Cuando Confucio fue interpelado por su compatriota Tzu-Lu sobre qué haría si se convirtiera en gobernador de su comunidad, aquel le respondió: mi primera medida sería “la reforma del lenguaje”…
El lenguaje es colectivo, sin embargo, el pensamiento puede ser, acaso, individual si media la consciencia, el entendimiento y la comprensión.
Recibimos los mismos mimbres en todos los casos para todas las personas. Mismos mimbres que, sin embargo, pueden fabricar figuras diversas y diferentes o dibujar paisajes bien alejados de lo que marca lo convencional si se potencia la imaginación.
La educación actual, totalmente acrítica e incívica, es una fábrica de individuos que abrazan la ortodoxia y el conformismo, gente sin horizontes ni raíz, replicantes de un régimen que fagocita toda excentricidad y sofoca la disidencia y la insumisión.
El individuo gregario subordina su responsabilidad y su civismo autónomo al dictado generalizado de lo “políticamente correcto”, a la inercia fatal de las masas acéfalas, al despotismo de seres inhumanos que solo se interesan por el pragmatismo económico.
El caso es que suele confundirse la colectividad, el grupo colectivo, con la masa indiferenciada. El totum revolutum de lo informe de la masa es inhábil para (re)crear y (re)generar un discurso racional que esté acorde con las necesidades de los tiempos presentes. Y, así, repetimos los mismos fallos y los mismos prejuicios inveterados de siempre. Ello porque no hay individuos plenos en razón que se despeguen del oficial discurso de la masa.
Las fuerzas impersonales, invisibles e inconscientes de la masa generalizada en los ambientes más coactivos impiden el libre ejercicio de la individualidad y el desarrollo de todas sus capacidades y potencialidades: es, en último término, un régimen autoritario camuflado, que opera subrepticiamente, con resultados sorprendentes para todas las partes: para la masa y para los que dirigen el pensamiento colectivo.
La reglamentación excesiva en la organización de las sociedades lleva, si esta es propiciada por la élite del poder político, esto es, por una minoría de profesionales al servicio de oligopolios económicos, al autoritarismo indeseable.
El exceso de organización uniformadora y homogeneizadora que propone el ámbito cuantitativo pseudocientífico, junto con la creciente influencia de los medios de comunicación, cuya actividad está ahogando todo atisbo de crítica y de pensar autónomo, están acelerando el proceso de ignorancia en las masas colectivas, que ven con agrado cómo el narcótico de la información aletarga sus sentidos y los sume en unas vacaciones acríticas e irreales en donde son mucho más fácilmente manipulables.
Si queremos corregir algunos problemas acuciantes y perentorios del ser humano, improrrogables, hemos de conformar un pensamiento propio, sin miedo a la soledad de la singularidad, original y novedoso, que incida en lo colectivo para enriquecerlo, y haga de las personas y sus problemas el principal caballo de batalla.
Porque los mimbres ya los tenemos. Tan solo hace falta imaginación para construir algo bello. El lema ilustrado está más vigente que nunca: ¡Atrévete a saber! Pues eso.
(*) Para ver el portfolio completo de Paul Garland entra en su perfil de Behance.