Persas contra griegos y romanos – un milenio de conflictos

Fue en la confrontación entre persas y sus vecinos al oeste donde se conformaron las identidades que estudiamos hoy. Y es justo en ese lugar donde miramos para encontrar las bases de la sociedad moderna. El intercambio de productos e ideas no fue un factor menor. Y por supuesto, el conflicto milenario de ambas partes marca de manera fundamental la forma de entender aquellas raíces de nuestro pensamiento y forma de ser.

Guerras médicas

No hay mejor lugar para empezar que aquellos lejanos conflictos entre el Imperio Persa y las ciudades-estado griegas en el siglo V a.C. Estas guerras fueron llamadas «médicas» porque los griegos asociaban a los persas con la tribu de los «medos».

Persia, en su expansión, conquistó y anexó varios territorios griegos en Asia Menor. La respuesta de las ciudades-estado, en particular Atenas y Esparta, no se hizo esperar. Después de una serie de movidas griegas, el Imperio puso su mirada en aquellas ciudades. Era hora de combatir.

Dentro de este conflicto, el enfrentamiento más famoso fue la Batalla de las Termópilas. El famoso rey espartano Leónidas I lideró una pequeña fuerza griega para resistir heroicamente el avance del ejército persa comandado por Jerjes I. Aunque los espartanos y aliados cayeron derrotados en esta batalla, su resistencia permitió sobrevivir a los habitante de Atenas y sirvió de inspiración a otras ciudades. La revancha estaba próxima.

Hubo otro impacto muy importante resultado de este primer choque. Aquella tenue esperanza de sobrevivir como cultura fue la mecha que prendió todo el auge que ahora conocemos como el Período Clásico. Personajes como Sócrates, Eurípides, Aristófanes, así como aportes al pensamiento, a la literatura, al arte y a la política, no se entienden sin las guerras contra persas.

Cerámica griega con el detalle de un Soldado persa y hoplita griego combatiendo

Impacto del conflicto

Las Guerras Médicas tuvieron un impacto significativo. El haber sobrevivido al imperio más grande del momento les demostró sus fortalezas y el valor de lo que ellos entendían por libertad. Además, estas guerras marcaron el inicio de un conflicto que sería milenario. Las repercusiones se sentirían a lo largo de los siglos.

La expedición de los Diez Mil

La unión de todos los griegos nunca se logró. Las guerras entre las ciudades más importantes marcarían la tónica de la siguiente etapa. Y como resultado de ello, siempre habría soldados dispuestos a combatir. Una etapa de mercenarios proseguiría. Incluso los mismos persas utilizarían las fuerzas militares de diferentes ciudades griegas para sus propios fines.

La más famosa fue La expedición de los Diez Mil, narrada por Jenofonte en su obra «Anábasis«. El objetivo de la expedición era derrocar al rey persa Artajerjes II y colocar en el trono a Ciro el Joven, hermano del rey.

La expedición comenzó con una fuerza de alrededor de 13.000 mercenarios griegos. La tragedia no tardaría en caer. Durante la batalla decisiva en Cunaxa (401. a.c.) resultó muerto Ciro. Como resultado, los Diez Mil se encontraron atrapados en lo profundo de territorio enemigo y bajo la amenaza constante del ejército persa.

Bajo el liderazgo de Jenofonte y otros generales, los Diez Mil emprendieron una marcha épica a través de terrenos hostiles. Enfrentaron desafíos constantes, como emboscadas, escasez de alimentos y el ataque de tribus locales. Su objetivo principal era llegar al Mar Negro, donde podrían encontrar una ruta segura de regreso a Grecia.

Los griegos expanden sus horizontes

Durante su arduo viaje, los Diez Mil se enfrentaron a numerosos obstáculos y peligros. Sin embargo, a través de la disciplina, la estrategia y la valentía, lograron mantenerse unidos y resistir. El relato de Jenofonte destaca los aspectos de liderazgo y camaradería que surgieron entre los soldados griegos.

Además de su relevancia histórica, la historia de los Diez Mil fue fuente de inspiración e información para generaciones posteriores. La Anábasis vino a demostrar la vulnerabilidad de estos territorios ante los ejércitos helenos. No pasaría mucho para que el más famoso de los líderes aprovechara estas ventajas.

