La reliquia más codiciada de todos los tiempos es la copa que contuvo la sangre de Jesús de Nazaret.
En tiempos de las cruzadas se popularizó la moda de adquirir reliquias sagradas para coleccionarlas, exponerlas y afianzar el culto de la devota, dócil y cándida feligresía católica.
En el siglo XII el objeto más codiciado ya era el Santo Grial que, según cuenta la extraordinaria leyenda, José de Arimatea utilizó para recoger la sangre de Jesús de Nazaret en el Calvario en el momento de su crucifixión. Ese anhelado cáliz sería el mismo que usó Jesús en la Última Cena, es decir, el mismo que se utilizó para fundar el sacramento de la eucaristía. La sagrada reliquia albergó, por tanto, la sangre del Hijo de Dios moribundo y también la sangre convertida por la primera consagración de la especie del vino.
La sugerente tradición mítica narra que José de Arimatea fue encarcelado porque creyeron que se llevó el mismísimo cuerpo de Jesucristo, puesto que él era el propietario del famoso sepulcro. En prisión se le apareció el Resucitado y le desveló el Misterio del Grial, encomendándole su custodia. A partir de entonces, el Grial se convirtió en un símbolo de la Verdad divida revelada y de la vía de contacto directo con Dios. ¡La suerte de José no tiene parangón!
Una vez liberado, el abnegado José de Arimatea se dirigió a la costa francesa en el Mediterráneo y continuó su viaje evangelizador hasta las islas británicas. Sin embargo, el portador del Santo Grial no iba solo, pues lo acompañaban María Magdalena y Lázaro, entre otras personas como algunas madres de algunos apóstoles.
José de Arimatea se convirtió en el obispo de Glastonbury y conservó la valiosísima reliquia poseedora del “conocimiento secreto”. En su iglesia se dice que guardó el cáliz de Cristo, y ésta fue la primera iglesia británica en estar consagrada a la Virgen. Los elementos relacionados con el “arquetipo” femenino están ya emergiendo. Bron, el cuñado de José, fue el sucesor del obispo. Bron pasó a ser conocido como el “Rico Pescador” porque en cierta ocasión volvió a hacer el milagro de la multiplicación de los panes y los peces con el amparo del Santo Grial, por supuesto.
En tan temprano punto, la leyenda ya tiene divergencias. También se cuenta que el Grial se guardó en un castillo en el monte Muntsalvach (o Montsalvat o Monte de la Salvación) bajo la protección del Rey Pescador. En dicho fuerte se conservaban, además, la Lanza de Longino (o Lanza del destino o Lanza Sagrada) –con la que el soldado romano Longino atravesó el costado de Cristo crucificado y del cuerpo salió sangre y agua, por lo que el soldado se convirtió– y una bandeja, también sagrada, que sostuvo el pan en la Última Cena.
Las historias del mundo artúrico contribuyeron a la consolidación de la leyenda del Grial e impulsaron su búsqueda con sus maravillosas narraciones. Con seguridad, los primeros de la dinastía de la Casa de Plantagenet promovieron en el siglo XII los relatos del rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda. Se cree que la figura del legendario rey Arturo fue destacada por reyes normandos para su legitimidad política, basándose en un personaje del siglo V. Posteriormente, sucesivos escritores fueron retomando y añadiendo diversos elementos hasta conformarse un mundo literario de un pasado legendario en el que abundan los anacronismos y que junta la tradición cristiana con la céltica y la clásica.
En cierta ocasión, el Santo Grial se presentó ante los Caballeros de la Mesa Redonda e, incluso estando tapado por un velo, deslumbró a cada uno de los personajes que lo contemplaron. La milagrosa copa se desvaneció, pero los caballeros se comprometieron a buscarla. Sólo tres de ellos triunfaron en la sagrada empresa por designio divino: Perceval por su inocencia, Galahad por su pureza y Bors por su humildad. El fracaso de los restantes caballeros se debió a sus pecados. Por ejemplo, Gawain no entendió el carácter místico del cometido y Lancelot incurrió en adulterio por su relación con la reina Ginebra, la mujer de Arturo.
Otro autor importante en la tradición del Grial fue Chrétien de Troyes con su narración Perceval o el cuento del Grial. También contribuyeron Wolfram von Eschenbach y escritores de la Queste del Saint Graal.
El Grial se convirtió en el símbolo de la unión con Dios. Su posesión comportaría un momento místico en el que se revela un secreto oculto para las limitaciones humanas. La búsqueda del objeto sería, en realidad, un camino espiritual para la perfección interior: un recorrido ascético que hay que transitar para poder unirte a Dios.
