El sexo sagrado griego
El sexo y la prostitución sagrada estaban relacionadas con el culto a divinidades de origen oriental. En la Grecia antigua, Afrodita era la diosa relacionada con el amor, la belleza, el sexo y la lujuria, y su culto se introdujo a través de la influencia de divinidades de oriente.
En sus templos, las sacerdotisas practicaban el sexo y la prostitución sagrada como método de adoración a la diosa.
Afrodita disponía de unas festividades propias: las Afrodisias. Se trataba de un festival anual dedicado a la diosa Afrodita Pandemos[1], relacionada con el amor físico, en contraposición a la Afrodita Urania identificada con el amor espiritual.
Estas fiestas se celebraban en varias ciudades griegas, pero eran especialmente relevantes en Corinto y en la isla de Chipre, lugar de origen de la diosa según la mitología. Estas, según nuestro calendario tendrían lugar entre la tercera semana de junio y la tercera semana de julio, el mes del Hekatombaion.
Era muy popular especialmente entre las prostitutas, que la consideraban su patrona. Estas tendrían un papel principal en las Afrodisias, no sólo por referencia al amor físico, al sexo tal cual, sino relacionado con el amor de la gente común, a las relaciones de las clases sociales humildes como contrapunto al amor elevado y espiritual, platónico e intelectual que representaría Afrodita Urania.
El equivalente romano serían las Floralias, un festival romano de carácter popular que se celebraba en honor a Flora, diosa de la primavera, la vegetación y la fertilidad en general. Esta festividad se celebraba entre el 28 de abril y el 3 de mayo, y simbolizaba la renovación del ciclo de la vida, por lo cual se transformó en una fiesta de carácter alegre, y marcada por bailes, bebidas y flores.
A Flora se la consideraba una de las divinidades protectoras de las meretrices puesto que su culto era muy popular entre las prostitutas romanas. Durante las festividades que hacían honor a su nombre, las prostitutas cobraban gran protagonismo.
Las Floralias tienen pues un carácter más plebeyo, mientras que las Afrodisias disfrutaban de un carácter más oficial.
Así pues, en los templos dedicados a Afrodita se practicaba la prostitución sagrada. El eufemismo griego para este tipo de sacerdotisas prostitutas era hieródula: ‘sierva sagrada’.
En el mundo griego hubo prostitución sagrada en los templos de Afrodita en Sicilia, Chipre, en la región de Ponto, la Capadocia y Corinto.
Normalmente, la prostitución sagrada la realizaban mujeres esclavas, algunas por devoción y voluntad propia, y muchas entregadas al templo como ofrenda por parte de ciudadanos.
Un caso singular de prostitución sagrada de mujeres libres (no esclavas) tuvo lugar en la colonia de Locros Epicéfirios. En la primera mitad del siglo V a.C. sus habitantes estaban siendo atacados por los de la ciudad de Regio. Prometieron a la diosa Afrodita que si conseguían vencer ofrecerían a sus doncellas como prostitutas a su templo durante las fiestas que se celebraban en su honor.[2]
Así pues, las hieródulas eran prostitutas y sacerdotisas al mismo tiempo, pues ambas funciones estaban estrechamente ligadas. Como las otras sacerdotisas del mundo griego, participan oficialmente en todas las ceremonias donde era necesaria su intervención. Por ejemplo, con la invasión de Grecia por los persas, se pide a las hieródulas que hagan plegarias públicas y ofrezcan sacrificios por la salvación de los griegos. Como sus plegarias fueron aparentemente eficaces, puesto que el ejército y la flota de Jerjes fueron derrotados, los corintios ponen en el templo de Afrodita un exvoto y una lista de todas las prostitutas inspiradoras de la victoria. Un epigrama de Simónides rinde homenaje a la eficacia de las hieródulas y de su patrona, Afrodita:
“Estas mujeres han sido consagradas para intervenir ante la divina Cypris, a favor de los griegos y de sus ciudadanos valerosos en el combate. Pues la diosa Afrodita no ha querido que la ciudadela de los griegos sea entregada a los arqueros persas.”
Este episodio prueba que las hieródulas ocupaban un lugar respetado en el mundo griego. Las prostitutas laicas eran consideradas insignificantes, mientras que la convicción que las actividades de las hieródulas pertenecen al dominio sagrado de Afrodita nunca está completamente ausente.
