El llamado Gran incendio de Roma fue el fenómeno que devastó gran parte de la ciudad de Roma que tuvo su origen entre los días 18 y 19 de julio del año 64 d. C., prolongándose el fuego durante siete noches y seis días. Se trata de un evento histórico no esclarecido totalmente y aún discutido. Este incendio fue, según Tácito, “el más grave y atroz de cuantos se produjeron por la violencia del fuego”.
Aparentemente, el incendio se inició en el sector sureste del circo Máximo, cerca de la Puerta Capena, y el fuego se extendió rápidamente. El motivo de la velocidad fue, según el relato de Tácito, el material inflamable ubicado en torno al circo, el viento que llevó el fuego hacia el norte y noreste y las aglomeraciones. Respecto a las pérdidas, el mismo autor declara que sólo cuatro de los catorce barrios de la ciudad se salvaron, mientras que tres fueron arrasados y los otros siete resultaron dañados.
Determinar las causas del inicio y propagación del Gran incendio de Roma es el asunto más problemático de este episodio de la historia romana. Las fuentes que han llegado a nuestros días son diversas pero de escasa aportación, con datos inciertos y sin concordancia en la cuestión de la causa del incendio. La diversidad de causas a la que se ha aludido podemos concentrarlas en torno a cuatro núcleos temáticos.
Mandato de Nerón
Lo más frecuente de encontrar en las fuentes es la culpabilidad del emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico, último de la dinastía Julio-Claudia. El propósito que se le atribuye al iniciar el incendio es principalmente reconstruir una nueva Roma más acorde a sus inclinaciones con un nuevo palacio imperial (la Domus Aurea), a partir de la antigua ciudad destruida. No sólo se le imputan aviesas intenciones, sino también la insolente y jactanciosa actitud de contemplar la calamidad desde la torre de Mecenas cantando su propio poema Toiae Halosis (que alude a la caída de Ilión) mientras comparaba los desastres observados con las devastaciones pretéritas de la toma de Troya, según Suetonio (Nero 38, 13). Esta acusación concuerda con las manifestaciones artísticas de Nerón. Se ha llegado incluso a decir que se dedicó a tocar la lira.
La acusación a Nerón de provocar el incendio la realizan casi la totalidad de los autores antiguos, entre los que destacan Dion Cassio, Plinio el Viejo y Suetonio. Escritores posteriores como Eutropio se fundamentaron en los mencionados para continuar la inculpación. Fueron dos las excepciones del momento que no incriminaron abiertamente a Nerón: el escritor de la tragedia Octavia (Pseudo-Séneca) lo describe sólo como cómplice y Tácito en sus Anales se abstiene de hacer un juicio de forma tajante sobre el causante del incendio, sin pronunciarse si se trató de un crimen o de un accidente. Tácito expone una prueba, sin confirmarla, de la culpabilidad de Nerón de reavivar el fuego en la Praedia Aemiliana, propiedad de Sofonio Tigelino.
Ahora bien, es destacable que casi toda la historiografía moderna se pronuncia a favor de la inocencia de Nerón y se inclina a aceptar la causa accidental del fuego. Una de las pruebas aducidas de la ausencia de involucración del emperador en el origen del incendio son las medidas adoptadas después de que se produjera. Para que los afectados pudieran refugiarse se construyeron estructuras improvisadas y se abrieron los propios jardines imperiales, el campo de Marte y los monumentos de Agripa. Posteriormente, se ordenó bajar el precio del trigo y traer provisiones de Ostia, asumiendo el coste que implicaba para la economía romana. Es Tácito quien recoge en sus escritos estas medidas de auxilio que involucraban la apertura de espacios públicos. Por otro lado Suetonio explica, en contra de Nerón, que si el pueblo usó los monumentos y entró en los templos fue porque no tenía otros lugares para cobijarse.
Por la conjura de Pisón
Otra alternativa distinta dentro de las acusaciones de culpabilidad particulares, es la que involucra a los miembros de la conjura de Pisón. De Franco, el exponente de esta hipótesis, remite a este complot contrario a Nerón con Cayo Calpurnio Pisón como principal instigador, descubierto y reprimido en el año 65 (uno después del incendio), para explicar el incendio. Es posible que esta organización ya estuviera conformada y operativa en su boicot a la política neroniana en el año 64. Un incendio parece un instrumento eficaz para impulsar el descontento popular y generar un conflicto social propicio para la conspiración y la propagación de la culpa de Nerón.