Hay una infinidad de interpretaciones tanto del significado como de la historia del mito del Grial, cada cual más interesante que la anterior. Para algunos, el Grial alude a una armonía rota entre lo masculino y lo femenino. Para otros, representa una ruptura entre la Iglesia oficial del papado de san Pedro y otra Iglesia sereta de José de Arimatea y los herederos del título de Rey Pescador. Dicha Iglesia esotérica sería de tradición gnóstica, pues sus iniciados pretenden alcanzar la unión directa con lo divino por una ascensión en el conocimiento representada por el Grial. El conocimiento que desvela el Grial es el de la naturaleza divina, e implica la plenitud espiritual. Esta tradición tiene, a su vez, diversas ramificaciones como la de los Custodios del Santo Sepulcro cuyo legado iniciático llegó hasta los templarios.
Otra especulación, explotada hasta la saciedad por escritores contemporáneos, es aquella que considera que el secreto oculto del Grial es de naturaleza más bien mundana. Tan mundana es la cuestión, que consiste en que la verdadera portadora del Grial fue María Magdalena. Es más, el Grial no sería otra cosa que la sangre real de la descendencia de María Magdalena con Jesús, pues esta mujer –cuya dignidad ha sido vilipendiada por cierta tradición que la consideraba prostituta– habría sido la esposa de Cristo. María Magdalena, al llegar a Francia, transmitió este cáliz sanguíneo a linajes como la dinastía merovingia. El término Grial sería una derivación de las palabras sang real (sangre real).
Una leyenda añadida a la anterior es que el párroco Bérenger Saunière de Rennes-le-Château encontró documentos que demostraban dicho secreto histórico. El Péndulo de Foucault de Umberto Eco, es un libro muy recomendable para los haters de los temas esotéricos (últimamente tan en boga), pues supone una burla crítica de las teorías de la conspiración y de principios herméticos como el “todo está conectado”.
También es posible que el Grial sea un compendio de mitos o la figura en la que se han proyectado diversos símbolos relacionados con creencias de todo tipo. Los elementos más representativos del Grial son el vaso, la luz y la piedra. La forma del cuenco tiene muchos sentidos y es muy común en culturas de la antigüedad. El recipiente puede ser la matriz de la creación, aludiendo a un principio cosmológico y a la feminidad. Esto nos puede recordar a la vasija ritual del kykeón en los misterios eleusinos o al vaso del que bebía Dionisos. Su luminosidad podría estar relacionada con el conocimiento y la intervención divina. El Grial tambien se llegó a asociar con la también anhelada piedra filosofal.
La cuestión que sobreviene es obvia: ¿se ha encontrado el Santo Grial? Y si la respuesta es afirmativa, entonces ¿dónde está?
Son muchas las afanadas iglesias que declaran ser poseedoras de tan preciada reliquia. No sólo dicen tener el cáliz, sino el cáliz verdadero. El caso español más conocido es el de la catedral de Valencia. Sus devotos aseguran que en el siglo III, el papa Sixto II se lo dio al diácono Lorenzo, el cual lo llevó a su ciudad: Huesca. El obispo Auduberto tuvo que esconder el cáliz en el monasterio de San Juan de la Peña debido a la invasión musulmana de la península ibérica. El trajín del sagrado recipiente no paró hasta que en el período de Alfonso el Magnánimo como rey se dejó el Grial en la catedral de Valencia. Sin embargo, antes de su destino final, pasó por la Aljafería de Zaragoza por designio del rey Martín el Humano.
En Génova, en la catedral de San Lorenzo, se conserva otro Grial “real”: el sacro catino. La tradición cuenta que cruzados genoveses lo trajeron desde Tierra Santa. Por otro lado, en Glastonbury se encontró una bandeja de cristal de piedra que también reclama autenticidad. Otros griales famosos son el Cáliz de doña Urraca, la Copa de Santa Isabel o el Santo Grial de O´Cebreiro, entre otros.
En conclusión, son pocas las personas que no han oído hablar de la legendaria tradición del Santo Grial (algún famoso libro relativamente reciente de un tal Dan Brown ha contribuido a ello). Este objeto, como parte de la mitología cristiana y como símbolo que representa ideales humanos como la búsqueda y la perfección interior en el camino, se ha consolidado en el imaginario de civilizaciones y se ha mantenido a lo largo del tiempo.
Hay que diferenciar la religión cristiana de la mitología, las corrientes gnósticas y herméticas, la tradición popular y la creación literaria. Lo que no se puede negar es que el conjunto de representaciones, símbolos y significados que rodean al Grial y su búsqueda conforman un entramado verdaderamente sugerente que sobrepasa la dudosa verdad historiográfica, las cuestionables pretensiones de rigor intelectual y gnoseológico del esoterismo y las siempre complejas discusiones teológicas. Se trata de un mito que todos podemos disfrutar sin la necesidad de un compromiso férreo y fanático.
Bibliografía
Eco, U. El Péndulo de Foucault. Ed. DeBolsillo. 2013: Barcelona.
Eslava Galán, J. Templarios, griales, vírgenes negras y otros enigmas de la historia. Ed. Planeta. 2017: Barcelona.
Ibáñez Palomo, T. “El mundo artúrico y el ciclo del Grial”. Revista digital de iconografía medieval. N. 16, 2016, pp. 31-66.