Felipe II y el rey Salomón
El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es una imponente construcción que comprende no sólo un monasterio, sino también una basílica, un palacio real, una biblioteca, un panteón y un colegio. Esta monumental obra arquitectónica está ubicada en el actual municipio de San Lorenzo de El Escorial.
Lo interesante de este emblemático edificio es que integra diferentes creencias y concepciones plasmadas en sus formas arquitectónicas. Por un lado, se trata de una de las obras de mayor importancia del Renacimiento español, por lo que busca la armonía de las formas clásicas y expresa la racionalidad moderna. Por otro lado, su estructura sigue pautas de tradiciones heréticas como el hermetismo y el gnosticismo.
Siendo El Escorial la representación del centro imperial del mundo católico, su expresión simbólica también integraba creencias de tradición hermética, gnóstica cristiana y cabalística, más bien heterodoxas para la religión oficial. Felipe II, adalid del Concilio de Trento y la Contrarreforma, guardaba en la Real Biblioteca de El Escorial muchos textos que se consideraban prohibidos. A finales del siglo XVI, los libros que se incautaban se almacenaban en la sede de los tribunales, pero en muchas ocasiones iban a parar a la biblioteca de El Escorial. En el siglo XVII esta biblioteca llegó a atesorar cerca de mil libros prohibidos.
La paradójica situación se acentúa en tanto que este singular rey era una persona interesada en el conocimiento de diversas tradiciones de pensamiento, algunas de las cuales eran contrarias o, cuanto menos, estaban alejadas de la teología católica. La cual religión era insignia de su dinastía e imperio.
Felipe II, el “constructor” del monasterio de El Escorial, ostentaba el título de rey de Jerusalén. Se dice que su referencia era el mítico rey Salomón del Antiguo Testamento. Salomón fue el rey sabio y constructor. Su mayor obra fue el legendario Templo de Jerusalén o Templo de Salomón. Este templo era el santuario central del reino unido de Israel. Dicho sacro edificio fue diseñado por el mismísimo Dios que dio las medidas de la perfección. Felipe II, en su simulación de Salomón, se dedicó al estudio y fue representado como modelo de virtud. De hecho, fue denominado como “el Prudente”. Por el contrario, sus enemigos destacaron de él su fanatismo y su despotismo.
Ni corto ni perezoso, Felipe II se dispuso a construir su particular “Templo de Salomón” siguiendo la geometría matemática sagrada de la cábala. Sin embargo, las proporciones bíblicas del templo conformaban un edificio excesivamente modesto para las grandes pretensiones del rey español. Por lo tanto, tomó de referencia el Segundo Templo de Jerusalén edificado por Herodes I (el que decretó la Matanza de los Inocentes según el Nuevo Testamento) en sus proyectos constructivos. El Segundo Templo se basó, a su vez, en el templo de la visión de Ezequiel. Por otro lado, no era posible escapar a los cánones estéticos renacentistas de los órdenes arquitectónicos del estilo clásico. Todo esto dificultó la reproducción exacta del templo originario, a lo cual se añade que se trata de un edificio mítico desconocido por desaparecido o inexistente.
Juan Bautista Villalpando fue financiado por Felipe II para su estudio sobre Templo de Salomón. Este jesuita pretendió resolver la compatibilidad entre las formas clásicas y el templo arcaico con la extravagante explicación por la que el llamado estilo clásico fue creación de Dios y ya estaba presente en el Templo de Jerusalén. Según Villalpando, este estilo llegó a Grecia y Roma, las cuales lo consideraron como una creación propia.
Los arquitectos encargados del proyecto de El Escorial fueron, primero, Juan Bautista de Toledo y, después, Juan de Herrera que le dio su forma definitiva. El primer trabajo que Juan Bautista de Toledo entregó a Felipe II fue la planta conocida como la “traza universal”. Ambos arquitectos seguían las líneas doctrinales de Ramon Llull, algunas de las cuales eran de naturaleza mística y gnóstica. Todo esto se refleja en el edificio como ejemplo de arquitectura mágica.
Otro de los elementos que están más presenten en El Escorial es el hexaedro regular. El arquitecto Juan de Herrera escribió un libro titulado Discurso de la figura cúbica, basado en los estudios de geometría de Ramon Llull. Algunos consideran que este sesudo tratado no es más que un revestimiento especulativo para ensalzar una particular inclinación estilística. No obstante, según el distinguido arquitecto, la forma del cuerpo cúbico es la estructura elemental de la realidad, siguiendo claves de la mnemotécnica luliana. Es una forma eterna que relaciona la naturaleza con Dios.
Fray José de Sigüenza fue uno de los bibliotecarios de El Escorial. La figura del bibliotecario es de especial importancia, puesto que es el director de los estudios, la guía intelectual de la institución y el consejero del rey. El padre Sigüenza perteneció a la contemplativa orden de San Jerónimo, la cual estaba destinada a ocupar el monasterio (aunque actualmente residan monjes agustinos). El creador de los principales mitos de la historia de El Escorial es Sigüenza con su fabulosa y, en ocasiones, fabulada crónica del desarrollo de su construcción.
