El Scriptorium alfonsí: breve recorrido por la obra cultural de Alfonso X

A muchos monarcas los solemos identificar con un sobrenombre que, se quiera o no, predispone al lector hacia una visión favorable o negativa. De entre todos los posibles, los de carácter sapiencial son de los más apetecibles. Uno de aquellos reyes medievales que se lo ganó fue Alfonso X de Castilla, para quién, sin ninguna duda, no fue injustificado llamarlo el Sabio por su gran obra cultural.

Alfonso X representado como sabio y maestro en el Libro del axedrez, dados e tablas. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

El rey sabio

Alfonso X gobernó sobre las tierras del recién reunificado Reino de Castilla y León entre 1252 y 1284, siendo consciente desde el primer día del potencial de su herencia y las responsabilidades que debía asumir. Un rey que fracasó en sus dos proyectos políticos de mayor envergadura (su pretensión a la corona imperial y conquistar el Norte de África) y envuelto en sus últimos años de vida en un enfrentamiento con su hijo Sancho IV. Por ello, muchos tuvieron una visión negativa sobre su vida y obra, donde destaca la lapidaria sentencia que le dedicó Juan de Mariana en el siglo XVI: «Mientras estudia el cielo y los astros, perdió la tierra».

Aunque podemos debatir sobre las habilidades políticas que el rey sabio tuvo, es innegable la obra cultural de gran envergadura que legó. Alfonso presentó desde su juventud una gran pasión por los saberes y las artes. Una característica que se unió a sus aspiraciones imperiales y la imagen de la Corte del emperador Federico II Stupor Mundi, le llevaron a crear su propia Corte de marcado carácter sapiencial. De hecho, como legislador dejó patente la importancia que el saber tenía dentro del ejercicio del poder. Así, en las Siete Partidas declara que debe ser una de las principales cualidades de un gobernante, llegando incluso a otorgar cierta divinidad al hombre sabio.

La ingente obra cultural alfonsí fue la obra de un monarca que consideraba el saber un deber regio. Como artífice e impulsor de una empresa cultural sin igual, Alfonso fue más allá del mecenazgo para convertirse en un activo partícipe. El scriptorium alfonsí abarcó desde la Historia al Derecho, pasando por las ciencias y la música.

Lo más difícil, quizás, sea dirimir su participación real, pues tal y como explica la General Estoria: «El rey faze un libro, non porquel escriba con sus manos, mas porque compone las razones del, e las enmienda e yegua e endereça e muestra la manera de cómo se deven fazer e desi escrívelas qui él manda, pero dezimos por esta razón que el faze el libro».

El scriptorium

Sentado en el trono, Alfonso supo valorar las herramientas a su alcance para desarrollar su proyecto cultural. Toledo ya era una ciudad con larga tradición científica y a ellas se sumaban ahora, gracias a las conquistas de su padre Fernando III, ciudades como Córdoba, Sevilla y Murcia. De esta forma, la asimilación del legado islámico y la labor de los hebreos hicieron que la producción de este scriptorium castellano fuese excepcional.

Representación del scriptorium alfonsí en el Libro del axedrez, dados e tablas. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Una de las consecuencias más importantes fue el nuevo nivel que el castellano alcanzó. Aunque su padre ya emitió algunos documentos en romance, ahora pasó a ser la lengua oficial de la Cancillería. Este hecho, unido al trabajo de los traductores (tanto de latín como de árabe) permitieron al castellano desarrollar su léxico y estructuras gramaticales, alcanzando la perfección de la que aún carecía.

Alfonso X pudo avanzar en las traducciones de innumerables obras, tanto clásicas como islámicas. Una labor apoyada en la experiencia de la Escuela de Traductores de Toledo, junto a la fundación de nuevos Estudios generales como el de Sevilla. Cada traducción realizada implicaba aportes personales, puesto que las obras se perfeccionaban afinando la lengua o realizando correcciones y comentarios al texto original.

Tradicionalmente, la obra se ha dividido en dos etapas. La primera entre 1252 y 1259, donde prevalecieron las traducciones. Mientras que la segunda etapa abarcó desde 1269 hasta 1284, realizándose obras más personales y con una participación más activa por parte del monarca.

Lógicamente, el scriptorium alfonsí contó con un nutrido grupo de sabios. De entre todos, podemos destacar a los judíos Yehudá ben Mosé, Isaac ben Sid o Samuel ha Leví; de entre los cristianos hispanos destacaron Fernando de Toledo, Álvaro de Oviedo o Bernardo el Arábigo. También participaron extranjeros, sobre todo italianos, fundamentales durante los años del Fecho del Imperio, entre los que destacaron Juan de Cremona o Juan de Mesina. Todo un elenco cosmopolita complementado con trovadores, juglares y clérigos de diversa índole.

Alfonso X y la Historia

Alfonso fue un ávido lector de crónicas, pues en ellas veía una herramienta para su labor política. Por esta razón, en el ámbito historiográfico desarrolló dos obras capitales: la Grande e General Estoria y la Estoria de España. Con ellas, el rey Sabio quería poner de relieve el interés en el pasado, pues «natural es cobdiciar los homnes saber los fechos que acahescen en todos los tiempos».