Dado que no existe fuente alguna en la que esta hipótesis pueda fundamentarse, no ha sido una tesis muy aceptada por los historiadores. Lo máximo que se llega a asumir en relación a la conjura de Pisón es que utilizaron el incendio contra la imagen de Nerón, al igual que cualquiera de sus enemigos. Lo cierto es que las pérdidas materiales y humanas causadas por el incendio, así como el déficit económico, provocaron un efecto perjudicial en la popularidad de Nerón.
La primera comunidad cristiana
A los primeros cristianos de Roma también se los ha acusado de ser responsables del incendio. Esta postura es tan conflictiva y problemática como las anteriores. La primera dificultad reside en especificar quiénes eran aquellos primeros miembros de la primitiva Iglesia, pues apenas hay testimonios válidos a este respecto. La principal fuente son los escritos paulinos. Se suele aceptar que la aparición de esta comunidad data del período comprendido entre los emperadores Calígula y Claudio, cuyos componentes eran en su mayoría judíos y gente de estatus social bajo. En el año 57 ya había una comunidad cristiana consolidada en Roma y en el 59 Pablo de Tarso es enviado a dicha ciudad para ser juzgado (las fechas son aproximadas).
En cuanto a los documentos de los autores antiguos, sólo Tácito sugiere una relación entre la condena de los cristianos con el incendio. Tanto el tema como el texto han sido objeto de numerosos estudios y discusiones. La comunidad cristiana era confundida con la hebraica, era pobre y aún reducida en esos tiempos. Es posible que los procesos de los cristianos tuvieran más relación con un principio de utilidad pública y no tanto con un vínculo directo con el incendio, aunque sí hay autores que admiten la participación cristiana. Sin embargo, se llega a dudar incluso de la relación del incendio con los delitos de los que se acusaban a los cristianos en los juicios. De la expresión original de Tácito no se sigue necesariamente que las acusaciones estuvieran relacionadas con la responsabilidad del incendio (cf. Fernández Uriel 1990, p. 76).
Accidente
La causa accidental es una tesis bastante aceptada por los historiadores contemporáneos que han estudiado el tema. Se trata de un fenómeno frecuente tanto en Roma como en diferentes ciudades de la Antigüedad, en el que se combinan la sequedad del ambiente, el calor, la deficiente disposición de las viviendas y establecimientos, la precaria construcción de algunas casas, cierto desorden urbanístico, la acción del viento y el desconcierto y el pánico de los habitantes afectados. Todos estos factores están presentes en las fuentes.
Por este motivo existe una tendencia a no asignar una autoría particular, sino a tener en cuenta la confluencia de diversos elementos. Roma ya se había incendiado otras veces, pero la magnitud del incendio del 64 provocó una reacción popular y efectos políticos sin precedentes. Asimismo, el principado neroniano atravesaba una crisis y una situación conflictiva. La inestabilidad política interna favoreció la tendencia hacia la búsqueda de responsables del incendio, por lo que las fuentes también remiten a posibles culpables.
En definitiva, cabe destacar que el Gran incendio de Roma ocurrido en el año 64 d. C. durante el gobierno del emperador Nerón implicó considerables consecuencias y significativos cambios que marcaron la historia de Roma. Tras el análisis historiográfico de los documentos disponibles, Fernández Uriel (1990) concluye afirmando que es muy posible que el origen del incendio fuera accidental. Sin embargo, dadas las dimensiones de la catástrofe y la situación del imperio romano, las destrucciones causadas adquirieron una dimensión social políticamente aprovechable para arremeter contra la política imperial y, por otro lado, atacar y castigar a las minorías confesionales como los cristianos.
Por último, no está claro y es bastante dudoso tanto que se usara el incendio como pretexto para la persecución de los cristianos (que sí fueron perseguidos), como que fuera provocado por el delirio megalómano de Nerón. Por lo tanto, los dos motivos que se relacionan principalmente con el Gran incendio de Roma es posible que pertenezcan a la mera leyenda. No obstante, es importante asegurar que no se sabe con certeza lo que exactamente ocurrió, por lo que no es posible zanjar la cuestión de manera definitiva.
Bibliografía
Clayton, F. W. (1947). Tacitus and Nero’s Persecution of the Christians. Classical Quaterly. N. 41, pp. 81-85.
Dion Casio (2004). Historia romana. Madrid: Gredos.
Fernández Uriel, P. (1990). El incendio de Roma del año 64. Una nueva revisión crítica. Espacio, tiempo y forma. Serie II, Historia antigua. N. 3, pp. 61-84.
Suetonio Tranquilo, C. (2010). Vida de los césares. Madrid: Alianza Editorial.
Tácito, C. C. (2008). Anales. Madrid: Alianza.