Por trece largos años, los ejércitos manchúes y los rebeldes Taiping se batirían en una sangrienta guerra civil, desde 1851 hasta 1864, que se cobraría la vida de veinte millones de personas.
Antecedentes y religiosidad detrás de la rebelión Taiping
Un detalle peculiar de la rebelión china Taiping es la religiosidad, y la mística, que gira en torno a ella. Hong Xiuquan, por ejemplo, se denominaba a sí mismo hermano de Jesucristo, hijo del Padre.
Reilly (2004) sostiene que no se trata de algún alzamiento de características cristianas. Más bien, que se trata de un nuevo sistema de creencias chino que tiene como base el protestantismo y la revitalización del Shangdi. El Shangdi era el conjunto de creencias imperiales antes de la conquista manchú, siendo en la época manchú el título Huangdi. La diferencia entre Shangdi y Huangdi podría ser, literalmente, «Dios» y «Emperador».
Los primeros en evangelizar China, o en intentarlo, son los misioneros jesuitas establecidos por Michele Ruggieri. Posteriormente, los dirigidos por Francesco Pasio y Matteo Ricci durante la dinastía Ming intentarían lograr el reconocimiento oficial del catolicismo en China. Este último predicaría por casi treinta años. De hecho, lo que intentaría Ricci sería unir las enseñanzas éticas del confucianismo con el cristianismo; siendo este la base religiosa que sostendría el confucianismo chino. En sus palabras, el confucionismo requeriría de una fe trascendental para completar sus enseñanzas. Esto también se explicaría como un regreso al confucianismo clásico. (Kilcourse, 2016, pp. 29-30).
De acuerdo a Kilcourse (2016), uno de los conversos chinos de Ricci, Xu Guangqi, diría que la Cristiandad en China, estaba dirigida a complementar el confucianismo y a reemplazar al budismo. (pp. 31-32). La persecución del catolicismo en China, proscrito en 1724, no dio el resultado esperado. El plan de los jesuitas fracasó rotundamente, como los planes del emperador pero, en cambio, surgieron sectas. Por ejemplo, la secta celestial de Dios.
La evangelización durante el temprano Qing
La expulsión de los misioneros fue acompañada de la confiscación de las propiedades de la Iglesia católica en toda China, a excepción de Hong Kong y Macao —puertos y ciudades que gozaban de extraterritorialidad—. La orden jesuita habría sido suprimida un año antes, en 1723. Aún con estas restricciones, muchos literati nativos evangelizados volvieron a sus poblados y establecieron pequeñas células cristianas.
En el particular caso de Fujian, bajo mucha influencia dominicana, el cristianismo sería percibido como una manera de expulsar demonios. En gran medida, el exorcismo gozó de un valor inigualable entre la población autóctona. El primer exorcismo practicado en Fujian data, según fuentes locales, a 1676 y se atribuye al dominicano Francisco Varo, quien presuntamente pudo curar a una mujer poseída por un espíritu malvado. (Kilcourse, 2016, pp. 33-34).
La evangelización durante el tardío Qing
Como registra el historiador Kilcourse (2016), en su magnífica obra, en el tardío Qing, con el fracaso de la evangelización católica, prosperó el protestantismo tras el impulso de los Grandes Despertares extendidos por la Europa protestante y la América anglosajona. El ímpetu del segundo provocó una oleada de misioneros protestantes en China. Esto explica el crecimiento exponencial de la London Missionary Society, la Church Missionary Society y de la American Board of Commissioners for Foreign Missions.
Uno de los pioneros del evangelismo anglosajón es el prebisteriano Robert Morrison, miembro de la LMS. Es el primero en establecerse en Guangzhou en 1807, inspirado en el renacer evangélico. Su labor, parcialmente restringida, se centró en la traducción de las Escrituras, gracias a Rong Sande y nativos como Gao. En 1823, vería luz Shentian shengshu, o Libro Sagrado del Dios del Cielo gracias también al soporte de William Milne. (Kilcourse, 2016, p. 39). Hay un curioso contraste: mientras que las misiones católicas datan a 1500, los protestantes a duras penas llegan en 1807. Para las Guerras del Opio, China tenía entre 200.000 y 250.000 católicos frente a unos pocos protestantes. (Reilly, 2004, p. 54).
La evangelización protestante, valiéndose de traducciones sincréticas y de la primacía de las Escrituras, llevó también a una conjución cultural que resultaría, sin lugar a dudas, fundamental para la conformación de las sectas evangélicas chinas. De una de estas, es que emergerá el mito de Hong Xiuquan.