Alejandro Magno

Las campañas de Alejandro Magno para derrotar a los persas aqueménidas fueron una serie de batallas que se llevaron a cabo entre 334 y 330 a.C. Alejandro, el rey de Macedonia, tenía como objetivo manifiesto vengar las invasiones persas anteriores a Grecia y expandir su propio imperio.

La primera gran batalla fue la Batalla del Gránico en el año 334 a.C. Alejandro lideró a su ejército macedonio contra el ejército persa comandado por el sátrapa (gobernador) Memnón de Rodas. A pesar de estar en desventaja numérica, los macedonios lograron una victoria decisiva gracias a su disciplina, tácticas superiores y el liderazgo valiente de Alejandro.

Después de esta batalla, Alejandro avanzó hacia el sur de Asia Menor y tomó ciudades importantes, como Mileto, Halicarnaso y Sardes, debilitando el control persa en la región.

El siguiente gran enfrentamiento fue la Batalla de Issos en el año 333 a.C. En esta ocasión, Alejandro se enfrentó al rey persa Darío III. Alejandro logró una brillante victoria al romper las líneas enemigas y derrotar al propio Darío, quien huyó del campo de batalla.

Después de la Batalla de Issos, Alejandro continuó su avance hacia el sur y llegó a Egipto, donde fue recibido como un libertador por la población. Aquí fundó la famosa ciudad de Alejandría y fue declarado faraón de Egipto.

La siguiente gran confrontación fue la Batalla de Gaugamela en el año 331 a.C. Esta batalla fue el punto culminante de las campañas de Alejandro contra los persas. Enfrentándose nuevamente a Darío III, Alejandro llevó a cabo una maniobra audaz y decisiva que desbarató al ejército persa y llevó a la derrota y la huida de Darío.

Mosaico de Alejandro en Issos contra Darío

Helenismo en expansión

Después de la Batalla de Gaugamela, el imperio persa quedó prácticamente en manos de Alejandro. Persépolis, la capital persa, fue saqueada y Alejandro se proclamó «Rey de Asia«. Darío fue asesinado por uno de sus sátrapas y el control persa sobre el territorio se desmoronó rápidamente.

Las campañas posteriores de Alejandro incluyeron la conquista de Bactriana y Sogdiana en Asia Central, donde se enfrentó a diversas tribus y enfrentó resistencia feroz. Finalmente, en el año 330 a.C., Alejandro llegó a Babilonia, la antigua capital de los persas, y aseguró su control sobre la mayor parte del imperio persa.

En su conquista de Persia, Alejandro incorporó a muchas tropas persas en su ejército, lo que fortaleció su fuerza militar y le permitió gobernar su vasto imperio. Además, adoptó prácticas administrativas persas y promovió una política de fusión de las culturas griega y persa, conocida como helenismo. El saber y los modos de vida griegos se expandirían en todas direcciones e influenciarían a las siguientes generaciones.

Roma entra en acción

Demos un salto en el tiempo de un par de siglos. Los reinos sucesores de Alejandro se han ido debilitando y una nueva potencia ha surgido en el Mediterráneo, Roma. Por su parte, la antigua Persia se ha recuperado del golpe de los helenos, y ha vuelto a establecer el control de una buena parte de sus territorios asiáticos bajo la dinastía arsácida. El viejo conflicto tomará nueva vida bajos estos dos actores.

La derrota romana en Carras contra las fuerzas persas fue un evento trascendental en la historia militar y política de la Tardo República Romana. Ocurrió en el año 53 a.C., durante el reinado del rey persa Orodes II. Marco Licinio Craso, uno de los miembros del primer triunvirato romano junto con Cayo Julio César y Cneo Pompeyo, lideró una campaña militar en el este para expandir Roma y obtener riquezas. No pudo elegir peor rival. Su expedición terminó en un desastre en la ciudad de Carras.

Los asiáticos, conocidos por su habilidad en el combate a caballo y su táctica de disparar flechas a distancia, aprovecharon al máximo esta ventaja. Lanzaron ataques rápidos y constantes contra los romanos, mientras evitaban enfrentamientos directos. Fue una de las peores derrotas para Roma.

Marco Antonio

Después de la derrota de Craso en Carras, Marco Antonio, uno de los principales líderes romanos de la época, también participó en campañas militares en la región.

En el año 40 a.C., Marco Antonio lideró una expedición militar para enfrentarse a los partos en la región de Media y Armenia. Su objetivo principal era vengar la derrota de Craso y restaurar la reputación romana en el este.

