Los dictadores Franco y Hitler mantuvieron una relación cordial pero llena de altibajos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La fallida entrevista de Hendaya, el envío de la División Azul al frente oriental o el suministro de wolframio y otras materias primas a Alemania, son sólo algunos de los episodios que tuvieron lugar durante esta oscura etapa. Pero, ¿en algún momento quiso Franco involucrarse directamente en la contienda al lado de las Potencias del Eje?
Antecedentes: Guerra Civil española
Durante la Guerra Civil española (1936-1939), el general Francisco Franco recibió apoyo material y logístico por parte de las Potencias del Eje. Dicho apoyo fue uno de los factores fundamentales para la victoria final del bando sublevado frente al gobierno republicano en 1939. Tanto Hitler como Mussolini se saltaron en reiteradas ocasiones el Comité de No Intervención, con el fin de asegurarse el triunfo del bando más afín a sus intereses. Por otro lado, aunque el gobierno republicano contó con la ayuda de las Brigadas Internacionales y la asistencia técnica y militar de la Unión Soviética, esta fue menos intensa y continua que la que prestaron respectivamente Alemania e Italia al bando sublevado. Esta circunstancia jugó en contra de las fuerzas leales a la República, junto con la enorme división que existía en su seno.
Uno de los episodios más dramáticos de la Guerra Civil perpetrados por el Eje fue el bombardeo de la localidad vasca de Guernica por la Legión Cóndor alemana, ocurrido el 26 de abril de 1937. Este hecho fue inmortalizado por el pintor Pablo Picasso en su potente obra artística el Guernica. Otro destacamento que se destacó en el conflicto español fue el Corpo de Truppe Volontarie, un contingente italiano que participó en diversos episodios como la conquista franquista de Málaga o la batalla de Guadalajara (esta última con resultados algo calamitosos para Mussolini), entre otros. Por todo ello, tras su victoria final en abril de 1939, el caudillo se hallaba de alguna manera en deuda con Alemania e Italia. Los acontecimientos venideros serían claves para el futuro de Franco y de España.
Entusiasmo inicial y posteriores dudas del caudillo en la Segunda Guerra Mundial
El 1 de septiembre de 1939, tan solo cinco meses después de finalizar la Guerra Civil española, el mundo entraba en el conflicto más devastador que ha conocido la humanidad: la Segunda Guerra Mundial. Adolf Hitler procedió a la invasión de Polonia, rompiendo la paz con Francia y Reino Unido de forma definitiva. En poco más de un mes, la resistencia polaca sucumbió ante las fuerzas alemanas y las soviéticas, las cuales también habían invadido Polonia por su lado oriental. Mientras tanto, los gobiernos francés y británico se mantuvieron a la defensiva, llegando a ser apodado este período sarcásticamente como la drôle de guerre (guerra de broma). Para su pesar, en abril de 1940 Hitler llevó a cabo la apertura del frente occidental. Uno a uno, todos los países implicados en la contienda fueron cayendo como si fueran un castillo de naipes: Dinamarca, Noruega, Luxemburgo, Países Bajos, Bélgica y Francia. Tan solo Reino Unido logró mantenerse a salvo gracias a su insularidad y a la protección extra otorgada por la Royal Navy. Fue entonces cuando a raíz de la inminente caída de Francia, el generalísimo se ofreció a Hitler en una carta entregada por el general Vigón a fecha del 3 de junio de 1940:
Querido Führer: en el momento en que los ejércitos alemanes bajo su dirección están conduciendo la mayor batalla de la historia a un final victorioso, me gustaría expresarle mi admiración y entusiasmo. No necesito asegurarle lo grande que es mi deseo de no permanecer al margen de sus cuitas y lo grande que es mi satisfacción al prestarle en toda ocasión servicios que usted estima como valiosos».
