Acertó Vladímir Ilích Uliánov cuando eligió por sobrenombre «Lenin». Era fácil de recordar y, mejor todavía, fácil de pronunciar en cualquier idioma. No es este un detalle menor. Cuando parecía condenado al olvido, incluso tachado de loco, solo él y un puñado de revolucionarios de larga trayectoria creyeron en la validez y el posterior triunfo de sus tesis; tesis que cambiarían para siempre el rumbo de la historia. ¿Para mejor? ¿Para peor? Antes de responder a la pregunta, se impone narrar, aunque sea resumidamente, la vida de Lenin. Comenzó el 22 de abril de 1870, fecha de su nacimiento, en la ciudad de Simbirsk, a orillas del Volga, en un hogar de la pequeña nobleza local y en un entorno bucólico que recordaría siempre con nostalgia.
Por Gonzalo Altozano.
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