El perfil de Hong Xiuquan
De acuerdo a su primo Hong Rengan, Hong Xiuquan siempre fue brillante desde su niñez. Vivió en varios pueblos a treinta millas de la capital provincial, Cantón. Su familia era extensa, muchos pobladores pertenecían a su mismo clan —se dice que algunos son descendientes de burócratas en tiempos de los Song—. Comenzó, según el relato, el estudio de los clásicos confucianos a los siete años. Su temprana erudición le permitiría, con el paso de los años, memorizar los Cuatro Libros, los Cinco Clásicos y otros textos que, por lo general, eran requeridos para el servicio civil.
Tras cumplir los diez años, adquirió destreza en historia y literatura china. Su familia se impresionó ante la avidez del joven Hong Xiuquan, quien nunca requirió de asistencia para las lecturas. Siempre soñó con restaurar el honor de su familia, lo normal considerando el peso del honor y el prestigio en la ancestral China. Dependió económicamente de su familia hasta los dieciséis años cuando, impresionantemente, logró emanciparse devengando un modesto salario como profesor de escuela. (Platt, 2012, pp. 41-42).
Tres decepciones tuvo Hong Xiuquan
Su primer viaje a Cantón en 1827 tenía como fin presentar el examen para servicio civil, prueba que estuvo anhelando por años como resultado del juramento que hizo de restaurar la grandeza de su linaje. Este examen tenía una duración de tres días con exigencia máxima. Tuvo una clasificación alta pero pese al esfuerzo, no fue suficiente para los examinadores. Al tercer día, sería superado por el resto de los participantes y quedaría fuera de la clasificación.
Nueve años después, tomó un segundo examen para participar en la administración civil pero volvió a fracasar para decepción de él y su familia. Su cercano primo Hong Rengan compartió la desgracia, pues tampoco aprobó. Menos suerte tendría con el tercer examen, el último que se dispuso a concursar y la mayor decepción de su vida.
El extravagante sueño del Emperador celestial
Los relatos sugieren que llegó a su hogar, se echó a la cama como si de un lecho de muerte se tratare, con su familia alrededor, excusándose por de sus desgracias y expresando que su vida había «terminado». Al despertar —la depresión lo había sumido en un sueño tan profundo que lo dieron por muerto— parece que su vida cogería un nuevo rumbo según visiones que había tenido en sueños.
Su travesía onírica, si así se puede catalogar, incluía un dragón, un tigre y un gallo que habían entrado en la habitación donde él se encontraba, seguidos por un ensamble de músicos. Lo llevaron a lo que él catalogaría como un hermoso lugar, donde había hombres y mujeres de sintieron una extraña alegría por su presencia. Acto seguido, una anciana procedió a lavarlo para quitarle las impurezas de su cuerpo.
Un selecto grupo de ancianos, reconocidos por él como los más grandes sabios de China, le abrieron el cuerpo con un cuchillo y le extrajeron los órganos, reemplazándolos por otros de color rojo. Sería encerrado en su sueño y a pesar de la incisión, no detectaría ninguna herida ni cicatriz en su cuerpo.
¿Su interpretación herética de Dios?
Tras el encierro, sería escoltado a un salón en cuya cima se sentaba un anciano con manto negro y vistosa barba de oro. El anciano lloraría frente a Hong Xiuquan porque en el mundo, «ya nadie le rendía culto», que los hombres «solo habían tomado sus regalos» y que con ellos «adoraban a los demonios, rebelándose contra él». El anciano se mostró enfurecido, instándole a que no cometa los mismos errores que el resto de los hombres. Obsequió a Hong Xiuquan una espada para «matar demonios», advirtiéndole que jamás la usara contra sus hermanos.
Por último, comió una fruta obsequiada por el anciano. Este le invitaría desde lo alto a ver la Tierra, imágenes de ella. Sólo veía corrupción y perversión. Finalmente despertaría del sueño, aparentemente repitiendo las alucinaciones por días. Fue observado por días, encerrado en su habitación semanas por su familia. Se hizo popular en el pueblo, le creían demente y todos iban a verlo.
