El mito nacionalista del Corpus de Sangre

Imagen de Desperta Ferro Ediciones

El 7 de junio de 1640, el virrey de Cataluña Santa Coloma es brutalmente asesinado en el llamado Corpus de Sangre, uno de los «mitos fundacionales» del nacionalismo catalán. Pero, ¿por qué? ¿Fue realmente un despertar nacionalista? ¿Qué había detrás de todo?

La Monarquía al borde la desaparición

1640 fue el año en que casi se desintegra la Monarquía Hispánica. Varias insurrecciones se sucedieron por todo el territorio (Portugal, Nápoles, Andalucía…) a la vez que la Corona debía hacer frente a la guerra de los Ochenta Años y a la de los Treinta Años. Pero de entre todas las sublevaciones, Cataluña fue la detonante.

1640 fue el año en que la Monarquía Hispánica estuvo a punto de desintegrarse

¿Por qué? La causa hay que buscarla en el intento centralizador y racionalista de Felipe IV y el Conde-duque de Olivares. Hasta entontes, los Austria se habían caracterizado por su pactismo, respetando los fueros y leyes de cada territorio. Pero los tiempos habían cambiado.

Alegoría de Felipe IV a caballo, Juan Bautista según la obra de Rubens

Un último intento centralizador

Para sostener la hegemonía europea, era necesario que aparte de Castilla, el resto de territorios contribuyesen. Para ello Olivares elaborará un Memorial (1624) que llevará a Felipe IV, donde le instaba a «reducir estos reinos de que se componen España al estilo y leyes de Castilla». Aquello se tradujo en la Unión de Armas. Todos los territorios de la Corona habrían de contribuir en hombres y dineros, de manera proporcional, en la defensa de la Monarquía: un alivio para Castilla; una carga para el resto. Por eso nunca fue aceptado por las distintas Cortes.

Para mantener la hegemonía europea el Conde-duque de Olivares creó la Unión de Armas para que todos los territorios contribuyeran en su defensa

Los territorios no castellanos habían disfrutado demasiado tiempo de una protección sin condiciones y una autonomía muy gozosa como para renunciar a ellas por las buenas. Se hizo muy difícil limar la «sequedad y separación de corazones que hasta ahora ha habido» (Conde-duque de Olivares).

Esta injusta situación llevó a Quevedo a pronunciarse en una de sus sátiras:

En Navarra y Aragón
no hay quien homenaje un real
Cataluña y Portugal
son de la misma opinión
solo Castilla y León
y el noble pueblo andaluz
llevan a cuestas la cruz

Retrato ecuestre del Conde-duque de Olivares, Gaspar de Crayer. (1627)

La peor de las situaciones

En 1635, la declaración de guerra de Francia a España llevó a movilizar un importante contingente a Cataluña para contener la frontera norte. El Principado no pasaba por sus mejores momentos: desentendimiento Cortes-Corona, crisis de subsistencia, inflación, bandolerismo… Ya en 1638 Cataluña se negó a colaborar en el socorro de Fuenterrabía, a donde habían acudido tropas castellanas, vascas, aragonesas y valencianas para socorrer a la estratégica ciudad guipuzcoana.

En 1635 se movilizaron tropas a Cataluña para contener la frontera con Francia. Sin embargo, la situación no fue nada fácil.

Como era normal en la época, los ciudadanos debían dar alojamiento a las tropas por el servicio defensivo prestado. Pero más normal era que esto derivara en problemas por la indisciplina de ciertos soldados (de múltiples nacionalidades). La estancia era rotativa y algunas poblaciones se negaron a acoger a los soldados cerrando las puertas de las villas. Olivares pidió al virrey Santa Coloma mano dura pues: «Cataluña es una provincia que… Si la acometen los enemigos, la ha de defender su rey sin obrar ellos».

Los segadores, Antoni Estruch (1907)

El Corpus de Sangre

La paupérrima situación de los campesinos, agravada con la presencia de las tropas, los alientos del clero radical catalán y de las arengas de las instituciones locales empujaron a una revuelta que comenzó con el asesinato de un alguacil que solicitó cobijo para los soldados. La represión por parte de las tropas tuvo que el incendio se propagara con más virulencia. Así, el 7 de junio, en la festividad del Corpus Christi, estalló una insurrección generalizada que implicó la persecución y brutal asesinato del virrey Santa Coloma en Barcelona.

El 7 de junio se produce una insurrección popular que acabó con la vida del virrey de Cataluña y derivó en una revuelta antiseñorial

Decenas de soldados fueron heridos y al menos perecieron 12 funcionarios reales más. Se dio así inicio a la «Guerra de los Segadores», que se extenderá hasta 1652 y que escapó de las manos de los instigadores. La oligarquía catalana solicitó la protección y soberanía de Francia, pero los campesinos, embriagados, tomaron las armas también contra la nobleza local que los habían sometido a las duras condiciones en que vivían.

Assedio di Barcellona, Pandolfo Reschi (1652)

Las consecuencias «dels segadors» en Cataluña

Luis XIII aprovechó para ocupar Cataluña y estableció su ejército, que a la postre demostró ser más gravoso y dañino para los catalanes que el español. A ello se sumó la continuación de malas cosechas, plagas, epidemias y requisas de las tropas francesas.

La revuelta campesina escapó del control de los señores catalanes y favoreció la ocupación francesa, que fue mucho más gravosa para la población

Hubo que esperar hasta 1652, para que Felipe IV recuperara Cataluña. Para entonces se había perdido el Rosellón, las instituciones estaban desprestigiadas, la población catalana muy descontenta y Francia había perdido todo interés en el Principado.

Sin nacionalismo. Los verdaderos motivos

No había sentimiento de independencia alguno, tan sólo una motivación de desarraigo y miseria. En realidad, la revuelta se asemejaba bastante en fondo y forma a las Guerras Remensas catalanas del s.XV, aunque el detonante fue otro. Todo derivaba finalmente de la sujeción de los grandes señores catalanes y de la pésima situación del campesinado catalán.

En «els segadors» no hubo ápice de nacionalismo, sino patriotismo foral y antifeudalismo tal y como sucedió en el s.XV en las Guerras Remensas

Ni rastro de proclamas nacionalistas. En «els segadors» tan sólo se vio el patriotismo propio de la «Patria chica» y el tradicionalismo foral que aderezaron muy propiciamente la revuelta popular y antiseñorial de unos campesinos que focalizaron su ira contra toda autoridad.


Bibliografía:
Elliott, J H. (1982). La rebelión de los catalanes. Un estudio sobre la decadencia de España (1598-1640)
Pérez, J (1980). España moderna (1474-1700). Aspectos políticos.

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