Lucrecia Borgia, la ambición de una familia

Bella, delicada y atrayente, Lucrecia Borgia es uno de los personajes más controvertidos y enigmáticos del Renacimiento italiano. Perteneciente a la poderosa familia de los Borgia (Borja), su reputación se ha visto afectada por prejuicios, leyendas y rumores escabrosos que la han rodeado a lo largo de los siglos, en gran parte gracias a las acciones de su familia y a la política turbulenta de la época y el lugar en los que vivió. Utilizada mediante matrimonios concertados como un instrumento político en las ambiciones de su padre y hermanos, en la actualidad se considera que su figura es más matizable de lo que se creía, siendo ella una figura digna de estudio.

Flora. Obra de Bartolomeo Veneto (1520). Supuesto retrato de Lucrecia Borgia.

Antecedentes históricos. Los Borja

Lucrezia Borgia (o Lucrecia Borja) nació en la población italiana de Subiaco, próxima a la ciudad de Roma, el 18 de abril de 1480. Era el único vástago femenino de las relaciones amorosas e ilícitas del entonces cardenal español Rodrigo de Borja, futuro Papa Alejandro VI, y de su amante Vannozza Cattanei, dama de origen mantuano. Fue hermana de los también hijos bastardos de su padre con su amante: Juan (Giovanni), César (Cesare) y Jofre (Goffredo).

Localidad de Borja (Zaragoza), cuna de la familia homónima.

Los Borja eran una familia nobiliaria de origen aragonés, posteriormente asentados en Játiva, en el reino de Valencia, donde consiguieron establecerse dentro de la nobleza local. Con el correr del tiempo esta familia fue ligándose cada vez más a la Iglesia. En 1455 el cardenal y obispo de Valencia, Alfonso de Borja, había sido nombrado Papa con el nombre de Calixto III (1455-1458). Aunque su pontificado fue breve, durante el cual rehabilitó de su condena a Juana de Arco, la familia pudo establecerse definitivamente en Italia, siendo conocidos desde entonces mediante la italianización de su nombre, los Borgia.

Escudo de la familia Borja (Borgia).

A lo largo de esas décadas uno de los sobrinos del Santo Padre fallecido, Rodrigo, se estableció en la Ciudad Eterna y auspiciado por su tío, pudo comenzar a ascender dentro de la jerarquía eclesiástica como cardenal, teniendo un papel muy destacado en la elección de los Papas posteriores en los cónclaves del resto del siglo XV. Hombre de su tiempo, corrupto, intrigante, ambicioso por el poder político y espiritual, mediante sus conspiraciones y alianzas políticas buscó como objetivo máximo establecer una poderosa dinastía que perdurase.

Retrato de Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI. Obra de Cristofano dell’Altissimo (1550).

Libidinoso y depravado, gran amante de los placeres carnales, a pesar de su vedada condición clerical, tuvo múltiples amantes y varios hijos bastardos, en especial la que, en la práctica, sería su mujer, la citada Vannozza Cattanei. De sus relaciones pecaminosas con ella nacieron tres hijos varones (Juan, César, Jofré) y una hija (Lucrecia). Aun siendo los niños frutos del pecado, los cuatro fueron reconocidos oficialmente por el cardenal como sus propios hijos, encargándose de su cuidado y buscando desde entonces establecerlos como miembros de la nobleza romana.

Primeros años y Edad adulta. Instrumento político

Como cualquier dama del momento y de su alta condición social, Lucrecia Borgia creció en un ambiente acomodado en la Ciudad Eterna. Vivió junto a sus hermanos bajo la tutela de Adriana de Milà, una pariente de la familia, quien se encargó de la educación y formación de los vástagos del cardenal. Lucrecia fue instruida en las artes, las literatura, la música y la danza. Especialmente bella y esbelta, el rechazo de la nobleza romana a los niños por su condición de hijos ilegítimos de un eclesiástico, fortaleció la relación de los vástagos Borgia. Lucrecia estuvo así muy cercana sentimentalmente a sus hermanos, en especial a César.

