Leonardo vs Miguel Ángel, rivalidad entre genios

A lo largo de la historia los enfrentamientos entre genios han sido una constante. Son muy famosas las disputas de Quevedo y Góngora, la competencia de Picasso y Matisse, y las rencillas de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Grandes obras han nacido de las complicadas relaciones entre los artistas, compitiendo e incluso inspirándose en el trabajo del rival. Vamos a adentrarnos en la competencia artística que hubo entre los dos genios del Renacimiento, Leonardo y Miguel Ángel.

Florencia, cuna del Renacimiento.

El lugar más propicio para la creatividad y el florecimiento del arte fue la Florencia del Quattrocento. Al impulsar el comercio, la ciudad se transformó en un centro financiero y en un hervidero de ideas. Aunque era una República, en la sombra gobernaba una familia de banqueros, los Médici, cuya figura más destacada fue Lorenzo el Magnífico. Fue un gran mecenas del arte y las letras, protegiendo a artistas como Botticelli. En este rico escenario, se formaron Leonardo y Miguel Ángel.

Leonardo da Vinci

Leonardo nació el 15 de abril de 1452 en las cercanías de Vinci. Es el prototipo de hombre del Renacimiento, genio universal cuya curiosidad infinita es proporcional a su capacidad de invención. Tocó todas las disciplinas: pintura, escultura, arquitectura, ingeniería, botánica, óptica, anatomía, y un largo etcétera.

Sus contemporáneos lo describen como un hombre de belleza y gracia llamativas. Tenía una larga cabellera de rizos de un rubio dorado, constitución atlética, una notable fuerza física y un porte elegante. Con el tiempo se dejó una barba que le “llegaba a la mitad del pecho y cuyos rizos llevaba siempre bien peinados”. Le gustaba vestir con túnicas coloridas, rosadas; era zurdo, ameno conversador, y le gustaba rodearse de amigos, discípulos y cortesanos para compartir e intercambiar ideas. Era amante de los animales, por lo que era vegetariano. Su homosexualidad la llevó con naturalidad, ya que convivió con sus parejas. Posiblemente sus contemporáneos le miraban como un ser extraño, misterioso y algo disperso, ya que tenía propensión a abandonar las obras sin terminarlas.  

Miguel Ángel Buonarroti

Miguel Ángel nació el 6 de marzo de 1475, 23 años después de Leonardo. Escultor, poeta, pintor y arquitecto, tenía una personalidad opuesta a Leonardo. De carácter solitario, orgulloso e irascible, vestía de forma austera y desaliñada, y rara vez se bañaba. Con un carácter pendenciero, una vez insultó al artista Pietro Torrigiano y éste le dio un puñetazo en la nariz, quedando desfigurada. Si le añadimos su rostro con la nariz torcida, su espalda encorvada y su aspecto desaliñado, nos podemos hacer una idea del contraste que hacía con el alto, guapo y elegante Leonardo.

Además tenía pocos amigos. Son famosas sus disputas y plantones al mismísimo Papa. Era un cristiano devoto. Probablemente su religiosidad hizo que se sintiera culpable de su homosexualidad y, al parecer, se autoimpuso el celibato. A quien le preguntaba si no sentía la necesidad de tener mujer e hijos respondía que se había casado con el arte y tenía por vástagos las obras.

Encuentro público en Florencia

Ha llegado hasta nosotros la siguiente anécdota de un enfrentamiento público entre ambos artistas: un día, Leonardo paseaba con un amigo por el centro de Florencia, cuando vieron a un pequeño grupo que discutía sobre un pasaje de Dante y le preguntaron su opinión. En ese momento, pasó Miguel Ángel, y Leonardo propuso que lo explicara él. Miguel Ángel se ofendió y le contestó: “Explícaselo tú, que hiciste un modelo de caballo para fundirlo y, para tu vergüenza, lo abandonaste.”

Miguel Ángel se refería al monumento ecuestre que Leonardo diseñó en Milán para la familia Sforza. El modelo de arcilla estuvo expuesto al público pero no llegó a hacerse ya que el bronce destinado al caballo se utilizó para hacer unos cañones para la guerra.  

Ésta escena iba a ser solo un aperitivo de lo que vendría después: el enfrentamiento (artístico) cara a cara de los dos artistas más famosos de Florencia.

Las batallas perdidas

El Gobierno de Florencia decide decorar la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoría, y en octubre de 1503 le encarga a Leonardo que pinte una de las paredes con una colosal escena de batalla. Será la Batalla de Anghiari, que conmemora la victoria en 1440 de Florencia sobre Milán.

El Consejo decide ir más allá y enfrentar a sus dos grandes artistas en una competición para ver quién era mejor, y a principios de 1504, le encarga a Miguel Ángel que pinte la pared de enfrente con otra batalla: la Batalla de Cascina, que tuvo lugar en 1364 entre Florencia y Pisa.

