La Segunda Guerra Mundial desde sus principales testigos

Cartas y testimonios inéditos de los principales testigos de la Segunda Guerra Mundial. Desde los líderes y representantes de cada nación.

Churchill, Roosevelt y Stalin en la Conferencia de Yalta en 1945

Segunda Guerra Mundial: testigos oculares

De entre las guerras, la Segunda Guerra Mundial representa un gran hito por tratarse de la guerra moderna y de exterminio por excelencia. Guerra total, totalen krieg, como afirmaría Goebbels. Normalmente transmitimos los relatos del historiador a la hora de estudiar el conflicto, ¿pero qué si esta vez nos vamos a los testimonios de quienes la vivieron de una u otra forma como estadistas?

Para mayor condensación, dividiremos el artículo en dos partes para poder incluir a todos los estadistas de la época. Por tanto, notará el lector que en esta primera parte no se encuentran todos incluidos.

Segunda Guerra Mundial
Adolf Hitler con el conde Galeazzo Ciano y Joachim von Ribbentrop en algún momento de la década de 1930. Coloreado por JanosColor.

Adolf Hitler

Hitler es el personaje más infame, y seguramente el más interesante, de la Segunda Guerra Mundial. Como el mayor actor político, antagonista de la misma, es quien el lector esperaría, valga la redundancia, leer. Ofrecemos las Bormann-Vermerke como el mayor archivo de conversaciones privadas de Hitler.

El caucasiano astuto

Stalin es una de las figuras más extraordinarias de la historia mundial. Empezócomo un pequeño funcionario y no ha dejado de serlo nunca. Stalin no debe nada a laretórica. Gobierna desde su despacho gracias a una burocracia que le obedece al dedillo. Es chocante que la propaganda rusa, en las críticas que nos dirige, se mantenga siempre dentro de ciertos límites. Stalin, ese caucasiano astuto, parece dispuesto a abandonar la Rusia europea si cree que persistiendo en la resistencia correría el riesgo de perderlo todo. ¡Que no se diga que desde los Urales podría reconquistar Europa! Es como si yo estuviese en Eslovaquia y partiendo de allí debiera reconquistar el Reich. Esta catástrofe será lo que causará la pérdida del imperio soviético. (Trevor-Roper, 2008, p. 5)

Europa, alianza anglogermánica y el enemigo americano

La idea imperial de Hitler es, precisamente, la idea de Europa; una Alemania sin fronteras, una Europa germánica bajo la perspectiva nacionalsocialista. Sin embargo, no descartaba una alianza y, por otro lado, veía —aunque no vive para verlo en la posguerra— en la intervención americana el derrumbe del Imperio británico.

Si América ayuda a Inglaterra, es con la reserva mental de acelerar el momento de recoger su herencia. Yo no estaré ya aquí para verlo, pero por el pueblo alemán me regocijo con la idea de que se verá a Inglaterra y Alemania unidas luchar contra América. Alemania e Inglaterra sabrán lo que cada una puede esperar de su aliada, y habremos encontrado lo que nos hacía falta. ¡Son de una impertinencia sin precedentes, esos ingleses! No es obstáculo para que los admire. En este terreno tienen mucho que enseñarnos. (Trevor-Roper, 2008, p. 20)

El hundimiento de Inglaterra

Curiosamente la cosmovisión de Hitler en torno al final de la guerra no distaba, para nada, de la de los Aliados. Era, sin duda alguna, una repartición imperialista sobre los cimientos de una sociedad que estaría sometida a los designios del vencedor. Hitler veía en el hundimiento de Inglaterra un beneficio para sus aliados, y algunos de sus enemigos, pero no para él ni Alemania. Pero en cuanto a un posible hundimiento en el conflicto, como una rendición incondicional, reconocería el impacto de la caída del Imperio británico sobre las colonias.

