En 1683 la ciudad de Viena se enfrentaría a un nuevo asedio esta vez organizado por el sultán Mehmet IV y el Gran Visir Kara Mustafá. La conjunción de las fuerzas polaco-lituanas y austríacas permitió una vez más la liberación de la ciudad cristiana del Imperio Otomano tras dos meses de durísima campaña.
El primer asedio de Viena
En 1529, Viena se enfrentó a un primer asedio comandado por el sultán Solimán el Magnífico. Dicho asedio tuvo lugar entre el 26 de septiembre y el 14 de octubre de 1529, saldándose con la derrota del ejército otomano. Uno de los factores que influyó en la salvación de Viena fueron las condiciones meteorológicas que provocaron una intensa lluvia haciendo inviable el asedio. Solimán intentaría reiniciar su campaña con un ejército todavía mayor en 1532 pero la férrea resistencia de la ciudad de Güns le hizo desistir finalmente de sus planes de conquista.
Situación del Imperio Otomano
Dentro del Imperio Otomano se respiraba un ambiente de crisis generalizada a mediados del siglo XVII. El aumento de la población, unida a los bajos rendimientos de la agricultura, habían una provocado una subida de precios inasumible. Para 1660, las hostilidades entre los Habsburgo y el Imperio Otomano ya se habían hecho patentes. Dentro de las ‘camarillas del harén’ se produjeron múltiples divisiones que acabaron corrompiendo los órganos del gobierno central y la administración provincial. El nuevo visir nombrado en Constantinopla llamado Köprülü Mehmed Pasha, perteneciente a la familia de los Köprülü, se encargó de ejercer una drástica purga dentro de la administración. Bajo esta familia de visires se empezaron los preparativos logísticos para organizar el asedio a Viena. Se levantaron y arreglaron puentes y caminos en dirección al Sacro Imperio Romano Germánico. También se mandaron cañones, municiones y demás suministros a los Balcanes. En Constantinopla se hablaba de la debilidad de los Habsburgo. En 1682, las incursiones realizadas por Imre Tököly a las tropas austríacas en territorio húngaro sirvieron de pretexto al sultán Mehmet IV (1648-1687) para declarar la guerra a su rival centroeuropeo. Viena tenía gran importancia geoestratégica por controlar las rutas comerciales a través del Danubio en el corazón de Centroeuropa.
Camino hacia Viena
El 31 de marzo de 1683, Kara Mustafá envió una declaración al sultán Mehmet IV, la cual llegó también a la corte imperial de Viena. Al día siguiente, se produjo la marcha del ejército otomano desde Edirne, la antigua capital turca. A mediados de mayo, el ejército otomano alcanzó la ciudad de Belgrado. El sultán tomó la decisión de permanecer por un tiempo en Belgrado y no fue hasta el 25 de junio cuando se reanudó la marcha. Este retraso en la campaña sería crucial para el bando cristiano. El emperador Leopoldo I (1658-1705) tuvo tiempo para preparar la defensa de Viena mediante la forja de alianzas con el rey de Polonia Juan III Sobieski, la República de Venecia y el Papa Inocencio XI. Finalmente el 7 de julio de 1683, salió el Gran Visir Kara Mustafá del campamento de Györ en dirección a Viena.
Correlación de fuerzas enfrentadas
Por el lado otomano, las fuerzas del sultán integradas por jenízaros, caballería Sipahi e infantería, se calculan en torno a unos 125.000 hombres, aunque otras fuentes hablan de casi el doble. Mehmet IV se quedó en Belgrado y decidió nombrar al Gran Visir Kara Mustafá como el jefe de la expedición encargado de llevar a cabo la conquista de la capital de los Habsburgo. Los ejércitos de Valaquia, Moldavia y Transilvania (vasallos del Imperio Otomano) se unieron a las fuerzas del sultán. También contaba con los artilleros y el grueso de la caballería provincial de los tártaros procedentes de Asia Menor y de las provincias árabes (otros 30.000 hombres). Los otomanos tenían 370 cañones, aunque la mayoría estaban anticuados. Mehmet IV contaba además con el apoyo del rey francés Luis XIV para atacar al Imperio de los Habsburgo.
Por el lado cristiano, la defensa de Viena quedaba al cargo del conde de Starhemberg. Éste contaba con un ejército de 16.000 hombres, de los cuales 10.000 constituían la infantería y 6.000 eran coraceros. También contaba con el apoyo de 8.000 ciudadanos y 700 estudiantes universitarios preparados para el servicio militar. Todas las fortificaciones de la ciudad fueron reforzadas con el objetivo de resistir mejor frente al asedio. La ciudad también contaba con 260 cañones. La ayuda diplomática del Papa Inocencio XI (1676-1689) fue fundamental para reclutar hombres dispuestos a defender Viena. Las tropas de refuerzo estaban lideradas por el duque Carlos V de Lorena (18.500), el margrave Luis Guillermo de Baden-Baden y el rey Juan III Sobieski de Polonia (30.000), entre otros. También se contaba con tropas procedentes de Franconia, Suabia y Baviera al mando de Jorge Federico de Wahlberg (19.000) y de Sajonia por parte de Juan Jorge III (9.000). Por otro lado, el emperador Leopoldo I había huido a Linz junto con 80.000 vieneses para organizar desde allí la defensa.
