Las vacunas ¿sabemos realmente lo que son?

Se estima que las vacunas han salvado más de mil millones de personas desde su creación, y según la Organización Mundial de la Salud (OMS) nos ahorran 2,5 millones de muertes anuales. Se trata de la mayor apuesta de la humanidad para dar punto final a la pandemia de la COVID-19. Pero, ¿sabemos realmente qué es una vacuna? ¿Qué tipos de vacunas existen? ¿Qué es la inmunidad de rebaño de la que tanto se oye hablar?

Figura 0: Preparación de una jeringuilla para inocular una vacuna.

Las vacunas son medicamentos que contienen compuestos necesarios para generar una respuesta inmunitaria capaz de prevenir la infección de uno o varios patógenos. Éstas pueden generar dos tipos de respuestas: las humorales y las celulares. La primera hace referencia a la producción de anticuerpos y la segunda a la eliminación de células infectadas para evitar la propagación del virus.

  Una buena vacuna debe cumplir los siguientes 3 criterios: ser segura, los efectos secundarios deben ser mínimos y, por supuesto, no provocar la enfermedad que intentan evitar; ser eficaces, deben ser capaces de prevenir la enfermedad a corto (fuerte respuesta inmune) y largo plazo (memoria inmune); asequible, deben tener un coste asumible en fabricación y transporte.

Tipos de Vacunas

  Las vacunas existentes podemos clasificarlas en 4 grandes categorías: vacunas basadas en organismos inactivos, basadas en organismos atenuados, vacunas de macromoléculas y vacunas de ácidos nucleicos (ADN o ARN). En las siguientes líneas iremos desarrollando sus fundamentos, así como sus ventajas y desventajas.

 Vacunas de Organismos Inactivos

Se basan en la administración del propio patógeno inactivo (Figura 1) del que queremos prevenir la infección. Al ser desactivado, éste no es capaz de generar la enfermedad, pero el sistema inmune del individuo vacunado es capaz de “estudiar” el patógeno inactivado y generar una respuesta frente a él. Como ejemplo de una vacuna de este tipo tenemos la vacuna de la polio.

Una de las desventajas de este tipo de vacunas es que requieren incluir compuestos químicos denominados adyuvantes que “simulen” que el patógeno está vivo y cause daño, de lo contrario el sistema inmunitario no se despertaría y por tanto no nos inmunizaríamos. Pero también tienen ventajas, y es que son fáciles de producir y almacenar y además son muy seguras. Pero no son tan efectivas como otras, por lo que suele ser necesaria la administración de más de una dosis.

Figura 1: Fundamento de las vacunas basadas en organismos inactivados, en este caso un virus. El virus inactivado inoculado por la vacuna es incapaz de generar la enfermedad, pero sí de entrenar al sistema inmune en el reconocimiento del patógeno original. A menudo también se denominan vacunas basadas en organismos muertos, pero el termino podría considerarse inexacto, ya que técnicamente los virus nunca han estado vivos.
 Vacunas de Organismos Atenuados

Se basan en emplear una versión debilitada (atenuada) del patógeno. Esto hace que el virus sea fácilmente controlado por el sistema inmune y el individuo vacunado no desarrolle síntomas ni la enfermedad. Su virtud radica en que el patógeno, al estar vivo, se replica dentro de nuestro cuerpo simulando mejor una verdadera infección. Esto hace que la respuesta inmune generada sea más fuerte y duradera que usando organismos inactivos.

Figura 2: Fundamento de las vacunas basadas en organismos atenuados, en este caso un virus. El virus original es alterado mediante diversos procedimientos para dar lugar a una versión debilitada (atenuada) del virus.  No es capaz de causar la enfermedad, pero sí de despertar el sistema inmunológico y crear una respuesta suficiente como para dar protección al individuo vacunado.

Pero esa misma virtud puede convertirse en desventaja en individuos inmunocomprometidos, es decir, personas cuyo sistema inmune está debilitado y no es capaz de hacer frente a esta versión del virus, corriendo el riesgo de desarrollar síntomas. En esta categoría entrarían: niños con inmunodeficiencias, personas con VIH, o pacientes que toman inmunosupresores. Como ejemplo de este tipo de vacunas tenemos la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y parotiditis).