Estoria de España

La Estoria de España, también llamada Primera Crónica General, fue concebida dentro de sus aspiraciones imperiales, de ahí que no se tratase de una crónica castellana más. Con ella, Alfonso quiere abarcar toda la Historia del ámbito ibérico, el Fecho d’Espanna, como una sucesión de los pueblos que han dominado la península, poniendo mayor relieve en los reinos cristianos, pero sin excluir a judíos y musulmanes, tal como reza su prólogo: «Ca esta nuestra Estoria de las Espannas general la levanos Nos de todos los reyes dellas et de todos los sus fechos que acaescieron en el tiempo pasado, et de todos los que acaescen en el tiempo present en que agora somos, tan bien de moros como de cristianos, et aún de judíos».

Miniatura en la Estoria de España. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Nace, con esta Historia de España, una especie de sentimiento «protonacional» expresado con la reivindicación de un pasado unitario enlazado, a su vez, con su pretensión hegemónica. Alfonso, mira a España como un elemento unitario que había sido perdido en el 711 con la conquista musulmana. Por ello, la línea argumental gira en torno al papel de Castilla como heredera del Reino Visigodo de Toledo.

Grande e General Estoria

La General Estoria fue la obra de mayor amplitud proyectada por Alfonso X, aún habiendo quedado inconclusa. Se concibió como una Gran Historia Universal, con el fin de abarcar la Historia de la humanidad desde la Creación hasta su época. Proyectada en seis libros, sólo se conservan cuatro, pero cada uno de ellos superando la extensión de la Estoria de España. Fue precisamente sus tan altas expectativas las que supusieron su fin, ya que abarcar una cronología tan amplia provocó que los eruditos introdujesen una amalgama de noticias mezcladas con relatos míticos. Por ello, se convirtió en una colección de leyendas bíblicas y grecorromanas.

La ciencia

En el ámbito científico, la obra alfonsí destaca en el campo de la astronomía o, mejor dicho, de la astrología. Su pasión provenía de creer en la influencia de los astros sobre la vida terrena, una preocupación plasmadas en el Libro conplido de los juizios de las estrellas, una obra andalusí del siglo XI traducida al castellano en su reinado.

El scriptorium alfonsí se dedicó a la traducción de una gran cantidad de libros, especialmente de origen arábigo. De ellos, podemos destacar el Libro de la Ochava Esphera, un resumen de las teorías de Ptolomeo, o el Libro de la Açafecha y el Libro de la Alcorla. Si de esta primera etapa uno sobresale, ese es el Lapidario, donde se recogen propiedades astrológicas y físicas de 360 minerales.

De los innumerables escritos astronómicos, brilla con luz propia la llamada Tablas Alfonsíes, encomendada a Isaac ben Sid y Yehudá ben Mosé. Ambos recogieron observaciones del firmamento toledano entre 1263 y 1272 para corregir las Tablas de Azarquiel (del siglo XI). La importancia que las Tablas alcanzaron provocó que gozasen de gran prestigio hasta las Tablas Rudolfinas de Kepler. Con su labor, la Europa cristiana entraba de lleno en su madurez científica, a pesar de mantener determinadas supersticiones astrológicas.

El Legislador

Del rey Sabio es bien conocida su labor legislativa, estando ligado a tres obras de gran importancia: el Espéculo, el Fuero Real y las Siete Partidas. Tres obras jurídicas con las que se buscaba acabar con los localismos.

El Fuero Real pretendía unificar todo el derecho local a través de 550 leyes. Fue escrito utilizando fuentes como el Liber Iudiciorum, la Biblia o los fueros municipales. Por su parte, el Espéculo («espejo de todos los derechos») quedó compuesto unas 2.500 leyes que iban acompañadas de reflexiones filosóficas. Su intención era recoger los fueros de mayor valor para crear un corpus que supliese lagunas legislativas y resolviese dudas.

Sin duda alguna, la más relevante no es otra que las Siete Partidas, basada en el Derecho Romano y el Canónico, entre otras fuentes, quería ser un corpus que abarcase todos los aspectos de la vida. Por ello, cada Partida se dedicaba a ámbitos diferentes. La Primera explica los conceptos de ley, uso y costumbre, el papel de la Iglesia en la sociedad y su relación con el poder secular. La Segunda está centrada en las funciones y responsabilidades de emperadores, reyes y señores seculares. La Tercera destaca el sistema judicial y administrativo, mientras que la Cuarta versa sobre la familia y la organización social del reino. Quinta y Sexta establecen leyes económicas relacionadas con el comercio, herencias y el Derecho Civil. Finalmente, la Séptima abarca los temas aún no tratados, como el Derecho Penal y el régimen jurídico de las minorías musulmanas y judías.

La similitud que las Partidas guardan con las Constituciones de Melfi ha llevado a los expertos a la conclusión de que este texto jurídico estaba enfocado al Fecho del Imperio, un corpus con el que unificar toda la legislación. Sin embargo, habría que esperar hasta 1348 para que Alfonso XI, a través del Ordenamiento de Alcalá, las Partidas tomasen valor de Ley.

