Cuando Miguel López de Legazpi disfrutaba de su retiro dorado como exitoso funcionario, la Corona llamó a su puerta para una de las empresas más trascendentales de la historia: la conquista de Filipinas.
Vos Miguel Lopez de Legazpi Gobernador y General nombrado en nombre de su Magestad para el descubrimiento de las Yslas de Poniente… Hareis de tomar la posesion… en nombre de su Magª… con la solemnidad que requiere.
Instrucción de la Audiencia de Nueva España a Miguel López de Legazpi, 01/09/1564
Durante más de tres siglos, España y Filipinas surcaron el océano del tiempo bajo una misma bandera. Desde su descubrimiento y posterior conquista y poblamiento, Filipinas se convirtió -por su privilegiada situación geográfica- en un enclave de primer orden para la Corona. ¿El responsable? “El Adelantado” Miguel López de Legazpi.
Un hidalgo con carrera de funcionario
Nacido en el municipio guipuzcoano de Zumárraga hacia 1502, Legazpi fue uno de tantos hidalgos de familia acomodada que tejió su propio cursus honorum en la administración pública española. Su padre Juan de Legazpi fue un notorio soldado que luchó junto al Gran Capitán en Italia y al servicio del emperador Carlos V frenando la invasión francesa de Guipúzcoa (1521-1524), actos que valieron al cabeza de familia la alcaldía mayor de Areria. Sin embargo, a pesar del buen puesto de su padre y de la “felicissima” hacienda familiar, Miguel no podía aspirar a heredar bien alguno; era un segundón. Es por ello que en 1528, aprovechando su experiencia como escribano, se embarcó junto a fray Juan de Zumárraga rumbo a la Nueva España. Al franciscano le esperaba el Obispado mexicano, a estrenar; a Legazpi, con suerte, un puesto de funcionario mundano.
Instruido en burocracia y segundón de cuna, Legazpi emigró al Nuevo Mundo, donde ascendió social y económicamente
Pero Legazpi supo adaptarse con presteza y desenvolverse como pez en el agua. Ascendió política y socialmente desempeñando puestos muy notorios, comenzando por el Tribunal de la Inquisición novohispana, pasando por la secretaría del cabildo, la alcaldía del mismo y alcanzando la cúspide en un alto cargo de la Casa de la Moneda. Asimismo, el matrimonio con Isabel Garcés, hermana del primer obispo de Tlaxcala Juan Garcés (con quien tuvo 9 hijos), le valió para acrecentar su nombre y prestigio en el virreinato.
Conquistador por jubilación
Hacia 1564, cuando Legazpi frisaba los 62 años y era un reputado funcionario y hacendado que observaba reposadamente la vida desde su reciente viudedad, el virrey Luis de Velasco recibió una carta de Felipe II en la que aprobaba y apremiaba su expedición a las “Yslas de Poniente”. Y aunque fundar villa y poblar tan rico archipiélago era algo fundamental, “lo principal -recordaba el monarca- (era) saber la vuelta a la Nueva España”. Es decir, buscar el famoso Tornaviaje herrado por Ruy López de Villalobos y Álvaro Saavedra Cerón. Es por ello que, a la hora de planificar la expedición, el virrey Velasco se apoyó en el mejor marino que conocía: fray Andrés de Urdaneta.
En 1564, cuando tenía 62 años, Legazpi fue llamado a liderar la expedición de conquista de Filipinas. El virrey Velasco aseguraba que no había «persona más conveniente»
El viejo lobo de mar, ahora hermano agustino, se convirtió en el principal valedor de Miguel López de Legazpi, a quien propuso como cabeza de la empresa por ser “onrrado e virtuoso e de buenas costumbres e exemplo, de muy buen juicio e natural, cuerdo y reportado”. El virrey Velasco lo tenía muy claro: “No se ha podido elegir persona más conveniente”.