Vacunas de Macromoléculas

Como su nombre indica, en lugar de contener directamente el patógeno contiene grandes moléculas (macromoléculas) que forman parte de él. Estás moléculas por sí solas no son suficientes para provocar la enfermedad en el individuo al que se inoculan, pero sí para que su sistema inmunitario reconozca la amenaza, la estudie, y monte una respuesta en consecuencia. Como ejemplos de estas vacunas tenemos la vacuna del meningococo o la de la hepatitis B.

Entre sus ventajas está su estabilidad, fácil almacenamiento y gran seguridad. Por otro lado, como desventaja tenemos que su fabricación es más compleja, que requieren adyuvantes para hacerla realmente efectiva, y que suele ser necesaria más de una dosis.

Figura 3: Fundamento de las vacunas basadas en macromoléculas. En este caso con un antígeno vírico.
 Vacunas de Ácidos Nucleicos

Antes de explicar este tipo de vacunas debemos conocer cómo funciona el flujo de información en una célula. Brevemente, la célula, como si de una fábrica en miniatura se tratase, necesita instrucciones para funcionar (Figura 4). Esas instrucciones vienen escritas en el ADN, pero los obreros de la célula (los ribosomas) no son capaces de leerlo, y necesitan que sea traducido a un idioma que ellos entiendan; el ARN. Una vez tienen el ARN, los ribosomas se ponen a construir lo que sea que ponga en esas instrucciones; puede ser insulina (para regular niveles de azúcar), tubulina o actina (material de construcción para otras células), enzimas digestivas, etc.

Figura 4: Diagrama que muestra el flujo de información en la célula, usando una fábrica como símil. Las instrucciones se encuentran en el núcleo en forma de ADN, éstas se traducen a órdenes en forma de ARN para que los obreros de la fábrica (Ribosomas) sepan cómo fabricar el producto de las instrucciones, pues éstos no pueden leer el ADN de forma directa.

Así pues, estas vacunas son muy distintas a las anteriores: en lugar de inocular directamente un patógeno o fragmentos de este, en la vacuna se administra la “información” (en forma de ADN o ARN) para que nuestro organismo por sí mismo construya directamente fragmentos inertes e inofensivos del patógeno. Por ejemplo, en el caso de las vacunas para la COVID-19, la información que llevan todas las vacunas aprobadas hasta ahora es para la construcción de la espina del Sars-CoV2. Ésta es la “llave” que usa el virus para entrar a nuestras células, pero que de por sí sola no causa daño. (Figura 5).

Entonces, ¿en qué se diferencian todas las vacunas aprobadas? Grosso modo, difieren en el método que siguen para llevar la información a las células. Como el ADN y el ARN no pueden entrar directamente, estas vacunas requieren diversas estrategias. Por ejemplo, el ARN puede meterse en liposomas, que son gotitas de grasa (como las vacunas de Pfizer y Moderna para la COVID19); o en un vector viral, un virus que actuaría como cajita en la que se transportaría el ADN de interés (como las vacunas de AstraZeneca, Johnson&Johnson y Sputnik V para la COVID19).

  Figura 5: Vacunas basadas en ácidos nucleicos. Se inocula la información (ADN o ARN) para la producción de trocitos (antígenos) inofensivos del patógeno y despertar una respuesta frente a ellos. Estos ácidos nucleicos pueden hacerse llegar a las células por vectores virales (estrategia de AstraZeneca, Johnson&Johnson y Sputnik V con ADN para la COVID-19) o liposomas (estrategia de Pfizer y Moderna con RNA para la COVID-19).

Las ventajas y desventajas de estas vacunas dependen de la combinación del vehículo (liposoma o vector viral) y de la molécula empleada (ADN o RNA), y son complejas de explicar una por una, ya que también dependen de la perspectiva, si se mira desde la logística de distribución o características biológicas. Por ejemplo: El RNA es más inestable que el ADN y se degrada fácilmente, lo cual lo convierte en una desventaja para su almacenamiento y distribución, pero al mismo tiempo esta inestabilidad hace que sean más seguras ya que no duran mucho dentro del organismo y desaparecen rápidamente.

Por último, contrariamente a una idea que se ha extendido por la sociedad; no, las vacunas basadas en moléculas de ácidos nucleicos no pueden alterarnos genéticamente, para ello necesitarían incorporar compuestos que ya desarrollaremos en futuros artículos. Y sí, todas las aprobadas hasta ahora han respetado todos los procesos de evaluación y son seguras y eficaces en humanos.

