“Es necesario que el que, en realidad, lucha por la justicia, si pretende vivir un poco de tiempo, actúe privada y no públicamente”.
- Apología de Sócrates (Platón)
Esta afirmación del Sócrates de la Apología, acaso revestida de inocencia y despreocupación, marcará el devenir posterior del ejercicio filosófico durante todo su despliegue histórico.
¿En qué sentido se puede decir esto? ¿Cuál es el decurso que había transitado la filosofía y cuál es el que seguirá después de la muerte de Sócrates?
En primer lugar la afirmación socrática parece revestir una contradicción, a saber: ¿Cómo es posible que se pueda hacer de la justicia, virtud eminentemente pública y ciudadana, algo privado y particular de un individuo aislado? ¿No estará queriendo cambiar la concepción semántica de tal término y, por consiguiente, reubicarlo en otro dominio diferente al que usualmente ha sido en la Atenas de su tiempo?…
El caso es que las diferentes tangentes filosóficas que surgen a raíz del filósofo ateniense, escuelas de toda laya y pensadores de todos los matices y aristas imaginables, hacen del ejercicio filosófico algo privado y particular. La filosofía, de una investigación meteorológica y física, deviene auscultación humana, sí, pero desde el ámbito privado y particular.
¿Qué es la Academia platónica sino eso? ¿Acaso el Liceo aristotélico no sigue los pasos de su maestro y recluye en el claustro de la escuela a la filosofía? ¿Y qué decir de filósofos como Epicuro, que se recluyen en el jardín a filosofar? Incluso el romano Séneca hace las veces de orientador filosófico de Nerón pero desde la particularidad de su privada condición. Es la filosofía un ejercicio que ha devenido privado después del ejemplo socrático.
El caso es que la filosofía, particularmente la del discípulo más aventajado y brillante de Sócrates, la de Platón, teoriza sobre la política pero desde el ámbito privado. Teoriza sobre la epistemología pero desde el ámbito privado. Teoriza sobre ontología, teología, etc., etc. pero siempre desde el ámbito privado. Y cuando el tirano de Siracusa le invita a aplicar sus propuestas, éstas son tan utópicas (en el sentido que le dará posteriormente Quevedo, a saber: “no hay tal lugar”) que le será imposible implantarlas e implementarlas en la realidad de los hechos humanos.
Este alejamiento del mundo y su consecuente enclaustramiento, provocando la desubicación del ejercicio filosófico de la realidad mundana, ¿no es consecuencia lógica y natural, entre otras causas, del posicionamiento privado de la filosofía, colocada ahora en la atalaya de la particularidad privada y alejada del mundanal ruido que provocan las turbulencias ciudadanas de las Poleis de su época?
En suma, si la filosofía quiere abordar los problemas reales de las personas de carne y hueso desde la racionalidad más efectiva, el rigor y la coherencia… deberá reubicarse en el ámbito público de reflexión y de acción, para que sus presupuestos, principios y contenidos sean, de nuevo, efectivos y reales, palpables y útiles… en un planeta que adolece de una serie de problemas que la filosofía puede contribuir a disolver.