El nacimiento del Reino de Asturias, primer núcleo de resistencia cristiano tras la conquista musulmana

Los primeros núcleos de resistencia cristiana contra la invasión del Islam en la Península Ibérica se formaron en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos. Allí vivían varios pueblos como astures, cántabros y vascones. Asturias fue el primer territorio que se rebeló contra los musulmanes y fue allí donde surgió el primer reino cristiano.

¿Pero, cómo y por qué? ¡Vamos al inicio!

En el año 711 d.C, un ejército bereber del norte de África liderado por Tarik ibn Ziyad cruzó el estrecho de Gibraltar y derrotó al Rey godo don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Desde allí continuaron su avance por toda la Península Ibérica. En apenas diez años conquistaron las zonas más ricas y pobladas del centro y del valle del Ebro, donde la población se rindió sin apenas resistencia y se vieron obligados a pagar tributos a los invasores. Pero algunos nobles visigodos se negaron a sufrir el yugo musulmán y huyeron hacia las montañas de la Cordillera Cantábrica.

Fue allí, en aquellas montañas, donde la conquista musulmana no fue tan sencilla. En apenas cinco años el ejército norteafricano del Islam había llegado hasta Gijón. Un pequeño destacamento bereber comandado por Munuza, se estableció en aquella ciudad asturiana con el fin de consolidar el dominio musulmán y cobrar tributos a los astures. Surge entonces la figura de Pelayo.

¿Quién era Pelayo?

Pues depende de la crónica histórica en la que nos basemos fue un caudillo local, un godo con lazos familiares astures o un espatario, un guardia real de los reyes visigodos, que había huido tras la batalla de Guadalete a tierras asturianas.

Representación artística de la figura de Don Pelayo.

Pelayo se sometió a la autoridad de Munuza. Pero esta sumisión duró poco. Pelayo instigó una revuelta en el año 718 contra el pago de esos tributos y junto a un grupo de astures se refugió en un paraje montañoso de los Picos de Europa. Años más tarde, en el 722, los musulmanes decidieron acabar con los rebeldes y se adentraron en las montañas. Pelayo y sus hombres se enfrentaron a un pequeño destacamento moro en Covadonga (Batalla de Covadonga. 722 d.C) y los vencieron. La batalla contagió la rebelión a todo el norte peninsular. Derrotados, los moros abandonaron Gijón y se replegaron al otro lado de la Cordillera Cantábrica. Envalentonados por lo sucedido en aquellas montañas, los astures comenzaron a organizar el Reino de Asturias. Pelayo fue nombrado rey y estableció el centro de poder en Cangas de Onís.

Pelayo decidió entonces unir en matrimonio a su hija Ermesinda con Alfonso, el hijo del duque Pedro de Cantabria, por aquello de establecer alianzas con otros vecinos que también se resistían al yugo musulmán. Juntos se veían más fuertes.

El primer rey de Asturias falleció en el año 737 y le sucedió su hijo Favila (737-739). Este rey duró solo dos años en el cargo. Un oso, que por aquel entonces no estaban en peligro de extinción, fue el culpable. Durante una cacería atacó al rey y fin del reinado. Fue así como la hija de Pelayo, Ermesinda, y su marido, Alfonso, se convirtieron en reyes en el 739.

Con Alfonso I (739-756), la monarquía asturiana se consolida. Tuvo buena suerte el yerno de Pelayo porque le tocó reinar en una época donde sus enemigos islámicos estaban enfrentados entre sí. Aprovechando esta crisis de los musulmanes, el monarca inicia la expansión territorial del reino por el oeste hasta Galicia, por el este hasta la actual Álava y hacia el sur hasta tierras leonesas. Se hace fuerte en Pajares, La Mesa, Burgos y La Rioja.

Le sucede en el trono su hijo Fruela I (757-768). Le llamaban ‘el cruel’. Os podéis imaginar por qué. Era autoritario, justiciero y con cierta tendencia sanguinaria en la guerra. Cuentan que asesinó con sus propias manos a su hermano Vimarano. “El trono es mío y si conspiras contra mí, te mato”.

Se enfrentó a gallegos y vascones que no querían que Asturias gobernara sobre sus territorios. Con los vascones suavizó posturas casándose con una de sus nobles, doña Munia. Aunque dicen que la hizo suya después de tenerla como prisionera.

No tuvo tanta suerte como su padre. Al poco de ocupar el trono, Al Andalus se reorganiza y se fortalece con la llegada de Abderramán I. Las incursiones de los moros se intensifican pero Fruela les derrota en muchas de ellas, sobre todo en la zona de Galicia donde extiende su frontera hasta el río Miño. Acabó sus días a manos de su nobleza. Como a los nobles no les gustaba su forma de gobernar, lo asesinaron.

Abderramán I.

¡Y aquí comienza el lío! Asesinado el rey, ¿qué ocurrió con su mujer y el futuro heredero al trono, su hijo Alfonso? ¡Pues qué van a hacer! Poner tierra de por medio. Cuanto más lejos mejor. Madre e hijo tuvieron que separarse. Ya habíamos dicho que su esposa era vascona por lo que el mejor destino para ella fue su tierra. El pequeño se refugió en el monasterio de Samos (Lugo) donde pasó gran parte de su infancia.