La campaña del asedio
El ejército otomano llegó a las puertas de Viena el 14 de julio de 1683. El asedio daría comienzo ese mismo día y se prolongaría durante dos largos meses. Un incesante bombardeo tendría lugar con el objetivo de derribar las infranqueables murallas. Los principales ataques iban dirigidos a los bastiones de Burg y Löbl. Sin embargo, los otomanos carecían de artillería pesada lo que supondría una gran ventaja para los defensores. Tampoco contaban con suficiente munición. Kara Mustafá ordenó cavar trincheras subterráneas para la colocación de minas, mucho más efectivas. Una vez que hicieran explosión, el plan era realizar un asalto general a la ciudad. Burg Ravelin fue tomada el 2 de septiembre y el día 6 una mina explotó en el bastión de Burg. Tras casi dos meses de asedio, la ciudad estaba a punto de capitular ante el enemigo y sus defensores se habían reducido drásticamente a la mitad por la disentería y la reducción de suministros. Sin embargo, una última batalla más se habría de librar, la cual marcaría para siempre el destino de la ciudad asediada.
La Batalla de Kahlenberg
Entre los días 11 y 12 de septiembre de 1683 tuvo lugar la batalla de Kahlenberg después de dos meses de infatigable campaña. Dicha batalla se libró en las inmediaciones de Viena, en la montaña del mismo nombre. En ella participaron las fuerzas conjuntas del Sacro Imperio Romano Germánico y la Mancomunidad de Polonia-Lituania contra el grueso del ejército otomano y sus aliados europeos.
El 11 de septiembre una gran coalición de reyes y príncipes cristianos llegaron a las inmediaciones de Viena: Juan III Sobieski de Polonia, el margrave Luis Guillermo de Baden-Baden, el duque Carlos V de Lorena, junto con otros líderes polacos, alemanes, austríacos e italianos. A pesar de ello, este conglomerado cristiano seguía siendo muy inferior numéricamente en comparación al ejército otomano.
El Gran Visir Kara Mustafá cometió una grave error táctico que le llevaría irremediablemente a la derrota. Al no considerarlos como una amenaza, no ordenó a sus tropas de élite, los jenízaros, situarse para la formación de batalla, sino que se quedaron en las trincheras. En cambio, decidió utilizar en su lugar a la caballería ligera tártara. Esto se demostraría insuficiente ante el imparable empuje cristiano.
Las fuerzas del ala izquierda de la coalición cristiana, lideradas por Carlos V de Lorena alcanzaron a las tropas de Kara Mustafá por su flanco derecho a la altura de Nussberg. Posteriormente se atacó el centro y el costado diestro de las tropas otomanas. El golpe definitivo lo llevarían a cabo los Húsares Alados Polacos (unos 3.000) al mando de Juan III Sobieski en una potente carga contra los turcos con sus lanzas de madera. Éstos constituían la mejor caballería de Europa. La batalla se libró en las trincheras y en el campamento otomano y fue muy violenta y breve.
Las bajas otomanas se cifran en unas 20.000 mientras que por el lado cristiano se calculan en sólo unas 2.000. El resto del ejército otomano huyó en desbandada. En unos 30 minutos la victoria se había decantado por el lado cristiano. Tras la huida de los otomanos, los cristianos se hicieron con un suculento botín consistente en 75 piezas de artillería, 14 cañones de batería y algunas piezas de mortero. Juan III haría su entrada triunfal en Viena siendo recibido por el jefe de la resistencia, el conde de Starhemberg. Posteriormente Juan III Sobieski enviaría una carta al Papa Inocencio XI que empezaba así: ‘Veni, vidi, Deus vincit‘ (Vine, vi, Dios venció) emulando a la famosa frase de Julio César (Veni, vidi, vici). Se ofreció una misa en su honor para celebrar la victoria en la catedral de San Esteban.
Trascendencia histórica del asedio
La ciudad de Viena se había salvado por segunda vez de la conquista otomana. La figura del monarca Juan III Sobieski quedó en la memoria como el salvador de la ciudad cristiana en última instancia. Tras este estrepitoso fracaso, el Gran Visir Kara Mustafá fue ejecutado el 25 de diciembre de 1683 y su cabeza fue llevada a Constantinopla. La derrota vino propiciada por una sucesión de errores tácticos cometidos por la arrogancia de Kara Mustafá. Éste no protegió a los flancos de su ejército ante la llegada inminente de refuerzos cristianos y ordenó la paralización de la caballería jenízara en las trincheras. De esta manera, quedó sellada su fulminante derrota ante la imposibilidad de organizar una salida retirada de Viena. La furia del sultán Mehmet IV no fue injustificada, ya que aunque una victoria no hubiera supuesto la erradicación del cristianismo en Europa, la derrota en Viena suponía la renuncia definitiva a incorporar nuevos territorios a su imperio.
La contundente victoria cristiana provocó que el Papa Inocencio XI propusiera la creación de la Santa Liga con aportaciones del Imperio de los Habsburgo, la República de Venecia y la Mancomunidad Polaco-lituana, a la que se añadiría posteriormente el Principado de Moscú en 1686. El objetivo de esta gran coalición era ir recuperando los territorios que todavía quedaban en manos del Imperio Otomano. En 1699 se firmaría la paz de Karlowitz, la cual significaría de facto el inicio del declive del Imperio Otomano en el continente europeo. A partir de este momento, Austria, Polonia, Rusia y Hungría irían recuperando territorios a costa de los otomanos y se consolidaría el poder de los Habsburgo en Centroeuropa.
Bibliografía
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