Belerofonte fue uno de los grandes héroes de la mitología griega, famoso por derrotar a la monstruosa Quimera y domar al legendario caballo alado Pegaso. Pero, pese a sus magníficas hazañas, ¿qué ocurrió para que se precipitase a su fatal perdición?
Orígenes
El gran héroe matador de monstruos conocido como Belerofonte era hijo del rey de Corinto, Glauco y de Eurímede. Otros relatos todavía más grandiosos afirman que su padre era en realidad Poseidón, el todopoderoso dios de los mares, hermano de Zeus. Ya fuera Belerofonte de orígenes divinos o humanos, lo que sí quedó claro fue la magnificencia de sus hazañas, pero también la tremenda torpeza de sus errores.
Belerofonte es el arquetipo de héroe griego, vencedor de las dificultades a lo largo de su trayectoria, con sus luces y sus sombras, sin poder escapar de su aciago destino a causa de las imprudencias cometidas. Pues a pesar de nuestros logros, sean estos dignos o no de quedar enmarcados para la posteridad, no debemos caer en la arrogancia sino queremos precipitarnos hacia el ostracismo más absoluto. Esto fue lo que le acabó ocurriendo al héroe Belerofonte, valiente pero imprudente, como no pocos de su posición.
Logros y caída del héroe
Al igual que ocurriera con otros grandes personajes de la mitología griega, Belerofonte hubo de exiliarse de su tierra natal debido a una muerte accidental, que pudo tratarse de un tal Bélero (de ahí su nombre). Fue entonces cuando acudió a la corte de Preto, rey de Tirinto, en busca de cobijo y la posibilidad de resarcirse. Todo iba desarrollándose según lo planeado hasta que un buen día (o tal vez un mal día), la bella esposa del rey llamada Estenebea quedó prendida de los encantos del apuesto joven y le trató de convencer para tener un encuentro lleno de pasión. Mucha pasión no hubo ya que a Belerofonte no le pareció tan buena idea dicha proposición, pues eso hubiera contravenido su calidad de respetable huésped. Sintiéndose despechada, Estenebea decidió vengarse del incauto joven y le acusó ante su marido de intentar seducirla. Preto creyó a su esposa a pies juntillas mas no podía ejercer acciones contra un huésped de su propia casa. Eso no hubiera sido propio de un buen anfitrión. Por esta razón, encomendó la tarea de deshacerse de este molesto personaje a su padrastro Yóbates, rey de Licia, a través del envío de una tablilla sellada. Belerofonte no podía imaginarse los desafíos que le acechaban.
El rey de Licia creyó oportuno agasajar a su nuevo huésped durante nueve días, sacrificando para ello a nueve vacas, en un acto de gran sacrificio para su ganado. Sin embargo, la suerte cambió repentinamente para el inocente Belerofonte cuando al alba del décimo día, Yóbates cumplió los deseos de Preto. Pero para ello desarrolló una hábil argucia, ya que no deseaba mancharse las manos de sangre. El astuto rey le pidió al joven que acabara con la Quimera, un ser monstruoso que adoptaba la forma de un león en su parte anterior, la de un dragón en la posterior y la de un cabra en el tronco. Todo un espectáculo de lo más grotesco. Esta inmunda bestia estaba atemorizando a todos los habitantes del reino. Para acabar con la terrible Quimera, nuestro héroe Belerofonte consultó al adivino Poliido quién le recomendó usar al legendario caballo alado Pegaso, hijo de Poseidón y de la gorgona Medusa. Pero Pegaso no estaba acostumbrado a que alguien se montase sobre su lomo. Para cumplir con su cometido, Belerofonte contó con la ayuda de los dioses, en este caso de Atenea, la diosa de la sabiduría. Al no poder domar al poderoso equino, Atenea le proporcionó una magnífica rienda de oro, la cual supo utilizar sabiamente.