Inmunidad de Rebaño

La vacunación no puede proteger a todos individuos de la población por dos razones: La vacunación no es 100% eficaz, cada persona es un mundo, habrá personas que pese haber sido vacunadas su sistema inmunológico no será capaz de desarrollar una respuesta inmune suficientemente fuerte como para otorgarle protección. Además, existen individuos que no pueden vacunarse por distintas razones y condiciones médicas. La salud de estas personas se basa en que el resto de las personas que las rodean estén vacunadas. Para poder infectarse, una persona debe exponerse al patógeno, sin exposición no hay infección. Este fenómeno se conoce como inmunidad de rebaño o grupo (figura 6).

   Figura 6: Efecto rebaño en la protección de individuos inmunocomprometidos. Escenarios: 1) En una sociedad no vacunada, y por tanto cuyos integrantes carecen de defensas frente a un patógeno, éste se extenderá rápidamente; 2) en una sociedad en la que la mayoría de los indivíduos no se vacunan, aunque de forma más lenta, la enfermedad sigue extendiéndose, llegando a enfermar individuos vulnerables; 3) en una sociedad en la que la cobertura de la vacunación es muy alta, un individuo enfermo es poco probable que transmita la enfermedad si todas las personas con las que interacciona son inmunes, quedando así pues protegidas las personas vulnerables.  Fuente: A. Pollard et al. Nature Reviews Immunology 2020 (modificada).

El porcentaje de vacunación mínimo necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño depende de la transmisibilidad (capacidad de contagiar) de cada patógeno. Para aquellas infecciones fácilmente transmisibles, el porcentaje es muy alto (sarampión >95% de cobertura) mientras que para aquellas con una baja transmisibilidad el porcentaje necesario es más bajo (rubeola <86%). Aunque los porcentajes para alcanzar el umbral parezcan muy altos, la buena noticia es que no es blanco o negro. Niveles de cobertura superiores al >30-40% pueden reflejarse en una menor transmisión del patógeno y hacer más segura una sociedad, especialmente si la cobertura alcanza a los individuos de riesgo, aquellos a los que enfermar puede suponerles un riesgo incluso vida, y de gran exposición al público, aquellos que por su contacto cercano con un gran número de personas son potenciales supercontagiadores.

La desaparición de las enfermedades

Hay enfermedades potencialmente mortales y otras que dejan grabes secuelas, evitarlas es el gran objetivo de la salud pública, y la vacunación es nuestra mejor arma. Gracias a ella la esperanza y calidad de vida ha aumentado, especialmente en la infancia (figura 7). La vacunación trae beneficios también a nivel económico. Además de suponer un gran ahorro para el gasto público, ya que no debe gastarse tanto dinero en tratamientos, una sociedad sana es una sociedad productiva. La prevención es la mejor cura, y la vacunación nos beneficia a todos.

Figura 7: El impacto de la introducción de la vacunación en el Reino Unido. El eje vertical número de casos notificados, en el horizontal el año, y las fechas negras indican el inicio de la campaña de vacunación. Según se observa la introducción de la vacunación causó un drástico descenso en el número de casos. *También es interesante observar el efecto de la bajada de la cobertura de inmunización, debido a una serie de dudas sembradas acerca de la seguridad de la vacuna por una minoría de médicos. Esto causó un repunte de casos (señalado en una caja roja). Fuente: A. Pollard et al. Nature Reviews Immunology 2020 (modificado).

El éxito de una campaña de vacunación depende de muchos factores. Uno de ellos es la capacidad de mutar, es decir, de cambiar y por tanto camuflarse, actuando como un virus nuevo para el que no hay defensas. Como ejemplo de ello tenemos el virus de la gripe. Éste, debido a su naturaleza, muta muy fácilmente lo cual hace necesaria la administración anual de vacunas. Otros virus sin embargo, no cambian tanto y una única administración suele ser suficiente, el caso del virus del sarampión por ejemplo. Otro factor importante es la existencia de reservorios, es decir, animales no-humanos capaces de infectarse y por tanto contener el patógeno. Así pues, la vacunación de humanos en ciertos casos no es suficiente para la completa erradicación de una enfermedad.

Imágenes

  • Figura 0: http://thecitizen.es/actualidad/vacunas
  • Figuras 6 – 7: A. Pollard et al. Nature Reviews Immunology 2020 (modificadas).
  • El resto de figuras son de elaboración propia gracias a la plataforma BioRender

Fuentes y bibliografía para saber más

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