Del origen de la vida privada y la actividad pública

No de idilios vive el hombre, ni la mujer. Una vez que cayeron en la cuenta de que expandir el gen estaba estrechamente relacionado con el débil mamífero que les tocaba reproducir, tuvieron que parar la carrera. Una banda de adultos puede circular por la intemperie, los niños en cambio son una esponja de bacterias y enfermedades.

Esta iniciativa para hacer una guardería primitiva tiene sus complementos en un favorable cambio climático de glacial a templado allá por el año 13.000 antes de nuestra era. De tal modo que algunos grupos pudieron asentarse (hay casos documentados sobre todo en la región de Oriente Medio) e iniciar una división de trabajo que respaldaba el periodo de lactancia — ¡importantísimo para los nuevos integrantes del grupo! —, y la recolección de cereales y raíces comestibles.

La relación directa con el nacimiento fue la principal causa para tener este tipo de mociones organizativas.

El historiador inventó la categoría de salvajismo para reconocerlas, lugares donde detrás de una distribución de los bienes que se producen, un cuidado materno y la cooperación de los jóvenes en el trabajo, se ocultan ritos que no respetan la vida ni las buenas costumbres, llegando a veces al sacrificio —¿al canibalismo?— y a la poligamia descontrolada.

El salvajismo tiene manifestaciones más recientes, no es un tipo de sociedad con un límite temporal. Fue visto de frente en el Nuevo mundo, la América de los habitantes que atrasaban al extranjero conquistador en la codificación de sus costumbres, en su experiencia de la administración estatal de masas de personas integradas a un régimen central.

En cada nueva meta de exploración se veían eventualmente seres salvajes. En África y Oceanía también tenían grupos que cohabitaban la naturaleza, sin aún la destreza para modificar a placer. Es esta la esencia del salvajismo, las pequeñas intervenciones en el mundo natural para garantizar la subsistencia, mas no los excedentes que permiten el patrimonio, la transacción, la herencia.

Retomemos otra vez el punto de la reproducción, que en las etapas de primeros agricultores expertos (8.000-7.500) está incitada más por la fuerza de trabajo que por el erotismo y el galanteo.

Se ensayan nuevas formas sociales, la domesticación del lobo toma variantes para diversas actividades de campo, que ya desde el 11,000 a.C. había empezado a ser el mejor amigo del hombre, pues es excelente depredador de roedores, plagas que resultan glotones de cultivo y focos de enfermedades.

Otro animal que se adhiere a este modus vivendi es la variante de búfalo o buey, que tras una modificación gradual contribuye al acarreo de alimentos, provee de leche y da una excelente imagen analógica para los casos de infidelidad.

Sin embargo, no todo fueron cochinadas, el cerdo se sumó a las ovejas y al caballo, que es quizá el animal que, a medida que se domesticaba, produjo más seguridad al hombre de guerra, y al de paz.

Todas estas nuevas incorporaciones ecológicas obligaron a la organización de grupos bien conformados. Hay cierto consenso en que la base de este esquema fue la madre, ya por la garantía de conservar la línea de sangre comunitaria, o porque los cuidados del neonato tuvieron que prolongarse en el regalo de la educación.

Habida cuenta de las experiencias de la época, podemos comprender el antecedente de la moralidad y el derecho, áreas próximas a la regulación de la conducta, pero que también permiten identificar al cercano, a quien ha absorbido los criterios de su generación, internándolos.

La barbarie se sostiene sobre todo en esas posibilidades de asociación del individuo con su entorno social. El bárbaro obra arquitectura para limitar el sol y la lluvia, esa administración del agua y la energía lo pone ante la belleza de su proporción, y desde ese equilibrio frágil que es el hogar se imagina la benevolencia de las deidades.

Los límites del mundo del bárbaro son los de su lenguaje, se ha demostrado suficiente para resolver el rompecabezas económico de la producción de recursos, pero los caprichos de la geografía lo confinan a claustros relativos, las tribus bárbaras hallan un confín del mundo —que en esos ayeres termina en una esquina— para hablar su dialecto, sentirse cómodos con nombrar sus alrededores y de tanto en tanto experimentar con otras realidades sucedáneas a la realidad real: la ficción, las plantas de los dioses o la religión misma, tan decoradas por palabras y discursos.

El progreso en este ensayo de sedentarismo se refleja en la necesidad de tener Consejos para procesar habitantes, para nutrir al ejército y fortalecer la seguridad interna. El aumento de bienes genera la tendencia de pasar de la familia basada en la consanguinidad materna a una familia que confiere autoridad al hombre, añadiendo esclavos y prisioneros a la regular parentela que son los primos, tíos, abuelos, cuñados, biznietos…

Al primer comentario legislativo que fue la regulación de las herencias, para al morir no dejar a los cercanos en una pobreza relativa, se suma la usura, antecedente de la relación contractual deudor-acreedor. Esa incipiente vida privada fue la célula de la vida democrática de los pueblos, es decir, de donde derivaba un representante, normalmente anciano, para participar en las decisiones colectivas.

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