Ya con Pegaso bajo su control, Belerofonte entró triunfalmente en las páginas de la historia al enfrentarse a la espantosa Quimera. Este horripilante monstruo se defendió con sus garras de león mientras que Belerofonte le lanzaba una flecha tras otra antes de dar el golpe final. Aprovechando el aliento abrasador de la bestia, el héroe griego le introdujo su lanza a través de las fauces lo que ocasionó que se derritiera el metal acabando con la vida del monstruo al tragárselo en su estómago. Belerofonte había vencido. Pero a pesar de esta gloriosa hazaña, todavía no era suficiente para Yóbates, quien además le hizo luchar contra los belicosos sólimos y posteriormente contra las Amazonas, una estirpe de mujeres guerreras. Ambas tareas fueron culminadas con éxito contra todo pronóstico. El rey de Licia le mandó entonces algunos de sus mejores hombres para que acabaran con él, pero los derrotó a todos. Parecía que nada ni nadie se interponía en el camino de Belerofonte. Abatido Yóbates por la grandeza del héroe, decidió reconciliarse con él ofreciéndole el matrimonio de su hija Filónoe. Podía parecer este un elocuente desenlace. Pero aún quedaban cuentas pendientes con Estenebea, quien había acusado a Belerofonte injustamente habiéndole provocado toda clase de infortunios por ello. Ojalá hubiese cambiado de opinión.
Convertido ya en toda una leyenda, Belerofonte regresó a Tirinto para consumar su venganza contra la dama despechada. Sin poder todavía saber lo que venía a continuación, Estenebea se subió ingenuamente a lomos de Pegaso tras ser convencida por Belerofonte para acompañarlo en su viaje. Una decisión que resultó en una auténtica tragedia. Ya cielo adentro, el héroe griego (aunque esta acción no gozaba de demasiada heroicidad) la arrojó del equino en las proximidades de Melos mientras sobrevolaban el mar Egeo. Aquí es donde se apaga la figura de Belerofonte. Pero aun tendría lugar un último acto de desazón en esta historia. Una vez eliminada Estenebea y envalentonado con la gloria conseguida después de vencer a todos sus enemigos ya fueran estos humanos o divinos, Belerofonte utilizó a Pegaso para entrar en el monte Olimpo sin haber sido invitado por los dioses. Tan cegado como estaba por la soberbia, Belerofonte pensó que podía ser considerado un dios más. Esta grave afrenta le costó su brillante carrera. Como resultado de este osado comportamiento, el padre de los dioses, Zeus, envió un tábano para que picara a Pegaso, encabritándose y haciendo caer a su jinete. Belerofonte ya nunca se recuperaría de semejante mazazo, pues se quedó tullido para el resto de sus días. Después de esta desgraciada caída, se dedicó a vagar de forma miserable. Su arrogancia le llevó a un desgraciado final tal y como nos lo relató Homero: «Pero cuando aquél se hizo odioso a todos los dioses, por la llanura Aleya iba vagando solo, devorando su ánimo y eludiendo las huellas de las gentes«.
Reflexión del mito
El mito de Belerofonte y Pegaso nos advierte de las consecuencias que tienen nuestros actos. Al igual que ocurre en otros mitos, el inexorable destino hizo enfrentar al héroe griego a una serie de adversidades sin haberlo merecido previamente. La falsa acusación de Estenebea provocó paradójicamente una sucesión de acontecimientos que llevarían a Belerofonte a alcanzar la fama y gloria largamente soñadas. No obstante, la forja de un gran héroe como Belerofonte a través de sus valerosas acciones, no le exime de responsabilidad en otros episodios igualmente desastrosos. A pesar de haber aniquilado a la terrible Quimera y triunfar sobre sus enemigos, sus deseos de venganza y especialmente su desprecio final hacia los dioses en ese frustrado intento de entrar en el Olimpo sin haber sido invitado, empañaron de forma irremediable su brillante figura hasta entonces. Todos los grandes personajes de la historia ya sean míticos o reales presentan sus luces y sus sombras, en el caso de Belerofonte lo vemos de forma clara. Los mitos no solo hablan de héroes y hazañas de antaño, sino que también son un fiel reflejo de nosotros mismos, de nuestras inquietudes y deseos más profundos, que si no somos capaces de controlarlos de forma adecuada, mutatis mutandis podríamos caer en un destino similar al desafortunado Belerofonte.
Bibliografía:
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