Converso y evangelizador
Habiéndose recuperado, cambió su semblante. A juicio de su primo, su confidente, se veía mucho más fuerte y su inteligencia había aumentado notablemente. No obstante, presentó su cuarto examen de servicio en 1843 y fracasó. Otro primo de Hong halló un libro olvidado en sus pertenencias, lo mostró a Hong Xiuquan diciéndole que parecía interesante. El futuro Emperador celestial se tomó el tiempo de estudiarlo, obsesionándose con él. Se trataba de las Sagradas Escrituras. Cayó en que sus sueños habían sido una especie de revelación divina: Dios era quien se le presentó, él era su hijo y Jesucristo su hermano, quien previamente se había sacrificado. (Platt, 2012, pp. 42-43)
Su primer converso fue su propio primo Hong Rengan, seguido de Feng Yunshan. Ambos bautizados al borde de un río, plena lectura de las Escrituras. Los tres primeros creyentes de las extravagancias de Hong Xiuquan comenzarían a extender el dogma entre sus familias, hasta extenderse de pueblo en pueblo. Se calcula que, en principio, fueron seis o siete conversos. La labor de Feng Yunshan fue importante, estuvo marcada por la difusión de la idea de Hong Xiuquan como profeta y líder espiritual. Evangelizó a lo largo de poblados montañosos, de difícil acceso para la administración manchú.
Xiuquan, en su regreso a casa para 1845, prescindió del confucianismo y antepuso el culto a su Dios. Gritaría su denuncia con más rudeza a los Qing, a quienes veía como usurpadores —creencia nada extraña en China, pues depusieron a una dinastía de etnia han—. Es evidente que este sería el catalizador para la posterior Rebelión Taiping y la conversión de secta religiosa a movimiento político. Por esta razón, dice Reilly (2004) que Hong Xiuquan presentó a sus creencias como una revitalización de la religión clásica china y del sistema imperial manchú como una blasfemia a la religión clásica.
La Sociedad de Adoradores de Dios
Según lo documentado por Platt (2012) la secta de Hong Xiuquan crecería en 1847 a dos mil seguidores, mayoritariamente hakka —la etnia de Hong— e impulsados por sus números, y su inquebrantable fe, comenzaron a profanar templos budistas y a destruir estatuas de lo que consideraban ídolos. La iconoclastía de Hong Xiuquan no pasó desapercibida, de modo que las fuerzas del orden ya estaban enteradas de los disturbios.
En 1850, con la peste que azotaba los poblados chinos, se corrió el rumor de que rezando al Dios de Hong Xiuquan se podían curar todos los males y flaquezas. Aumentó la cantidad de afiliados al grupo religioso gracias a las «milagrosas» sanaciones, habiendo incluso testimonios de aldeanos curados tras la peste. (p. 45).
Tumulto y guerra civil
El alzamiento anti-Qing no comenzaría, sin embargo, como obra de las creencias religiosas de la Sociedad de Adoradores de Dios, sino como el resultado de una serie de problemas que datan a la administración Qing. Uno de estos está relacionado a la etnia hakka, considerados «invasores». En Guanxi, los hakkas comenzaron a ser atacados por las familias locales estallando así una guerra étnica que pasaba por la quema de hogares hasta llegar a linchamientos. En otoño de 1850, la etnia hakka solicitó la protección de la Sociedad de Adoradores de Dios contra las injusticias sufridas debido a los locales.
Los Qing ya sospechaban de las acciones de la secta religiosa de Xiuquan. Teniéndolo más claro a raíz de los últimos disturbios, enviaron una fuerza para encarar a los cabecillas de la Sociedad, Hong Xiuquan y Hong Rengan. Como era previsible, terminó en un enfrentamiento en el que partidarios de Xiuquan y hakkas, con espadas y lanzas, superaron al ejército Qing en defensa de Xiuquan y Rengan. Tras la victoria contra las fuerzas imperiales, Hong Xiuquan mandó a reunir a todos los miembros de la Sociedad en los distintos distritos para luchar contra los manchúes. Comenzaba la Rebelión Taiping.
La rebelión y el Reino celestial
El 11 de enero de 1851 es declarado el Reino Celestial por Hong Xiuquan, autoproclamándose Emperador celestial o Rey celestial. Yunshan y otros fieles seguidores recibieron, por su parte, la graduación de reyes de las cuatro direcciones —norte, sur, este, oeste—. Siguiendo el relato de Platt (2012), durante 1851 y 1852 los crecientes rebeldes taiping se abrieron paso al norte, enfrentándose a los ejércitos imperiales y aglutinando en sus filas a convictos, pobres, marginados y los sectores más excluidos de la sociedad. Algunos sintieron liderazgo en Hong Xiuquan, canalizando su desprecio a la casta gobernante Qing.