Mapa de la península italiana a finales del siglo XV, comienzos del XVI.

Siendo aún muy joven, pero ya habiendo destacado en la corte romana, Rodrigo Borgia empezó a pensar en el futuro de su hija mediante un matrimonio que fortaleciese la posición familiar. En 1490, con apenas diez años de edad, el cardenal planeó casarla inicialmente con un noble aragonés, pariente de la familia, y posteriormente con otro noble siciliano. Ninguno de ambos acuerdos llegarían a fluctuarse, dada la poca relevancia de los candidatos y al cambio de las circunstancias políticas: en 1492, tras el fallecimiento del Pontífice Inocencio VIII, se produjo la subida al trono de San Pedro de su padre, siendo desde entonces conocido como el Papa Alejandro VI.

Primer matrimonio. Alianza con los Sforza

Instaurado en el poder papal, el Pontífice Borgia decidió acordar el matrimonio de su hija con Giovanni Sforza, señor de Pesaro y Gradara, miembro de la importante familia de los Sforza, soberanos del ducado de Milán. Esta alianza matrimonial con la poderosa dinastía del norte de la península fortalecería el control de los Borgia en la Italia central ante una inminente invasión de la península italiana por el rey Carlos VIII de Francia, hecho que desencadenó las Guerras italianas (1494-1559).

La boda se celebró en Roma en junio de 1493, teniendo Lucrecia trece años. Al parecer se mostró contraria a esta unión, dada la diferencia de edad y la cojera del prometido, una situación que se iría atenuando en los siguientes años, gracias al afecto mutuo de la pareja. Sin embargo, ya firmemente asentado su poder papal, la alianza de los Sforza con los invasores franceses provocó que el matrimonio de su hija tuviese un valor político muy escaso para el Papa. Alegando de forma calumniosa que el matrimonio no se había consumado y que Giovanni era impotente, en noviembre de 1497 se deshizo la unión conyugal, terminando así el primer matrimonio de Lucrecia Borgia. Giovanni Sforza, aireado por las calumnias, acusó por su parte al Papa y a su hijo César de mantener relaciones incestuosas con Lucrecia. Esta circunstancia daría pábulos para la posterior leyenda negra de la familia.

Supuesto retrato de Juan Borgia, duque de Gandía. Obra de Girolamo Marchesi (1500).

La presencia entre la familia de un recién nacido, Giovanni, conocido como el Infante Romano, cuya paternidad y maternidad no quedó entonces clara (ni a día de hoy siquiera), ya que pudo haber sido hijo de Alejandro, de César y/o de Lucrecia, dio más pábulos a los rumores. Para colmo de males, ese mismo año (junio de 1497), se produjo el asesinato de Juan Borgia, duque de Gandía, hijo primogénito y favorito del Santo Padre. Encontrado su cadáver en el río Tíber, se rumoreó que podría haber sido obra de la familia de los Orsini, enemiga acérrima de los Borgia, o de su propio hermano César, celoso por la vida militar de Juan que él ansiaba, puesto que César, como segundogénito, había sido destinado a la vida eclesiástica. Sea como sea, el asesinato conmocionó a la familia, incluida Lucrecia.

Segundo matrimonio. Alianza napolitana

Rotas las relaciones de los Borgia con los Sforza, ahora eran los españoles, asentados desde hace tiempo en los reinos meridionales de Nápoles y Sicilia, los que empezaban a despuntar como los mejores aliados para el Papa y los intereses de la familia Borgia, uniéndose a esto su origen hispano y su buena relación con los Reyes Católicos. Así las cosas, se concertó el nuevo enlace de Lucrecia con Alfonso de Aragón, príncipe de Salerno, hijo bastardo del rey Alfonso II de Nápoles. La boda se celebró en julio de 1498, también en Roma.

