Entre la mucha tinta derramadas por los cronistas de la Conquista de México, aparece un nombre de aire singular: María de Estrada. Pero, un momento, ¿una mujer en la hueste de Hernán Cortés? Pues sí. ¡Y a mucha honra!
Una de las primeras pobladoras
Poco se sabe de María de Estrada, no ha sido mucho lo que nos ha llegado acerca de ella, tan sólo el recuerdo de sus compañeros de armas y algún pobre documento administrativo. Nacida en Sevilla en el seno de una familia de ascendencia cántabra, se cuenta que su hermano acompañó a Cristóbal Colón en algunos de sus viajes a las recién descubiertas Indias en calidad de grumete.
Hacia 1509 el hermano de María se instaló en La Española tal y como hicieron otros tantos castellanos qué creyeron ver en el espacio antillano la tierra prometida. Junto a él, aunque posiblemente más tarde, se trasladó la joven María, quién fue una de las primeras pocas españolas que cruzaron el charco.
María de Estrada pasó a América en 1509 y estuvo presente en la conquista de Cuba, a la que sobrevivió gracias a su belleza
Una vez afincada en el Nuevo Mundo, María casó con un tal Pedro Sánchez de Farfán, a quién acompañará en la conquista de Cuba encabezada por el adelantado Diego Velázquez, coincidiendo con personajes como Hernán Cortés y Pedro de Alvarado. Se cuenta que, en la contienda, María fue atrapada por los naturales de la isla, pero gracias a su belleza conservó la vida, pues parece ser que un jefe local decidió tomarla hasta que fue rescatada y «se quitó al cacique de poder de quien estaba» (Bernal Díaz del Castillo).
La conquistadora de México
En 1519 su marido se embarcó junto a Hernán Cortés en la expedición que le llevaría al corazón de la Confederación Azteca, destacándose y siendo descrito por Bernal Díaz del Castillo como «un buen soldado». Pero hacia mayo de 1520, con Moctezuma hecho preso por los españoles y ejerciendo un relativo dominio en el imperio, una noticia sacudió toda aquella tranquilidad: una armada de 700 hombres capitaneada por Pánfilo de Narváez arribaba en la costa veracruzana enviada por Diego Velázquez para apresar a Cortés (alzado contra el gobernador cubano) y tomar el mando de la expedición.
María llegó a México junto a la expedición de Pánfilo de Narváez para unirse a su marido, a las órdenes de Hernán Cortés
En esta armada venía María de Estrada, embarcada acompañando a su hermano y en busca de su esposo. De su presencia en la Conquista apenas queda registro. Tras el apresamiento de Narváez, María, al igual que el resto de sus compañeros, pasó a nutrir las filas cortesianas, que a esas alturas se dirigían a Tenochtitlan a sofocar la revuelta indígena provocada por Pedro de Alvarado tras la matanza del Templo Mayor.
Una guerrera más
La madrugada del 30 de junio al 1 de julio de 1520 se produce la conocida Noche Triste, en la que dejaron la vida entre 400-600 españoles y más de 2.000 tlaxcaltecas en su retirada de Tenochtitlan. María dejó aquí los primeros destellos de su valor: «se mostró valerosamente haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una rodela y una espada en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuera, que a los nuestros propios ponía espanto» (Diego Muñoz Camargo).
El arrojo con que María de Estrada se desempeñó en la Noche Triste y en la batalla de Otumba sorprendió a todos los hombres de la hueste
Los mexicas los perseguirán en su huida y los terminarán acorralando en los llanos de Otumba el 7 de julio, donde se produjo una batalla providencial que pudo haber puesto punto y final a la aventura española. Tras una arenga de Cortés, el grueso de la hueste se lanzó a contener al ejército azteca mientras los pocos jinetes que quedaban se lanzaban exitosamente a la caza del comandante mexica, provocando la desbandada. El historiador mestizo Diego Muñoz Camargo indica que en esta cruda refriega, María «se desempeñó valerosamente con una lanza en las manos que era cosa increíble en animo varonil, digno por cierto de eterna fama e inmortal memoria».
La reprimenda a Cortés
Pasado el lance de Otumba y estando la hueste recuperándose en Tlaxcala, Cortes comenzó a trazar los planes a seguir para la conquista definitiva de Tenochtitlan. En estos parece que no entraba la idea de llevar consigo a las mujeres, lo cual, según Cervantes de Salazar, María no tomó muy a bien y reprendió al extremeño diciendo: «no es bien, señor capitán, que mujeres españolas dejen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear y queremos, pues para la cura de nuestros maridos y de los demás somos nescesarias, tener parte en tan buenos trabajos, para ganar algún renombre como los demás soldados».
Ante la negativa de incorporar mujeres a la toma definitiva de Tenochtitlan, María se encaró y reprendió gravemente a Cortés
El que sí estuvo fue su marido, a quien Hernán Cortés «puso por capitán de Tezcuco, para que viese y defendiese que no contratasen con el don Fernando ningún mexicano» (Bernal Díaz del Castillo). Y a fe que lo hizo, porque hubo de contener a uno de los principales aliados de los aztecas.
Una señora encomendera
Tras la conquista, Cortés recompensó la labor de María y Pedro concediéndoles 3 poblaciones: Aueyapan, Nepopualco y Tetela del Volcán (ésta con una encomienda a su cargo). Al tiempo, la sevillana enviudó y casó de nuevo con otro conquistador, Alonso Martínez, con quien vivió hasta su fenecimiento, a los 50 años, en la Ciudad de Puebla.
Tras la conquista, María quedará asentada como una importante encomendera, manteniendo hasta el último momento su duro carácter
María de Estrada mantuvo aquel fuerte carácter hasta sus últimos días. De hecho, peleó por conservar su hacienda al fallecimiento de Pedro y se dice que llegó a litigar con el mismo emperador Carlos V por los excesivos impuestos que había de pagar.
Ni qué decir tiene que es posible que «su Sacra, Cesárea y Católica Majestad» agradeciese a Dios no tener que vérselas en persona con la temible María. Ni Solimán ni Francisco I juntos aunaban tanto peligro y pundonor como la sevillana.
Bibliografía:
Díaz del Castillo, Bernal (2009), Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Porrua.
Martínez, José Luis (1921), Hernán Cortés. UNAM
Puig Carrasco, Alberto (2019), Conquistadoras del Nuevo Mundo: los casos de María de Estrada e Inés Suárez. La mujer en el ejército. Casos de estudio. Cátedra extraordinaria complutense de historia militar.
Muñoz Camargo, Diego (1892), Historia de Tlaxcala; publicada y anotada por Alfredo Chavero.
Antes de que te vayas…