Durante esta campaña, Marco Antonio logró algunas victorias significativas. Recuperó ciudades que habían sido capturadas por los partos y reafirmó el control romano en ciertas áreas. Sin embargo, las operaciones militares de Marco Antonio no lograron una victoria decisiva y no pudo llevar a cabo una conquista completa de los territorios partos.

Posteriormente, Marco Antonio se vio envuelto en una serie de eventos políticos y militares, incluyendo su alianza con la reina Cleopatra de Egipto y su enfrentamiento con Octavio, quien se convertiría en el primer emperador romano, Augusto. Estos acontecimientos llevaron al fin de las ambiciones expansionistas de Marco Antonio en el este y a su derrota en la batalla de Accio en el año 31 a.C. Augusto, por su parte, trataría una política de conciliación con sus vecinos en el este.

Trajano

Demos otro salto en el tiempo. La dinastía Julio-Claudia ya ha dejado el poder. Vespasiano y sus hijos también se han ido. El Cristianismo comienza a sentar raíces. En el gobierno, es la hora de los emperadores hispanos. El primero de ellos, Marco Ulpio Trajano, decidió llevar a cabo una expedición militar para expandir las fronteras del Imperio Romano hacia el este y desafiar la influencia del Imperio Parto en la región. Su objetivo principal era tomar el control de la Mesopotamia y anexarla al imperio.

Marco Ulpio Trajano. Bajo este emperador, Roma alcanzó su máxima extensión

La primera campaña tuvo lugar en el año 113 d.C. Las legiones romanas avanzaron y cruzaron el Éufrates, enfrentándose a las fuerzas partas en varias batallas. Durante estas confrontaciones, las tropas romanas demostraron su superioridad táctica y fuerza militar, derrotando a las fuerzas partas y capturando ciudades clave, como Nísibis.

Entre el año 114 y 116, Trajano lanzó campañas donde capturó ciudades como la capital parta de Ctesifonte y Babilonia en el corazón de Mesopotamia. En 115 decidió invadir Armenia, un reino vasallo del Imperio Parto. Trajano depuso al rey armenio y anexó Armenia al Imperio Romano, estableciendo un nuevo rey títere bajo influencia romana.

En el año 117, mientras Trajano se encontraba en la región, surgieron disturbios en el Imperio Romano. Aprovechando esta oportunidad, los partos lanzaron un contraataque exitoso en Mesopotamia. Trajano tuvo que abandonar sus planes de conquista y comenzó una retirada hacia el oeste. Durante la retirada, el emperador enfermó y murió el mismo año. Su sucesor, Adriano, devolverá parte de las conquistas a los Partos y establecerá una paz.

Nisibis

Hablando de Nísibis, aquella ciudad de Mesopotamia fue escenario de varios conflictos entre el Imperio Romano y el Imperio Parto a lo largo de la historia. Uno de estos conflictos ya se mencionó en el apartado de Trajano. La ubicación de la ciudad es estratégica al situarse en una importante ruta comercial y militar. De hecho, era la entrada a Mesopotamia desde el norte.

Uno de los primeros conflictos tuvo lugar en el siglo I a.C., cuando las fuerzas partas, bajo el mando del rey Orodes II, sitiaron Nísibis en un intento de expandir su control sobre la región. Sin embargo, las fuerzas romanas lideradas por el ya mencionado Craso lograron defender la ciudad y repeler el asedio en el año 53 a.C.

Avanzando en el tiempo, otro conflicto notable ocurrió durante el reinado del emperador Marco Aurelio. En el año 165 d.C., los partos sitiaron nuevamente Nísibis, pero esta vez la ciudad logró resistir el asedio y fue defendida con éxito por el general romano Cayo Avidio Casio (su sublevación contra Marco Aurelio será lo que más perdure en la memoria). Las fuerzas romanas lograron mantener la ciudad y repeler los ataques partos, asegurando su control sobre ella.

Severo y Caracalla

En épocas del emperador Lucio Septimio Severo la clave fue liberar la mencionada ciudad de Nísibis. La ciudad había estado asediada por los reinos vasallos del imperio parto con la idea de tener control sobre la entrada a los ríos Tigris y Eufrates, y por lo tanto de la región de Mesopotamia.

