Si volvemos la vista atrás hacia la historia más reciente de América Latina encontramos el narcotráfico como uno de sus principales problemas. La proliferación de éste en todo el continente americano se debe a un conjunto de causas profundamente enraizadas en la cultura y la sociedad americana.
La cuestión del narcotráfico de estupefacientes sale a flote como uno de los principales problemas de América a finales del siglo XX. Sí que es cierto que el consumo de todo tipo de drogas había estado presente en todos los estratos de la sociedad desde siglos atrás, pero no es hasta la década de los 60 cuando se empieza a generalizar y democratizar el consumo. Pese a que en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo las drogas se habían introducido en todas las facetas de la vida diaria, no será hasta los años 80 cuando se produce el verdadero boom de este negocio.
Debemos entender el surgimiento del narcotráfico motivado por el consumo de drogas, es decir, la creciente demanda de todo tipo de sustancias supuso un enorme impulso para la venta y comercialización. El consumo fue y es el principal motor de este problema, catalogado como pandemia. Aquí nos surge la cuestión ¿de dónde proviene la demanda de este tipo de sustancias? Por un lado se encuentra Europa, siendo las partes occidental y sur las principales demandantes. Por otro lado se encuentra Norte América, con los Estados Unidos como cliente principal. También es cierto que en los propios países productores de Latino América hay consumo de las mismas, pero se encuentra en grupos muy reducidos si se compara con las regiones anteriormente citadas. En las décadas de los 80 y 90 ciudades como Los Ángeles o Miami pasarán a ser los principales centros receptores de cocaína y marihuana de todo Estados Unidos. Estas décadas están marcadas por la extrema violencia callejera y el alto índice de asesinatos directamente relacionados con el tráfico de drogas. Entre 1998 y 2009 la producción mundial de cocaína se incrementó en un 80 %.
Aquí juegan un papel fundamental guerrillas como las FARC en Colombia o Sendero Luminoso en Perú, las cuales nutren de cocaína y marihuana en gran medida a los cárteles de la droga. La lucha marxista y revolucionaria de estas guerrillas fue sufragada en gran medida por el narcotráfico. En los pocos valles peruanos donde se mantiene vivo el ideario de Sendero Luminoso han pasado a ser regiones productoras de la planta de la coca. Estas formaciones armadas proporcionaban y proporcionan las drogas a las diferentes organizaciones narcotraficantes con los que son conocidos en el argot del narcotráfico como “mulas”. Estas mulas son individuos que, a través de los Andes y la selva amazónica, cargan con pequeñas cantidades de droga. Durante las últimas 4 décadas este tipo de transporte de droga ha supuesto la entrada de cientos de toneladas de estas sustancias.
Las regiones productoras suelen carecer de cualquier otro medio de subsistencia más allá de la producción y distribución. El desamparo y la situación absoluta de precariedad de estas regiones condujeron en la década de los 70 y 80 a miles de personas a buscar en el lucrativo negocio de la droga una vía de escape de la precariedad y el hambre. Diferentes organizaciones como la ONU o Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes calculan en 300.000 aldeanos trabajando directamente en el sector. Desde 1999 se estima que los beneficios anuales de los señores de la droga son de 320.000 millones de dólares. Tal fue y es la importancia de estos señores de la droga que muchos han pasado a ser celebridades a nivel mundial, es el caso de Pablo Escobar, el Chapo Guzmán o Armando Carrillo Fuentes.
En los últimos 50 años el negocio de la droga ha extendido sus tentáculos por todo el continente americano. Políticos, miembros de la Policía y de las Fuerzas armas han luchado fervientemente contra esta situación, pero otros tantos se han favorecido y enriquecido de esta situación. Aquí surge la doble vertiente del problema. Por un lado, los sobornos sumados a la extrema violencia de estas organizaciones han favorecido el auge de los cárteles de la droga.
El narcotráfico supone para América Latina una enorme lacra y un gran estigma difícil de borrar. Los asesinatos, sobornos y extorsiones han supuesto desde el norte hasta el sur del continente la tónica general. Por otro lado, el esfuerzo por erradicar este problema no sólo ha de venir de los países productores sino también de los consumidores, pues es el consumo de dichas drogas lo que ha facilitado en gran medida el crecimiento del negocio del narcotráfico.