A su vez, el régimen franquista cambió su postura de neutral a «no beligerante». No obstante, el führer rechazó estos ofrecimientos al considerarlos entonces como poco importantes. Posteriormente la firma del Armisticio con Francia el 22 de junio de 1940, dejó a Reino Unido y a su extenso imperio como los únicos remanentes de resistencia que todavía quedaban frente al poderío del III Reich. La situación para los británicos no podía ser más desesperada, ya que Estados Unidos permanecía todavía estrictamente neutral y la Unión Soviética había firmado un tratado de no agresión con Alemania. En aquel momento, el gabinete de Winston Churchill tuvo como una de sus prioridades evitar a toda costa una hipotética entrada de España en la Segunda Guerra Mundial a favor del Eje. Si el país peninsular se unía a Italia y Alemania en la guerra, el suministro de víveres y otros recursos a través del mar Mediterráneo al Reino Unido quedaba seriamente comprometido. Por esta razón, se ideó un plan para sobornar con cifras apabullantes a las personas y generales más cercanos a Franco (Nicolás Franco, Enrique Varela, Alfredo Kindelán, Queipo de Llano,…) para convencerle de seguir permaneciendo neutral.
A pesar de que Hitler se veía a sí mismo como el mejor conquistador desde los tiempos de Napoleón, la posterior batalla de Inglaterra entre verano y otoño de 1940 permitió a la Royal Air Force (RAF) imponerse frente a la feroz Luftwaffe. Lograr la superioridad aérea en el canal de la Mancha era uno de los pasos previos para llevar a cabo la Operación León Marino, una invasión anfibia a Reino Unido. A pesar de las vagas promesas de Hermann Göring, los británicos pudieron recoger el guante y evitar una ocupación de su país por parte del III Reich. Mientras tanto, Franco observaba con cautela el desarrollo de la guerra entre Alemania y Reino Unido. El generalísimo confiaba ciegamente en un pronto colapso británico que llevara a la firma de un armisticio y a una victoria total del Eje en Europa. Pero entonces llegó al despacho de Franco un informe crucial procedente del agregado naval en Roma, Álvaro Espinosa de los Monteros, en el que se exponían las carencias logísticas y militares del Eje para sostener una guerra naval a largo plazo. El dictador gallego empezó a inquietarse ante una posible derrota de Italia y Alemania, aun cuando todo parecía indicar lo contrario.
Entrevista de Hendaya (1940)
Ante la imposibilidad de rendir por aire o por mar al Reino Unido, el führer planeó la Operación Félix. Este ambicioso plan contemplaba el cierre del estrecho de Gibraltar con el fin de propiciar la rendición de los británicos por hambre y la firma de un armisticio. Es de destacar que el verdadero objetivo de Hitler era la Unión Soviética, pero antes necesitaba cerrar el frente occidental con el Reino Unido. Pero para que pudiese tener éxito la Operación Félix, Hitler necesitaba la implicación total de España en el conflicto. Sin embargo, debido a la tenaz resistencia británica, las numerosas dudas del caudillo, las opiniones en contra de algunos de sus más cercanos colaboradores (bien untados de dinero británico, dicho sea de paso) y los sucesivos informes nada optimistas que le fueron llegando del Ministerio de Marina, la entrada en la guerra se fue retrasando paulatinamente. Desde la diplomacia española y alemana, se concertó un «encuentro amistoso» entre los dos dictadores lo antes posible para hablar sobre todos los pormenores de una hipotética entrada de España a favor del Eje, así como las posibles recompensas derivadas de esta. Las expectativas para ambos países prometían ser muy altas.