Muy atractivo y de la misma edad que Lucrecia, este matrimonio, además de ser beneficioso políticamente para los Borgia, parecía ideal para ella a nivel personal y parece ser que fue muy bien avenido, viviendo la pareja felizmente en Roma. Aún así, como era natural en la nobleza del momento, ambos cónyuges disfrutaron de sus propios amantes y placeres particulares. Aunque en febrero de 1499 sufrió un aborto tras una caída, Lucrecia quedó rápidamente de nuevo embarazada, naciendo en noviembre su, oficialmente, primer hijo, Rodrigo. Pero un trágico suceso iba a trastocar la felicidad matrimonial alcanzada.

Retrato de un gentilhombre. Obra de Altobello Melone (1513). Tradicionalmente considerado como supuesto retrato de César Borgia.

Según las habladurías de la época, movido tanto por su ambición política, como por los celos que sentía hacia su cuñado Alfonso por el amor de Lucrecia, César Borgia, afectado su rostro por la sífilis, decidió eliminar al bello rival. El cambio de alianzas políticas de los Borgia, ahora enemistados con los napolitanos y aliados con Francia, pudo ser el motivo para deshacerse del marido. Sea como fuese, en agosto de 1500 unos sicarios atentaron contra la vida de Alfonso de Aragón en las escalinatas del Vaticano, quedando muy malherido. En venganza, el convaleciente Alfonso ordenó a sus propios hombres atentar contra César. Salido ileso del intento, el violento y cruel Borgia ordenó de nuevo atacar a Alfonso, produciéndole esta vez sí su muerte. Aunque el Papa Alejandro aceptó perdonar a su hijo, Lucrecia quedaría totalmente consternada, enemistándose para siempre con su amado hermano.

Una copa de vino con César Borgia. Obra de John Collier (1893).
Tercer matrimonio. Huida de las conjuras de Roma

Tras la muerte de Alfonso de Aragón, Lucrecia guardó el correspondiente año de luto en un convento romano, acompañada de su pequeño hijo Rodrigo. Para entonces ya había adquirido fama de mujer caprichosa, intrigante y seductora, acusada de crímenes como el citado incesto y el sutil envenenamiento de enemigos mediante un anillo hueco.

A pesar de ello, Lucrecia se había vuelto una mujer muy inteligente y capaz. Tanto así que en el verano de 1501 llegó a administrar el gobierno de los Estados Pontificios, a pesar de su juventud e inexperiencia, durante la ausencia de su padre en un viaje, un ejemplo más de las excentricidades de la familia. Deseosa de abandonar el cada vez peor ambiente político de Roma, y estando de nuevo en condición de casarse, se preparó un nuevo matrimonio. Por tercera vez las circunstancias políticas del momento volverían a dictar el destino de Lucrecia Borgia.

Retrato de Alfonso de Este, duque de Ferrara. Obra de Tiziano (1534).

La elección esta vez fue con Alfonso de Este. Apuesto hombre de armas, hijo primogénito de Hércules I de Este, su familia, los Este, era una de las dinastías más antiguas e influyentes de Italia. Gobernantes de los ducados de Ferrara, Módena y Reggio, eran unos importantes territorios estratégicos al norte de los estados papales, de especial interés para los Borgia. A pesar de la negativa inicial de los Este, la presión y el poder de los Borgia acabó por imponerse en las negociaciones matrimoniales, tomando esta vez Lucrecia parte activa en los acuerdos. La boda entre Alfonso y Lucrecia se celebró por poderes en diciembre de 1501. Al mes siguiente Lucrecia marchó hacia Ferrara al encuentro de su marido y su nueva familia, despidiéndose tanto de Roma como de su padre el Papa y sus otros familiares. Nunca más volverían a verse.