El otro gran bibliotecario fue el también erudito Benito Arias Montano que gestionó la biblioteca por designio regio. Se trata de uno de los intelectos más sobresalientes de la historia de España e impulsor de las prominentes escuelas de traducción. ¡Cuánto intelecto rodeaba al supuesto «rey necio»!
El propio padre Sigüenza describió la localidad de El Escorial como un pueblo insignificante en el que no había nada de importancia. Entonces ¿por qué se llevó a cabo semejante proyecto arquitectónico y político en San Lorenzo de El Escorial? Se dice que era una zona adecuada por su cercanía a Madrid, pero los motivos exactos se desconocen.
El docto fraile Sigüenza vincula la edificación del impresionante monasterio con la batalla de san Quintín, el primero de los triunfos de Felipe II como rey. Esta batalla ocurrió el 10 de agosto, esto es, el día de san Lorenzo. De modo que se construyó el monasterio en su conmemoración. Sin embargo, la intención de realizar el proyecto se fraguó con anterioridad. El ambicioso plan consistía, nada más y nada menos, en construir el nuevo Templo de Salomón, que es el prototipo mítico de arquitectura sagrada. Pero en esta ocasión, y muy desdichadamente, Yahveh no «bajó» a dictar los planos. De ahí la importancia de la geometría sagrada de la traza universal de Juan Bautista de Toledo.
No obstante, el vínculo con la figura del mítico San Lorenzo es determinante. El venerado Lorenzo es uno de los grandes mártires de la tradición cristiana. El único ornamento de la fachada de El Escorial es una estatua dedicada a este diácono que murió en la parrilla. La leyenda narra que Lorenzo se llevó los tesoros de la Iglesia, para salvarlos, por orden del papa Sixto II porque lo iban a matar. Lorenzo se llevó los tesoros a Huesca. Uno de los codiciados objetos era el Santo Grial. Hay quien interpreta las figuras la parrilla y el fuego como símbolos gnósticos.
La construcción representa elementos del ocultismo cristiano, de manera que las líneas maestras del secreto del conocimiento de la realidad están presentes en las estructuras mismas de del edificio. Esto se entiende en tanto que pretende reproducir la arquitectura del Templo de Salomón, cuyas proporciones representan una geometría cabalística que, por su conocimiento, lleva a la comprensión de la naturaleza divina. Las claves de la geometría cabalística otorgan el poder sobre la creación, dado que permiten conocer el Shem Shemaforash o “nombre secreto de Dios” o “nombre de poder”. El núcleo del plano de El Escorial, sin tener en cuenta los espacios adyacentes, contiene las tres figuras herméticas básicas: el círculo, el cuadrado y el triángulo equilátero.
La iconografía de los frescos del techo de la biblioteca refleja los olvidados motivos simbólicos de El Escorial. Fue el propio padre jerónimo quien los diseñó. Lo reconocible es la alegoría del trivium y del cuadrrivium de las artes liberales, la filosofía y la teología, como el camino del conocimiento. Sin embargo, hay mucho más.
Una de las pinturas representa el tema del rey Salomón y la reina de Saba. Se cuenta que la reina lo puso a prueba con algunos enigmas, que el rey resolvió. La reina quedó maravillada por la sabiduría del rey y por la majestuosidad del templo. En el fresco se aprecian tres objetos encima de la mesa en el momento del examen: una vara de medir, una balanza y números escritos (entre otras cosas se encuentra la sucesión 1, 2, 3, 4, que puede aludir al símbolo místico pitagórico de la Tetraktys). En el mantel hay una inscripción que reza: «todo dentro del peso, del número y de la medida». Esto recuerda al Libro de la Sabiduría en el que se dice que Dios todo lo dispuso con medida número y peso. Toda esta iconografía hace referencia al valor sagrado de las medidas y a la búsqueda de la trascendencia a través del conocimiento, como el de las proporciones geométricas.
En esta línea, una idea habitual es la de la circunferencia como manifestación de la unidad universal. Es la forma perfecta y representación de la eternidad. También se entiende como la matriz creadora. En la circunferencia, la multiplicidad de puntos infinitos del perímetro se ordena en virtud del centro único. El centro no se manifiesta y para llegar a él hay que encontrar el orden de la multiplicidad. El número, el peso y la medida del cosmos revelan la unidad divida.
En definitiva, consideramos que el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es una de las cumbres de las obras humanas. En este edificio se entrelazan el racionalismo moderno, el esoterismo cabalístico, el gnosticismo, las formas clásicas y la representación del imperio católico. Su valor simbólico, su complejidad y su envergadura hacen de esta obra un monumento a la cultura universal.
Bibliografía
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