Por la liberación de Nísibis y de otras ciudades cercanas, el emperador Severo se ganó los títulos honoríficos de Particus arábicus y Particus adiabenicus. Su hijo, Caracalla (Marco Aurelio Antonino era su nombre), tendrá planes para seguir con la campaña en esa zona. Su prematura muerte truncará esos planes. Luego vendrá la crisis del siglo III y algunos episodios que marcarán época.

Aureo con la efigie de Septimius Severo en un lado, y Julia Domna, Caracalla y Geta al otro

La captura del emperador Valeriano

La crisis del siglo III pareció desmoronar al Imperio en algunos momento. La captura del emperador Publio Licinio Valeriano por parte del Imperio Persa fue un evento histórico significativo que tuvo lugar en el siglo III d.C. Durante su reinado, Valeriano se enfrentó a numerosos desafíos, incluida una serie de conflictos con el Imperio Persa liderado por el rey persa Sapor I.

En el año 260, Valeriano lideró una expedición militar hacia el este para enfrentarse a las fuerzas persas. Sin embargo, la campaña resultó desastrosa para los romanos. En Edesa, el emperador fue capturado por el rey Sapor I.

Aquella captura fue un hecho sin precedentes en la historia romana, ya que fue el primer emperador en ser capturado por un enemigo extranjero. De acuerdo a algunas crónicas, Sapor trató a Valeriano con gran desprecio y lo utilizó como trofeo de guerra. Todo un golpe al orgullo del imperio. Además, hubo otro impacto significativo. Sapor aprovechó la oportunidad para llevar a cabo incursiones y conquistas en territorio romano.

Zenobia de Palmira

Durante su gobierno, Zenobia buscó expandir el poder y la influencia de Palmira en la región oriental del Imperio Romano. Para lograrlo, estableció relaciones tanto con el Imperio Romano como con el Imperio Persa, aprovechando las rivalidades y conflictos entre estas dos potencias.

En el año 271, Zenobia declaró la independencia de Palmira. Este acto desencadenó tensiones con el Imperio Romano. Al mismo tiempo, Zenobia buscó consolidar alianzas con otras potencias, incluido el Imperio Persa. Aquella relación diplomática probablemente fue parte de su estrategia para fortalecer su posición. Se cree que existieron acuerdos y tratados de paz entre Palmira y Persia, pero los detalles exactos de estos pactos no están claramente documentados.

Sin embargo, estas alianzas y acuerdos no impidieron que el Imperio Romano finalmente se enfrentara a Zenobia y derrotara a Palmira en el año 272. Lucio Domicio Aureliano lideró una campaña militar exitosa contra Palmira, capturó a Zenobia y sometió a la ciudad a su autoridad.

Diocleciano y Constantino

Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto, quien gobernó desde el año 284 hasta el 305, implementó importantes reformas en el Imperio, incluida la reorganización administrativa y militar. Con el fin de estabilizar las fronteras orientales, Diocleciano estableció una política defensiva y negoció una paz con los persas sasánidas, con su rey Narsés I en el año 299. Este tratado estableció los límites entre los dos imperios y permitió un período de relativa estabilidad en la frontera oriental durante su reinado.

La situación dio un vuelco en el imperio durante el reinado de Constantino, quien gobernó desde el 306 hasta el 337. Flavio Valerio Constantino logró unificar el Imperio Romano bajo su liderazgo y llevó a cabo importantes reformas políticas y religiosas. El Cristianismo, aquella religión que se originara tres siglos antes en una remota provincia del imperio, y que había crecido en militantes y en influencia, vendría a ser fundamental a partir de este emperador.

Constantinopla. Durante siglos, sería el eje de la Cristiandad y resistiría los embates de persas y musulmanes

Demos otro salto en el tiempo. Las ideas, las religiones, las plagas, los ejércitos… Todo eso se moverá a lo largo de la frontera entre ambos imperios. Y luego vendrá la caída del la Roma Occidental en el siglo V. Persia enfrentará sus propias dificultades. El siguiente conflicto de gran envergadura llegará cuando Roma esté representada por el ascenso de una nueva ciudad, Constantinopla.

Justiniano y Belisario

El general Flavio Belisario, uno de los comandantes más destacados de Flavio Pedro Sabacio Justiniano, desempeñó un papel importante en esta confrontación. El gran general lideró una serie de campañas militares contra los persas, que se libraron entre los años 527 y 532.