En agosto de 1503 se produjo la muerte del ya anciano Papa Alejandro VI, envenenado durante un banquete junto a su hijo César Borgia, quien sin embargo pudo sobreponerse al veneno. La desaparición del patriarca de la familia y la elección de los nuevos pontífices, Pío III (1503) y Julio II (1503-1513), enemigos de los Borgia, obligaron a César a huir de Roma. Apresado por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, César fue enviado prisionero a España, encontrando la muerte mientras guerreaba en el reino de Navarra en 1507. Así comenzó el comienzo el final de la familia.

Retrato de mujer. Supuesto retrato de Lucrecia Borgia. Obra de Bartolomeo Veneto (1510).

Lucrecia, por su parte, pudo mantenerse al margen de los sucesos que acabaron con el poder político de su familia, viviendo los años siguientes en la corte de Ferrara de forma tranquila. Convertida en 1505 en la duquesa consorte, Lucrecia fue una importante mecenas de las artes y las letras, manteniendo tratos con importantes artistas y humanistas de su tiempo. Durante las ausencias de su marido Alfonso I, inmerso en las campañas militares de Italia, gobernó con decisión y buen criterio, ganándose el cariño y el respeto de su pueblo.

Su matrimonio fue relativamente feliz. Cuatro de sus hijos llegarían a la edad adulta: Hércules (futuro Hércules II de Ferrara), Hipólito (futuro cardenal), Leonor y Francisco (futuro hombre de armas). La temprana muerte en 1512 de su hijo Rodrigo, nacido de su segundo matrimonio con Alfonso de Aragón, sería un suceso trágico para ella, recluyéndose en un convento durante un tiempo. Finalmente, Lucrecia falleció en Ferrara el 24 de junio de 1519, con casi cuarenta años, por complicaciones en su último embarazo, siendo enterrada en el monasterio del Corpus Domini de Ferrara. Con su muerte la historia de la dinastía de los Borgia llegó a su final.

Conclusiones

La figura de Lucrecia Borgia no está exenta de polémicas, a la par que la del resto de la familia. De vidas novelescas y no exentos ciertamente de comportamientos impúdicos e inmorales, los Borgia eran ambiciosos, corruptos, intrigantes, crueles y depravados, pero no dejaban de ser un ejemplo más del resto de familias ricas y poderosas de aquella época y de aquel lugar, la Italia del pleno Renacimiento. Las muy socorridas acusaciones del incesto con su padre y/o su hermano César, así como el envenenamiento de sus enemigos, a día de hoy no han podido ser demostradas de forma concluyente. Todo nos hace pensar que fueron rumores propagados por sus muchos enemigos para desacreditarles.

Quizás el hecho de tratarse de una familia de origen extranjero (español) pudo influir de forma decisiva para la visión tan negativa que a nivel historiográfico se les ha dado. Durante varios siglos casi toda la bota italiana vivió a merced de la hegemonía imperial de los Austrias españoles. La visión de los italianos, tan cultos y sofisticados, hacia sus gobernantes hispanos fue siempre muy crítica. Con el correr del tiempo el recuerdo de los actos de los Borgia sería un elemento muy útil (uno más) para reflejar el rechazo italiano al predominio español. Esta visión quedaría plasmada con representaciones artísticas en la literatura (novelas) y el teatro (óperas) y más adelante en películas y series de televisión. En definitiva, no queda sino sentenciar que, sin estar libres de pecado, los Borgia fueron fruto de su lugar y de su tiempo.

Bibliografía

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-Cebrián, J.A. (2006). Los Borgia. Historia de una ambición. Madrid. Editorial Temas de Hoy.

-Melgar, L.T. (2005). Historia de los Papas. Desde San Pedro hasta Benedicto XVI. Madrid. Editorial Libsa.

-Queralt del Hierro, M.P. (2004). Lucrecia Borgia, un peón en manos de su familia en Historia y vida, nº439, págs. 68-75.

-Queralt del Hierro, M.P. (2004). Lucrecia Borgia, verdad y leyenda en Historia 16, nº338, págs. 25-31.

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