Los templos dedicados al culto de Afrodita tenían varias ubicaciones, dependiendo de si estaba dedicado a Afrodita Pandemos o Urania, o de la carga ideológica del emplazamiento.
Las ciudades que la adoraban eran aquellas con una fuerte relación con oriente. Sobre todo, encontraremos templos en las ciudades de la península balcánica bañadas por el mar Egeo y las de Asia menor.
Las ciudades solían ser puntos comerciales, situados en rutas o con puertos importantes. Estos puntos eran enclaves de sincretismo religioso, modo por el cual, se podría haber introducido el culto a Afrodita. Además, sobre todo los puertos comerciales, tienen un fuerte vínculo con la prostitución. El flujo continuo de comerciantes, muchos con necesidades sexuales, favorecen este tipo de negocio. Es así que, por su parte, la llegada de devotos al templo, favorecería el aumento de donaciones y ofrendas.
Dentro del territorio de la polis podía haber más de un templo, uno en plena ciudad y el otro en una localización simbólicamente especial como en un bosque o en la cumbre de una montaña. Se desconoce si la prostitución ritual se practicaba en los dos puntos. Personalmente, pienso que el templo de la ciudad serviría para recibir devotos e informarlos sobre el templo principal.
De este modo encontramos templos en Alto-Tera, Santorini; en Knidos; en Amathous, Chipre; en Rodas; el templo de las Aphrodisias, en Turquía; en Erice; y el famoso templo de Corinto.
Su arquitectura no difiere de los dedicados a otras deidades. Sobre un podio escalonado se levanta un templo anfipróstilo con cubierta a dos aguas y con columnas dóricas. Por lo tanto, el hecho que ha facilitado la identificación de los templos con el culto a Afrodita es su interior. Se ha encontrado la escultura pertinente de la diosa en cada uno, relevos de la misma relación y altares, algunos con inscripción votiva. También se han encontrado restos de cremaciones de ofrendas y sacrificios rituales.
Este hecho plantea pues muchas cuestiones: ¿cómo era la vida de las hieródulas? ¿Vivían en el interior del templo? ¿Están consagradas para toda la vida o tienen la posibilidad de liberarse del oficio comprando su libertad? ¿Dónde practicaban las relaciones sexuales? También hay muy poca información de los clientes de estas sirvientas de Afrodita. ¿Tenemos que imaginar grupos de peregrinos en tren de devoción, o, más probablemente, devotos ocasionales, muy satisfechos de combinar deberes religiosos y placer?
Los datos arqueológicos son muy pobres, puesto que la prostitución sagrada no era frecuente en la cultura romana y totalmente rechazada por el cristianismo.[3] Este hecho ocasionó las destrucciones de los templos donde se practicaba.
Pero lo que sí puedo afirmar es que las relaciones sexuales se realizarían en el interior del templo, ante la imagen de la diosa y posiblemente después de algún tipo de ritual u ofrenda. El templo griego era el lugar de residencia de la divinidad y no de la comunidad, como pasa con el cristianismo. Es esto lo que me lleva a pensar que la prostitución sagrada se realizaría en el interior, por una parte, en ámbito íntimo y privado, y por la otra para la bendición de Afrodita. Por lo tanto, el resto de peregrinos se encontrarían a la espera en el exterior. Además, la vida de las hieródulas no sería en el propio templo sino más probablemente en el exterior y en los terrenos colindantes.
En su día a día las hieródulas harían los rezos, la limpieza del templo, cultivar víveres o hilar, y por supuesto atender a los peregrinos. Éstos, no acudirían en masa para practicar el sexo por el sexo. Se tiene que tener en cuenta que el templo se encontraba en lugares específicos (el templo de Corinto se encuentra en una montaña de 575 m de altura), y la prostitución en plena ciudad estaba al alcance de cualquier bolsillo. Se trataría así de ocasionales devotos de Afrodita con voluntad de practicar el sexo sagrado, más por motivos religiosas que por placer.