No obtendríamos ningún beneficio porque no somos sus herederos. Rusia se apoderaría de la India, Japón de Asia oriental, Estados Unidos de Canadá. Ni siquiera podría impedir a los americanos instalarse sólidamente en África. Si se hundiera Inglaterra, yo no obtendría ningún beneficio, sino la obligación de luchar contra sus sucesores. Podría llegar un día en que tuviera mi parte en la quiebra británica, pero a condición de que se retrasara. Por hoy Inglaterra no me interesa. Me interesa lo que hay detrás de ella. Podemos sentirnos tranquilos en lo que se refiere a nuestro porvenir. Legaré no solamente el ejército más potente, sino un partido que será el animal más voraz de lahistoria mundial. (Trevor-Roper, 2008, p. 64)

La obra de un alemán del sur, Berlín como la capital del mundo y la estética

Casi inmerso en una burbuja respecto al frente en Rusia, es común ver a Hitler —en alguna que otra conversación— anticiparse a los hechos, establecer planes futuros y hasta hablar del dominio del orbe en tanto mayor imperio hegemónico, en comunidad con otras naciones bajo el liderazgo alemán —o europeo como dice—. Parece dejarse llevar por los primeros logros en Barbarroja, e ignora la batalla de Moscú que perdió meses atrás. Es octubre de 1941.

Suprimiremos lo feo de Berlín. No habrá nada demasiado bello para enriquecer Berlín. Entrando en la Cancillería del Reich, se debe tener la impresión de que se penetra en la morada del dueño del mundo. Darán acceso a ella amplias avenidas jalonadas por el Arco de Triunfo, por el Panteón del Ejército y la Plaza del Pueblo: algo que cortará la respiración. Sólo así llegaremos a eclipsar nuestra única rival en el mundo, Roma. Habrá que construir a una escala tal, que San Pedro y su plaza parezcan en comparación juguetes. Utilizaremos el granito como material. Los testimonios del pasado alemán, que encontraremos en las llanuras del norte, están casi intactos a la acción del tiempo. El granito asegurará la perennidad de nuestros monumentos. Dentro de diez mil años estarán todavía en pie, totalmente incólumes, a menos que el mar haya vuelto de nuevo a cubrir nuestras llanuras […] Pero los monumentos que construiremos desafiarán al tiempo. El Coliseo de Romaha sobrevivido a todos los acontecimientos. En nuestro país, las catedrales han hecho lo mismo […] Berlín será un día la capital del mundo. (Trevor-Roper, 2008, p. 62)

¿Qué clase de nación es la que pone un tipo así a la cabeza?

Toda la campaña belicista fue montada por Churchill y pagada por los judíos con la colaboración de los Eden, Vansittart y compañía. Los judíos lograron su intentona de apoderarse de toda la prensa. Para agarrar a Rothermere le suprimieron los recursos de la publicidad. Él mismo me explicó cómo lo consiguieron. Una nación que no elimina a los judíos acaba, tarde o temprano, siendo devorada por ellos […] Churchill no recogió más que migajas. Churchill es un tipo sin carácter. Basta con leer sus memorias para convencerse de ello. Ahí se ha quitado los calzones en público. ¿Qué clase de nación es la que pone a un tipo así a su cabeza? (Trevor-Roper, 2008, p. 366)

Segunda Guerra Mundial
Mussolini pasando revista a sus tropas en marzo de 1945, República Social Italiana. Se puede ver a un hombre cansado, desmoralizado y con apenas tropas, pues incluso los niños sirven.

Benito Mussolini

Los mayores testimonios, y conversaciones, de Mussolini fueron registradas por su médico personal, él que le asignó Hitler tras su decadencia en salud durante la intervención aliada en Italia dentro del marco de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años de la República Social Italiana, se registrarían muchas de las ocurrencias y pensamientos de Mussolini.

El acuerdo de paz mediado por Mussolini

Mussolini, quien había conocido a Churchill, creía en la obtención de una paz negociada según le comentaba a su médico. Creía en las convicciones anticomunistas de Churchill, convicciones evidentes por su intervención en Rusia en 1919. No le consideraba un hombre mezquino, al contrario: muy inteligente.