Inicialmente, las fuerzas bizantinas bajo el mando de Belisario lograron éxitos significativos contra los persas, recuperando territorios en el este y llegando incluso a la capital persa, Ctesifonte, en 530. Sin embargo, debido a problemas logísticos y a la falta de apoyo político y financiero de Justiniano, las victorias de Belisario no pudieron consolidarse y finalmente se llegó a un tratado de paz en el año 532.

El tratado de paz estableció una frontera más o menos estable entre el Imperio Bizantino y el Imperio Persa, aunque hubo cambios en las posesiones territoriales de ambos lados. Además, el tratado incluyó el pago de tributos por parte del Imperio Bizantino al Imperio Persa, lo que aseguraba una tregua temporal en el conflicto.

Un efecto no deseado durante el gobierno de Justiniano fue la plaga (tal vez peste bubónica) que surgió en el 541. El mediterráneo se vería afectado por brotes de esta pandemia durante los siguientes dos siglos. Un factor no menor en los hechos que se desarrollarán en ese tiempo.

Heraclio y la primera cruzada

La última guerra entre la Romania y los Sasánidas fue un conflicto brutal. Estas guerras marcaron un punto de inflexión en la historia de Bizancio y Persia, y tuvieron consecuencias significativas para ambas potencias, y que en algunos sentidos, se siguen sintiendo a día de hoy.

Las hostilidades entre Heraclio y los persas sasánidas comenzaron en el año 602, cuando el emperador persa Cosroes II aprovechó las tensiones internas en el Imperio Bizantino y lanzó una invasión a gran escala. Las fuerzas persas conquistaron gran parte de los territorios bizantinos en el este, incluida Jerusalén. Se llevaron la Vera Cruz, un golpe a los cristianos, quienes la consideraban una reliquia sagrada.

Heraclio, decidido a defender su imperio, organizó una resistencia y lanzó una serie de contraofensivas contra los persas. Durante los años siguientes, Heraclio llevó a cabo una campaña militar audaz y estratégica. Con el tiempo, logró infligir graves derrotas al ejército persa y reconquistar los territorios perdidos.

En el año 627, se libró la batalla decisiva entre Heraclio y los persas en las cercanías de Nínive. En esta batalla, los bizantinos obtuvieron una victoria aplastante sobre los persas, lo que resultó en la captura del propio Cosroes II.

Heraclio recibe la sumisión de Cosroes II. Placa de un crucifijo

La captura de Cosroes II debilitó enormemente al Imperio Persa y permitió a Heraclio imponer condiciones favorables de paz. En el año 628, se firmó un tratado que puso fin al conflicto y restableció la paz entre Bizancio y Persia. El tratado estableció nuevas fronteras y estipuló la devolución de la Vera Cruz a los bizantinos.

Consecuencias de la última gran guerra romano persa

Las guerras entre Heraclio y los persas tuvieron consecuencias duraderas. Debilitaron significativamente al Imperio Persa y permitieron a Constantinopla recuperar su posición y reafirmar su influencia en el este. Sin embargo, el conflicto también debilitó a la Romania y dejó al imperio vulnerable a futuras invasiones y amenazas, especialmente las que vendrían de los árabes musulmanes apenas unas décadas después.

El surgimiento del califato árabe y la expansión del Islam llevaron a la conquista de vastos territorios que antes estaban bajo el dominio de Roma y Persia. Las conquistas árabes se extendieron rápidamente, absorbiendo gran parte de los territorios de ambos imperios. Estas conquistas tuvieron consecuencias políticas, sociales y culturales, ya que se estableció un nuevo orden y se implementaron nuevas estructuras de gobierno basadas en el Islam.

La llegada del Islam también tuvo un impacto en la identidad religiosa y cultural de las regiones afectadas. Tanto Bizancio como Persia tenían tradiciones religiosas arraigadas, el cristianismo y el zoroastrismo respectivamente, pero con la llegada del Islam, estas religiones experimentaron cambios y transformaciones significativas. El islam se convirtió en la religión dominante en estas áreas y moldeó las prácticas y creencias religiosas de las comunidades locales. Era el fin del mundo antiguo. Una nueva era se abría camino.

Referencias bibliográficas

Asimov, I. (2000). Los griegos. Alianza.

Chica, J. S. (2022). El águila y los cuervos. La caída del Imperio Romano. Desperta Ferro Ediciones.

Chica, J. S. (2020). Imperios y bárbaros: la guerra en la Edad Oscura. Desperta Ferro Ediciones.

Heather, P. (2005). The fall of the Roman Empire.

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