El templo de Afrodita en Corinto
Al llegar al Istmo de Corinto por el Golfo Sarónico, había en la ciudad de Céncreas un templo dedicado a Afrodita con una gran estatua de mármol, según Pausánias. Esta ciudad funcionaría como puerto de Corinto, puesto que hay que recordar que, a diferencia de hoy en día, Corinto estaba situado en el interior, al centro del istmo.
En frente de la ciudad de Corinto había el bosque sagrado de Craenón, con, entre otros, un templo dedicado a la diosa Afrodita.
Su culto también se manifestaba en el ágora de la polis, donde había una escultura de la deidad junto con otras.
El culto a Afrodita culminaba en el Acrocorinto (en griego Ακροκόρινθος). Se trataba de una elevación rocosa de 575 metros, situada junto a la ciudad. La ciudad de Corinto lo utilizaba como acrópolis, siendo una de las acrópolis más grandes de Grecia.
Se trata de un lugar de fácil defensa gracias a su geomorfología. Su superficie total era superior a la de la propia ciudad de Corinto, de forma que, en caso de invasiones podría servir como refugio para todos los habitantes de la ciudad, e incluso al ganado.[4] Según Estrabón, que estuvo personalmente en el Acrocorinto, el camino de subida tenía una longitud de treinta estadios.[5]
En su templo de Afrodita, se encontraban las estatuas de la diosa, junto con la de Eros y la de Helios, protector del Acrocorinto. Se dice que había más de mil hieródulas (siervas de la divinidad) que ejercían la prostitución sagrada.
Así, según un canto festivo encargado a Píndaro, el 464 a.C., un tal Jenofonte, ciudadano de Corinto y vencedor de la carrera a pie y del pentatlón de los Juegos Olímpicos, dedicó a Afrodita, en signo de agradecimiento, cien jóvenes mujeres al templo de la diosa.
En época romana, según Estrabón:
“El santuario de Afrodita era tan rico que a título de esclavas sagradas tenía más de mil hetairas, que tanto hombres como mujeres habían ofrecido a la diosa”.[6]
Es fácil pensar que a pesar de la existencia de las hieródulas de Corinto, los números de las fuentes clásicas deben de haber sido exagerados. Un número tan grande de sacerdotisas habría sido difícil de mantener y gestionar. La razón de estas exageraciones se debería al hecho impactante, para un romano, de la práctica del sexo sagrado.
Sea como fuere, la presencia de estas mujeres dedicadas a la diosa del amor contribuyó a darle a Corinto la reputación de ciudad de los placeres fáciles. No sorprende que la prostitución laica adquiriera una extensión considerable en la ciudad. Los traficantes de esclavos traían sus “mercancías”, puesto que sabían que en Corinto habría mejores posibilidades de encontrar compradores en busca de mujeres para consagrarlas a Afrodita.
El templo sufrió destrucciones bajo la invasión romana el 146 a.C, pero fue restaurado por Julio César. Encontró pues su fin con la llegada del cristianismo, cuando sería finalmente arrasado y convertido en iglesia, y como tantos otros templos, posteriormente transformado en mezquita.
Bibliografía
Cuadrada, Coral. «Mujeres Y Espacios», Triangle, 4 (2010). Págs 1-24.
Estrabón. Geografía. (Madrid: Gredos, 2001).
Martos Montiel, Juan Francisco. Sexo Y Ritual: La Prostitución Sagrada En La Antigua Grecia, 1ª ed (Madrid, 2002).
Novas, Maria. Arquitectura y Género, Una Reflexión Teórica. 1ª ed (Castelló de la Plana: Universidad Jaume I, 2014).
Segura Munguía, Santiago. Cultura Clásica y Mundo Actual, 1ª ed (Bilbao: Zidor Consulting, 1997).
[1] En griego “Afrodita Pandemos” (Ἀφροδίτη Πανδεμοσ) significa la Afrodita de todo el pueblo.
[2] Martos Montiel, Juan Francisco. Sexo y ritual: la prostitución sagrada en la antigua Grecia. Pág 103.
[3] En el Nuevo Testamento de la Biblia, San Pablo Apóstol describe y condena en su Carta a los Corintios los lugares donde era frecuente la lujuria sexual en la ciudad.
[4] Estrabón. Geografía libros VIII-X. Pág 109. Madrid: Gredos (2001).
[5] Idem. VIII,6,19.
[6] Idem. VIII, 6, 20.