Finalmente, el 23 de octubre de 1940 tuvo lugar la ansiada reunión entre Franco y Hitler en la estación francesa de Hendaya. Pero a pesar de la magnífica puesta en escena, dicha reunión resultó un fracaso absoluto. Franco no quería comprometerse con Hitler si antes no recibía extensos territorios coloniales como Marruecos, el Oranesado, Gabón y parte del Camerún francés además de toda clase de suministros tanto bélicos como logísticos (España dependía de la buena voluntad de los británicos para recibir el trigo y el petróleo procedentes de América). Después de pasar algunas horas inútiles de liberación en las que se produjo un diálogo de sordos, Hitler abandonó la mesa de reuniones visiblemente contrariado. El führer no podía entender como aquel personaje recelaba tanto de sus incontestables triunfos. Por otro lado, Alemania no podía someterse a las exigencias de Franco ya que también necesitaba del apoyo de la Francia de Vichy. Así mismo, desde el lado español no sentó demasiado bien la propuesta de cesión de alguna de las islas canarias como base alemana. Por suerte para el caudillo, la intervención de España en la Operación Félix quedó aplazada sine die.
Entrevista de Bordighera (1941)
Ante el encuentro fallido en Hendaya, el führer encargó a Mussolini la tarea de convencer a Franco al suponer que habría mejor entendimiento al proceder ambos de un área geográfica bastante similar. El 12 de febrero de 1941, se entrevistaron ambos líderes en la localidad italiana de Bordighera. A diferencia de lo ocurrido con el führer y su gélido carácter, el encuentro con Benito Mussolini se desarrolló en un ambiente de mayor cercanía y simpatía. Según señaló el autor Paul Preston, en Bordighera Franco encontró a un Mussolini francamente deprimido debido a los reveses militares que había sufrido en el norte de África y Grecia. Parecer ser que esto debió de influir en el convencimiento del líder italiano de que los planes no se estaban desarrollando de acuerdo a lo previsto y que casi era mejor para Franco no cometer sus mismos errores. Incluso tras ser consciente de la situación española, el propio Mussolini llegaría a afirmar a su Estado Mayor las siguientes palabras: «¿Cómo se puede impulsar a la guerra a una nación que tiene reservas de pan para un día?». Así fue como terminó sin ningún resultado satisfactorio para el führer el amistoso encuentro entre Franco y Mussolini, al que el caudillo le consideraba como «la mayor figura política del mundo».
Operación Barbarroja y envío de la División Azul (1941-1943)
La oportunidad para Franco de entrar en escena (aunque como actor secundario) en la guerra mundial llegó con el inicio de la Operación Barbarroja y la apertura del frente oriental, el 22 de junio de 1941. Para llevar a cabo la mayor operación terrestre de la historia, Hitler contó con la ayuda de algunos países alineados, España entre ellos. Aunque desde el gobierno español en algún momento se barajó la posibilidad de enviar un batallón exclusivamente militar a la URSS, finalmente se optó por un destacamento compuesto en su mayoría por voluntarios civiles que se conoció con el sobrenombre de la «División Azul». Entre estos «voluntarios» también se encontraban algunos represaliados del régimen, como el caso del famoso cineasta Luis García Berlanga, con el fin de presentarse renovados ante el nuevo orden político. Algunas de las actuaciones más conocidas de este heterogéneo contingente se enmarcaron durante el asedio de Leningrado, destacándose su papel durante la sangrienta batalla de Krasny Bor ocurrida en febrero de 1943. Pero pronto terminarían los días para la División Azul y sus controvertidas actuaciones en el frente oriental.
Cambio del signo de la guerra (1942-1943)
Francisco Franco todavía no se decidía a una intervención total, a pesar de su clara postura de apoyo al Eje. Más tarde, entre 1942 y 1943, la guerra empezó a dar un vuelco para sumo alivio de los aliados (y desgracia del Eje). En junio de 1942, la marina estadounidense hundió cuatro portaaviones japoneses en la crucial batalla de Midway. A partir de entonces, el Imperio nipón irá cediendo terreno en el teatro del Pacífico frente a la potente maquinaria de guerra de Estados Unidos. Por otro lado, entre octubre y noviembre de 1942 las fuerzas de Alemania e Italia al mando del experimentado general Erwin Rommel, cayeron derrotadas en la segunda batalla de El Alamein frente al contingente del Imperio británico. Pero el mayor desastre para Hitler fue sin duda el resultado de la batalla de Stalingrado, con la humillante rendición del 6º ejército alemán de Friedrich von Paulus. A partir de todas estas derrotas, las Potencias del Eje fueron retrocediendo en cada uno de los frentes de batalla que mantenían.
