Sobre los escombros de una sociedad destruida moral y económicamente tras la Primera Guerra Mundial, se construyeron las bases de un nuevo sistema encabezado por EE.UU., quienes reemplazaron a Inglaterra como potencia hegemónica. Esta nueva sociedad nació como reacción a los desastres de aquel conflicto, que quebró la espina dorsal de una generación entera, por abrazar el sueño del nacionalismo en su vertiente más imperialista.
“Había llegado tan lejos y su sueño debió de parecerle tan cercano que creyó tocarlo con los dedos. Pero lo que no sabía es que ya lo había dejado atrás. Gatsby creía en la luz verde en el futuro orgiástico que año tras año se desvanece ante nosotros. Se nos escapa ahora, pero no importa. Mañana correremos más rápido, alargaremos más los brazos y una buena mañana… Y así seguimos, navegando barcos a contracorriente, devueltos sin cesar al pasado” El Gran Gatsby 2013
Los años veinte sirvieron como un camino de evasión donde el sueño americano cual sedante, alivió el drama de una guerra que no quería volver a repetirse. Y sí, se repitió. Veinte años pasaron tras el Tratado de Versalles (1919), para que el débil sistema de paz construido por la Sociedad de Naciones se desvaneciera iniciándose la Segunda Guerra Mundial, la guerra más cruenta que se recuerda. Pero eso es otra historia, porque ahora, el eje de la nueva sociedad surgida tras la Gran Guerra giró en torno a la innovación técnica y el consumismo desenfrenado. Así, se popularizó entre las clases medias burguesas estadounidenses el consumo de teléfonos, radios y electrodomésticos, el automóvil con su mítico Bugatti Tip 35 o Ford T, mientras que las ciudades se llenaban de rascacielos, símbolo del American Way of Life.
El capitalismo se implantó definitivamente gracias a las élites políticas y financieras, que incentivaron, a través de las nuevas formas de publicidad, la concesión de crédito fácil y la venta a plazos. El Plan Dawes convertía a EE. UU en prestamista de los países derrotados en la guerra. El espejismo de la especulación financiera como único motor de crecimiento económico creó una sociedad consumista embarcada en multitud de préstamos muchas veces insostenibles para las posibilidades económicas reales del estadounidense medio. Por otra parte, los empresarios movidos por el frenesí de un optimismo encandilador se empezaron a agrupar en asociaciones de empresas en sus distintas modalidades –trust, carter y holding– para en su máximo apogeo, convertirse en los grandes oligopolios que dominaron la década de los años veinte.
Millones de europeos optaron por probar suerte migrando a las principales ciudades de EE. UU. Pero en muchos casos se enfrentaron a los valores más tradicionales de la América profunda, representados en el acrónimo inglés WASP (blanco, anglosajón y protestante) expresión de los valores conservadores y tradicionales de la sociedad americana.
En enero de 1920 entró en vigor la llamada Ley Seca, una medida de prohibición de la producción, venta y consumo de alcohol en algunos estados americanos. De forma paralela a su prohibición, nació el mercado negro de la industria del alcohol, elevando los precios de su consumo y provocando la creación de bandas de delincuentes. Entre las más conocidas y elevándose a la categoría de mito, fue la liderada por Al Capone, que se enriqueció en base a la creación de redes de contrabando de alcohol por Chicago, convirtiéndose en viva imagen del crimen organizado en la ciudad. Quedará en el recuerdo la Matanza de San Valentín acaecida el 14 de febrero de 1929 y donde se enfrentaron las dos facciones rivales regando de sangre las calles de la ciudad.
Los espectáculos de masas sirvieron para entretener a un público que dejaba atrás el drama de la guerra. Así, la industria del cine despegaba con la aparición de los primeros iconos del séptimo arte como Charles Chaplin o la más cómica pareja americana: El gordo y el flaco. El cine sonoro apareció en 1927, con el largometraje El cantor de Jazz. Gran parte de las vanguardias artísticas exploraron las posibilidades que el cine sonoro les daba y posibilitaron la creación de la mayoría de los géneros que hoy en día conocemos. Aparecieron en esta época las primeras divas del cine mudo como Mary Pickford, Gloria Swanson o Lillian Gish.
Numerosos clubes y locales diversos abrían a lo largo y ancho de las ciudades de Norteamérica dispuestos a ofrecer música y espectáculo a un público hambriento de desinhibición y desenfreno, anestesiado por las melodías embriagadoras de un nuevo género musical. El Jazz iba abriéndose paso desde los lugares marginales de la América profunda, como prostíbulos y garitos de minorías raciales y sociales, hasta dar paso en pocos años a convertirse en verdaderas mecas de dicho género musical, como el célebre Cotton Club, en Harlem, el mítico barrio neoyorquino. Aquí, sonaron las energéticas melodías y el ritmo frenético de la orquesta de Duke Ellington, la alocada trompeta y la voz rota de Louis Amstrong o la tímbrica, nostálgica y cálida voz de Billie Holiday entre otros. El jazz significaba en su esencia los alocados años veinte. Representaba la pura transgresión de los valores tradicionales que reinaron hasta el momento.
