
- Gabinetes de Curiosidades, La bitácora de Humboldt. Manuel García http://labitacoradehumboldt.blogspot.com/2012/06/los-gabinetes-de-curiosidades.html
- La extravagante wunderkammer de Rodolfo II de Praga, un coleccionista apasionado, en http://masdearte.com/fuera-de-menu/la-extravagante-wunderkammer-de-rodolfo-ii-de-praga-un-coleccionista-apasionado/
- https://curiositas.org/
- Samuel von Quicheberg, Fernando López Barbosa http://emmgp.blogspot.com/2011/05/samuel-von-quicheberg_21.html
- El studiolo como centro del conocimiento científico en el renacimiento, Jesús Salas Álvarez. Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología. UCM, 2018
- Ganda, el rinoceronte de Durero. Harte con Hache. https://www.harteconhache.com/2014/06/ganda-el-rinoceronte-de-durero.html
- Petrus Gonsalvus y el síndrome de ambras. Historias de la medicina. https://arqueologiadelamedicina.com/2017/03/06/petrus-gonsalvus-y-el-sindrome-de-ambras/
- ¡Te devorará! En Agente provocador, http://www.agenteprovocador.es/publicaciones/2015/11/23/te-devorar
- Coleccionismo extravagante: “monstruos”, “fenómenos”, “portentos” y sus imágenes en las Cortes de la Edad Moderna. Coro Gutiérrez Pla Universidad Autónoma de Madrid http://digital.csic.es/bitstream/10261/129850/1/II%20Encuentro%20J.Investigadores_Madrid_2014_p.0783-0801_Guti%C3%A9rrez_Pla.pdf