El generalísimo Franco no era ajeno a todos estos contratiempos, pero todavía albergaba alguna esperanza que decantara la balanza de la victoria final hacia el Eje. Sin embargo, debido a las presiones que recibió de los aliados, Franco ordenó la retirada de la División Azul en octubre de 1943. Así mismo, también tuvo lugar otro cambio de la diplomacia española de «no beligerante» a neutral. Por otro lado, el presidente estadounidense Roosevelt amenazó a Franco con cortarle el suministro de petróleo, si seguía proporcionando materias primas como wolframio al III Reich. A pesar de seguir siendo una dictadura de extrema derecha, la actitud del régimen franquista emprendió entonces un «lavado de cara» alejándose de algunos postulados de sus amistades peligrosas. Según se iba acercando la derrota total del Eje tras el desembarco de Normandía y el avance de las tropas soviéticas, Franco se dio cuenta de que debía borrar todo rastro de sus anteriores colaboraciones sino quería verse envuelto en problemas.
¿Por qué Franco nunca entró finalmente del lado de las Potencias del Eje?
Hemos analizado como Franco no escondió sus simpatías hacia las Potencias del Eje, especialmente durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Las incuestionables victorias del führer, sobre todo a raíz de la rendición francesa en junio de 1940, hicieron presagiar una edad de oro para España si en aquel momento se hubiera subido al carro de los «vencedores». En la mente del caudillo estaba la posibilidad de crear un poderoso imperio norteafricano a costa de las posesiones del país galo. Pero, ¿entonces por qué Franco no se unió a Hitler y Mussolini en su particular proyecto de conquistar Europa? A pesar de los deseos iniciales del caudillo, fueron una serie de factores los que impidieron la entrada de España en el conflicto. Algunos de dichos factores fueron la desastrosa situación económica y material española después de sufrir los envites de la Guerra Civil, las exigencias coloniales y materiales inasumibles de Franco al III Reich a cambio de su ayuda, los constantes fracasos de Mussolini que ocasionaron la apertura de nuevos frentes imprevistos así como el recelo del führer hacia otro posible aliado potencialmente «problemático», los astronómicos sobornos del Reino Unido a generales cercanos al caudillo para influir en sus decisiones o el desprecio que sentía Hitler hacia el propio Franco, considerándolo poco menos que un personaje mediocre y pintoresco.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, los aliados se plantearon que hacer con el régimen franquista. A Iósif Stalin no le pareció buena idea mantener en el sur de Europa una dictadura con una ideología de extrema derecha y que encima había prestado cierto apoyo a las Potencias del Eje sin haber ocultado sus preferencias. No obstante, fue Winston Churchill el que hizo una defensa más clara a favor del caudillo español. El primer ministro británico remarcó que en las horas más difíciles para el Reino Unido, Franco decidió no intervenir en su contra al respetar las actuaciones británicas en el teatro del Mediterráneo y el norte de África. Por otro lado, en el contexto internacional empezaba a gestarse la Guerra Fría. Este período estuvo caracterizado por el enfrentamiento ideológico, económico, político, social y tecnológico entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Fue precisamente en este complejo panorama, cuando Franco empezó a ser visto como un aliado interesante debido a su postura claramente anticomunista. Después de pasar unos años de profundo aislamiento, el régimen franquista logró su ingreso en la ONU (1953) y en otras organizaciones internacionales. Así fue como ganándose el apoyo de Estados Unidos y de Europa occidental, Franco logró mantenerse en el poder hasta su muerte en 1975. En cambio, sus homólogos Hitler y Mussolini terminaron sus días 30 años antes a causa de sus terribles decisiones.
Bibliografía:
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