Qué mejor que el arte para reflejar el inconsciente de una sociedad quebrada por una guerra. Los horrores de ésta y las contradicciones que creó fueron expresadas a través del pincel de los pintores surrealistas. El surrealismo de André Bretón apareció de la mano del psicoanálisis de Sigmund Freud. Ambos, uno en el campo del arte, el otro en la psicología, exploraron los mecanismos del inconsciente. El francés intentó sobrepasar el límite de lo real en una búsqueda constante por lo imaginario e irracional, empleando incluso la experimentación en el sueño y el espiritismo.
Por su parte, el dadaísmo significaba la nada, el absurdo de un arte que había perdido toda referencia clásica y que llevó al artista Marchel Duchamp a presentar un urinario invertido como una obra más, rompiendo así todos los convencionalismos, mostrando una dura crítica al sistema y llegando a los límites del absurdo en el campo artístico.
El estilo Art Decó empezó a engrandecer y embellecer las ciudades americanas, en un intento de construir la contemporánea torre de Babel, como si de un elogio de desarrollismo técnico y consumista se tratara. Por influencia de las primeras vanguardias se desarrolló en el viejo continente el estilo artístico denominado Escuela Bauhaus, con su preferencia por la funcionalidad del espacio sobre la forma.
En el universo literario destacó F. Scott Fitzgerald plasmando en su icónica obra, El Gran Gatsby, toda la esencia de los años 20. En una pomposa atmósfera de lujo y abundancia, los protagonistas de la novela entrelazan historias donde la brutalidad, la traición y el abandono de los ideales más básicos son elementos que reflejan una sociedad americana decadente y en plena metamorfosis.
Por otra parte, el avión bautizado como Spirit of St. Louis , manejado por el piloto Charles Lindbergh, sobrevolaba por primera vez las aguas del Atlántico desde Nueva York hasta París sin realizar escala alguna, mostrando al mundo que las fronteras se estrechaban y que la confianza por las gestas del ser humano se recuperaban.
Las mujeres, tras la marcha de los soldados al campo de batalla en la Primera Guerra Mundial, desempeñaron labores que tradicionalmente habían sido asignados al hombre, como el trabajo en fábricas o la gestión económica. No estaban dispuestas a volver tan fácilmente al rol tradicionalmente estipulado, tomándose conciencia de un cambio social que se materializó en los movimientos sufragistas focalizados, sobre todo, en el derecho al voto. Así sucedió con la Enmienda 19 de la Constitución de Estados Unidos donde se aprobaba el derecho al voto femenino.
Los valores morales cambiaron y, con ello, la estética y la moda de la época: ellos llevaban el monóculo, el bastón en mano y una larga boquilla para fumar. Ellas sustituyeron el vetusto corsé por faldas más cortas, la boa cubriendo sus cabezas y sobre las espaldas bajaban lujosas capas, en ocasiones de lentejuelas. El paradigma total de la moda en los años veinte fue Coco Chanel, quien rompió los cánones de belleza de la Belle Époque, por prendas más funcionales y cómodas de llevar.
Sin embargo, el sueño de los años veinte tuvo un mal despertar. Era el 24 de octubre 1929, más conocido como Jueves Negro, cuando se produjo la mayor caída del mercado de valores en toda la historia del país. Los precios de las acciones en bolsa habían crecido a la par que el ego consumista, pero llegado este día, descendió hasta el abismo para no recuperarse hasta muchos años más tarde. Aparte de las consecuencias económicas, con empresas quebradas y miles de trabajadores en la indigencia absoluta, se produjo un fractura moral de la sociedad. Con la Gran depresión se iniciará un periodo denominado los tristes años 30, donde se producirá una escalada de tensión internacional dentro de una atmósfera de desconfianza, que llevará a finales de 1939 a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, los años veinte no fueron tan felices para los habitantes del viejo continente. Europa fue la gran castigada del conflicto bélico, la que más sufrió sus consecuencias a raíz de una economía destruida, producto de la práctica eliminación del tejido industrial y la ruptura del mercado. La guerra dejó en evidencia las deficiencias de la democracia liberal-burguesa para dar respuesta a las necesidades básicas de los ciudadanos europeos. Durante los años veinte se gestaron nuevas formas de concebir la política. Primero, la vertiente comunista se abrió paso en Rusia como consecuencia de la Revolución de Octubre 1917, posteriormente, el fascismo, tras la Marcha sobre Roma de 1922 en Italia. Ambas poseedoras de una retórica cautivadora y unas propuestas económicas no menos atractivas dieron lugar a las dos expresiones más terribles del totalitarismo del siglo XX como fueron la dictadura comunista de la URSS y el nacionalsocialismo en Alemania. Pero eso, es otra historia…
Cien años después de los sucesos narrados, el fantasma de los felices años veinte recorre a su homólogo del siglo XXI. Nuevas amenazas como el terrorismo internacional, la lucha por la hegemonía por el poder político y económico entre potencias, nuevas pandemias incontrolables como el COVID-19, la amenaza de la guerra química junto con la incontrolable potencialidad de las nuevas tecnologías, auguran un futuro incierto. Cabe preguntarnos cuando ocurrirá nuestro particular «crack del 29»…
Referencias
-Gran Enciclopedia de la Historia. Edición TODOLIBRO
-«Los no tan felices años veinte» CANAL HISTORIA TOTAL, consultado en Youtube
-«La lección de los años veinte: de la fiesta interminable al auge de los populismos» EL PAÍS