Margarita de Parma, la gobernadora ‘prudente’ de los Países Bajos

Margarita de Parma fue “aquella que, gobernando Bélgica en nombre de Felipe, Rey de las Españas, consiguió la paz”. Así reza el epitafio grabado sobre la sepultura de la hija natural de Carlos V en la iglesia de San Sixto en Piacenza (Italia).

Retrato de Margarita de Parma por Antonio Moro.

Quien fuera gobernadora de los Países Bajos desde 1559 hasta 1567, desempeñó su cargo con tres habilidades comunes en la mayoría de las mujeres de la Casa de Austria: diplomacia, conciliación y determinación. Sin embargo, su transcendencia política y personal parece que no fue suficiente para dejar huella, quizás porque tuvo dos maestras que la eclipsaron (Margarita de Austria y María de Hungría, tía abuela y tía respectivamente) o quizás porque no consiguió su objetivo: frenar la represión violenta que desató Felipe II contra los Países Bajos tras la sublevación de 1566. De haber sido así, Margarita de Parma ocuparía un lugar destacado en la Historia.

Mujer del Renacimiento

Margarita de Parma era hija natural, que no bastarda, de Carlos V, pues nació antes de que el Emperador contrajera matrimonio con la Emperatriz Isabel, y bastardos solo eran considerados aquellos hijos nacidos de una infidelidad, según el historiador Jesús Rubio Carrero. Si nos guiamos por la datación que se recoge en el estudio de este historiador sobre Juana, otra de las hijas naturales de Carlos V, Margarita de Parma nació el 5 de julio de 1522 en la ciudad belga de Oudernaarde, fruto de una relación fugaz que el Emperador mantuvo en el castillo de los barones de Montigny con una de las damas del servicio, Juana de van der Gheynst. Aquella niña desconocía que se había convertido en la primera hija del recién coronado Emperador y su nacimiento quizás supuso una alegría para un padre absorto, en aquel entonces, en su primera contienda contra el rey de Francia, Francisco I.

Tras pasar un tiempo al cargo de una familia de Bruselas, fue Margarita de Austria, tía de Carlos V, quien asumió la crianza y educación en la Corte de la pequeña Margarita, legitimada por su padre a los siete años de su nacimiento (Cédula Real del 9/7/1529). A Margarita de Austria la sustituiría en aquellos menesteres María de Hungría, quien también fuera gobernadora de los Países Bajos. De ella seguro que aprendió a ser tolerante, comprensiva y mediadora, y cuando le tocó ser a ella gobernadora de aquellas tierras, como su tía, también supo velar, como ella, por los intereses de la Casa de Austria y por los del pueblo que regentó.  

Margarita de Parma hablaba con soltura varios idiomas, estudió latín, música, fue una gran amazona, amante de las artes y, con los años, una gran mecenas. Todo hacer pensar que en aquella Corte flamenca influenciada por Erasmo de Rotterdam, Margarita de Parma se empapó de los Studia Humanitatis, pedagogía humanista propia del Renacimiento, y que pretendía un ideal de hombre – en este caso, mujer- en la que se diera una conjunción física, cultural, intelectual y religiosa.

Margarita era hija natural de Carlos V

Casada por razón de Estado

Margarita de Parma permaneció junto a María de Hungría “hasta que entró a formar parte de la política matrimonial de Carlos V” (J. R. Carrero). En el juego de matrimonios diseñados por el Emperador con los estados italianos, “su hija estaba destinada a ser el medio para estrechar lazos con el Pontificado” (Carmen Sanz Ayán).

Margarita de Parma se casará primero con Alejandro de Médici, pariente de Clemente VII, matrimonio que durará un año pues el esposo fue asesinado. El segundo enlace se concertó con Octavio Farnesio, duque de Parma y nieto del nuevo papa Paulo III. De su unión nacerían dos hijos, Carlos (fallecido siendo niño) y Alejandro.

Países Bajos, una herencia envenenada

Los Países Bajos habían sido heredados por Felipe II tras el reparto que Carlos V hizo de sus posesiones entre su hijo y su hermano Fernando. Cuando Margarita de Parma vuelve a los Países Bajos, la Monarquía Hispánica y Francia habían concluido un periodo largo de guerras, ratificado con la paz de Cateau-Cambrésis (1559) en la que Francia renunció a sus pretensiones flamencas; la reforma protestante se había expandido y los calvinistas se hacían oír en los territorios heredados por el monarca español; y el Concilio de Trento (1545-1563) estaba a punto de reformar la Iglesia Católica.

Felipe II decidió que la persona idónea para la gobernación de los Países Bajos, tras quedar vacante el puesto después de la renuncia de Manuel Filiberto de Saboya, era Margarita de Parma. Pues “era grata a los naturales de los Países Bajos; (…) conocedora del idioma y de las costumbres de sus gobernados” como señala el catedrático de Historia Moderna, Enrique Martínez Ruiz, en su biografía sobre Felipe II. Y es que en la mente del ‘rey prudente’ debió influir, a la hora de elegir a su hermana, no solo que hubiera nacido en aquellas tierras y que dominara el idioma, credenciales con las que podía ganarse a aquel pueblo que a él se le resistió, sino que además había sido educada por María de Hungría, su gran maestra.

La distancia que separaba a Felipe II de aquellas tierras no solo era idiomática y de cuna, sino también de actitud. La castellanización impuesta por el hijo de Carlos V a la Monarquía Hispánica afectó a los territorios que gobernaba y en especial a los Países Bajos. Que los asuntos se decidieran desde la nueva capital, Madrid, no convencía a los flamencos (E.M.Ruiz). Que un rey ‘extranjero’ decidiera sobre sus asuntos, levantaba recelos. Un aumento del poder real traía como consecuencia, un descenso de los privilegios señoriales de los nobles. Y, por medio, la represión contra los calvinistas, no gustaba a nadie (36.000 condenas entre 1559 y 1566).

