Todo el mundo conoce los Jardines Colgantes de Babilonia, pero ¿seguro que estaban en Babilonia? parece que las evidencias arqueológicas e históricas nos indican actualmente lo contrario.
Diodoro Sículo o de Sicilia, historiador griego del siglo I a.C., describía el lugar en los siguientes términos:
“Al acercarse al jardín éste aparece inclinado como una colina y las muchas partes de la estructura se levantan de un nivel a otro, dando la apariencia de un teatro al conjunto. Cuando las terrazas fueron construidas, fueron a su vez levantadas galerías bajo ellas para soportar el peso del jardín y se elevan poco a poco una sobre la otra a lo largo de la pendiente. La galería más alta, que está a 50 codos de altura, tiene la superficie más grande del parque y está al mismo nivel de las almenas de la muralla que rodea la ciudad” (Diodoro Sículo)
¿De qué jardín habla el historiador griego? De los Jardines Colgantes de Babilonia sería la respuesta obvia. Y, sin embargo, la descripción antes citada se ajusta más a otra Babilonia, más al norte de la famosa capital.
Traducciones de términos
La expresión ‘Jardines Colgantes’ ha estado omnipresente durante al menos los dos últimos milenos. No obstante, vale la pena detenerse para analizar con un poco de detenimiento lo que significa. Para muchas personas en occidente, la palabra colgantes evoca imágenes de plantas suspendidas o trepadoras que cuelgan a niveles inferiores de las raíces que les brindan asidero. En la literatura tradicional es justamente ésta la imagen que se aprecia en las descripciones, con árboles, arbustos y otros colgando sobre el espectador o plantas creciendo desde un nivel inferior a aquel donde camina el observador. La impresión final siempre es la de estar en medio de plantas flotantes alrededor.
Esta imagen que la gente tiene tradicionalmente del jardín se debe a la traducción de palabras desde el griego y el acadio. La palabra que se traduce desde el griego suele ser kremastos, que justamente tiene la connotación de objetos colgados del cuello de una persona o de una persona colgada en la horca. Sin embargo, la traducción también puede hacerse como trasplantar. El verbo viene de una traducción hebrea, que a su vez toma prestada esta palabra de otra acadia, šitlu, que puede traducirse como ‘hacer un brote’ en el sentido de trasplantar el brote de una planta a otra zona donde no crecería normalmente. Cuando los traductores griegos hicieron esta traducción, ellos pensaban no solo en el trasplante sino en el trasplante en una zona montañosa. Entonces, esta confusión entre el acadio, el griego y la utilización del término dio lugar a la interpretación actual del término a pesar que los griegos bien podían haber querido decir jardines plantados artificialmente en una colina.
La leyenda de los jardines en el reinado Nabucodonosor II de Babilonia
Si el rey Nabucodonosor II hubiera hecho construir los Jardines Colgantes para su esposa, como reza la leyenda, éstos hubieran sido uno de los elementos más prominentes del paisaje de la antigua capital. De la misma forma que los visitantes elogiaban efusivamente y describían con detalle la belleza y el ingenio técnico de otras estructuras famosas como templos o palacios, igualmente debieron haber dejado plasmados en sus crónicas palabras que hablaran profusamente de los jardines del rey. La cuestión es que tanto los autores antiguos griegos y romanos, así como los propios babilonios no mencionan en absoluto jardín alguno en la ciudad.
Heródoto, al hablar de Babilonia, menciona sus palacios, muros y templos. De los jardines ni una palabra. Esta cuestión siempre ha intrigado a los expertos. ¿Por qué Heródoto no menciona los Jardines Colgantes? Al revisar otros autores, como Plutarco, Jenofonte o Plinio el Viejo, tampoco aparecen menciones respecto a los jardines reales. Cuando los estudiosos de los siglos XIX y XX estudiaron a éstos y otros autores clásicos y no encontraron referencia alguna a jardines en Babilonia concluyeron que nunca hubo tales jardines, dando pie a una polémica que perdura hasta la actualidad. Entonces, ¿se inventaron los autores clásicos esta maravilla del Mundo Antiguo?