Toda Florencia aguardaba impaciente el desarrollo de sus bocetos. Leonardo ideó una fabulosa escena llena de movimiento con la irrupción en tropel de la infantería y su marcha a la carrera con el estandarte de los milaneses. Hay caos, brutalidad y movimiento. Esto es lo que opinó Giorgio Vasari (1511-1574), el gran crítico y biógrafo florentino, de la obra: “Es indescriptible el dibujo con el que Leonardo hizo los ropajes de los soldados […], sin contar la increíble maestría que mostró en las formas y lineamientos de los caballos, cuya bravura, músculos y elegante belleza consiguió hacer mejor que ningún otro maestro”.

Cuando el cartón preparatorio lo empieza a trasladar al fresco, nos cuenta también  Vasari, que “compuso una mezcla tan espesa para encolar la pared que, mientras seguía pintando en esa sala, empezó a chorrear [la pintura], de tal manera que en poco tiempo tuvo que abandonar la obra.”

Y es que intentó innovar probando nuevas técnicas y fracasó. Finalmente acabó abandonado el proyecto, del que solo se conoce gracias a las copias que hicieron sus contemporáneos.

No fue el único que fracasó en su empresa, ya que el proyecto de Miguel Ángel tampoco llegó a su terminación. Por su parte, Miguel Ángel plasmaba el momento en el que se alertaba a los soldados florentinos, que se encontraban bañándose en el Arno, de que el enemigo comenzaba a atacar, por lo que se ven obligados a regresar a la orilla a recoger la ropa. Este momento le da la excusa perfecta para pintar una serie de desnudos masculinos musculosos muy del gusto del artista florentino.

Así se refiere Vasari a la obra: “Los artistas se quedaron asombrados y subyugados al ver la perfección del arte que Miguel Ángel les mostraba en este cartón”.

En cambio, tras contemplar los desnudos de Miguel Ángel, Leonardo le llamó de manera despectiva “pintor anatómico”: “No deberías pintar todos los músculos de tus figuras de un modo patente […], de lo contrario, habrás imitado más un saco de nueces que una figura humana”.

Ambos artistas habían estudiado la anatomía humana diseccionando cadáveres, aunque los intereses de Miguel Ángel se dirigían sobretodo a la estructura óseo-muscular y los de Leonardo al sistema nervioso y circulatorio.

Miguel Ángel, que se consideraba escultor antes que pintor, dibujaba los contornos muy nítidos y bien definidos; sus figuras parecen esculturas. Leonardo en cambio usaba el sfumato difuminando los contornos y usando el claroscuro para dar sensación de tridimensionalidad a las figuras.

Fue la única vez que Leonardo y Miguel Ángel trabajaron juntos en un proyecto.

Sus estilos son claramente diferentes, así como sus personalidades, y su genio individual claramente reconocible. Ambos artistas intentaron superar la esencia del otro, en una lucha de egos que finalmente quedó en tablas al no concluir sus respectivas obras.

Estas dos escenas de batalla inacabadas resultaron ser dos de las pinturas desaparecidas más influyentes de la historia del arte. Permanecieron expuestas en Florencia hasta 1512 y los artistas jóvenes acudieron en tropel a verlas. Se convirtieron en la “escuela del mundo”, ya que fueron estudiadas y copiadas hasta que las dividieron en partes y se dispersaron.

Y es que en algo coincidían ambos genios: en abandonar algunos de los proyectos que empezaban. Miguel Ángel fue requerido por el Papa en Roma, y Leonardo marchó a Milán.

Dos genios universales

Miguel Ángel supuso la transformación de la escultura italiana del Cinquecento: su dominio incomparable de la anatomía, su inagotable imaginación para componer el cuerpo humano en variedad de posturas y gestos, dio lugar a sus contemporáneos a considerarle un ser superior e irrepetible.

Leonardo por su parte fue el mayor exponente del uomo universale, cultivando todas las ramas del saber. Todos sus estudios científicos los aplicaba luego a su arte.

Leonardo y Miguel Ángel dejaron un legado artístico incomparable y una fama mundial, que como dijo Vasari “no encontrarán nunca la muerte sus inmortales obras, cuya fama vivirá siempre gloriosamente mientras dure el mundo, […] a pesar de la envidia y a pesar de la muerte”.  

Genios y rivales, en sus enfrentamientos artísticos siempre salió ganando el Arte.  

Bibliografía

  • GOMBRICH, E.H., La Historia del Arte, Madrid: Debate, 1997.
  • ISAACSON, A., Leonardo da Vinci: la biografía, Barcelona: Debate, 2018.
  • VASARI, G., Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, Madrid: Cátedra, 2001.
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