Comienza así un periodo llamado de los reyes holgazanes. Sí, holgazanes. (Aurelio 768-774; Silo 774-783; Mauregato 783-789; y Bermudo 789-791) Pero no porque fueran unos vagos, sino por ser reyes que apenas aportaron al reino territorios nuevos. Se dejaron llevar y antes que guerrear contra los musulmanes prefirieron pagar tributos.

Uno de ellos, Silo, se casó con la hija de Alfonso I, Adosinda, nieta de Pelayo. Esta reina, mujer de carácter y valentía, jugó un papel importante. ¿Os acordáis de aquel niño que huyó al monasterio de Samos al morir asesinado su padre el rey Fruela? Pues fue Adosinda, su tía, quien le protegió y le educó para que fuera en el futuro, rey de Asturias.

Y así, fallecido Silo, el joven Alfonso II se convierte en rey. Por poco tiempo. Asturias sufrió su primera rebelión protagonizada por Mauregato, hijo bastardo de Alfonso I, quien le arrebató la corona. El joven destronado, ante el temor de ser asesinado, se refugió en la tierra materna, Álava.

A Mauregato (783-789) las crónicas le atribuyen la leyenda denigrante del tributo de las cien doncellas que tenía que entregar al año a Córdoba. ¿Por qué? Porque según parece el emir le ayudó a acceder al trono.

A su muerte le sustituyó Bermudo I, un rey más dado al rezo y a la paz de su pueblo que a guerrear con los moros. Su reinado apenas dura dos años antes de retirarse a la vida monacal y dar paso, ahora sí, a Alfonso II.

Alfonso II (791-842) fue el último monarca descendiente directo de Pelayo. Protagonizó el reinado más largo de todos y el más reconocido fuera de sus fronteras. Fue amigo del emperador y rey de los francos, Carlomagno. Tal fue su amistad, que el emperador fue de los primeros en enterarse del descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago. ¿Cuándo, dónde? En una pequeña aldea gallega llamada Iria Flavia.

Alfonso II acudió al lugar tan pronto como tuvo noticias del hallazgo, convirtiéndose en el primer peregrino de la Historia. Desde Oviedo, donde había trasladado la Corte, parte en el año 820 junto a su séquito. Tras dar fe de que los restos allí encontrados eran del Apóstol Santiago, levanta una iglesia sobre la que después se construirá la actual catedral.

Alfonso II fue un rey constructor. El Arte le debe el impulso del prerrománico asturiano: La iglesia de San Tirso y San Julián de los Prados, en Oviedo, declaradas Patrimonio de la Humanidad, son obra suya. San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco, de su sucesor Ramiro I.

¿Fue Alfonso II un hombre de paz? No. Los musulmanes destruyeron Oviedo (794) y su reinado fue sometido a numerosas aceifas, incursiones periódicas de los sarracenos. Como respuesta, saqueó plazas controladas por el Emirato cordobés, llegando hasta Lisboa (798). Célebre fue la victoria de la batalla de Lutos, donde se consolidó Asturias.

Cientos de campesinos, familias enteras, ocuparon tierras gallegas, del valle del Duero y la Bardulia, al norte de Burgos, zonas que más tarde serían tierras de Castilla.

Sus sucesores, Ramiro I (842-850) y Ordoño I (850-866) siguieron sus pasos. Fueron años de guerra total contra los musulmanes. Ramiro I protagonizó la mítica batalla de Clavijo (850) en La Rioja. Cuenta la leyenda que se le apareció en sueños el Apóstol Santiago quien le animó a luchar contra los moros. En la batalla el santo apareció montado en un caballo blanco para ayudar a los cristianos a vencer a los infieles.

Óleo «La Batalla de Clavijo», de Corrado Giaquinto.

El reino siguió batallando y extendiéndose. Ordoño I consolida las plazas de Astorga y León, y establece relaciones con otros reinos cristianos como el de Pamplona.

Y llegamos ya casi al fin. Alfonso III (866-910) fue el último rey de la monarquía asturiana. Hombre culto y guerrero a la vez, extendió las fronteras del reino en todas las direcciones hasta llegar a la línea del río Duero. A ciudades como Burgos, Zamora, Simancas, Palencia, Valladolid, Oporto, Braga… llegaron campesinos y clérigos del norte, y mozárabes del sur en busca de un nuevo futuro.

Con los vascones anduvo siempre de peleas. Pero se cansó y pensó que lo mejor para estabilizar la frontera oriental del reino era casarse con una de ellas. Así que pidió permiso al rey de Pamplona y contrajo matrimonio con su hija, una dama de nombre Jimena.

Alfonso III fue un monarca guerrero pero también promotor de la cultura y del arte. Durante su reinado se realizaron estudios sobre la joven historia de Asturias. Crónicas como la Albeldense, son fuentes fundamentales para el estudio de la Reconquista.

Uno de sus últimos legados fue cubrir de oro y piedras preciosas la Cruz de la Victoria, la cruz de madera que fue talismán de la victoria de su antepasado Pelayo en Covadonga. Este emblema de la Monarquía asturiana, es desde entonces, símbolo de Asturias.

Muerto Alfonso III, Asturias ya no es un núcleo de resistencia frente al Islam. Es un reino extenso, difícil enemigo para las huestes sarracenas. Con el traslado de su capital a León nacería una nueva etapa y un nuevo reino, el de León.

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