Ello hubiera sido posible, ya que hubiera tomado como punto de apoyo mis relaciones personales con Churchill. Algo por el estilo no lo habría podido obtener nunca Ribbentrop. Conozco al Premier y sé de qué manera es preciso hablarle […] Habría que hacerle comprender que ha llegado el momento de alejar para siempre el peligro comunista y alcanzar un definitivo concierto europeo. No se puede convencer a Churchill con unos artículos periodísticos, como los que escribe el doctor Goebbels, sino que es preciso estar sentado junto a él ante una mesa. Un encuentro por el estilo se hubiera podido, o se podría celebrar en un lugar cualquiera, en España o en el norte de África. (Zachariae, 1949, p. 37)

Estados Unidos de América, influencia «hebraica» y diáspora italoamericana

Entendiendo, en cierta manera, el viraje político de los EE.UU desde el aislacionismo al intervencionismo, se dispone a reflexionar sobre el papel de esta nación en el conflicto. Aunque pudiera ser gratuita la aseveración de la influencia hebraica por ser más bien burdamente ideológica, entiende que EE.UU ha tenido un papel económico en la guerra. Pero bien es cierto que entiende el papel de acreedor que adquiere los EE.UU en el conflicto.

Mis relaciones con los Estados Unidos de América han sido siempre buenas, y esto se debe también al gran número de italianos que han encontrado una nueva patria en América del Norte. Estoy convencido de que América no hubiera nunca participado activamente en este conflictos […] Los orígenes de tal política belicista deben buscarse en la influencia hebraica sobre el Presidente, sobre la prensa, la radio y todas las demás fuentes de información […] El ejército del capitalismo necesitaba una salida y la guerra dio al Presidente y a sus hombres una buena ocasión para mantener las ganancias hechas antes de la guerra, mejor dicho, para aumentarlas todavía más. (Zachariae, 1949, p. 38)

Realismo político soviético

No es de sorprenderse que Mussolini, un furibundo anticomunista, entendiera de una forma tan lúcida la destreza política de Stalin y de diplomáticos realistas de la estatura de Chicherin, Litvínov o Vyshinski.

La diplomacia rusa es, desde todos los puntos de vista, superior a la de América y de Inglaterra; no escapa a nadie que ni América ni Inglaterra logran impedir que Rusia alcance sus objetivos. Si, Dios nos libre de ello, los aliados han de ganar la guerra, destruirían con Alemania el único pueblo que tiene la capacidad y la fuerza para impedir que el sistema soviético inunde un país tras otro, un pueblo tras otro. La responsabilidad de la civilización occidental, que América e Inglaterra asumen, es enorme y oculta unos peligros mucho mayores que los de eliminar a una peligrosa competencia del mercado mundial. (Zachariae, 1949, p. 41)

Stalin en el Kremlin, Moscú, 1932. Coloreado por Klimbim.

Iósif Stalin

Independientemente de la visión que se pueda tener sobre un personaje tan polémico, y a la vez enigmático, uno de los ragos de Stalin es su lucidez política. Con un realismo digno de un estadista del más alto grado, muchas de sus opiniones reflejan su destreza política.

Por un kopeck

Enfurecido por las pretensiones partisanas en Yugoslavia asociadas a una revolución, y motivado a no alertar a los ingleses, advierte sobre la irrelevancia de adoptar símbolos y sobre la naturaleza real de los ingleses en los conflictos. Citado por Milovan Djilas.

¿Qué necesidad hay con las estrellas rojas en sus gorros? No importa la forma, sino lo que se gana, y ustedes … estrellas rojas! ¡Por Dios, no hay necesidad de estrellas! […] Tal vez pienses que solo porque somos los aliados de los ingleses nos hemos olvidado quiénes son y quién es Churchill. No hay nada que les guste más que engañar a sus aliados. Durante la Primera Guerra Mundial engañaba constantemente a rusos y franceses. Y, ¿Churchill? Churchill es el tipo de hombre que robará un kopeck de tu bolsillo si no lo estás mirando. Sí, ¡tomará un kopeck de tu bolsillo! Por Dios, ¡tomará un kopeck del bolsillo! ¿Y Roosevelt? Roosevelt no es así. Sumerge su mano solo por monedas más grandes. ¿Pero Churchill? Churchill lo hará por un kopeck. (Djilas, 1967, p. 61)

La semblanza alemana

La disciplina alemana, o la visión de Alemania como un pueblo organizado es una creencia generalizada que la que, aparentemente, el propio Stalin no escapa.