El rey trovador

Alfonso se crió en una Corte llena de música y trovadores, donde pudo desarrollar su pasión por la poesía. Pero en aquella Corte hubo una gran diferencia respecto a épocas anteriores. Ahora la poesía juglaresca comenzaba a ser dominada por los trovadores gallego-portugueses, desplazando a los provenzales. En ese ambiente, Alfonso se convirtió en un verdadero apasionado de este arte, pasando a la Historia como el juglar de Santa María, a la que dedicó centenas de cantigas. Pero también escribió cantigas profanas, llegando a competir con los trovadores que frecuentaban su Corte.

Su gran obra poética, las Cantigas de Santa María, son una colección de 420 poemas que constituyen el cancionero mariano más rico de la Edad Media. Aún siendo una obra colectiva, la unidad estilística indica la participación directa del monarca. Las Cantigas narran, en su mayoría, milagros de la Virgen y algunos que no son milagros, pero siguen siendo un loor a la Madre Dios. La belleza de estas piezas musicales fue acompañada con más de 1250 miniaturas que reflejan los gustos y las formas de vida desde la Corte al campesinado.

Cantiga de Santa María 91. Narra como la Virgen descendió del cielo en una iglesia para sanar a los enfermos del fuego de San Marcial. Códice Rico, Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Junto a las Cantigas de Santa María, se le atribuyen al rey Sabio otras 44 cantigas profanas salidas de su propia pluma. A juzgar por esta muestra, Alfonso debió ser un excelente poeta que dominó las técnicas trovadorescas. De estas cantigas profanas, el grupo más nutrido lo compone las de escarnio y maldecir, destinadas a vituperar a personajes y grupos sociales. En ellas, se mofó de todos cuanto pudo, desde soldados y nobles hasta deanes, pasando por soldadeiras y doncellas de la corte. También dedicó cantigas al amor, a la melancolía y la moralidad. Por ejemplo, en la nº26 expresaba su deseó de echarse a la mar, para hallar una vida retirada de las conspiraciones palaciegas.

Non me posso pagar tanto // No me puedo pagar tanto
do canto // del canto
das aves nen de seu son, // de las aves ni de su son,
nen d’amor nen de mixon // ni de amor ni abenagación
nen d’armas -ca ei espanto, // ni de armas, pues tengo espanto
por quanto // por cuanto
mui prigoosas son, // muy peligrosas son,
come dun bon galeon // como de un buen galeón
que m’alongue muir aginha // que me aleje muy aína
deste demo da campinha // de este infierno de la campiña
u os alacraes son; // donde los alacranes son;
ca dentro no coraçon // pues dentro en el corazón
senti deles a espinha! // sentí de ellos la espina

Cantiga profana de Alfosno X nº 26

Los juegos

El último tema corresponde al ocio, mundo al que Alfonso también fue un apasionado, en especial al ajedrez. En este ámbito, la obra más importante es el llamado Libro de los Juegos, también conocido como Libro de axedrez, dados e tablas, terminado en 1283, apenas un año antes de la muerte del rey sabio.

Las primeras líneas explican que el juego es una forma de alegría querida por Dios y una actividad que contribuye al equilibrio social. Por ello, esta obra fue concebida como un eslabón del soporte de la estructura cortesana, la cual estaba deteriorada en el momento de su elaboración a causa del enfrentamiento entre el monarca y su hijo.

Este Libro de los juegos, es uno de los manuscritos de mayor trascendencia del scriptorium alfonsí, pues ha llegado a nosotros conservando casi de forma integra su contenido textual y pictórico. Es una obra compuesta de diversos libros: Libro de ajedrez, Libro de los dados, Libro de las tablas, Libro del Gran Ajedrez, Libro de los dados (de ocho caras), Libro de los dados (de siete caras), Libro de las tablas (con siete casillas), Libro del ajedrez, Libro de las Tablas, Libro del alquerque y Libro del ajedrez astronómico.

Miniatura del Libro de los Dados. Libro del axedrez, dados y tablas, folio 65v. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

De lo más reseñable es la ideología política que se dejar ver entre sus líneas. En el Libro de Axedrex se trasluce un concepto de realeza que concuerda con los proyectos de Alfonso X. En él podemos leer que el rey era el «mayor trebeio de todos los otros», al que se le podía dar jaque como «manera de affrontar al señor con derecho, e de cómol dan mate, que es una manera de grant desonrra; así como s’il venciessen lo matassen». Es decir, se contemplan formas legales de enfrentar al rey, haciendo referencia al derecho castellano del desnaturamiento, una forma de romper el vínculo vasallático entre ricoshombres y soberano. Otra cuestión sería la explicación del movimiento de la figura del rey en el juego, pues era una representación de la oblación de un monarca de no dejarse llevar por la ira y de su proceder reflexivo.

En el resto de libros incluidos en esta obra, aparece una gran variedad de juegos que son explicados con gran detalle, encontrando dentro de algunos de ellos reflexiones de carácter filosófico o incluso astrológico.

Bibliografía

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