Cuando expediciones arqueológicas de museos como el Louvre o el Británico comenzaron a descifrar las tablillas cuneiformes de época babilónica buscaron referencias al famoso jardín. Igual que en el caso de los autores clásicos, nada encontraron al respecto. El silencio de las fuentes griegas ya nos dice bastante, pero el de las propias fuentes babilónicas da mucho que pensar. Las excavaciones in situ tampoco han arrojado pruebas sólidas de la existencia de los susodichos jardines. Dado el estado de las evidencias y asumiendo que los griegos no se inventaron los jardines de la nada, ¿hay algún lugar donde podrían localizarse los mismos?
Otra localización para los Jardines Colgantes
Armar este rompecabezas requiere el olfato y la paciencia de un investigador policíaco. La asirióloga Stephanie Dalley, admite que el dilema la atrajo, en especial después de que en una conferencia que dictó sobre Babilonia una persona del auditorio se quejara por la falta de mención de los jardines. La doctora Dalley empezó haciéndose la más absurda de las preguntas, ¿realmente se hace referencia a la ciudad de Babilonia? Nadie confundiría la gran capital de la antigüedad, ¿verdad?
Responder a esta duda la llevó a mirar con atención y detalle a las fuentes clásicas para detectar posibles confusiones. Tal vez alguien confundió los nombres o combinó dos ciudades distintas en una sola. No pasó mucho antes de encontrar que así había sido justamente. Todo empezó con las observaciones astronómicas de Azarquiel de Toledo. En sus documentos el andalusí hace referencia al día más largo del año desde la perspectiva de la ‘Vieja Babilonia’. Cuando se realizan los cálculos necesarios resulta que la latitud de la ciudad no es la de Babilonia, sino la de la capital del imperio asirio, Nínive. Pero si Nínive era la Vieja Babilonia, ¿cuál fue la Nueva?
Poemas épicos, documentos económicos, la Biblia y las fuentes griegas
En el poema épico de la creación babilónica, Marduk derrota a Tiamat y establece Babilonia como el centro del universo. En la versión asiria del mito, Marduk es reemplazado por Assur, pero el nombre de la ciudad sigue siendo Babilonia. ¿Por qué no cambiaron también el nombre de la capital? Según la teoría de Stephanie Dalley, la versión asiria del poema épico se da después de la conquista de Babilonia por Senaquerib. Para sustentar su teoría, Dalley reunió evidencia de los documentos del reinado del rey asirio.
Babilonios y asirios hacían uso de métodos diferentes para fechar sus documentos. Los babilonios empleaban de año de reinado. Sexto año del rey Nabucodonosor II, por ejemplo. Por su lado, los asirios fechaban sus documentos basados en los eventos del rey. Al comparar los documentos de principios y finales del reinado de Senaquerib, la asirióloga encontró que el sistema de fechado cambiaba del sistema asirio al babilónico, como si se hubiera cambiado el nombre de la capital.
La Biblia también tiene una curiosa mención de Babilonia. En el segundo libro de Crónicas (capítulo 33, versículo 11) se dice que el rey Manasés fue llevado cautivo a la capital asiria, Babilonia. El problema es que la capital asiria de la época era Nínive. Además, Babilonia seguía devastada y en ruinas después del ataque del rey Senaquerib. Una última mención donde se menciona a Nínive por su nombre de Babilonia es en el relato de Diódoro Sículo, autor con el que empezó el presente artículo. Los detalles que menciona el griego son más propios de Asiria que de Babilonia. La única posibilidad para conciliar todas estas fuentes es que, durante estos años, Nínive pasara a conocerse con el nombre de Babilonia.