Política de equilibrios

Margarita de Parma tuvo criterio propio y ocasión para demostrarlo. Pero hubo de gobernar atendiendo a las instrucciones dadas por su hermano: escribirle con regularidad sobre asuntos importantes, no tomar decisiones trascendentales sin consultarle y que se apoyara en la opinión de tres consejeros: el conde de Berlaymont, como consejero militar, el jurista Aytta Van Zwicken, más conocido como Vigliers y sobre todo, en Antonio Perrenot de Granvela, cardenal obispo de Malinas. Los tres formaban parte también del Consejo de Estado en el que participaban los hombres más poderosos y ricos de los Países Bajos: los condes de Egmont y de Horn, y Guillermo de Orange. Con todos ellos, incluido su hermano el rey, Margarita de Parma tuvo que jugar a una política de equilibrios y desplegar en numerosas ocasiones un abanico diplomático.

Asegura E. M. Ruiz que “la sublevación de los Países Bajos es el mayor de los problemas, el más largo y el más complejo que le dejó Carlos V a Felipe II. Margarita pudo haber resuelto el problema pues, “en un ambiente de crispación social y religiosa supo lidiar incluso con las cuestionables decisiones del monarca” apunta Carlos A. González Íscar.

De cabeza a la Guerra de los Ochenta Años

Las causas de la revuelta de 1566 fueron una unión de tres conflictos: económico, político y religioso. La situación de inestabilidad venía de lejos, como apunta el historiador B. Bennasar. Los Países Bajos habían sufragado una gran parte de los gastos de la guerra contra Francia y el pueblo asumía fuertes impuestos y una enorme deuda; los nobles no querían perder poder ni privilegios señoriales; y el calvinismo había calado en una sociedad de mayoría católica.

Margarita de Parma a través de cartas, embajadores y mucha mano izquierda iba solucionando los conflictos que se le planteaban. Consiguió que Felipe II destituyera a Granvela, debido al excesivo poder que éste estaba asumiendo, provocando tanto malestar entre los miembros flamencos del Consejo de Estado, que ponía en peligro el gobierno de los Países Bajos. Consiguió que las guarniciones españolas se retiraran de Flandes. Intentó que se moderaran las medidas adoptadas contra la herejía, decidiendo no perseguir a nadie por sus creencias, siempre que se mantuviesen en privado. Pero no consiguió nunca que Felipe II viajara a Flandes como le reclamaban los flamencos, ni pudo frenar la imposición de la Inquisición, mecha que encendió el fuego de la revuelta.

Nobles y clases populares, católicos y calvinistas… todos contra Felipe II. Los calvinistas elaboran un manifiesto contra la Inquisición que consigue la adhesión de muchos católicos. Religión, política y economía se alían. La revuelta estalla de manera violenta en numerosas ciudades. Los calvinistas asaltan iglesias y monasterios. En las calles animan a la sublevación. Guillermo de Orange, convertido al luteranismo, recluta tropas. La opinión pública reacciona contra los excesos calvinistas y se colocan del lado de Margarita de Parma, quien consigue sofocar las revueltas y se compromete a trabajar para abolir la Inquisición y moderar las medidas contra la herejía.

El ‘rey prudente’ pecó de imprudencia

Dice B. Bennassar que el error de Felipe II fue desatar una represión violenta sobre todo cuando Margarita de Parma había restablecido su autoridad y derrotado a los movimientos calvinistas.

Margarita de Parma aseguró a su hermano que, si tomaba medidas extremas contra los rebeldes, “se enquistaría el odio y la incomprensión en aquellas tierras” (C. Sanz Ayán). – ¡Qué razón tenía! – Pidió que no enviara tropas españolas pues su presencia en Flandes era perjudicial para la estabilidad – No se equivocó -. Sin embargo, el rey, ‘prudente’, no le hizo caso. Dotado de amplios poderes, el Duque de Alba aparece en escena y ante sus ‘excesos’, y la incapacidad de Margarita de Parma para revertir la situación, provocan la dimisión de aquella mujer que podría haber dado un vuelco a la Historia.

Alba instauró el tribunal de los Tumultos – el de la sangre para los flamencos-y ejecutó a los principales cabecillas de la revuelta, entre ellos a los condes de Egmont y Horn, que habían jurado ante Margarita, fidelidad al Rey. El Duque de Alba combatió por igual la herejía y la oposición política. Con mano dura castigó y confiscó bienes y tierras. Aquella política, alejada del espíritu conciliador llevado a cabo por Margarita de Parma, “transformó la revuelta en un enfrentamiento entre dos naciones” (B. Bennassar).

Bibliografía

Bennassar, B, Historia Moderna (siglo XVI). Akal, 2010

Martínez Ruiz, Enrique, Felipe II, hombre, rey, mito. La esfera de los libros, 2020

Rubio Carrero, Jesús, El pecado secreto de Carlos V. Imprenta Garcilaso, 2020

Márquez de la Plata, Vicenta, Póker de Reinas. Ediciones Casiopea, 2019

Pereira Iglesias, José Luis, Felipe II y su tiempo, tomo I, Asociación española de Historia Moderna. 1999

González Íscar, Carlos Andrés, Margarita de Parma, una mecenas entre Flandes e Italia

Blat Mir, María Antonia, Cartas de Margarita de Parma en la edición de Charles Piot. 2017

Sanz Ayán, Carmen. Biografía Margarita de Parma. Real Academia de la Historia

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