Para enero de 1853, los ejércitos rebeldes habían crecido a medio millón de hombres pero frente al crecimiento, también hubo una considerable cantidad de bajas. Pérdidas que, además, incluían al propio Yunshan. La guerra pareció ir bien para los rebeldes aún con el grado de violencia ejercida por los Qing, que comenzaron a quemar aldea por aldea con el fin de mermar a los seguidores de la rebelión y acabar con sus cabecillas. Hong Rengan, tras alcanzar el yangtze, llegó al primer punto de reunión tarde y, según cuentan varias versiones, no encontró a ninguno de sus seguidores, aparentemente se habían retirado o habían evacuado. Temeroso de las patrullas imperiales, logró huir a la colonia británica de Hong Kong. Consigue asilarse y conoce al protestante sueco Theodore Hamberg, nuestra mayor fuente de referencia para el relato de Hong Rengan sobre la Rebelión Taiping. (Platt, 2012, p. 46).
Los problemas de Hong Rengan
Hamberg culmina su trabajo en mayo de 1854, que servirá para transmitir el relato de la rebelión, al mismo tiempo que provee dinero a Hong Rengan para viajar a Shanghái, cruzar el yangtze y volver a Nanjín, donde se encontraba el bastión de los rebeldes. En Shanghái, a pesar de la ayuda brindada por el misionero sueco, fracasó porque se rehusaron a ayudarlo. En primer lugar, los misioneros no simpatizaban del todo con la causa, le encontraron una pipa de opio en su habitación y entraron en conflicto con él. Por otro lado, parte de la ciudad estaba en rebelión, incitada por una sociedad secreta relacionada a la secta de los Adoradores de Dios, y los cabecillas se negaron a darle soporte al no creer que tuviere relación con el Rey celestial y esto a pesar de que Hong Rengan era el primo del Rey celestial.
Pasó meses en Shanghái, se vio obligado a volver a Hong Kong por un tiempo, apenas en 1858 pudo abandonar la colonia.
La intervención extranjera y la Segunda Guerra del Opio
Inicialmente, en 1855, la política británica fue de neutralidad. Como tal, el gobernador de Hong Kong decretó que todos los súbditos reales debían mantenerse estrictamente neutrales, buscando además parar el constante tráfico de quienes se unían a las filas de los rebeldes desde el lugar aprovechándose de la no intervención.
La razón de la intervención británica, en primer lugar, fue que los rebeldes estaban siendo un gran problema para los manchúes, tomando vastas posesiones del Imperio y concentrando los más importantes recursos. Beijing moría de hambre por la ausencia de grano. El tráfico en el Gran Canal fue interrumpido, afectando los intereses británicos en la región. En general, se puede afirmar que el Reino Unido quería negociar otro tratado desigual aprovechándose de las circunstancias chinas.
De Inglaterra partieron en 1857 unos 1.700 hombres destinados, inicialmente, a China. Durante su paso por Ceilán, estalló una rebelión en la India, por la cual el gobernador británico en Calcuta solicitó la ayuda de James Bruce, conde de Elgin, y las fuerzas provenientes de Inglaterra se desviaron rumbo a Delhi para parar el motín local. La Segunda Guerra del Opio, retaliación de la cuestión del abordaje del Arrow, ya acontecía. Cantón fue atacada con dureza que en mayo de 1858 acontecieron unos fuertes bombardeos y el desembarco de una flota conjunta franco-británica en Tianjin. Uno de los hechos más tráficos de todo este conflicto fue el saqueo y la posterior quema del antiguo Palacio de Verano, por órdenes del conde de Elgin en 1860.
La relación entre los extranjeros y el Reino celestial
Hubo acercamientos de parte de los rebeldes del Reino Celestial. Uno de estos conocidos acontecimientos es la carta que dirigió Hong Xiuquan al conde de Elgin, instándole a ponerse de parte del Reino Celestial, ofreciéndole distinciones e incluso solicitándole algunos rifles y cañones para la causa. La respuesta británica fue equidistante, con una falsa cortesía bajo la excusa de que era imposible ceder armas, o ayuda militar, porque estas sólo eran para el uso británico y porque las leyes del Reino Unido se lo impedían.
Previamente, hubo un incidente por el cual la flota británica fue atacada por error por los ejércitos del Reino celestial. El comandante responsable se comunicó con la flota británica, excusándose por el incidente y pidiéndole colaboración contra los «rebeldes» —como los taiping irónicamente denominaban a las fuerzas imperiales—. (Platt, 2012, pp. 69-70).