Son un pueblo raro, como ovejas. Yo recuerdo de mi infancia: dondequiera que fuera el carnero, el resto le seguía. También recuerdo cuando estuve en Alemania antes de la Revolución: un grupo de socialdemócratas alemanes llegó tarde al Congreso porque tuvieron que esperar para tener sus boletos confirmados, o algo por el estilo. ¿Cuándo los rusos alguna vez han hecho eso? Muy bien lo dijo alguien: «En Alemania no podrías tener una revolución porque tendrías que pisar el césped» (Djilas, 1967, p. 66)

Un segundo frente

Los soviéticos buscaban la apertura de un segundo frente para aliviar la carga en el Frente Oriental, situación que apenas cambiaría para 1943 cuando los alemanes comenzaron a fijarse en las fuerzas aliadas desviando divisiones e intensificándose la ayuda aliada a los soviéticos. Churchill catalogó algunas de las provocaciones de Stalin como un «incidente desagradable».

No es difícil darse cuenta de que el gobierno de Gran Bretaña, con su negativa a crear un segundo frente en 1942, inflige un golpe mortal a toda la opinión pública soviética […] Complica la situación del Ejército Rojo en el frente y compromete los planes del mando soviético. Ustedes los británicos tienen miedo de pelear. No deberían pensar que los alemanes son superhombres. Tarde o temprano tendrán que luchar contra ellos. No pueden pretender ganar una guerra sin combatir. (Hastings, 2012)

Winston Churchill

Winston Churchill

Churchill a Roosevelt sobre el grupo de Halifax

Este pasaje está contextualizado en relación a la «neutralidad» de los Estados Unidos, al no permitir Roosevelt el anclaje de un portaaviones británico o de enviar destructores a préstamo y arriendo.

Si este país fuera abandonado a su suerte por Estados Unidos, nadie tendría el derecho de responsabilizar a esos hombres, si al final llegan al mejor acuerdo posible para la población sobreviviente. Perdóneme, señor presidente, si le expongo esta pesadilla de una manera tan franca. (Hastings, 2012)

Bolchevismo

Churchill fue, al mismo tiempo, uno de los enemigos históricos del bolchevismo y, por otro lado, uno de los promotores de la alianza con la Unión Soviética cuando aún no había empezado la Segunda Guerra Mundial. Incluso defendió la intervención soviética en Polonia.

El régimen nazi no se distingue de los peores aspectos del comunismo. Al margen de su ambición y de su afán de dominación racial, carece de ideas y principios. En los últimos veinticinco años, no ha habido nadie que mostrara su oposición al comunismo con tanta determinación como yo. Y no voy a desdecirme de todo lo que he dicho al respecto. (Hastings, 2012)

La causa común

Pero a pesar de esta oposición, la alianza con los soviéticos es una necesidad para la supervivencia del Reino Unido de Gran Bretaña y, por supuesto, no participar de esta alianza haría el futuro más negro. Los británicos no dudaban de la capacidad soviética de hacer la guerra por su cuenta y esto hubiera supuesto, a futuro, un liderazgo geopolítico soviético.

Debo hacer pública la decisión del gobierno de Su Majestad […] Cualquier hombre o cualquier nación que luche contra la dominación nazi recibirá nuestro apoyo […] Tenemos que prestar a Rusia y al pueblo ruso toda la ayuda posible […] Así pues, la amenaza que se cierne sobre Rusia es la misma que se cierne sobre nosotros y sobre Estados Unidos de América, del mismo modo que la causa de todos los rusos que combaten por su hogar y su patria es la causa de todos los hombres y pueblos libres de cualquier rincón del mundo. (Hastings, 2012)

Bibliografía:
  • Djilas, M. (1967). Conversations with Stalin. Victoria: Penguin Books.
  • Hastings, M. (2012). La guerra de Churchill: la historia ignorada de la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Editorial Crítica.
  • Trevor-Roper, H. (2000). Hitler’s Table Talks 1941-1944: His Private Conversations. New York: Enigma Books.
  • Trevor-Roper, H. (2008). Las conversaciones privadas de Hitler. Madrid: Editorial Crítica.
  • Zachariae, G. (1949). Confesiones de Mussolini. Barcelona: Luis de Caralt Editor.
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