Una cláusula secreta para Andrés de Urdaneta
Pero Luis de Velasco no pudo ver realizada la empresa. El último día de agosto de 1564 las campanas de la Catedral de México tocaron a duelo por el alma del virrey novohispano en un solemne cortejo fúnebre del que el mismo Legazpi, pendón en mano, formó parte junto a algunos de sus hombres.
Su muerte no supuso ningún parón. La Audiencia prosiguió con sus funciones y la expedición a la “Espezieria” también. El 1 de septiembre de 1564, Legazpi recibió las instrucciones que la Real Audiencia le exige cumplir “por mandado de Su Magestad”. Unas instrucciones firmadas en secreto y a espaldas de Urdaneta, para esquivar las discrepancias entre el agustino y la Audiencia acerca de cuál era la ruta más correcta para llegar a las “Yslas de Luzón”.
Las instrucciones de la expedición fueron firmadas a espaldas de Andrés de Urdaneta por posibles discrepancias. El fraile era clave para encontrar «el tornaviaje» que conectara Filipinas con Nueva España
En las instrucciones se indicaba al Adelantado que partiría desde el “Puerto de la Navidad” (Jalisco) en calidad de Capitán General y Gobernador. Asimismo, la Audiencia le indicaba que el objetivo principal era dar con una ruta hacia las islas “Felipinas y otras.. que diz tienen también espezia” y “descubrir la Navegación de vuelta á la Nueva España” –el Tornaviaje– evitando “que no se contravenga el asiento que su Magª tiene tomado con el Serenisimo Rey de Portugal”, de acuerdo al Tratado de Zaragoza (1529) firmado por Carlos I de España y Juan III de Portugal.
Vituallas y tripulación
Para la misión se dispuso una recluta de “hasta trecientos, ó trecientos y cinqüenta hombres, entre soldados y marineros” y quedaba prohibido embarcar cualquier boca ociosa, ya fueran “yndios, ni yndias, negros, ni negras, ni mugeres”. Llevaría don Miguel, eso sí, cinco religiosos “de la orden del Bienaventurado San Agustín” -de la misma regla que Urdaneta- para hacer llegar la palabra de Dios a los naturales. Y ojo con cómo se comportaba el Adelantado con los frailes, porque habían de ser “bien tratados” y acomodados en “aposentos competentes” de acuerdo a la “qualidad que sus personas, religión y ábito merecen”.
Asimismo, debía comprometerse a sustentar como es debido la expedición, que nada debía faltar para tan azaroso viaje: “artillería mayor, menor, arcabuces, municiones, armas ofensivas y defensivas… cecinas, tocinos, vino, aceyte, vinagre, pescado, quesos y garbanzos”.
Legazpi debía comprometerse a sustentar personalmente la expedición y debía evitar embarcar «bocas ociosas». Tan sólo pudo embarcar marineros, soldados y frailes
Y aunque la Audiencia decía confiar en la prudencia y buen cuidado del Adelantado, por si las moscas, antes de su partida, “para que Dios Nuestro Señor ós dé buen viage, y encamine y alumbre”, los oidores ordenaron a Legazpi ofrecer una misa en pos del Espíritu Santo, amén de cumplir la premisa de hombre embarcado, hombre confesado y comulgado, que toda superstición era poca cuando tocaba echarse a la mar.
Así lo dispuso la Audiencia de Nueva España y así lo cumplió el Adelantado Miguel López de Legazpi. A lomos de su nao “Capitana”, el 21 de noviembre de 1564, el viejo conquistador ordenó izar velas con la mirada puesta en el horizonte del Pacífico.
Bibliografía:
José Andrés Álvaro Ocáriz, Presencia vasca en la Armada Española (II). Revista de Historia Naval, 2016.
Alzugaray y Aguirre, J.J. Vascos universales del siglo XVI. Encuentro, Madrid, 1988.
Sanz y Díaz, J. López de Legazpi, fundador de Manila, 1571-1971. Publicaciones Españolas,
Madrid, 1971.