Con el tiempo, las relaciones parecían mejorar con los extranjeros. Hong Rengan fue el hombre fuerte en este sentido, puesto que había hecho amistades en su estadía en Hong Kong. Fue clave para la compra de barcos a vapor. El Reino Celestial había adquirido ingentes cantidades de dinero después a la toma de Suzhou y Hangzhou, habiendo comprado unos veinte barcos a vapor.
Mercenarios, filibusteros y oportunistas
Un detalle crucial de la guerra, y de ambos bandos concretamente, fue el uso de mercenarios y de armas occidentales. En el caso de las fuerzas imperiales, es interesante la figura del norteamericano Frederick Townsend Ward, oriundo de Massachusetts, que sirvió como mercenario y asesor. Rechazado de West Point y mercenario en Centroamérica, con experiencia en Nicaragua. Sus tropas fueron financiadas por un banquero chino llamado Yang Fang. Su ejército estuvo compuesto por norteamericanos, franceses y filipinos.
Su primera victoria, con 500 mercenarios a su servicio y los 10.000 del Ejército siempre victorioso, fue contra una guarnición de los rebeldes taiping. Previos intentos fallidos, logró dinamitar la puerta y acceder, reduciendo a los centinelas enemigos con sus eficaces armas de repetición. A pesar de hacerse con el lugar, únicamente sobrevivieron 27 mercenarios. Tomó Songjiang con éxito.
Declive y caída del Reino celestial
Lo que parecía una aplastante victoria con el pasar de los años, se convirtió en una humillante derrota con la intervención de los extranjeros que, en un comienzo, eran posibles aliados para el Reino celestial contra los manchúes. La inestabilidad de la guerra comenzó a azotar las ciudades controladas por las potencias extranjeras como el Reino Unido, a la par de que la ausencia de los Qing, y el establecimiento de un poder más patriótico como el rebelde, daría problemas a los intereses políticos, sociales y mercantiles de los imperios que hacían vida colonial en China. Alguno que otro tory veía una justa rebelión contra la tiranía y la corrupción de los mandarines mientras que en la opinión del Almirante Hope «los rebeldes eran una fuerza destructiva, caótica». (Platt, 2012, p. 223).
En 1860, las tropas franco-británicas iniciaron hostilidades con los rebeldes. Entrando agosto, desembarcaron en Beitang mientras que durante el 19 y 22 de agosto atacaron a los rebeldes en Shanghái. El trece de octubre, poco antes de la quema del Palacio de verano, tomaron Beijing y poco días después, forzaron el acuerdo con el gobierno imperial. En febrero de 1862, los rebeldes tienen una severa derrota en Songjiang a manos del ejército de Ward. Este año es importante porque los británicos, que intentaron con su política de neutralidad abstenerse de intervenir en muchas ocasiones, sellaron una alianza con Ward.
En mayo del mismo año, las tropas franco-británicas retomarían Ningbo. Iniciada la campaña de Zhejiang, se capturaría con facilidad Qingpu y Luzhou, haciendo una brecha para el asedio de Nanjing que seguiría hasta la caída de Taiping.
Retaliación
En diciembre de 1863 termina la cooperación entre las fuerzas aliadas y la China Qing, el Reino Celestial estaba a pocos meses de su caída definitiva.
En junio de 1864, habiendo sucedido lo más cruento de la guerra, Hong Xiuquan se suicida y el gobierno pasa brevemente a su hijo, Hong Tianguifu. Su reinado duró apenas seis meses, hasta su cruel ejecución en noviembre de 1864. Hong Rengan fue ejecutado días después con la misma brutalidad, tras su captura un mes antes en Jianxi, Nanjing.
Para julio, volviendo meses atrás a las ejecuciones de los cabecillas del Reino Celestial de la Gran Paz, la capital Nanjing había sido conquistada y ocupada por las fuerzas imperiales presididas por Zeng Guofan. Las ejecuciones posteriores fueron un formalismo, ese había sido el final de aquella rebelión omitiendo el propio suicidio de su artífice.
Bibliografía
- Kilcourse, C.S. (2016). Taiping Theology: The localization of Christianity in China, 1843-64. New York: Palgrave Macmillan.
- Platt, S. (2012). Autumn in the Heavenly Kingdom: China, the West, and the Epic Story of the Taiping Civil War. New York: Alfred A. Knopf.
- Reilly, T. (2004). The Taiping Heavenly Kingdom: Rebellion and the blasphemy of Empire. Seattle: University of Washington Press.
- Spence, J. (1996). God’s Chinese Son: The Taiping Heavenly Kingdom of Hong Xiuquan. New York: Norton & Company.