Se utiliza el título de Poetas Malditos para designar a una generación de artistas de origen francés que llevaron a cabo una de las mayores revoluciones estilísticas conocidas hasta la fecha.
Su poesía, dotada de belleza y caracterizada por un aire gótico y altamente destructivo, lejana al romanticismo imperante en la época, se desarrolló gracias a la creación de entornos evocadores y sugestivos. Su estilo, extremadamente ajeno a la lógica y la razón, les granjeó una mala fama e incomprensión en vida que solo el pasar de los años pudo depurar.
No solo su poesía era criticada, sino que el estilo de vida que estos artistas practicaban les mantenía alejados de una sociedad puritana y clasista. Conocieron en primera persona la enfermedad y el abandono. Y todos ellos rehuyeron la escena pública y oficial de la sociedad francesa.
Embebidos en la drogadicción, el juego y las mujeres, los Poetas Malditos hicieron de este mundo el escenario ideal para sus grandes obras.
En múltiples ocasiones se ha pretendido crear una lista cerrada de nombres implicados en la revolución estilística promovida por estos artistas, sin embargo a día de hoy no se ha llegado a un consenso.
No obstante hay cuatro nombres que marcaron un antes y un después, y son los que abanderan el título de Poetas Malditos por encima de los demás:
1. Charles Pierre Baudelaire | 9 de abril de 1821 – 31 de agosto de 1867
Charles Baudelaire escribió ensayos, fue crítico de arte y traductor francés. Pero su gran obsesión fue la poesía. Su vida siempre estuvo plagada de excesos, codeándose con círculos bohemios y artísticos durante toda su carrera.
Su obra supuso un antes y un después en la corriente simbolista francesa, y sus escritos promovieron la revolución estilística que condujo al nuevo modo de hacer poesía.
Encontró una gran influencia en los escritos de Edgar Allan Poe, a quien tradujo en numerosas ocasiones.
A Baudelaire se le atribuye la creación del concepto “modernidad” como sinónimo de la ferviente decadencia social asociada a los entornos metropolitanos y urbanos de su época.
2. Jean Nicolas Arthur Rimbaud | 20 de octubre de 1854 – 10 de noviembre de 1891
Tras una infancia aprendiendo las buenas maneras de practicar la literatura, abandonó su acomodada zona de confort para viajar hasta Europa y terminar conociendo África. La experiencia de tal decisión le sirvió como máxima influencia en su nueva forma de concebir la poesía que daría a luz en el futuro.
Rimbaud poseía una particular y extravagante visión respecto a lo que debía ser un poeta. Para el artista, desafiar sus propios sentidos y ponerlos del revés era la única manera de crear obras de gran impacto sensorial.
Su vida, como la de sus compañeros, no fue ensalzada hasta alcanzada la muerte. Pronto, las nuevas generaciones encontraron en Rimbaud al artista que se conoce a día de hoy.
3. Paul-Marie Verlaine | 30 de marzo de 1844 – 8 de enero de 1896
Verlaine contribuyó al nuevo hacer de la poesía francesa, desarrollando su carrera dentro del movimiento simbolista y decadentista.
Una vida turbia y alejada de convencionalismos le llevó a vivir experiencias más que desagradables.
Uno de los episodios más célebres de la biografía del artista fue la que le implicó en una agresión directa a su colega Rimbaud. Ambos viajaban a Bruselas cuando Verlaine disparó al poeta en la muñeca en dos ocasiones. Un juez dictaminó su encierro en la cárcel.
Su estancia en prisión dio inicio a un cambio radical en la existencia de Verlaine, que perdería a su mujer y se acabaría convirtiendo al catolicismo estando aún entre rejas.
4. Stéphane Mallarmé | 18 de marzo de 1842 – 9 de septiembre de 1898
Como Baudelaire, dedicó parte de su carrera a la crítica artística y literaria. Su poesía, inscrita en el marco del simbolismo, supuso la culminación y superación de este estilo artístico. Su forma de hacer literatura abrió paso a las futuras vanguardias, sentando un claro precedente estilístico.
Aunque fueron varios los artistas que influyeron en la obra del poeta, no fue sino el gran Baudelaire el que marcó determinantemente su obra.
Sin embargo, poco tiempo tardó en superar a sus maestros, dando a luz obras más cargadas de detalle y libertad. Acostumbró en vida a reunir a sus discípulos en su casa, y a través de la tertulia hablaron de los grandes cambios que viviría la poesía en el futuro próximo.