Assarhaddón, hijo de Senaquerib, comenzó un plan de reconstrucción de Babilonia en un intento de devolver a la ciudad su antigua gloria después de la derrota que sufrió a manos de su padre. Es esta ciudad reconstruida la que las fuentes acadias llaman ‘Nueva Babilonia’. Cuando se ven los hechos bajo esta luz puede entenderse la confusión que el cambio de nombres causó en autores posteriores. Esto también explicaría las referencias a la ‘Vieja Babilonia’, Nínive y dejaría a la ‘Nueva Babilonia’como la Babilonia de siempre.
Cuestiones climáticas y culturales
Tanto babilonios como asirios apreciaban los recursos hídricos y aprendieron a gestionar con maestría los flujos de los ríos para sus cultivos. Aquí terminan las semejanzas. Babilonia se sitúa en una zona que no recibe mucha lluvia anualmente (100-200 mm) mientras Nínive está en una región con niveles pluviométricos desde 600 hasta 1000 mm por año. En otras palabras, el clima de Babilonia es más árido mientras que el de Nínive asemeja más al clima Mediterráneo. Estas diferencias se reflejaban en las culturas de cada región. Babilonia tenía una cantidad de agua tan mínima que ésta se enfocaba casi exclusivamente en la producción agrícola. Asiria contaba con un excedente hídrico que podía destinar a otras actividades, como la jardinería.
Otro elemento que distingue ambas culturas es la caza. Los reyes asirios se mostraban muy orgullosos de sus habilidades cazadoras. De hecho, muchos relieves muestran a los monarcas como cazadores de leones. Famosos son los relieves que muestran escenas de este tipo. Este tipo de manifestación cultural no se encuentra en Babilonia. Así, cuando se lee descripciones como las del griego Ctesias acerca de los Jardines Colgantes, que habla de la cacería de grandes animales, lo que está haciendo el autor es describir un rasgo de la cultura asiria, no babilónica.
Conclusiones acerca del jardín
La suma de todos los elementos presentados, a decir, la confusión con el término colgante, la ubicación de los jardines, las menciones u omisiones en fuentes antiguas, la confusión con el nombre de Babilonia, así como los rasgos climáticos y culturales, dan como conclusión que los jardines más famosos de la historia no eran ni colgantes ni tampoco estaban en Babilonia. Hubo jardines, sí, pero de acuerdo a esta teoría estaban en Nínive, capital asiria y conocida durante un periodo de su historia como Babilonia, la Vieja.
Otro rasgo a tener en cuenta es que los jardines asirios no se eran como los pensaron después los occidentales. Los escribas asirios utilizaban la expresión A semejanza de las montañas de Amanus para hablar de ellos. Por eso la inclinación que mostraban. Además, tendrían senderos sinuosos y arroyos en un ambiente boscoso. La exuberancia de estos jardines está plasmada en los relieves de los palacios de los reyes asirios. Senaquerib, de hecho, se sentía muy orgulloso de su obra, tanto en el aspecto estético como tecnológico.
Eventualmente, el Imperio Asirio cayó y con él su capital, Nínive. Sin embargo, de algún modo, parte de los jardines sobrevivió. Tanto es así que Quintus Curtius Rufus, escritor romano del siglo I d.C. aún se admiraba de lo entera que estaba la estructura a pesar del paso del tiempo. Tal vez sea hora de admitir que la evidencia reunida apunta a que durante todos estos siglos se estuvo buscando en otra Babilonia y que la prueba de la existencia de esta maravilla de la antigüedad, los Jardines Colgantes, siempre estuvo ahí.
Bibliografía:
- Stephanie Dalley. (2015). The Mystery of the Hanging Garden of Babylon: An Elusive World Wonder Traced.
- Charles River Editors. (2019). The Assyrian Empire’s capitals: The History and Legacy of Nineveh, Assur, And Nimrud.
- http://www.plinia.net/wonders/gardens/hg4diodorus.html